Año XII. Entrega nº 837
IXOS MONS
Cueva d'Els Trocs (1546 m)
Lunes, 2 de octubre de 2023
“Los resultados obtenidos en las siete campañas de excavación realizadas hasta el momento, han documentado una secuencia de ocupación que abarca entre finales del VI milenio y finales del IV a.C. e inicios del III a.C. con una extraordinaria riqueza de su cultura material y de su fauna, junto a una secuencia completa de dataciones radiocarbónicas y analíticas detalladas (fauna, vegetación, polen, fitolitos, sedimentología, o antropología y ADN, etc.)…”.
Texto extraído del Decreto 41/2021 de 10 de marzo, del Gobierno de Aragón, publicado en el BOA nº 64 del día 24 del mismo mes. Las campañas referidas, fueron efectuadas en los años: 2009, 2010, 2011, 2012, 2014, 2016 y 2019, y como se puede apreciar se tomó con ganas los primeros cuatro años, que fueron seguidas, pasando a intervalos de dos años, y el último, a tres, llevando ya cuatro desde este último, desconociendo si hay algo programado a futuro, y ¿qué conclusión se puede sacar?, evidente ¿no? Pues eso, así estamos, una joya de valor incalculable, debido a que no ha sido suficientemente explorada, tras siete campañas nos hemos limitado a declararla BIC en la categoría de “conjunto de interés cultural, zona arqueológica”… y ya está.
Teníamos curiosidad por conocer este enclave, y para allá que hemos ido. La Muria es una aldea perteneciente al municipio de Bisaurri. En su lado sur se despliega una enorme masa boscosa, Selvaplana, sobre la que se alza un cabezo, Els Trocs, cuyo seno alberga esta pequeña joya de comienzos del Neolítico, para cuya visita nos acercamos hasta el paraje denominado el merendero de La Muria, dotado de refugio y fuente, de la que no siempre sale agua. Retrocedemos un poco por la pista y, enseguida, sale a nuestro encuentro un sendero que nos mete por el bosque. Un sendero recientemente despejado para evitarnos un buen rodeo por la pista, a la que se llega tras ese primer tramo boscoso y luego otro, despejado, entre erizones.
Se continúa por la derecha, hasta encontrarnos que se bifurca. Tomamos el ramal de la izquierda, hasta dejarlo a los pocos metros para entrar en el sendero que nos lleva ya a la cueva y que, hasta que no estás bien enfrente de ella, ni te imaginas lo que vas a encontrar. Y lo primero son unas vías de hierro por las que extraían los materiales, en las distintas campañas, para analizarlos en el exterior. Esas vías llegan hasta el interior, donde está el volquete en el que se transportaban. La cueva está protegida por una verja, que no impide ver la práctica totalidad de su interior, que espera nuevas campañas para desentrañar tanta información cuyos susurros solo saben descifrar los avezados expertos que han dirigido las excavaciones.
Héctor Arcusa fue el arqueólogo que la descubrió en 2008, y el año siguiente se efectuaba la primera campaña, siendo los especialistas que la dirigían los que llegaron a la siguiente conclusión: “A finales del siglo VI a.C., un grupo de pastores del sur del Pirineo aragonés eligieron la Cueva de Els Trocs, fechada en el Neolítico, para vivir durante los meses de verano junto a sus ovejas y cabras. Tras estos meses de verano y cuando su ganado ya estaba alimentado, los pastores volvían a su lugar de origen. Sin embargo, las últimas excavaciones podrían echar abajo este planteamiento, para dejar paso a uno que explique la aparición de varios cadáveres con evidencias de haber sido tratados con violencia antes de morir”. Es una de las hipótesis que se ha visto condicionada por las sucesivas excavaciones, que van sacando a la luz gran cantidad de vestigios, gran cantidad de respuestas, pero aún quedan muchas preguntas.
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Salimos de este impactante lugar para desandar el sendero y cruzar la pista por la que veníamos, para seguir por la siguiente y adentrarnos ya de lleno en Selvaplana. En un placentero tránsito por la cómoda pista, vamos dejando a la izquierda dos desvíos que suben al Turbón, y que ya tomamos cuando lo ascendimos por este lado. Nos encontramos un corderillo recién nacido, con el cordón umbilical colgando, apenas le sostenían las patas, y un poco más adelante, unos 800 metros, nos topamos con el rebaño de ovejas que habíamos visto ayer por las faldas de la Punta Gallinero, le damos al pastor referencias del cordero, y nos quedamos en la confianza de que lo pueda recuperar. Labores estas del pastoreo de ovejas que siempre da gozo verlo, ya que se trata de fauna, aunque doméstica, en peligro de extinción, así como la trashumancia. No así ocurriría en tiempos de aquellos antepasados varios milenios ha.
Llegamos finalmente al punto de partida, tras haber recorrido 5,3 km, en unas dos horas, habiendo salvado un desnivel acumulado total en torno a los 245 m D+/-.
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