sábado, 24 de noviembre de 2012

Cuculo y San Salvador

IXOS MONS
Cuculo (1.549 m) y San Salvador (1.547 m)
Jueves, 22 de noviembre de 2012



          De nuevo al monte, esta vez por tierras más bajas y más cercanas. Nos vamos al Cuculo y a San Salvador. Segunda vez que lo visitamos. La primera, en abril del año pasado. En aquella ocasión, Paco, un viejo amigo navarro me hizo por correo la siguiente observación:

“Hola Txema, el Kukulo tiene que estar muy orgulloso de su nombre, es viejísimo, es preromano y en euskera actual significa "Otero", sitio para vigilar. En Burgui hay otro monte que se llama igual y los dos hacen honor a su nombre, se vigila muy bien los valles”.

Entrada al barranco Carbonera
             Es una perfecta atalaya, por tanto. Y el regreso, por San Salvador, que es otra atalaya. Así pues, sin más dilación, nos ponemos a ello. Para otear se necesitan tres elementos: el oteador, el punto de oteo y lo oteado. Los dos primeros los tenemos, vamos a por el tercero, y lo hacemos en una fresca mañana, y mucho más en estos pacos, en los que a lo largo de varios meses no entra el sol. Con dos grados de temperatura, arrancamos por el barranco de Carbonera, en la carretera que sube de Santa Cruz de la Serós al Monasterio Viejo de San Juan de la Peña. A poco más de 3 km., en una curva que gira bruscamente a la izquierda hay un aljibe cuadrangular de agua. Justo de ahí sale el camino con un considerable repecho ya de partida.

            A los diez minutos se alcanza un pequeño barranco de cristalinas aguas, que exige la mayor concentración para cruzarlo sin probarlo. Y se sigue subiendo. Tímidamente, el sol va entrando en algunos vericuetos del camino, y se le da la bienvenida. En tres cuartos de hora desde el comienzo se llega al collado, dando vista ya al W. Aquí, un cartel nos señala la dirección a tomar para subir a San Salvador, hacia el S, y que tomaremos a la bajada del Cuculo. Tiros de escopeta rasgan el sacro silencio del que venimos disfrutando hasta ahora, y nos recuerdan que hoy es día de caza. Eso sí que es un peligro en el monte. Contra los tiroatodoloquesemena.com no hay quien pueda. Me encuentro al cazador, y no sigue mi camino. Algo es algo.
El bosque encantado

Desde el collado, seguimos por un ancho camino hacia nuestra derecha, hacia el N. Ya fuera del bosque, nos dejamos envolver por esas caricias solares que tanto se agradecen a estas alturas ya de año. Entre tiro y más tiro, continuamos nuestra subida por entre arizones, hasta alcanzar una pequeña cima anterior a nuestro objetivo. Es la cumbre S (1.515 m). Bajando otro pequeño collado alcanzamos definitivamente la cumbre.

El Cuculo (1.549 m), es una avanzadilla en dirección N que tiene la sierra de San Juan de la Peña, y, desde luego, tiene merecido el nombre. Punto privilegiado de esta Sierra Exterior del Pirineo, desde la que se tiene a los pies la Bal Ancha, esa inmensa depresión que la separa del eje pirenaico, que se nos muestra en toda su amplitud, aunque un poco perezosillo todavía, porque aún lo tenemos con ese camisón de nubes que lo arropa por la noche para protegerlo del frío estelar.

Bal Ancha
Desde el Ezkaurre hasta el Monte Perdido. Todos están, y los que no se ven, se adivinan. Más abajo, muy cerca de nosotros, y habitando este ancho valle del Aragón en este tramo, un rosario de pueblos. Santa Cilia, Somanés, Ascara, Novés, Araguás del Solano, Caniás, Abay, Banaguás, Guasillo, Asieso, y no sé si me dejo alguno. Y en otros que al Aragón rinden, Embún y Javierregay, en el comienzo del valle de Hecho; Las Tiesas, Sinués y Esposa, en el de Aísa. Desde Berdún y más allá, hasta Jaca y más allá, antepasados de estos valles han sabido hacer vida al amor de esas iglesias casi milenarias que fueron fijando población para ese monasterio pinatense considerado como la cuna del Reino de Aragón en los oscuros años de la reconquista. Una reconquista a la que siguió el trazado de unos caminos jacobeos. Una reconquista, ya en nuestros días, pero con otros enemigos en la que siguen enfrascados los pocos paisanos que aún quedan por estos pagos, arrebatando a la tierra todo lo que se deja, y luchando contra gigantes, pero no con grandes aspas, sino con vastas láminas de agua.

Amores imposibles
Contemplación, fotos y más contemplación. De regreso ya al collado, para continuar en dirección S hacia la pista que sube a la ermita de San Salvador (1.547 m), que alcanzamos, y que seguimos hasta su final. Tan sólo menos de medio kilómetro para llegar hasta la ermita, que aunque no es el punto más lejano de la sierra, sí es el más alto. Toma el nombre del santo, pero en realidad se trata de otro “cuculo”, es decir, de otra atalaya. Si el anterior era hacia el N, ésta lo es hacia el S, y ahí lo tenemos. Todo montes bajos hasta alcanzar otra hilera de sierras del Pre-Pirineo, Guara, Monrepós, Riglos, Ruaba… La ermita, pequeña, cuca, bien cuidada. Con un pequeño altar y una réplica de un tríptico, cuyo original está en Santa Cruz de la Serós, y que representa el Santo Entierro. En el exterior, y formando parte del mismo edificio, instalaciones de antenas; y un poco más apartado, un vértice geodésico. Más fotos y más contemplación. Y para abajo.

Ermita de San Salvador
Desandamos lo andado, hasta el cruce, del que partimos por el camino, que va acariciando el lomo a la sierra, con vistas al N y al S, más al S, cuyos montes nos ofrecen un espectáculo extraordinario, pues el mundo quercus también está en plena transformación.

En unos cuatro kilómetros nos presentamos en la entrada de la pradera de San Indalecio, donde está situado el Monasterio Nuevo y todo su moderno complejo hotelero. Pero no es necesario llegar hasta todo ello. Por donde sí pasamos es por los restos de unas curiosas construcciones. Se trata de los denominados neveros, unos pozos en los que antiguamente almacenaban la nieve, compactándola para que ocupara menos y se convirtiera en hielo, que tapaban con paja y hojas para que les durara por más tiempo, para luego ir bajándola por la noche en caballerías conforme se fuera necesitando en los hogares.

Otoño en las faldas de San Juan de la Peña
Junto a la entrada del camino para el Mirador de San Voto, sale otro que primero junto a la carretera, luego se cruza con ella, y baja al Monasterio Viejo. Camino en el que nos encontramos cartelería para interpretar el medio, que es rico, muy rico. Y poco más desde aquí, carretera y más carretera hasta dar de nuevo con el coche, que hemos dejado unas revueltas más arriba de la entrada al barranco de Carbonera, desde donde podemos contemplar la panorámica del Pirineo desnudo. Ha desaparecido ese camisón que lo cubría. El calor disipa las dudas entre dos seres, del mismo modo actúa el sol con sus seres queridos.

Cuatro horas y media para alcanzar estas dos cimas de la Sierra de San Juan de la Peña. Una el Cuculo, que mira al norte; y otra, San Salvador, que mira al sur. Todos contentos.


El reportaje completo de fotos, en:



4 comentarios:

  1. Jolin, que buen fondo tienes Chema.!!!!!

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  2. Respuestas
    1. Sí, son salidas de medio monte, muy aconsejables en esta época. Gracias, Jesús, por el comentario.

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