Maz (1.945 m)... y más
Sábado, 3 de noviembre de 2012
Otro día que amanece que si sí,
que si no en lo meteorológico. Me gusta este “oficio”, porque siempre hay que
estar mirando al cielo, y en todos los sentidos. Nos agarramos al sí, y aunque
un poco tarde ya, salimos de casa en dirección a una de las mayores extensiones
de hayedos de nuestro territorio, nos dirigimos a la cabecera del Valle de
Ansó. Lo que en principio era ir a saludar a los amigos del refugio de Linza, y
de paso ver, saborear, sentir, vivir el otoño de estos bosques, ha sido también
todo eso pero desde las alturas, porque claro, venir hasta aquí y no subir
algo, mientras el tiempo no lo impida, es cosa que no debemos permitirnos.
Ansó (foto de la web casaturismorural) |
La
imponente vista de la enorme iglesia de San Pedro, de incierto origen entre religioso
y defensivo, nos dice que hemos llegado a esta milenaria villa de Ansó, situada
en el cauce medio del río Veral, y que con sus 223 Km2 de extensión es el
municipio más amplio, con un solo núcleo de población, no sólo de la Jacetania,
sino de todo el Pirineo aragonés, y que ha sido el resultado de diversos
privilegios otorgados por algunos reyes de Aragón en la antigüedad.
Bosque de Zuriza |
A lo largo de
los más de 14 Km de estrecha carretera hasta Zuriza, se nos van echando encima
esa multiplicidad de tonalidades ocres, marrones, rojizos, colores de ocaso, de
decadencia, pero bellos. Es el grito de un moribundo como queriendo llamar
la atención antes de partir hacia su invierno. Y eso es lo que consigue, llamar
toda nuestra atención. Zuriza, Taxeras, Gamueta, Linza. Apabullante, realmente
apabullante.
Zuriza, que
alberga un complejo de camping, y que otrora, al ser zona fronteriza, fue sede
de un edificio de carabineros, y que ya en desuso sirvió de albergue en
campamentos juveniles en los bajos setenta, con hordas de adolescentes echando
por aquí alguna semana de estío. Recuerdos de brutales tormentas con feroces vientos, de retorcidos mástiles
de tiendas de campaña, de noches enteras con ellos al calor de la chimenea para
enderezarlos. Recuerdos.
Refugio de Linza |
Llegamos a Linza. Abrazos
con Beni, el guarda del refugio, que emocionado me dice que hace unos días le
han rendido homenaje a Miguel, ese miguelón que tras debatirse entre una y otra
vida durante varios meses, finalmente nos ha dejado en este lado para ir en
busca de nuevos horizontes. Luego volveremos sobre ello.
Mientras
tanto, algo habrá que hacer hasta la hora de comer. Si subes por Aragón, llegas
al Maz (1.945 m), y si lo haces por Navarra llegas al Txamantxoia, pero no hay
que volverse esquizofrénico, que los montes no lo son, y desde su cima no hay
límites entre los valles, no hay límites entre los montes, no hay límites entre
el cielo, no hay límites entre las nubes. Sólo los hay en las cabecicas del ser
humano, única especie en el mundo y en la historia capaz de poner esos límites,
capaz de poner esos nombres, y en ocasiones hasta distintos para llamar a lo
mismo.
Subiendo al Maz |
El camino que
vemos en cualquier guía parte de la carretera, antes de llegar al refugio, por
un lugar llamado Rincón de Maz, pero desde aquí, desde el mismo refugio,
también hay ruta, y más corta, que se toma bajando unas decenas de metros hasta
dar con un barranco a mano derecha, generalmente seco, por cuya margen
izquierda comenzamos la subida, por entre alguna vaca todavía, para entrar en
pocos metros en el bosque. Una entrada sobrecogedora. Se nos antoja el
verdadero culto en el verdadero templo. Si no fuera porque necesitamos la
respiración, y mucho, en esta primera empinada cuesta, se nos cortaría al
sentirnos engullidos por tanto ser vivo, centenario, cuyas hojas han dejado de
serles útiles en las alturas y ahora lo hacen de otro modo, alfombrando el
suelo y protegiéndolo de los rigores del invierno, descomponiéndose y formando
parte del humus necesario para que no cese la rueda de la vida. ¡Cuánto que
admirar! ¡Cuánto que aprender!
Camino por el bosque |
Esta cumbre,
desde Belagoa, tiene la apariencia de una alargada loma, sin embargo, desde
Linza muestra su lado menos amable, es una pirámide rocosa que quiere ya
competir con tantos y tantos montes ansotanos, agrestes, duros, enhiestos, que
marcan la llegada al Pirineo Central desde que sale del Cantábrico casi de
rodillas. Por aquí se empieza a poner de pie. Sí, de pie.
Tres cuartos
de hora de éxtasis total. Solo por el bosque, no se ve un alma, pero se
presienten, se intuyen. La cima ya nos ha captado visualmente, y lo sigue
haciendo cada vez que un claro se lo permite. No hay un collado muy delimitado,
pero tiene su nombre, Artaparreta (1.552 m). Cuando dejas de estar acompañado
de arbolado comienza una loma rocosa, algo incómoda, y que ya va dando vista al
Rincón de Belagoa, Piedra de San Martín. Otro cuarto de hora más y el camino
gira bruscamente hacia el N, para acometer el asalto cimero por esa vertiente.
Un camino nada cómodo, muy empinado y con piedra muy suelta, pero que nos
ofrece toda su recompensa al llegar a la cumbre, de aspecto inesperado, al
menos subiendo por este lado. Se trata de una loma herbosa, suave y dulce hacia
Belagoa, pero arisca y bruta hacia Linza. ¿Quizá por envidia? ¿Quizá porque por más que se aúpe no
llega a los dos mil metros? Quizá.
Bosque de hayas |
El bosque está
compuesto por seres vivos, por muchos seres vivos individuales, pero en sí
mismo también es un ente, un colectivo que resguarda, que protege, y lo ha
hecho del viento, porque al dejarlo atrás nos ha soplado con fiereza. No le
basta con agarrar fuertemente esas nubes bajas a los Alanos, no, también llega
hasta aquí, anunciándonos, además, que la tarde no va a ser mejor, así es que,
a no entretenerse demasiado.
Alanos y Ezkaurre |
La cumbre del
Maz (1.945 m), que alberga la muga con Navarra, un vértice geodésico, y un par
de símbolos cimeros, nos ofrece unas vistas excepcionales en cada uno de los
360º de horizonte. Al menos en corto, porque los bajos nublados también quieren
salir en la foto. Linza, con su barranco de Petrechema que arranca en el
collado del mismo nombre y que da paso al mundo Ansabère. Gamueta; Zuriza, sus
guardianes Ezkaurre y Alanos; Belagoa, en toda su extensión; y todo el resto de
montes fronterizos, unos con Navarra, otros con Francia, Mesa de los Tres
Reyes, Petrechema, Sobarcal, Acherito y tantos y tantos más que reconocemos y
que no, la mayoría con hayedos en sus faldas, y que nos ofrecen un espectáculo
único en el calendario anual.
Hayedo en el barranco de Petrechema |
Lo que también
reconocemos es la atmósfera, cargada de amenazantes nubarrones y que tenemos
que ir dejando atrás sin más dilación. De modo que aquí se queda esta cumbre
con su privilegiada atalaya, que hay que ir tomando el camino de descenso, que
si el de subida desde la loma ha sido delicado, el de bajada no lo es menos.
Pues sin más, en un momento nos metemos de nuevo en el bosque, a disfrutar de
él mientras dura, que es media hora, para salir al mismo sitio de la entrada. Y
al refugio, que aún aprovechamos un rato para adentrarnos por el barranco de
Petrechema y su hayedo, para completar esas ganicas de comer, que son y
abundantes.
Con Miguel |
Comida y
sobremesa con Beni, Ana y Alberto. Fotos en el lugar del homenaje a Miguel,
junto a un árbol que han plantado, para que su semilla siga fructificando en un
Linza que, muchos años con él, ahora lo echa en falta. Finalmente abandonamos
este bello rincón del Pirineo, integrado en el recientemente declarado Parque Natural
de los Valles Occidentales, en un intento de preservar toda su belleza natural.
Como resumen
de la actividad, podemos decir que poco más de dos horas para cubrir los mil
doscientos metros de desnivel acumulado, en una mañana de lujo, plagada de
emociones y de recuerdos.
El reportaje completo de fotos, en:
Que paisajes y bellos recuerdos
ResponderEliminarAsí es, Anónimo, Gracias por el comentario.
EliminarHola, soy Concha la pareja de Miguel, me han emocionado mucho tus fotos. Muchas gracias
ResponderEliminarHola Concha, y gracias por el comentario. Me alegro de que te haya gustado. Nos acordamos de Miguel, especialmente cuando estamos en esos valles de los que tanto disfrutaba.
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