Bisaurín (2.669 m)
Sábado, 6 de octubre de 2012
Llana del Bozo (2.566 m)
Domingo, 7 de octubre de 2012
Fin de semana a priori de
buen tiempo, que no lo es si se tiene en cuenta el déficit de lluvia existente.
Pero bueno, ya que lo tenemos, lo aprovecharemos. Pedro, que madruga más que el
día, me recoge en Jaca y subimos al refugio Sargantana de Canfranc, a integrarnos con el grupo de Pradoluengo.
Compartimos desayuno y a
Candanchú, que la mañana invita. También llegamos antes que el sol. Si es que
se está volviendo ya de perezosillo… Foto de familia y al turrón. El primer
tramo, hasta el ibón de Estanés, discurre por la GR 11. Los primeros pasos son por
esta estación, cuya apertura este año está todavía en el aire, como lo está
también en el ambiente esa ilusión colectiva por hacer una travesía por estos
valles, si no en el propio corazón pirenaico, si no en el reino de los
tresmiles, sí por unos parajes que enganchan a propios y a extraños.
Collado de Causiat |
La mañana está fresca,
serena. Nos espera, y se nota. Collado de Causiat. Ciudad de Piedra. Bosque de
las Hayas y Chorrota del Aspe, para cruzar el barranco sin la menor dificultad,
está solitario, seco, con desamor. Nos volvemos a meter en el bosque, que se
encuentra, no sé, un poco triste. Por una parte, descansando de tanto tráfico
estival, pero por otra bajo mínimos en ese humedal que lo sustenta. Las hojas
de las hayas, cansadas de haber soportado un riguroso verano, y de haber dado tanta sombra, tienen ganas ya de
reposar en el lecho del bosque, para que inicie el ciclo natural que las
llevará a su renacimiento, a su regeneración, a ser pasto y alimento del propio
árbol. Nada de esto hemos inventado los hombres. Es maravilloso. Como todo en
la vida. El bosque, es formidable, es un acto sagrado el pasar a través de él.
Admite a toda clase de personas. Soporta a toda clase de personas. Enseña a
toda clase de personas. ¡Cuánto que aprender!
Bosque de las Hayas |
En los claros, y conforme
vamos ganando algo de altura, se va abriendo ante nosotros más y más panorama,
que invita a la pedagogía. Este segundo tramo de bosque es realmente envolvente.
No nos apetece nada salir de él, pero hay que hacerlo, para encaminarnos hacia
el Puntal del Tacho, donde se junta esta GR 11 con el sendero que viene de
Sansanet. El barranco, el aprecio del entorno y lo amable del lecho por el que
nuestros pies caminan, nos llevan ya a dar vista al ibón de Estanés (1.750 m),
cuyas orillas merecen una parada para contemplar tan magno territorio, sin
olvidarnos de que llevamos ya casi tres horas y algo hay que echar al cuerpo.
Huerto de Estanés |
Abandonamos esta GR 11
que nos conduciría a las Aguas Tuertas, Guarrinza y la Mina, en Oza, para
continuar por las marcas verdiamarillas de la Senda de Camille, de hecho
nuestro tramo de hoy es exactamente el de una de sus seis etapas. La senda se
empina, es la forma que tiene el terreno de solventar el desnivel que hay hasta
el Huerto de Estanés, que bien parece un ibón colmatado. Unas lazadas más, que
pican lo suyo, es lo que nos queda para entrar en el Valle de los Sarrios, no
sin antes tratar de registrar tanto en digital como en las runas de nuestra
memoria, la panorámica que se nos abre hacia el N, desde el E hasta el W, y
todo ello antes de encajonarnos en este valle tan especial.
Grupo, en la entrada del Valle de los Sarrios |
Valle espectacular, como
decimos, glacial, colgado, más propio de terrenos con mayor altitud, y es por
lo que aquí llama la atención. El discurrir el camino por su esponjoso fondo, y
tener enfrente esas enormes paredes del circo del Olibón, hacen que sea un
auténtico privilegio estar aquí, y así se lo decimos, y quizá sea por ello que nos
acoge con amabilidad, como correspondiendo al respeto que le profesamos.
Bisaurín, Puntal de Secús y Plana Mistresa |
Puerto de Bernera, que
conserva todavía ese pequeño ibón resquicio de un pasado no tan lejano. Ibón
Biello, le llaman. Ya tenemos enfrente de nosotros el gigante local, el
Bisaurín, y su espectacular canal de Secús, por donde hemos hecho idea de
subir. Veremos. De momento, nos acercamos hasta la Plana Mistresa (2.000 m),
donde echamos otro bocado y departimos sobre la posibilidad de hacer cumbre.
Inicialmente se había previsto que unos pocos lo abordaran, pero finalmente son
unos pocos los que no lo hacen. Todo es respetable, y más en la montaña.
Itinerario fácil y cómodo para los que se bajan directamente al refugio, y
menos fácil y cómodo para los que hemos decidido subir.
Casi cinco horas y media
desde Candanchú. Vamos para arriba. Hay que subir casi hasta el mismo collado
que forma con el Puntal de Secús (2.514 m). Para ello, tenemos por delante dos
buenas rampas, mediadas por un plató que nos da un respiro. Nos metemos ya en franca
dirección S, por la canal, por la que a tramos hay que echar las manos para
asegurar bien los pasos. Finalmente nos deja frente a la brecha con Fetás, lo
que nos obliga de nuevo a dirigirnos hacia el W, comenzando por una larga,
estrecha y sorprendente pala de hierba, que nos deja otra vez sobre lecho de
piedras, para iniciar una corta travesía horizontal por una ancha cresta, que
nos lleva a la cima.
Grupo en la cima del Bisaurín |
Cuatro y cuarto de la
tarde, de una tarde que comienza a enseñarnos ya su muda en lo meteorológico. Ya
no está tan claro el cielo, ya comienzan a llegar esas nubes altas que anuncian
cambio. Siete horas y media desde el arranque de la jornada nos han traído
hasta aquí, hasta la cumbre del Bisaurín (2.669 m), que con sumo respeto
ponemos bajo nuestros pies. Y bueno, pues lo de siempre, a pasar lista de los
montes a ver si están todos, y entre la que llevamos unos y otros, finalmente
se confecciona una bastante completa. Y sí, están todos, no pueden faltar a
nuestras miradas de admiración, reconocimiento y agradecimiento por estar ahí.
Dejamos que hablen las fotos.
Valle de Aragüés del Puerto |
Diez minutos nos lleva
todo ello. Tanto tiempo para subir, y tan poco para estar. Son caras estas cimas,
ésta en concreto que tiene el orgullo de ser la más alta desde que el Pirineo más
occidental se agacha para beber en el mar Cantábrico, y lo es hasta que alguna
en el Circo de Ip comienza ya a superarla (Tronquera, Pala de Ip, Collarada).
Todo un vasto dominio, que dejamos atrás para comenzar ese descenso por hostil
y tirano mundo mineral, hasta que alcanzamos el siempre más cercano al ser
humano como es el vegetal, y que nos deja en el collado del Foratón (2.020 m), donde
retomamos señales de GR, esta vez de la 11.1, una variante de la 11, que parte
de la Mina, en Oza, para dejar al caminante en Canfranc, tras una amplia, muy
amplia jornada, que se puede mediar en el refugio de Gabardito, el de Hecho.
Dejamos de ver los
amplios espacios occidentales, Peña Forca, Agüerri, Plan d’Aniz, Dios te Salve,
la Cuta, todos ellos rindiendo al Aragón Subordán, y bajamos por las laderas de
este circo, en cuyo seno se encuentra Lizara, con su refugio, que nos va a
albergar esta noche. Mientras tanto, acompañándonos en este tramo, vemos con
sana envidia el planear, apenas sin esfuerzo, de esos buitres tan necesarios
para el equilibrio ecológico del monte.
Otras casi dos horas desde
la cumbre nos llevan el descenso hasta el refugio. Son las seis y cuarto de la
tarde, nueve horas y media desde Candanchú las que hemos invertido en hacer
esta magnífica travesía coronada por la guinda del pastel, como ha sido el
Bisaurín, el señor de los montes, el señor de lo lugar. Encuentro con los que han
bajado directamente por el barranco.
Cena en el refugio de Lizara |
Nos instalamos, a la
espera del momento más codiciado de la jornada, a la espera de la cena, que
puntualmente hacemos a las ocho de la tarde, bueno, ya noche, precipitada por
el nublado que ha terminado de llegar a lo somarda, como decimos por aquí, sin
avisar.
Una rigurosa noche de
refugio nos trae otra mañana nuevecica, una mañana sin estrenar, para empezar a
gastar. Pero sigue nublado, y con nieblas en las cumbres. Hay una aspiración de
subir hoy el Aspe. Veremos. El plan B es subir la Llana del Bozo por una de sus
aristas, por la que está en el punto de inflexión de ese solitario valle
llamado las Foyas de Aragüés. Veremos, digo.
De momento, salimos del
refugio algo pasadas las ocho de la mañana, que no acaba de despertar. Visita
obligada al dolmen de Lizara, vestigios megalíticos de civilizaciones pasadas, para
comenzar ya la sinuosa subida por el barranco de Articuso y alcanzar el collado
del Bozo (1.995 m), algo que hacemos en casi hora y media, como debe ser,
disfrutando. Esta nueva atalaya nos abre a la vista, a la siempre ávida vista, la
cabecera del valle de Aísa, con sus dos cabezas, Rigüelo y Napazal.
Llegando al collado del Bozo |
La senda GR 11.1 baja, no
hasta el fondo del valle, pero baja. Nosotros no caemos en la tentación y
seguimos subiendo, esta vez para entrar en las Foyas de Aragüés, dando un
evidente giro al N. El ambiente meteorológico sigue sin hacer caso a las
previsiones, sigue a su marcha, y no tiene pinta de cambiar, en todo caso de
empeorar. Las nieblas siguen enganchadas en las cumbres, y el viento es fuerte
y poco cálido.
En apenas media hora
desde el collado, la responsabilidad del grupo le lleva a Pedro a desechar la
idea de subir al Aspe, y en cuanto a la Llana del Bozo tampoco están el tiempo
ni las fuerzas del personal como para acometer una ascensión masiva, de modo
que nos enseña el camino a Vicente y a mí mismo para que subamos si queremos.
Lo cierto es que no había tenido ocasión hasta ahora de subir a esta cumbre,
por lo que aceptamos el reto colegiadamente.
Foyas de Aragüés y espolón para subir a la Llana del Bozo |
El grupo va a terminar de
recorrer este valle colgado, hará el paso de la Oreja, bajará a un punto
intermedio del barranco del Aspe, subirá a Loma Verde y bajará por la cueva de
los Contrabandistas hasta Candanchú. Nosotros nos disgregamos de ellos,
avanzamos más rápido, y vamos tras las huellas de dos parejas de vascos que
tienen pinta de ir al mismo sitio, y por el mismo sitio. Así es.
Se inicia el espolón
atravesando el barranco. La ruta de ascenso es bastante evidente. Primero hay
una zona mixta, de roca negra, para salir luego a una pedrera que llega hasta
el fondo del valle, y que es muy incómoda de subir entera, por eso se acomete
por donde lo hemos hecho. Tras pasar por la cabecera de esta glera, cuatro
pasos mal contados nos llevan ya a la cima más occidental de esta trilogía de
Aspe y Llanas. Estamos en la del Bozo (2.566 m), son las once de la mañana, y
no se ve un pimiento. Hemos invertido casi media hora en subir. Breve parada
para echar un bocado y hacer unas fotos testimoniales. Cero de vistas.
Marrón en el descenso de la Llana |
Los vascos regresan a
Lizara, y hacen el descenso integral por la glera. Nuestra mejor opción es
bajar por el N para alcanzar el fondo del barranco del Aspe y tratar de ir tras
las huellas del grupo, hasta que demos con él, pero… La niebla se mete cada vez
más en su papel y se muestra dispuesta a impedir nuestros planes. Hace que bajemos,
hace que subamos, hace que demos vueltas para llegar al mismo sitio, hace que
miremos la brújula, hace que no entendamos nada. La táctica es ver un hito
antes de perder de vista el anterior, pero no siempre se consigue. ¿Que cómo
acaba la historia? Hora y cuarto subiendo y bajando, dando vueltas y más vueltas, se hace largo, muy
largo. La última traza que seguimos nos hace bajar por debajo del nivel de la
niebla y vemos algo. ¿Qué vemos? ¡El valle de Napazal! Queríamos ir al norte y
hemos aparecido por el sur.
Hay que tomar decisiones.
Tratamos de comunicarnos con Pedro, sin conseguirlo de una forma clara y
contundente. Llevamos mucho tiempo enmarronados como para volver a subir a
tratar de bajar por la otra vertiente, de modo que hay que hacerlo por esta.
Debajo, bastante debajo, tenemos la GR 11.1, y una vez en ella podemos hacer
dos cosas, como direcciones tiene el sendero. Hacia el W, iríamos al collado
del Bozo otra vez, y vuelta a empezar; mucha pateada, y lo de ir de cara a la
niebla como que no nos hace mucha gracia. Hacia el E, iríamos al collado de la
Magdalena, con salida a Canfranc por Gabardito; también mucha pateada, pero nos
inclinamos por esto último, a pesar de que la niebla también nos puede salir
por allí, pero me da mucha más confianza ese camino. Cuando podamos, se lo
comunicaremos a Pedro.
Llegando al collado de la Magdalena |
Nos ponemos a ello. La
bajada hasta la senda es muy variada, hay sendas posibles y sendas imposibles,
como el barranco que nos engulle con su piedra descompuesta y que finalmente se
apiada de nosotros, dejándonos sanos y salvos salir de su seno. Bueno, sin más.
A patear la GR 11.1, que nos lleva por el barranco de Rigüelo, al collado de la
Magdalena (2.040 m), donde se nos cierra un mundo y se nos abre otro, el del
valle del Aragón, con su cabecera también en las nubes. Refugio de López Huici
(1.978 m), y con toda la subida en la reserva, de modo que parada obligatoria
para repostar. Son las dos y cuarto de la tarde.
Mientras tanto, y a esa
misma hora, más o menos, el grupo ha llegado a Candanchú y se dispone a comer
al abrigo de uno de sus edificios, y a pie de coches. No sólo han huido de la
lluvia, sino que han ido buscando un lugar con cobertura telefónica para saber
algo de nosotros, en previsión de que la niebla nos hubiera impedido seguir los
planes, como así ha sido.
En el refugio de Gabardito |
Pero nosotros a lo
nuestro, que aún nos queda tajo, como dos horas para recorrer el resto de
camino. Majada de Lecherines (1.700 m), Gabardito (1.518 m), Barranco de los
Meses, y… Canfranc pueblo, donde nos espera Pedro tras haber visto partir al
grupo hace unos pocos minutos, lo cual nos ha privado de despedirnos de ellos.
Ha sido una verdadera lástima, pero lo más acertado habida cuenta del largo trecho
que tienen hasta sus lugares de procedencia.
Bueno, pues como bien
está lo que bien termina, aquí damos por finalizadas estas dos jornadas de
travesía por unas montañas que en algún momento nos han mostrado su lado menos
amable, pero para lo que hemos de estar también preparados, tanto física, como psicológicamente. Han sido 18 horas
de pateada entre los dos días, incluyendo dos cumbres, en las que hemos
intentado palpar esas sensaciones que nos brinda la montaña, ese latir con ella,
ese respirar con ella, ese comulgar con ella, y que nos tiene que servir para ser mejores, si no haría
inútil el esfuerzo. Como siempre, gracias a todos y a todo.
En la cima de la Llana del Bozo |
El reportaje completo de fotos, en:
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