Año XIII. Entrega nº 908
Ralph Waldo Emerson (1803-1882), precursor del movimiento del “Nuevo Pensamiento”, en los Estados Unidos de mediados del siglo XIX, entre otras, nos dejaba la siguiente frase: “La naturaleza siempre viste los colores del espíritu”.
Y es una frase que nos impacta por su contundente contenido, vinculando la naturaleza al espíritu. Y es que, hoy en día, en una sociedad tan férreamente dirigida hacia el materialismo, hacia el consumismo y la cultura del “usar y tirar”, se hace más necesario que nunca el levantar la mirada hacia arriba y no olvidar que la naturaleza es tan sólo la condensación de lo que esas energías primigenias han sabido crear en la materia del mundo natural.
En busca de esos colores que, simbólicamente Emerson nos dice venir deslizados desde el espíritu, hemos ido un nutrido grupo de Montañeros de Aragón en un sábado en el que el tiempo también tenía sus colores, amarillos y rojizos en el amanecer, por encima del puerto de Santa Orosia y su eterno vigilante el Oturia, y al acabarse ese fogonazo cromático, se iban tornando más plomizos, incluso amenazando lluvia.
Desde el nuevo emplazamiento de Escuer, junto a la N-260 que vertebra el valle del río Gállego, en plena Tierra de Biescas, partíamos un numeroso grupo en busca de esos colores, en busca de ese espíritu que los mantiene. Tras la foto de familia a los pies de la parroquial de San Bartolomé comenzábamos la ruta, dejando los depósitos de agua a la izquierda y comenzando a vestirnos con esos disfraces arbustivos de pinos jóvenes, bojes y demás matorrales que amenizan el camino.
Cabe destacar, y sólo por aclarar que, desde el pueblo, vamos siguiendo tablillas con la indicación del PR-HU 91, pero que la única información que encontramos con ese número corresponde a otra ruta, en concreto a la de Sallent-Pacino, según Montaña Segura, que no está muy lejos de aquí, pero que, evidentemente, no tiene nada que ver con la que estamos haciendo.
A los veinte minutos del arranque, el barranco de Escuer, algo crecidico él, nos presenta alguna dificultad, pero nada que no pueda superar este grupo de veteranos montañeros. El desnivel se va haciendo patente para ir ganando altura por encima de él, algo imprescindible para llegar, a la Torraza, último vestigio arquitectónico del viejo poblado de Escuer, del que no tenemos muchas noticias.
Una aldea, en las entrañas del barranco homónimo, que se adelantaría al comienzo del gran éxodo pirenaico de los años 50 del siglo pasado ya que, promovido por los entonces maestro y cura, incitaron a la población a abandonar las malas tierras, y azotadas por las avenidas del barranco, hacia lo que llamaban “las huertas de Escuer”, en las fértiles tierras del seno del río Gállego, y que poco a poco irían colonizando para construir sus viviendas algo que empezaría a suceder incluso antes de la guerra civil. Se tiene constancia de que había tenido ayuntamiento propio en 1834, incluso que en 1845 se le uniría Arguisal, hasta que lo perdió unos años más tarde en favor de Senegüé, pasando todos ellos a Biescas en la década de 1960.
La segunda mitad del siglo sería demoledora para este, como para otros cientos de pueblos de la montaña, viendo cómo la naturaleza iba recuperando lo que le pertenecía. A excepción del mayor exponente, la Torraza. Siguiendo con la línea histórica, y remontándonos siglos atrás, en cuanto a la fortificación, podemos decir que fue mandada construir por los Lanuza, familia infanzona del valle de Tena, en el siglo XV, con importantes reformas en el XVI, y que constituiría la mayor fortaleza del valle, formando un buen conjunto defensivo junto con la Torraza de Biescas y la Torre del Moro de Lárrede.
Pero volvamos a lo nuestro, que aún queda mucha tela que cortar. Tras una breve visita a lo que queda de la fortaleza, reanudamos la marcha por el sendero entre el bosque mixto, con algún gran ejemplar de cajico que sale a nuestro encuentro como queriendo reivindicar una época en las que serían los reyes del bosque. El camino se hace trocha, que nos lleva a una pista en la que nos encontramos vehículos de cazadores, y más adelante a ellos mismos. Todos tenemos nuestras razones para transitar por la montaña, pero cuando las de algunos son tan visibles y colgadas del hombro… Ññññññieeee…
Seguimos por la pista hasta tomar un desvío a mano izquierda, indicado como “Juan de Fabo”, que nos introduce a un mundo mágico, al fabar de Yosa, y son esos los grandes seres que han medrado en medio de tanta espesura, que quizá sea su propia prole, los que salen ahora a saludarnos con su imponente porte. En varias ocasiones se cruza la pista, hasta llegar a la plana Vaqueriza, punto de partida y llegada para ascender al Puntal del Pueyo que, con sus 1622 msnm no sólo es el techo de nuestra ruta de hoy, sino que lo es de lo que queda de sierra hacia el sur, rematada por la Punta Güe.
Asome sobre la Val Ancha, sin mucho éxito debido a las nieblas, aunque lo que sí que vemos es la torre de vigilancia de Güe. Foto de familia y, en una pequeña circular, regreso a la plana Vaqueriza, donde aprovechamos para echar un bocado bajo las primeras gotas de agua que, finalmente, no pasan de ser eso, un conato. Continuamos con el descenso por una trocha hasta un cruce, donde tomamos el desvío de la derecha, por una senda que nos devuelve, de nuevo a la pista.
Un cartel nos informa de la ruta de la “Selva de Yosa”, justo en la entrada de un sendero que, tras cruzar la pista en varias ocasiones, nos saca definitivamente ya al codo de una cementada, donde nos unimos al GR 15, en un punto muy próximo a Yosa de Sobremonte, a donde llegamos en un pis pas. La reciente festividad de Todos los Santos ha ejercido una influencia floral digna de mención en el cementerio dentro del recinto de la parroquial de San Úrbez.
Una preciosa ruta por la media montaña de la Tierra de Biescas muy aprovechada, visitando la Torraza del viejo Escuer, el Puntal del Pueyo, el fabar de Yosa, y esta pequeña población que sobrevive en el Sobremonte. Todo ello guiado por Enrique y Luis. Han salido 17,3 km, disfrutados a lo largo de 7 horas y 40 minutos, con un desnivel acumulado en torno a los 850 m D+/-, alcanzando una altura máxima de los 1622 m del propio Puntal del Pueyo.
GLOSARIO
Fabo. Haya
Fabar. Hayedo
Cajico. Quejigo
Bibliografía:
Los pueblos y despoblados II. Antonio Ubieto. Anubar Ed. (1985)
Web:
Las fotos, con sus comentarios, y el track
Nota: La publicación de la ruta, así como del track, constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.
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