martes, 16 de julio de 2019

Mundo Tebarray, el Yin y el Yang



AQUERAS MONTAÑAS
Tebarray (2916 m)
Lunes, 15 de julio de 2019



            Según el taoísmo, el “Yin Yang” es un principio filosófico que explica la existencia de dos fuerzas opuestas pero complementarias. El Yin se asocia a lo femenino, a la pasividad, a la receptividad... Y el Yang a lo masculino, a la actividad, a la iniciativa… Símbolo femenino es el elemento líquido, el receptáculo, la copa, algo que se identifica perfectamente con un ibón, que recibe las aguas de las escorrentías cercanas. Y el símbolo masculino es la tierra, el falo, algo propio de las montañas, que rasgan el horizonte. En ocasiones hacemos referencia al Gran Hacedor de las montañas, de los paisajes, para destacar la enorme diversidad dentro de la gran belleza en la que están sumidas. Pero en esta ocasión no podemos dejar de hacer mención también a ese ente anónimo que las identificó con un nombre: Tebarray.


            Tebarray, término de una tremenda sonoridad y de una enorme potencia. Tebarray, que aúna en este caso montaña e ibón, masculino y femenino, ese principio universal que ejerce sin cesar su función creadora de belleza, para deleite de los sentidos. Tebarray, un conjunto con el que tenemos una relación cuasi mística. 

            Tebarray, el Yin y el Yang.

Cumbres del Circo de Piedrafita, desde Tebarray

Infiernos, Garmo Negro, Argualas... desde Tebarray
            Un entorno de extrema belleza, con un imponente ibón de mirar profundo, austero, hostil, y una montaña sencilla, humilde, sin alaracas, elementos ambos indestructibles, inseparables, que no se entienden el uno sin el otro. Un conjunto que pivota dando juego a la cuenca de Pondiellos, que vierte a Sallent de Gállego; a la de Respomuso, que también; y muy próxima a la de los Azules, que rinden a otro lugar de singular belleza, como es el Balneario de Panticosa. Este objetivo nos hemos puesto hoy, un objetivo alcanzado en varias ocasiones, pero la de hoy es especial, porque ha sido abordado desde Sallent.

Nos vamos
La Foratata, velando por Sallent de Gállego

            Con esa intención, acudimos con Sara, Toño, Miguel y Pepe a la villa sallentina, donde se incorpora Marisa, en una mañana que promete, y que seguros estamos de que va a dar. Va a dar alegría, va a dar gozo, disfrute, y sobre todo, montañas, buen tiempo y buena compañía. Ocho de la mañana, costado del Centro de Salud, de donde salimos, por calle urbanizada primero y luego a la derecha ya por un ancho camino que a campos lleva, aunque nosotros lo continuamos ya más estrecho por dura pendiente, que sabemos va a ser nuestro sino de hoy.

En los primeros compases de la ruta, por el barranco de Pondiellos

APROXIMACIÓN POR EL BARRANCO DE PONDIELLOS
A la par que el barranco
            A la chita callando, el sendero nos va alineando con el barranco de Pondiellos, calmándose un poco una vez que se toma altura, ganando perspectiva sobre esa cuenca de Sallent, bajo la cresta sempiterna de la Foratata. Se atraviesan pastos, aprovechados por el escaso ganado que queda por estas montañas. Sandicosa es el nombre que dan los mapas por estos lares. En hora y cuarto alcanzamos el lecho del vibrante barranco, que cruzamos. Estamos ante un circo de gran belleza, y que tenemos que superar para continuar nuestro camino.

Un alto tras haber superado el resalte del circo

Tramo salvaje del barranco de Pondiellos
            Sin apenas darnos cuenta, incluso por sendero bien definido, nos vamos alejando del itinerario previsto, lo que nos obliga a replantearnos la ruta. Y lo hacemos primeramente salvando un gran desnivel en un corto tramo, y en un intento de aproximarnos a las primeras intenciones, en un brusco giro hacia el este, subimos por una pala herbosa muy pendiente, superando ya la línea de los dos mil metros. A nuestra derecha, podemos observar las fauces del barranco de Pondiellos, ese gran tajo que a lo largo de milenos han sabido labrar sobre los materiales blandos, las aguas de los ibones homónimos.

Pura esencia

MUNDO TEBARRAY
            De la mano ya de la curva de nivel entramos en un espacio donde confluye el barranco de Tebarray con este de Pondiellos, nuestro compañero de viaje, y que abandonamos tras echar un bocado, a casi tres horas desde el comienzo, y a 2340 metros, para afrontar lo que nos queda, que no es poco.

Gran desnivel del barranco de Tebarray

Ibón de Tebarray y pico de Piedrafita
            Más cerca o más lejos del propio barranco, nos vamos metiendo por su cuenca, echando manos en algún tramo. Al darnos un respiro el camino, encontramos un rebaño de ovejas que, pudiendo estar pastando en los últimos corros de hierba, están descansando en la glera, incluso sobre un extenso nevero. Alcanzamos el arranque del arroyo, allí donde el ibón desborda sus esencias, al cabo de tres cuartos de hora, en los que salvamos los 350 metros de desnivel que nos separaban del ibón de Tebarray, cuya lámina está a 2685 metros, en un lugar sorprendente. Se trata de una profunda cuenca en la que solo cabe él, aunque nos hace un hueco por sus apretadas orillas para rodearlo por levante, bajo las enormes masas de piedras que bajan de los Infiernos por este flanco, atravesando incluso alguna pequeña mancha de nieve que baja a beber de las aguas.

Flanqueando el ibón

LLEGADA A CUMBRE
Llegando al collado de Tebarray
            Doce y veinte de la mañana y llegamos al collado de los Infiernos, por donde pasa el GR 11 en su etapa entre Respomuso y el Balneario de Panticosa, uniendo dos enormes cuencas plagadas de bellos ibones, los que permite el terreno de granitos. Nos unimos a él hasta el collado de Tebarray, a casi 2800 metros, siendo el punto más alto de esa Gran Ruta. Solo nos queda ya salvar los casi cien que nos restan para culminar nuestro objetivo de hoy, para culminar este Mundo Tebarray, mágico mundo en el que confluye la tierra que sostiene esta montaña, con el agua que se da cita en su ibón, y el aire que modela los espacios, a los que se añade la luz, que lo inunda todo ello, y que completa los cuatro elementos que no cesan en su afán creador.

Más que generosa panorámica de los ibones de Respomuso
y Llena Cantal, presidido por el Balaitús

Último esfuerzo
            Aquí, liberados ya de los duros ascensos y con vastos espacios por los que discurre ese aire y esa luz, nos sentimos pequeños ante tanta belleza, momento y lugar que aprovecha nuestra visión para expandirse y encajarse hasta los más lejanos rincones de estos paisajes. Unos paisajes que apabullan y de los que nos sentimos parte, porque nuestra alma se funde con la de ellos en una sola, que nos alimenta a ambos. Momentos de éxtasis, momentos de arrebatamiento que difícilmente se alcanzan en otro lugar que no sea una cumbre, con su sacro simbolismo. Momentos que hay que ir dejando que reposen donde ellos saben, mientras emprendemos el descenso por la cara sur, más pendiente que la oriental, por la que hemos subido, hasta llegar a ese punto donde el ibón desborda.

Macizo de los Infiernos, a cuyos pies reposa el ibón de Tebarray

CAMBIO DE RUTA EN EL DESCENSO
Iniciando el descenso
            Volvemos sobre nuestros pasos hasta un lugar próximo a donde hemos hecho una parada en la subida, para desde allí tomar el itinerario que debíamos haber seguido por la mañana, pero no nos importa, de este modo hacemos parte de la ruta por dos lugares distintos. La primera es bajar a un extenso nevero, a unos 2340 metros, en el que gran cantidad de pequeñas piedras le quitan peligro a su descenso. Una vez superado, el sendero toma su voluntad de ir subiendo y subiendo por las laderas de la cara norte del Garmo de la Mina. Poco a poco nos va llevando hacia el barranco de Albas, por el que discurren las aguas del pequeño ibón homónimo y el superior de la Sartén. Un lugar con ambiente alpino, de sorprendente belleza también.

Atravesando el nevero


Barranco de Albas
            Tomamos la traza de un camino que fue más de lo que es. Un camino de claro pasado pecuario en la trashumancia que año tras año y durante cientos de ellos seguro habría por aquí. Ya metidos en el bosque confluimos con el de subida, y de la mano con él llegamos hasta Sallent, el punto de partida y de llegada, tras haber recorrido 16,6 km netos, en 8h 50’ de tiempo total, del que 6 horas han sido en movimiento, para salvar un desnivel acumulado de en torno a los 1840 metros D+/-. Una jornada en la que la montaña ha dado todo de sí… y nosotros también.



Las fotos y el track



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