IXOS MONS
Ermita de la Virgen de Arraro (1220 m)
Domingo, 3 de marzo de 2019
En este noble oficio de la
montaña se tiene una sensación un tanto extraña, ya que cuanto más conoces más
te queda por conocer, es algo que en apariencia no pasa ningún filtro de la lógica,
pero es real. Real, como la montaña misma. Cuando trazas un perímetro mental
sobre una amplia zona, con idea de acotarla, de parcelarla, para luego poner la
lupa en cada una de esas parcelas, te das cuenta de la cantidad de cosas, por
decirlo de alguna manera, que te perderías caso de no abrir el zoom. Y son esos
detalles, esas rutas menos frecuentadas las que suelen guardar un encanto
especial, bien en el destino, bien en la propia ruta, bien por eso, porque te
permiten transitarlas de forma más íntima, interactuando más con el entorno.
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Interior de la ermita |
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Barranco de las Faganetas y sierra de Guara |
La inagotable Sierra de Guara es
un muy buen ejemplo de ello. Un espacio vasto, agreste, austero, salvaje, que
atesora bellísimos rincones que hacen las delicias del caminante. Es por ello
que de nuevo, vuelve a servir de escenario para ir a conocer uno de esos
rincones, al que por fin podemos poner la etiqueta de “visitado” en la larga
lista de destinos por descubrir. La ermita, o lo que queda de ella, de la
Virgen de Arraro, cuyos orígenes bien pudieran datarse a finales del siglo XI, fue
parroquial de un pequeño reducto medieval, una plaza fortificada a la sombra de
un castillo situado sobre un puntal en las mismísimas faldas del eje que vertebra
el territorio, la propia Sierra de Guara. Un castillo, del que solo queda el
testimonio de los entendidos, y que no en vano tiene contacto visual con los de
Santa Eulalia la Mayor, el de Los Santos, en la Sierra de Sevil, y el más
determinante de todos para la toma de la Hoya de Huesca, el de Montearagón.
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Sierra de Guara, engendro de barrancos |
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Río Formiga a su paso por el aparcamiento |
Pero dejemos a un lado las gestas
militares para los que disfruten con ello, y centrémonos en el nuestro, que no
es otro que el de andar los caminos con sumo respeto, para impregnarnos de todo
lo que la naturaleza nos brinda para nuestra observación y aprendizaje, en una íntima
comunicación con ella a través de todos nuestros sentidos, para captar
sensaciones, esas que tanto nos agradan y alimentan, y nos gusta compartir.
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Foto de arranque |
La A-1227, en sus más de 40 km
recorre buena parte de estos pueblos situados en la solana de Guara. En el PK 23,7, en una curva cerrada donde confluye la carretera con el Formiga, se encuentra
un amplio aparcamiento, punto de arranque para hacer el citado barranco. Como a
unos 200 metros hacia arriba sale a la izquierda una pista señalizada ya con
nuestro destino de hoy “Ermita de Nª Sª de Arraro”, con simbología del parque,
porque a punto estamos de entrar en él. Una pista forestal nos lleva hasta unas
enormes extensiones cultivadas, se trata de los campos de Sasamper, en los que
a través de antiguas imágenes se puede observar que se podían cruzar por un
camino entre ellos, pero hoy en día son una sola pieza que si hay sembrado al
que perjudicar nos obliga a hacerlo por el canto.
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Continuamos por el sendero |
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Cueva d'Os Cambros |
En su parte superior nos espera
ya otro poste indicando la entrada al sendero que impenitentemente sigue
subiendo bajo grandes peñascales, que pronto se nos quedan bajo nuestra visión.
En menos de una hora alcanzamos el desvío para las cuevas de Os Cambros, que al
estar cerca no podemos perder la ocasión de visitar. Y lo hacemos. Se trata de
unos sorprendentes abrigos bajo los conglomerados, dominando el barranco de
Peñacanal, al igual que lo hacen una veintena de buitres sobre la Peña Canal,
un tozal accesible solo para ellos.
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Buitres a la espera de formación de térmicas para despegar |
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Al pie de una carrasca ejemplar |
Volvemos al sendero y seguimos
nuestra ascensión por entre vegetación de monte bajo y alguna portentosa
carrasca, hasta que en media hora más llegamos a la pista que uniría Santa
Cilia de Panzano con Vadiello. Ya tenemos a nuestro alcance visual el objetivo,
ese puntal de Arraro, adivinando debajo las ruinas de la ermita. Nos dirigimos
por la pista hacia ese conjunto histórico artístico, por pronunciadas bajadas,
cuyo desnivel habrá que recuperar. Al cuarto de hora la abandonamos para tomar
el sendero definitivo que nos conduce hacia nuestro destino. Cruza un seco
barranco, el de Faganetas, y se introduce en las faldas de la vertiente
oriental de esta montaña, en la que observamos continuas terrazas en el terreno,
quizá para la replantación de pinos.
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Delicioso tránsito hacia la ermita |
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Restos del edificio anejo |
Al punto de culminar hacia el
sur, como a unos veinte minutos del desvío, comienza en brusco giro hacia el
norte la definitiva subida a este singular emplazamiento en el que sitúan los
estudiosos un poblado medieval, con ermita y castillo. Desde luego, al margen
de estrategias castrenses, el lugar tiene su encanto, la vista sobre toda la
Hoya de Huesca es asombrosa, incluso sobre el nevado Moncayo allende el Ebro.
Llamamos ermita, pero más propio sería llamarla iglesia, porque al parecer fue
la parroquial del lugar. Bueno, el edificio es de planta rectangular, con el ábside
hacia el este. Tampoco somos tan distintos de los que rezan hacia la Meca.
Piedra sobre piedra, las que quedan en pie, mudas, como nos dejan a nosotros,
solo hablan para los entendidos y, aun con todo, entendemos que callan más de lo
que dicen. Profundo respeto y admiración al estar ante algo organizado casi ya
milenario.
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Hoya de Huesca |
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Reposo sobre el reposo |
Claro, si te pones a pensar,
también organizado es todo nuestro entorno, las montañas, los barrancos, los ríos,
los valles, las llanuras, el aire que respiramos, el sol que nos calienta, el
agua que todo vivifica, la tierra que todo lo sostiene. Y por supuesto, el
resto de seres vivos que de ello se aprovecha, nos aprovechamos. Sí, todo ello,
aunque en ocasiones tenga apariencia caótica, también está organizado, y desde
hace más de esos mil años. Infinitamente más. Es por eso que también merece
nuestro respeto y admiración. Algo que hacemos mientras lo contemplamos y
echamos un bocado para atender también otras necesidades.
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Los vecinos mallos de Vadiello |
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Almendreras en flor a la entrada de Santa Cilia |
También intentamos acceder a la
parte alta del tozal, pero nuestra pericia no es suficiente para ello. Iniciamos
el descenso desandando lo andado. Sendero por bosque repoblado, y pista hasta
alcanzar el sendero de subida, donde se puede decir que comienza el regreso
hacia Santa Cilia de Panzano, a donde llegamos tras unirnos al camino del Tozal
de Cubilás. Breve parada en la localidad para refrescarnos en la fuente de unos
jardines con mirador sobre los barrancos que nos separan de los campos de Sasamper,
el de Santa Cilia, el de Peña Espaldada y el de las Chorroteras, un aparente
rompepiernas que nos aguarda.
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Barrancos y campos de Sasamper al fondo |
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Un alto en el camino |
Al tiempo de salir ya del pueblo,
la conversación con un paisano nos hace cambiar de itinerario, ya que nos
muestra otro más corto y menos costoso, que emprendemos. Recorremos como unos
700 metros carretera abajo, y tras dejar a mano derecha una nave ganadera sale
un camino con pinta de tránsito de ganado, que en un cuarto de hora nos deja en
la carretera a unos 800 metros del aparcamiento, al que llegamos tras haber
recorrido 17,1 km, en un tiempo total de 5h 30’, del que 4h 20’ han sido en
movimiento, salvando un desnivel acumulado de en torno a 1060 m D+/-.
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Añadir leyenda |
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Barranco de Formiga |
Otro bocado, y como hay tiempo y
fuerzas, decidimos internarnos por el barranco del Formiga, al menos hasta la
cueva de las Polvorosas, trayecto de cerca de 4 km, y que hacemos en 1h 15’,
del que 1 hora es en movimiento, con 265 metros de desnivel acumulado D+/-, a
través de un sendero que el bosque mece en ocasiones, y que el barranco muestra
en otras. En una de ellas, a pie del mismo, junto a una preciosa y profunda
badina, que despide los rayos solares reflejándolos antes de que se oculten tras
el alto horizonte.
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Cueva de las Polvorosas |
Y de esta forma termina una nueva
salida a estas siempre sorprendentes tierras, de las que volvemos más sabios,
porque algo más sabemos, pero también más ignorantes, porque más descubrimos
que nos falta por saber.
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