AQUERAS MONTAÑAS
Faja de las Flores (2380 - 2350 m)
Domingo, 19 de septiembre de 2021
El francés Lucien Briet (1860-1921), como explorador pirineísta incombustible, fue uno de los descubridores del Valle de Ordesa, quien cantó sus bellezas, recogidas en innumerables escritos. Con referencia a Cotatuero, nos decía: … dos acantilados desarrollados en curva, que se empequeñecen progresivamente y que en un punto de contacto forman un collado inmenso, que aparece con el adorne de una cinta de plata, efecto producido por el capricho de una cascada que allí hace saltar sus aguas… durante mucho tiempo infranqueable, y si desde hace treinta años se utiliza, corriendo riesgos señalados, es debido a obras artificiales, ya que antes de arreglarse ese paso, era preciso ir por el de Salarons… Su tránsito no fue posible hasta 1881, año en el que un cazador inglés, Mr. Buxton, pagó 250 pesetas al herrero de Torla, Bartolomé Lafuente, quien ayudado por el convecino Miguel Bringola, se encargó de fabricar y colocar las conocidas como clavijas de Cotatuero. El parisino, amante de las montañas pirenaicas, las pasaría por primera vez el 26 de septiembre de 1909.
Desde entonces, incluso desde algunos años atrás, mucha gente las ha atravesado, mucha gente las hemos atravesado, porque es un punto de tránsito para superar los enormes paredones de la margen derecha del barranco de Cotatuero y poder subir al bellísimo circo homónimo, por el que con brío circulan las aguas que se desparraman a ambos lados de la ladera sur del pico Descargador, cayendo en vertical por la famosa cascada, pero, sobre todo, para subir y bajar a la Faja de las Flores, uno de los itinerarios más bellos e impactantes del Valle de Ordesa y de todo el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, como es nuestro caso por sexta vez. A la primera, con Jesús de 11 años, el 9 de octubre de 1999, antes de la colocación de la sirga de seguridad, le sucedían otras cuatro, junio de 2011, 2 de noviembre de 2013, 29 de agosto de 2014 y 13 de octubre de 2017, con amigos, en ambas direcciones y con la prolongación hasta el Tozal del Mallo en algunas ocasiones. A pesar de ello, el paso por ella se convierte en un acto cuasi reverencial.
Pues aquí estamos de nuevo, esta vez acompañado por una buena parte de la familia, lo que le aporta un plus de emotividad difícil de superar. Aprovechando un día de buen tiempo, entre dos períodos malos, el pasado y el que viene, nos acercamos a la Pradera de Ordesa para dar comienzo a esta preciosa ruta que discurre por los aleros del macizo del Gallinero, a más de mil metros por encima del punto de arranque, con un cómodo tránsito, pero que hay que ganárselo. Es una amplia circular, que se puede realizar en ambas direcciones, pero recomendamos subir por Carriata y bajar por Cotatuero, de modo que tomamos el sendero que se abre a la entrada de la pradera, y que evita el circular por la carretera hasta la Casa Oliván, siendo acogidos por el bosque desde el primer momento, y en la primera hora de ascenso.
Al cabo de ese tiempo se nos abre la vista ya a la parte inferior del circo de Carriata, entre el imponente Tozal del Mallo y los verticales paredones de la cara oeste del Gallinero. Un sendero entre erizones nos va subiendo, y al poco dejamos a la derecha el desvío para la Faja de Racón, hermana pequeña de la de las Flores, y que discurre paralela por el mismo macizo a más baja cota. Cruzamos el barranco de Carriata y continuamos por el evidente sendero. La mañana está fresca, y en cuanto comienza a bañarnos el sol con sus rayos hacemos un alto para echar un bocado. Continuamos, y a las dos horas desde el arranque se pasa por un curioso tramo de abedules, que se salvaron de la tremenda avalancha de 1996, muy visible a nuestra izquierda, y que barrió una enorme masa forestal, cruzando el fondo del valle y rebotando hasta la ladera de enfrente.
A los diez minutos nos topamos con el cartel que te hace decidir si seguir subiendo por las
clavijas o por la
Fajeta. Preferimos lo primero, que le da un plus a la ruta, a cuyos pies nos encontramos al cabo de otros diez minutos. Se trata de dos cortos, pero verticales tramos, equipados con clavijas de fácil ascenso, si estás habituado a la progresión por este tipo de terrenos, y que en cuatro pasos más te suben a una amplia terraza donde confluye el camino de la
Fajeta, y desde donde se puede tomar rumbo al
Tozal del Mallo. Dos horas y tres cuartos hasta aquí. Un breve descanso y continuamos ya por sendero para ir adentrándonos hacia
Salarons, bajo la atenta mirada del
Mondarruego, también visitado hace dos años junto a su hermana norteña
Escuzana, para bajar por su faja, por cierto, muy recomendable también.
Enseguida, los hitos te hacen girar bruscamente a la derecha, para ganar altura y situarte ya en la plataforma para dar comienzo al tránsito por la Faja de las Flores, a las tres horas y media desde el arranque. Un buen esfuerzo el que te exige para ganar esta gran altura y recorrer cómodamente la faja por debajo de los extraplomos de la parte más alta del Gallinero. A partir de aquí, y en la próxima hora y media, un delicioso paseo triunfal de la mano de la curva de nivel de los 2380/2350 metros, por un sendero fácil de transitar, pero no exento de riesgo por el enorme patio que se abre a nuestra derecha. Grande es la tentación de admirar la enorme panorámica que ofrece, y que es uno de los grandes alicientes de la ruta, pero que, para hacerlo con seguridad, lo prudente es pararse, ya que no son muy compatibles las actividades de caminar y de observar, especialmente en algunos tramos.
A nuestra derecha tenemos el
cañón de Ordesa, de origen glaciar, custodiado al sur por la
sierra de las Cutas, y al frente emergen los
Sestrales, guardianes de
Añisclo, y por encima ese otro gran emblema del
Sobrarbe, la
Peña Montañesa, vigilante del
Cinca. Por detrás, la confluencia de este valle, surcado por el
Arazas, en el punto de rendirse ante el
Ara; sobre todo ello, destaca la extraordinaria
sierra de Tendeñera, que al mostrarse en línea apenas se ve solo el
pico Otal. Pero todo esto, siendo mucho, es superado por el panorama al norte que se abre al dar vista ya al
circo de Cotatuero.
Gabietos,
Mallo Blanco,
Taillon,
Dedo,
Falsa Brecha,
Bazillac,
Brecha de Rolando,
Casco,
Torre, la
familia Marboré al completo, hasta su
Cilindro,
Monte Perdido,
Pico Superior de Añisclo y
Punta de las Olas, todo un mundo calizo e inhóspito, con numerosas cotas que superan los tres mil metros en un macizo que vierte sus aguas a ambos lados de la frontera. Entre otras figuras de protección,
Reserva de la Biosfera, y que fue declarado
Bien Mixto de Tipo Transfronterizo, e incluido en la
Lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad, de la
Unesco en 1997, siendo ampliado dos años después, y que incluye el
Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y el
Parque Nacional de los Pirineos, en el lado francés.
Momento y lugar este para tener esas reflexiones, llegando a la conclusión de que si un amplio paraje reúne esos reconocimientos no es en vano. Parada y bocado ante tan magno espectáculo, y continuamos, ya en franco descenso hasta llegar a la altura del arroyo, que alcanzamos a los cincuenta minutos de discurrir por zona kárstica primero y herbosa después. Estamos al borde ya del tramo en el que se despeña para su espectacular viaje vertical tan admirado desde el Mirador de Calcilarruego, que cae justo enfrente al otro lado del Valle de Ordesa. Junto a una atractiva marmita donde reposa el agua antes de la caída nos pertrechamos con los avíos para el tránsito por las clavijas de Cotatuero. Se bajan unas gradas y ya estamos junto al comienzo para bajarlas. Primero un tramo horizontal, seguido de uno corto de bajada, y luego otro horizontal, sobre un considerable abismo, pero disfrutando del momento por entre las clavijas de manos y pies, junto a la sirga de seguridad. Es de lo que carece la chimenea que tenemos que descender, provista de clavijas un tanto distanciadas.
Ya en tierra firme, y a las siete tranquilas horas del arranque, solo nos queda recorrer el sendero del bosque hasta el punto de partida. A lo largo de ese tránsito dejamos a la derecha el desvío para la Faja Racón, y al poco, a la izquierda, la bajada que da acceso a la de Canarellos por el puente de Cotatuero, al que nos acercamos para sentir la fuerza de las aguas. De nuevo al camino para continuar el descenso por este inusualmente solitario bosque que te abruma con su frondosidad. Nos incorporamos al camino principal del valle, el de Soaso, por el que discurre el GR 11*, para ganar ya la pradera, que encontramos a rebosar de coches y de gentes.
Una última mirada a esa faja colgada que nos ha acogido en la mañana de hoy y damos por terminada esta magnífica ruta por las alturas de Ordesa, tras 8h 50’ y 13,2 km y 1575 metros de desnivel acumulado total D+/-. Una jornada diez, con una meteorología diez, en un entorno diez y con una compañía diez… no se puede pedir más.
Estupenda excursión, bien detallada ¡y con todos los nombres!
ResponderEliminarQue sigas disfrutando
Muchas gracias. Me gustaría saber quién me lo desea...
EliminarRecuerdo peefectamente la de con Jesús aún pequeño, menudo jabato!! fue una maravilla, impactante. Un abrazo.
ResponderEliminarSi eres José Manuel o Ana, manifiéstate!!! Jjjjj... Bueno, pues sí, ahí sigue.
EliminarUn abrazo
José Manuel!!
ResponderEliminarAúpa
Gracias, José Manuel. Me alegro de saber de ti.
EliminarAúpa Chena,bonito y gran espectáculo Ordesano.
ResponderEliminarUn abrazo desde Andarines.
Gracias!!!
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