Valle de Otal (1.640 m)
Martes, 30 de octubre de 2012
Las inhiestas paredes del Mondaruego, tarjeta de presentación de Ordesa, nos dan la bienvenida antes de llegar al Puente de los Navarros. Las rabiosas ganas de salir al monte que tenemos, hacen fácil el afrontar esta nueva mañana. Una mañana que
se afana en mostrar esas secuelas de agua y vida, restos hídricos de los
aguaceros de hace unos días.
Salto del Carpín, entre heladas paredes y otoñal arbolado |
Y el río Ara, antes de abrazar al Arazas, no es
ajeno a todo ello. Baja alegre, pletórico, mayenco en octubre, con unas aguas
atropelladas, alocadas, quizá con prisas por volver. Cuánta fuerza!, cuánta
vitalidad!, cuánto poderío!, algo de todo ello ya quisiéramos. Eso por el fondo
del valle, que por las alturas la podemos ver despeñarse por el salto del Carpín, cayendo por entre esas puntillas heladas que enmarcan el salto al
cristalizarse el agua en las paredes. Otoño horizontal, invierno vertical. Es
la fuerza de la Naturaleza, la fuerza de la Vida.
San Nicolás de Bujaruelo |
Hoy
elegimos subir por este valle, tremendamente asociado a nuestra cuna pirenaica,
tremendamente fijado en nuestra memoria con un recuerdo hostil que cual prueba
iniciática, lo hizo con nuestra resistencia y fidelidad, con el resultado de
que una y mil veces regresamos aquí para dar culto a estos paisajes, a estas
montañas, valles, ríos, y toda su riqueza faunística y vegetal. Nos encontramos
un lugar solitario, con el refugio cerrado todavía y apenas media docena de coches.
Puente románico de Bujaruelo |
Bujaruelo,
tierra de boj. Este es un lugar especial, y no sólo para uno, sino
objetivamente, históricamente. El actual refugio (de lujo, para los que hemos
conocido “otras cosas”), antes fue venta, de la que el fallecido Dr. Cardús
decía hace más de cuatro décadas en una de sus columnas en el Heraldo de Aragón:
“… el refugio es un antiguo caserón que no tiene luz eléctrica, y donde en
realidad se hace el favor de dar de comer al caminante…”; y que mucho antes fue
hospital atendido por la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. Ruinas de
la ermita de San Nicolás, de tardío románico (S-XIII). Antigua casa de
carabineros. Y todo ello junto al hermoso puente románico. Todo un conjunto con
siglos de historia, y que ha sido escenario de paso por parte de peregrinos y
bandidos, pastores y estraperlistas, turistas y montañeros más recientemente, entre
este valle y el hermano, geográficamente, de Gavarnie. Todo un lujo de lugar
que nos hace sentirnos bien, muy bien, cada vez que lo visitamos.
Rojos frutos del serbal de cazadores |
Tanto
tiempo saliendo a la montaña y todavía no sabemos muy bien si elegimos la ruta o es
ella la que nos elige a nosotros. De cualquier modo, hoy le toca al valle de
Otal, humilde, pequeño, pero con marcado estilo glacial, que se abre de W a E,
y que vierte al del Ara en un lugar muy próximo a San Nicolás, y en cuya
confluencia está la fuente de la Femalla. Una fuente que encontramos helada,
muy helada en sus alrededores, y que sólo la fiereza de sus aguas al brotar
hace que fluya para deleite del caminante.
Fuente de la Femalla |
Dejamos
el valle principal y nos adentramos por la pista, que comienza con suave
desnivel para subirnos al valle, cuya entrada la marca un vallado para el
ganado, que todavía anda por aquí apurando los últimos días de la temporada. Un
vado de cemento hace que nos crucemos con el río, que también se ve ha hecho de
las suyas estos días. Ahora baja más calmo, pero aun con todo con mucha más
agua que la habitual en este tiempo. El andar por el fondo de este valle,
abrazados al río, da paz, da serenidad, que tomamos a manos llenas.
Ante nosotros
el esplendor de este recóndito lugar, con un sol jugueteando, en el medio día,
entre el pico Otal (2.705 m) y el de Fenez (2.541 m). Enfrente, el de Ordiso
(2.319 m), que comparte este valle con el suyo, más al norte. Y como una vista
panorámica, aunque de fondo de valle, ese espectacular circo que forma la
sierra de Tendeñera, con su máximo exponente, el pico del mismo nombre (2.853
m). Todo esto es lo que se ve, que lo que no se ve, pero que nos cuentan los
expertos espeleólogos, es un sistema subterráneo que hace sus maravillas, con
sus más de 40 km de recorrido en sus más de 1.300 metros de desnivel.
Al
fondo vemos una cabaña, que es donde termina la pista. Llegamos lentamente,
paseando, como queriendo impregnarnos de este ambiente. A partir de aquí se
convierte en camino, que lleva al puerto
de Ordiso, y antes al desvío del collado de Ordiso, para bajar por ese valle,
que confluye con el del Ara al comienzo de la pista que baja a Bujaruelo.
La
cabaña es de pastores, con unos corrales anexos. Hay un grupo que ha subido en
furgoneta, llevan aperos de observancia de aves, no en vano hay una ruta
ornitológica por estos lugares. Tarde para seguir. Echamos un bocado y
emprendemos el camino de vuelta, disfrutando más si cabe que el de subida.
Ahora tenemos ante nosotros el puerto de Bujaruelo, paso natural a Gavarnie,
custodiado por el pico del Puerto (2.476 m) y los Gabietos (3.034 m y 3.031 m),
que casi ocultos tras la Escuzaneta (2.611 m), con sus cumbres nevadas y sus
faldas heladas, dan comienzo a ese codiciado cordal de Marboré que separa (o
une, según se mire) Ordesa de Gavarnie, y más adelante de Pineta.
Al
llegar a la valla pastoril, damos alcance a una pareja de Gijón,
que con su perra, llevan cuatro días haciendo rutas por los alrededores
del Parque Nacional, y que nos cuentan con sumo entusiasmo. Seguro que van a
ser buenos embajadores de nuestra tierra en la suya.
Juntos
recorremos el camino que nos queda hasta San Nicolás. Con 600 metros de
desnivel acumulado, dos horas hemos empleado en este paseo, en este disfrute, que
desde aquí recomendamos.
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