Peña Rueba
Domingo, 1 de junio de 2014
La Peña Rueba,
por algunos considerada como el último bastión sureste de la sierra de Santo
Domingo, en realidad más que de ella, participa del conjunto geológico de los
conglomerados de Agüero y Riglos, entre los que se encuentra. Con estos últimos,
forma una amplia garganta por la que un impetuoso río se abre paso. Un Gállego,
que de las Galias trae su nombre al nacer justo en el límite con Francia, allá
en el Portalet.
Valle de Tena, Tierra de Biescas, Galliguera, todos te quieren
para sí, pero has de marchar a embalsar para dar descanso a tu fatigado
devenir. De las mansas aguas del ya centenario embalse de La Peña, por cuyas
venas corre sangre de mi sangre, sales con ganas de seguirle el paso al tiempo
y de reflejar estos inhiestos montes para que se te queden bien grabados en tu
memoria, que vas a ir perdiendo en tu vocación de ir en busca de tu morir en
tumbas milenarias cesaraugustanas. Sí, en altas cumbres has nacido, y en
tierras bajas has decidido acabar tus días. En los 200 km de recorrido desde tu
cuna hasta tu lecho, has sido fiel al territorio, como ningún otro río por la izquierda del Ebro, y eso es de agradecer. En ellos has visto de todo, y tan a gusto has estado que seguro que
vuelves. Te esperamos.
Aproximación |
Pero no es de
ríos de lo que venimos a hablar aquí, que ya lo hemos hecho. Es de montes. Es
de una distinta forma de abordarlos, a través de unos equipamientos metálicos
que facilitan el acceso por zonas sin ellos sólo aptas, o no, a escaladores. El
origen de este sistema, aunque hay algún testimonio anterior, se establece con
fines militares en Dolomitas para la Primera Guerra Mundial. Y como tampoco
estamos para hablar de historia, al menos de ésta, vamos con la nuestra.
Pechugazos de glera |
Y esa nuestra
no es otra que la de las veces que llevamos intentando hacerla en el CP
Mayencos, siempre abortada por el mal tiempo. Pero hoy no, hoy no tenemos
excusas y podemos decir que la hemos recorrido. En realidad se trata de una
cremallera que puedes ir abriendo o cerrando por cualquiera de los dos lados.
Es por eso que hay quien piensa que se trata de dos vías. Técnicamente
hablando, también pensamos que se trata de dos, porque entre una y otra tenemos
la cima y un buen tramo de pared sin anclajes. A gustos. Por nuestra parte,
como le teníamos ganas, hacemos las dos. Il capo Juan Bazán, de Aragón Aventura,
lo tiene claro, mejor subir por la que se toma más al NW, y bajar por la SE,
que es por la que descienden los escaladores.
En progresión vertical |
Es como lo
hacemos. Y para ello, nos dirigimos a Murillo de Gállego junto con el susodicho Juan, Josemari, Javier,
Sara y Marie. Nos acercamos motorizados todo lo que podemos, y aun con todo tenemos
hora y media hasta alcanzar el comienzo de la vía. Un acceso que hacemos a puro
de acercarnos a la pared y contemplar ya alguna de sus vías de escalada clásica,
aunque equipadas, y unos techos que quitan el hipo. Nos metemos en el circo y
vamos avanzando entre una vegetación deseosa, como nosotros, de que le visite
ya el buen tiempo que las borrascas de norte le niegan.
Pasos horizontales |
Por una ancha canal
y un delicioso tramo llano y herboso llegamos a la base de una corta pero inquieta
glera, que nos acerca ya hasta los primeros hierros. Casco, arnés y disipador
son, en cinco palabras, los materiales im-pres-cin-di-bles para la práctica de
esta actividad. Una actividad que comienza vertical, muy vertical… vamos, del
todo. No es una vía para principiantes, más bien ya para iniciados, que con la
necesaria concentración no ofrece mayores problemas. En menos de media hora
cambiamos de registro, pasando de la verticalidad a la horizontalidad, pues
llegamos a la cresta que, además de invitarnos ya a una sucesión de travesías
horizontales, no totalmente equipadas, atención!!!, nos ofrece unas excelentes
vistas sobre la vertiente norte. A nuestros pies un recién desembalsado Gállego
que serpentea abriéndose paso por entre estas peñas. Los sinclinales de San
Juan de la Peña y Oroel. Y por encima de ellos, el eje pirenaico que aquejado
de moquitas por el lado francés espera una pronta recuperación.
Seguimos cresteando |
Otra media
hora hasta la cumbre, un amplísimo espacio para solaz y regocijo. También para
echar un bocado. Si impresionantes han sido las vistas hacia el norte, no lo son
menos hacia el resto de vientos de la rosa. Unos Mallos de Riglos, con su
pueblo a sus pies, que rompen todos nuestros esquemas al tenerlos que mirar por
encima del hombro. Unos Mallos de Agüero, también con el suyo, que aunque más
alejados y modestos, pugnan por llenar el espacio. Con Rueba a nuestros pies
forman una barrera de paisaje entre la montaña y el llano, entre las sierras
exteriores del Pirineo y la Hoya de Huesca. ¡Cuánta diversidad! Y todo en el
mismo territorio. El Gállego no sale de su asombro. Tampoco nosotros. Como
curiosidad, podemos decir que Agüero y Riglos pertenecen a la provincia de
Huesca, mientras que el alineado Murillo de Gállego lo hace a la de Zaragoza.
Pero los montes pasan de eso, saben que ellos estaban antes que las divisiones
administrativas de despacho.
Cielos y abismos. Seres |
El cielo se va
viendo decorado por unas nubes de evolución nada sospechosas de que se vuelvan
contra nosotros. No nos cansamos de contemplar todo lo que tenemos a nuestros
pies. Es auténticamente espectacular el panorama que nos ofrece esta peña. Pero
tenemos que marchar, tenemos que bajar, y para ello vamos en busca de la otra vía
ferrata que asegure nuestros pasos. Por ladera de inclinación media, con
conglomerados y piedras sin conglomerar, atención!!!, la encontramos, al cabo
de unos veinte minutos, cuando da comienzo más verticalidad. La verdad es que
se agradece. Nos vamos maridando a la sirga, a razón de uno por tramo, atención!!!
Al cabo de un cuarto de hora pasamos por la base de un gran apéndice rocoso,
también equipado, y es para que los que suban por donde nosotros bajamos, no
pasen de aquí y puedan tener el gustazo de hacer una cima.
Como nosotros
ya hemos hecho la nuestra, seguimos bajando, y lo hacemos entre espolones,
chimeneas y pasos horizontales, que en media hora nos plantamos en el comienzo
de la vía, en nuestro final. Otra media hora más hasta alcanzar el vehículo, ya
con calor, más que con el que hemos salido de aquí hace más de cinco horas, de
las que en movimiento ha sido una y tres cuartos, con los habituales despistes
satelitales al avanzar en vertical. Una verticalidad, y horizontalidad, que de
todo ha habido, que nos ha permitido ascender 540 metros de desnivel acumulado,
con el consiguiente descenso, en una mañana en la que nos hemos sacado una
espinita que llevábamos clavada desde hacía mucho tiempo, y que hará que
miremos de otra manera a esta peña a nuestro paso. Como todo en la vida, es
cuestión de paciencia… porque al final, todo se alcanza.
Las fotos, alguna de Josemari y Javier, en:
El trac, de Javier, en:
Guai. Que día mas bueno. Buena gente esta de mayencos. Pa volver oiga....
ResponderEliminarSí, pasamos buen día. Y lo de volver, cuando Vd. quiera, oiga.
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