El Soduruel, situado al sur de la Peña Oroel, es una zona otrora ocupada por sierras que albergaban pardinas y pequeñas aldeas, con gentes que vivían de las labores tradicionales y del trueque, actividades hoy en día abandonadas; pequeños y dispersos núcleos de población por los que solo pulula el viento y, eso sí, mucho movimiento cinegético, en la temporada de caza mayor, por lo que no está aconsejada su visita en esa época. Hoy, terminada ya, vuelve a su tranquilidad, vuelve a su silencio, vuelve a su soledad. Y es lo que vamos buscando, así que… vamos.
Varios pueblos están salpicados por estas sierras, pueblos que subsisten gracias a las vías de comunicación, aunque precarias, que los unen con los grandes núcleos de población, como son Sabiñánigo y Jaca, que han acaparado unos muy extensos términos y que se reparten el Soduruel. Nos dirigimos hacia una de estas pequeñas poblaciones en el extremo sur de estas sierras. Muy próximo a Caldearenas, aunque del término municipal de Sabiñánigo, está Latrás, con apenas una docena de habitantes. A unos 400 metros del desvío al pueblo, dirección Caldearenas, dejamos el vehículo, para comenzar a andar por una pista, la de la izquierda, que la de la derecha la encontramos con valla.
Acompañados por el rumor del
barranco de la Casa Baja nos vamos adentrando en la sierra. Seguimos por la pista, y a los 10 minutos llegamos a una bifurcación, señalizando hacia la izquierda dirección a la ermita, a donde llegaremos, pero dando una vuelta más amplia, de modo que seguimos por la derecha. Se cruza el barranco en alguna ocasión, y al cabo de tres cuartos de hora desde el arranque nos metemos por una senda que discurre entre el pinar. Dejamos a la derecha un pequeño abrigo hecho de losas, y nos adentramos en una zona en la que han extraído gran cantidad de madera. Es pino de repoblación, en lo que se evidencian los antiguos campos de la
pardina de la Corona que, al salir a la pista de nuevo no tardamos ni cinco minutos en llegar a las casas, que están en estado de semi ruina, aunque aún se conservan bien los robustos muros de la principal, de la que nos llama la atención la fecha del dintel de la puerta (1723), a punto de cumplir 300 años.
Continuamos por pista, y llegamos a otra zona en la que abundan también los restos de una buena tala de madera, donde reina una carrasca y su numerosa prole. Una senda a la derecha nos lleva en un cuarto de hora a los restos de la ermita de la Virgen de Ubieto, en peor estado de conservación, pero lo suficiente para poder leer en el dintel de la puerta, fechado en 1739. Hay dudas sobre si sería la iglesia de un antiguo poblado. Seguimos por el sendero y volvemos a salir a una pista de las que hay por aquí, entre antiguos pasos cabañeros y más recientes para la saca de madera. Llegados a los 1060 msnm, techo de la ruta de hoy, nos despedimos de las amplias vistas sobre el Gran Norte, que se alcanza a ver desde Collarada y toda la fachada sur de su macizo, hasta Monte Perdido y compañía, pasando por la sierra de Tendeñera, sin olvidarnos de la cercana Peña Oroel y la, algo más alejada sierra de San Juan de la Peña.
Desde la ermita, podríamos haber retrocedido el tramo del sendero para volver más directos, pero como vamos bien de tiempo, optamos por dar un buen rodeo, en el que combinamos senderos, con pistas y con cortafuegos, que nos dura más de dos horas hasta llegar a la carretera, como a un kilómetro del coche, al que llegamos tras haber recorrido 18,5 km, en 5h 35’, con un desnivel acumulado total de 675 m D+/-. Un paseo por lugares solitarios, que rezuman historia.
Bibliografía:
Los pueblos y los despoblados, tomo III (Historia de Aragón). Antonio Ubieto. Anubar (1984)
Webs:
Holártica
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