Año XIII. Entrega nº 907
No quisiera dejar pasar la ocasión para loar la figura de un precursor del alpinismo en Aragón, y en la España de sus tiempos, como fue Pepe Díaz, y como no es mucho lo que puedo aportar, ya que me ha faltado profundidad en ese trato personal, me apoyaré en lo publicado estos días, que coinciden en señalar que por encima de un gran montañero, destacaba por su humildad, por su generosidad, por encarnar los más profundos valores del montañismo, algo que tanto se echa en falta hoy en día, y es que pertenecía a una generación dorada, que dejó huella entre los de su época, hoy la mayoría fallecidos, y en los de tiempos posteriores, que siempre buscamos espejos en los que mirarnos.
Montañeros de Aragón, de Zaragoza, pionero también de los clubes de montaña de Aragón, fue su club de siempre. En la edición de marzo de 2014 de su revista digital, encontramos una amplia entrevista, encabezada por sus propias palabras:
“Fui el primer presidente de la Federación Aragonesa de Montañismo de 1963 a 1970. Antes no había federaciones regionales, éramos delegaciones. Mi ciclo como presidente de Montañeros de Aragón va de 1981 a 1987. Entre “montañero, alpinista o escalador” la palabra que creo que mejor me define es alpinista (es un compendio de todo). Los principales hitos en mi trayectoria, sin que esté muy seguro, pueden ser: 1ª Expedición a los Andes en 1961. La apertura de la vía Serón Millán al Pisón, en Riglos, en 1957, con R. Montaner, Ángel López “Cintero” y A. Rabada; es una ruta que ha permanecido sin apenas repetirse hasta hace unos dos años, en que inexplicablemente la han equipado. La apertura de la Vía de las Brujas en el Tozal del Mallo de Ordesa en 1963, junto a Rabadá y Navarro. Finalmente, la 1ª Expedición aragonesa al Himalaya en 1980, donde conseguimos una primera mundial al Baruntse de 7220m por su vertiente este".
Mi último encuentro con él fue en el pueblo de Aneto, en septiembre de 2018, con motivo de la segunda inauguración del refugio de montaña de Cap de Llauset, evento al que renunció a subir por sus ya mermadas fuerzas, habida cuenta de que estaba a punto de cumplir los 90 años. Personalmente, no podemos añadir más. Se nos ha ido uno de los grandes, y no sólo por sus logros montañeros, sino por su bondad, generosidad y representatividad en el montañismo aragonés y español, dejando un hueco difícil de rellenar. Vuela, vuela alto, Pepe, por encima de esas tus queridas montañas.
Son muchos los medios que recogen la pérdida de un montañero excepcional y mejor persona:
... y seguro que otros más que se vayan añadiendo.
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