Santa Cruz de la Serós
San Juan de la Peña
Domingo, 20 de enero de 2013
Mañana frustrada la de ayer.
Sigue el temporal, siguen las borrascas yendo y viniendo a una velocidad que
hace polvo cualquier previsión sobre su tamaño, intensidad, intenciones, cota
de nieve… Lo único que parece seguro es que nos van a seguir acompañando durante
algún día más. En fin, que hay que ir improvisando sobre la marcha. Mañana
frustrada la de ayer, decimos, y que no estamos dispuestos a que la de hoy
también lo sea, de modo que hay que tirarse al monte, no sea que nos eche en
falta.
El Cuculo. Para otro día. |
¿A
Bergosa? No, que está enmarronao. Opción, al Cuculo. Pues vamos para allá, con
el amigo Julio. Conforme se va llegando a Santa Cruz de la Serós, conforme nos
va viendo llegar con el rabillo del ojo, como entrándole un repentino ataque de
timidez, como queriendo guardar su intimidad, como queriendo mostrarse hostil
para seguir pasando el día sola, esta cima menor, verdadera atalaya sobre todo
el eje pirenaico, como telón de fondo de esta depresión formada por la
Balancha, cierra las cortinillas y se nos pierde entre las nieblas que nos
llegan y que las grandes montañas van soltando conforme se van saturando de
ellas.
De
todos modos, tozudos que tozudos, nos acercamos hasta el arranque del camino,
hasta ese aljibe de agua en el barranco de Carbonera, con la dificultad añadida
de que la nieve en las cunetas no aconseja dejar retirado el coche. Mensaje
recibido, pensamos, hoy no es el día de este monte. Habrá que pensar en otro.
Será por montes. De vuelta a Santa Cruz se nos ocurre subir hasta el mirador de
San Vicente, allá en lo alto de la pradera de San Indalecio, que alberga lo que
queda del Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña.
Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña |
Se dice que el
Monasterio Viejo es la cuna del Reino de Aragón. También se puede decir que
igual que la cama es a la cuna, el Nuevo lo es al Viejo, que soportó varios
incendios a lo largo de los varios siglos de existencia, hasta que el último de
ellos, el devastador de 1675, propició la construcción del Nuevo. San Juan
Bautista, como patrón de la orden; San Indalecio, como el del lugar; y San
Benito, como fundador de la comunidad, presiden la portada del edificio central
de este conjunto monástico, que dejó de serlo en 1835, con motivo de la
desamortización de Mendizábal, y que estuvo lamentándose sobre sus ruinas hasta
que fue reconstruido hace unos lustros, albergando dos centros de
interpretación, el del Reino de Aragón, y el del Monasterio de San Juan de la
Peña; así como una Hospedería de la Red de Hospederías de Aragón. Todo este
entorno forma parte del Parque Cultural de San Juan de la Peña y del Paisaje Natural
Protegido de San Juan de la Peña y Monte Oroel, figuras ambas de protección y
promoción de unos lugares en los que la historia de Aragón tuvo un punto de
inflexión hace en torno a nueve o diez siglos.
Monasterio Viejo de San Juan de la Peña |
Cuánta
historia, cuánta arqueología, cuánto arte, cuánta memoria encerrada entre los
muros de ambos cenobios y esparcida por los alrededores, por esas llanuras de
San Indalecio y por los verticales muros que soportan las airadas nortadas que
invierno tras invierno, siglo tras siglo, milenio tras milenio hacen acto de
presencia por estos lares. Por esas viejas paredes, decimos, que si se lo proponen, y ayudadas
por la leyenda, todavía te cuentan que vieron caer detrás de un ciervo herido a
Voto con su caballo, quien invocando en la caída a San Juan Bautista se posó
suavemente en el suelo. Asistido por su hermano Félix encontraron el cuerpo
incorrupto del anacoreta Juan de Atarés en una gruta, siendo el germen cenobial
de todo este extraordinario conjunto. Grandes dosis de históricas leyendas, o
si preferís de legendarias historias, que la aderezan y que se enraízan ambas
en la noche de los tiempos.
Sí, tenéis
razón, es una burda manera de resumirlo todo. No son formas de tratar el fin
del condado, de tratar el origen de la creación del reino y su extensión
peninsular, insular y continental. De momento, lo que haremos será contar hasta
diez cada vez que oigamos hablar hoy en día en España eso de “Comunidades
Históricas”, a saber de qué historia hablan… Pero volvamos a lo nuestro, a ver
si se nos da mejor…
Señales cercanas ya al balcón |
Estos caminos,
con marcas y señales de varias instituciones, no son más que el acercar el
Camino de Santiago hasta los monasterios. De modo que estamos hablando del GR
65.3.2, una variante del GR 65.3.1, que es el que baja de Somport y se encamina
a la tierra plana. Lo tomamos, pues, a lo que pasa por Santa Cruz de la Serós,
desde donde vemos lo acertado de la decisión de no haber ido al Cuculo, porque está ya
con el marrón encima.
Entre unas
cosas y otras, las diez y media de una mañana en la que se masca una calma
chicha en estas sierras interiores pirenaicas, que están a la espera de lo que
se avecina. Nosotros, con la confianza de que nos deje hacer, que, bueno, en
realidad tampoco es tanto, sólo subir hasta el mirador, por unos caminos muy
parecidos a los de su hermana del este, la Peña Oroel. Se va tomando altura por
estos conglomerados, encontrando cruces de más y más opciones, pero nosotros
tomamos siempre la más directa.
Último tramo de camino |
Conforme vamos
subiendo nos vamos encontrando nieve, que no está mal, pero que sí hay que
tener más cuidado en un tramo una vez entrados en un barranco, que está helado,
y esperamos que la mañana juegue a nuestro favor y no esté así al bajar, porque
está realmente peligroso. Bueno, pues en una hora lo hemos hecho, hemos llegado
al Mirador de San Vicente, llamado también Balcón del Pirineo, salvando los más
de cuatrocientos metros de desnivel. Este lugar es privilegiado, cuando la
meteorología lo permite, claro, porque tiene una vista excepcional del Pirineo
aragonés, desde los límites con Navarra hasta más allá de las Tres Sorores.
Todo ello está perfectamente indicado en la Mesa Orientadora, una plataforma
semicircular, de mármol, en la que está indicado el perfil de los más
importantes picos, con una dirección para poderlos identificar bien, pero que
no podemos hacer porque la mesa se encuentra bajo una capa de varios
centímetros de hielo y nieve. Pero se lo perdonamos, lo mismo que al paisaje el
que se esconda. Bastante tiene con lo que tiene, como para además enfadarnos
con él.
Mesa orientadora |
No mucho rato
aquí y descendemos al Monasterio Nuevo, en el que aprovechamos para echar algo
caliente al coleto. La vuelta la hacemos bajando al Viejo por el camino, y
seguir luego hasta encontrar el de subida, por el que llegamos con las primeras
cilliscas de nieve, ya de nuevo a Santa Cruz de la Serós, que alberga dos
joyicas de la arquitectura medieval. Son lo que queda del antiguo convento de
monjas benedictinas, que fueron trasladadas a Jaca en 1555, y que aquí siguen.
Muy mayores ya, claro, hace tanto tiempo de eso… Lo que queda de todo aquello
es la iglesia, contemporánea de la Catedral de Jaca, y mandada construir por
Ramiro I mediado el S XI, y donde ingresaron sus tres hijas, Urraca, Teresa y
Sancha. Un poco más abajo, encontramos lo que fue la parroquial del pueblo,
dedicada a San Caprasio es uno de los escasos ejemplos de románico lombardo en
la Jacetania.
Serós, apócope
de sorores, hermanas en la lengua vecina, como las tres hijas de este primer
rey aragonés, también como Treserols, las tres cimas del macizo del Perdido que
hemos podido adivinar allá arriba tras las cortinas del frente. ¿Guardará
alguna relación todo ello? Seguro que sí, en el ámbito de estos Pirineos
misteriosos, seguro que sí. Que no decaiga la magia.
El reportaje completo de fotos, en:
https://picasaweb.google.com/chematapia/SantaCruzDeLaSerosSanJuanDeLaPena#
(si no sale como enlace, copiad y pegad)
Sin duda una buena aventura por esta preciosas tierras del alto Aragón. Estos días de Navidad he recorrido parte de estos lugares y me han cautivado.
ResponderEliminarUn saludo desde Barcelona.
Así es, Canela. Es tierra que vuela bajo y que cautiva. Gracias por el comentario.
Eliminar