Sorrosal
Domingo, 8 de junio de 2014
Seguimos con
nuestro calendario de actividades montañeras. Desde la Sección de Montaña del
Club Pirineísta Mayencos, hemos convocado para hoy a nuestros socios para hacer
la vía ferrata de Sorrosal, una que discurre por el barranco del mismo nombre,
junto a su enorme cascada, y entrando a formar parte de sus gorgas más íntimas,
para seguir por una sucesión de fajas y terminar en un delicioso bosque, que
nos acompañará de nuevo hasta Broto.
Preparados para la faena |
Y dicho y
hecho. En un puente románico de una sola orilla, se toma un domesticado
sendero, en cuyo comienzo, un mural informativo nos advierte de las medidas de
seguridad a tomar para realizar este tipo de prácticas, las ferratas. Finaliza
al llegar al anfiteatro que forma el circo y su espectacular cascada,
contemplada por atormentados pliegues del terreno, que nos hablan de un
tortuoso pasado. Buen sitio para la contemplación, y sobre todo para
pertrecharnos con los avíos de seguridad. Casco, arnés y disipador no deben
faltar para estos menesteres.
Al amor de la ferralla |
Detrás, el vacío |
Cruzamos el
barranco y llegamos a pie de vía, que de primeras ya se nos pone tiesota. Su
verticalidad se asemeja a la del agua que se despeña, pero nosotros en
dirección contraria, claro. Conforme vamos ganando altura, y es algo que se
hace con rapidez, vamos tomando perspectiva sobre ese fondo de barranco donde
se detienen las aguas, para discurrir ya más calmadas a su morir en el Ara.
Agua que se hace agua.
Disfrutando |
Tramos
verticales y horizontales se van sucediendo con la única compañía, que no es
poca, que la pared y el espacio. Y escalas, varias escalas hasta alcanzar la
madre de todas ellas, la bíblica de Jacob, que nos sube hasta el comienzo de un
pequeño túnel, por el que vamos penetrando como un orgasmo sobre el terreno,
hasta ser expulsados a un sorprendente escenario uterino, que nos recibe
rompiendo aguas, y en el que nos sentimos gratamente atrapados. Más agua, más
paredes, menos cielo. Unos cuantos pasos por la margen derecha, y una pasarela
de sirgas para pasar a la izquierda, donde se nos presenta una travesía medio
horizontal para subir a otro de los escenarios de la mañana. Hora y cuarto
hasta aquí.
Arañando la pared |
La gorga se
abre y se convierte en un espacio que alberga unas badinas en las que pasar sin
bañarse es no aprovechar las ocasiones que nos brinda la naturaleza para estar
más cerca de ella. Hemos estado en contacto con la tierra, nos ha dado el aire
y el sol. Sólo nos quedaba el agua para abrazar los cuatro elementos. Frías
pero agradecidas aguas que invitan una y otra vez a ir a su encuentro. Bocao y
trago. Y de nuevo a la marcha, que comienza asiéndonos a una maroma, que nos
lleva de nuevo hasta la pared, donde nos volvemos a enganchar para, tras un
pequeño paso horizontal, volver de nuevo a la verticalidad más absoluta. Y así
se van alternando esos tramos hasta dejarnos querer por una zona de carrascas,
que nos mitiga el calor reinante. Al salir de ellas nos abonamos a una sucesión
de fajas que hay que ir ganando por pequeñas canales robadas a la descompuesta
roca.
En las fajas |
Alcanzamos el
término de la ferrata tras cincuenta minutos más de chatarra y disfrute. Y en
otros veinte más, el bosque que nos ha acogido nos deposita dulcemente de nuevo
en Broto, en un punto muy cercano al de partida, dando por concluida esta
actividad de fierros y sirgas, de grapas y cadenas, de escaleras y roca, de
agua y abismos, en cuyos comienzos hemos sido pequeños, pero que nos hemos ido
haciendo grandes con nuestro avanzar.
Río Ara, a su paso por Bujaruelo |
Laña Larga |
Excepto eso,
todo lo demás florece en este rincón del Pirineo que un día no muy lejano tuvo
otro trasiego de gentes. Peregrinos, pastores, contrabandistas, bandoleros,
eran los transeúntes de este lugar, que testigos del tiempo tenían en estas
montañas, cercanas a la línea fronteriza, su casa y su cárcel. Mesón, ermita y
puesto de carabineros eran los edificios que operaban para todos esos oficios.
Hoy en día, la pradera se viste de camping, el mesón de refugio, la ermita ha mudado en ruinas, y el puesto de
carabineros en nido de porquería. Sólo el puente románico ha sobrevivido a todo
ello. El puente y el río.
Ruinas de la ermita de San Nicolás |
Y de él
salimos por la pista, para recorrer la ruta ornitológica que, retornando en el
puente de Oncíns, se encamina por las campas de Laña Larga de nuevo hacia ese
puente que tantos ojos tiene clavados en él, de uno solo. Ojos ávidos, ojos extrañados, ojos
agradecidos, ojos asombrados de tanta belleza. Esta pequeña ruta, con sus 3,4
km de circular y apenas 50 metros de desnivel es muy recomendable para el público
en general.
No ha podido
tener mejor final esta jornada, que ha comenzado subiendo por una pared, y ha
terminado abrazados a un río, al Ara, que significa altar, y que no es otra cosa
más que eso, el altar de este santuario eterno de montañas eternas.
Las fotos, con la colaboración de Josemari y Javier, en:
pero qué aventurillas os gusta correr!!!,impresionantes fotos y mejor relato de lo acontecido
ResponderEliminarBueno, bueno... ésta no te la has perdido, eh?, aunque sólo la primera parte...
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