lunes, 4 de marzo de 2019

Ermita de la Virgen de Arraro, bajo uno de los castros de Guara

IXOS MONS
Ermita de la Virgen de Arraro (1220 m)
Domingo, 3 de marzo de 2019



            En este noble oficio de la montaña se tiene una sensación un tanto extraña, ya que cuanto más conoces más te queda por conocer, es algo que en apariencia no pasa ningún filtro de la lógica, pero es real. Real, como la montaña misma. Cuando trazas un perímetro mental sobre una amplia zona, con idea de acotarla, de parcelarla, para luego poner la lupa en cada una de esas parcelas, te das cuenta de la cantidad de cosas, por decirlo de alguna manera, que te perderías caso de no abrir el zoom. Y son esos detalles, esas rutas menos frecuentadas las que suelen guardar un encanto especial, bien en el destino, bien en la propia ruta, bien por eso, porque te permiten transitarlas de forma más íntima, interactuando más con el entorno.

Interior de la ermita

Barranco de las Faganetas y sierra de Guara
            La inagotable Sierra de Guara es un muy buen ejemplo de ello. Un espacio vasto, agreste, austero, salvaje, que atesora bellísimos rincones que hacen las delicias del caminante. Es por ello que de nuevo, vuelve a servir de escenario para ir a conocer uno de esos rincones, al que por fin podemos poner la etiqueta de “visitado” en la larga lista de destinos por descubrir. La ermita, o lo que queda de ella, de la Virgen de Arraro, cuyos orígenes bien pudieran datarse a finales del siglo XI, fue parroquial de un pequeño reducto medieval, una plaza fortificada a la sombra de un castillo situado sobre un puntal en las mismísimas faldas del eje que vertebra el territorio, la propia Sierra de Guara. Un castillo, del que solo queda el testimonio de los entendidos, y que no en vano tiene contacto visual con los de Santa Eulalia la Mayor, el de Los Santos, en la Sierra de Sevil, y el más determinante de todos para la toma de la Hoya de Huesca, el de Montearagón.

Sierra de Guara, engendro de barrancos

Río Formiga a su paso por el aparcamiento
            Pero dejemos a un lado las gestas militares para los que disfruten con ello, y centrémonos en el nuestro, que no es otro que el de andar los caminos con sumo respeto, para impregnarnos de todo lo que la naturaleza nos brinda para nuestra observación y aprendizaje, en una íntima comunicación con ella a través de todos nuestros sentidos, para captar sensaciones, esas que tanto nos agradan y alimentan, y nos gusta compartir.


Foto de arranque

            La A-1227, en sus más de 40 km recorre buena parte de estos pueblos situados en la solana de Guara. En el PK 23,7, en una curva cerrada donde confluye la carretera con el Formiga, se encuentra un amplio aparcamiento, punto de arranque para hacer el citado barranco. Como a unos 200 metros hacia arriba sale a la izquierda una pista señalizada ya con nuestro destino de hoy “Ermita de Nª Sª de Arraro”, con simbología del parque, porque a punto estamos de entrar en él. Una pista forestal nos lleva hasta unas enormes extensiones cultivadas, se trata de los campos de Sasamper, en los que a través de antiguas imágenes se puede observar que se podían cruzar por un camino entre ellos, pero hoy en día son una sola pieza que si hay sembrado al que perjudicar nos obliga a hacerlo por el canto.

Continuamos por el sendero

Cueva d'Os Cambros
            En su parte superior nos espera ya otro poste indicando la entrada al sendero que impenitentemente sigue subiendo bajo grandes peñascales, que pronto se nos quedan bajo nuestra visión. En menos de una hora alcanzamos el desvío para las cuevas de Os Cambros, que al estar cerca no podemos perder la ocasión de visitar. Y lo hacemos. Se trata de unos sorprendentes abrigos bajo los conglomerados, dominando el barranco de Peñacanal, al igual que lo hacen una veintena de buitres sobre la Peña Canal, un tozal accesible solo para ellos.

Buitres a la espera de formación de térmicas para despegar

Al pie de una carrasca ejemplar
            Volvemos al sendero y seguimos nuestra ascensión por entre vegetación de monte bajo y alguna portentosa carrasca, hasta que en media hora más llegamos a la pista que uniría Santa Cilia de Panzano con Vadiello. Ya tenemos a nuestro alcance visual el objetivo, ese puntal de Arraro, adivinando debajo las ruinas de la ermita. Nos dirigimos por la pista hacia ese conjunto histórico artístico, por pronunciadas bajadas, cuyo desnivel habrá que recuperar. Al cuarto de hora la abandonamos para tomar el sendero definitivo que nos conduce hacia nuestro destino. Cruza un seco barranco, el de Faganetas, y se introduce en las faldas de la vertiente oriental de esta montaña, en la que observamos continuas terrazas en el terreno, quizá para la replantación de pinos.

Delicioso tránsito hacia la ermita

Restos del edificio anejo
            Al punto de culminar hacia el sur, como a unos veinte minutos del desvío, comienza en brusco giro hacia el norte la definitiva subida a este singular emplazamiento en el que sitúan los estudiosos un poblado medieval, con ermita y castillo. Desde luego, al margen de estrategias castrenses, el lugar tiene su encanto, la vista sobre toda la Hoya de Huesca es asombrosa, incluso sobre el nevado Moncayo allende el Ebro. Llamamos ermita, pero más propio sería llamarla iglesia, porque al parecer fue la parroquial del lugar. Bueno, el edificio es de planta rectangular, con el ábside hacia el este. Tampoco somos tan distintos de los que rezan hacia la Meca. Piedra sobre piedra, las que quedan en pie, mudas, como nos dejan a nosotros, solo hablan para los entendidos y, aun con todo, entendemos que callan más de lo que dicen. Profundo respeto y admiración al estar ante algo organizado casi ya milenario.

Hoya de Huesca

Reposo sobre el reposo
            Claro, si te pones a pensar, también organizado es todo nuestro entorno, las montañas, los barrancos, los ríos, los valles, las llanuras, el aire que respiramos, el sol que nos calienta, el agua que todo vivifica, la tierra que todo lo sostiene. Y por supuesto, el resto de seres vivos que de ello se aprovecha, nos aprovechamos. Sí, todo ello, aunque en ocasiones tenga apariencia caótica, también está organizado, y desde hace más de esos mil años. Infinitamente más. Es por eso que también merece nuestro respeto y admiración. Algo que hacemos mientras lo contemplamos y echamos un bocado para atender también otras necesidades.

Los vecinos mallos de Vadiello

Almendreras en flor a la entrada de Santa Cilia
            También intentamos acceder a la parte alta del tozal, pero nuestra pericia no es suficiente para ello. Iniciamos el descenso desandando lo andado. Sendero por bosque repoblado, y pista hasta alcanzar el sendero de subida, donde se puede decir que comienza el regreso hacia Santa Cilia de Panzano, a donde llegamos tras unirnos al camino del Tozal de Cubilás. Breve parada en la localidad para refrescarnos en la fuente de unos jardines con mirador sobre los barrancos que nos separan de los campos de Sasamper, el de Santa Cilia, el de Peña Espaldada y el de las Chorroteras, un aparente rompepiernas que nos aguarda.

Barrancos y campos de Sasamper al fondo

Un alto en el camino
            Al tiempo de salir ya del pueblo, la conversación con un paisano nos hace cambiar de itinerario, ya que nos muestra otro más corto y menos costoso, que emprendemos. Recorremos como unos 700 metros carretera abajo, y tras dejar a mano derecha una nave ganadera sale un camino con pinta de tránsito de ganado, que en un cuarto de hora nos deja en la carretera a unos 800 metros del aparcamiento, al que llegamos tras haber recorrido 17,1 km, en un tiempo total de 5h 30’, del que 4h 20’ han sido en movimiento, salvando un desnivel acumulado de en torno a 1060 m D+/-.

Añadir leyenda


Barranco de Formiga
            Otro bocado, y como hay tiempo y fuerzas, decidimos internarnos por el barranco del Formiga, al menos hasta la cueva de las Polvorosas, trayecto de cerca de 4 km, y que hacemos en 1h 15’, del que 1 hora es en movimiento, con 265 metros de desnivel acumulado D+/-, a través de un sendero que el bosque mece en ocasiones, y que el barranco muestra en otras. En una de ellas, a pie del mismo, junto a una preciosa y profunda badina, que despide los rayos solares reflejándolos antes de que se oculten tras el alto horizonte.

Cueva de las Polvorosas

            Y de esta forma termina una nueva salida a estas siempre sorprendentes tierras, de las que volvemos más sabios, porque algo más sabemos, pero también más ignorantes, porque más descubrimos que nos falta por saber.


Las fotos y el track

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