miércoles, 9 de enero de 2019

Ainielle, tras los pasos de la lluvia amarilla

IXOS MONS
Ainielle (1355 m)
Martes, 8 de enero de 2019











“Como arena, el silencio sepultará mis ojos.
Como arena que el viento ya no podrá esparcir.
Como arena, el silencio sepultará las casas.
Como arena las casas se desmoronarán.
Oigo ya sus lamentos.
Solitarios. Sombríos.
Ahogados por el viento y la vegetación”

Panel interpretativo al comienzo de la ruta
            Con este párrafo del libro “La lluvia amarilla”, de Julio Llamazares, comenzamos el deambular de una jornada por los páramos de Sobrepuerto. Un párrafo que destila amargura, que destila vacío, que destila tantas y tantas sensaciones que acongojan el alma, que hacen un nudo en la garganta, que humedecen los ojos y que aprietan los dientes. Unas sensaciones que sin duda recorrerían de un plumazo las mentes y los corazones de aquellos habitantes de las 11 casas de uno de los pueblos más altos de los Pirineos, cuando a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, sus casas, sus tierras, sus propiedades particulares y comunales, así como su historia, sus recuerdos y su dignidad se quedaron allí para siempre.

Listos para la marcha

Parroquial de San Martín, en Oliván
            Los cinco grados bajo cero de Oliván no iban a poder con la calidez con la que se iba a abordar la salida de hoy por los montes de Sobrepuerto. Y así tenía que ser para contrarrestar la frialdad que suponen décadas de abandono de cada uno de los habitantes de la decena de pueblos que lo habitan. Sí, más vale hablar en presente para sentir que siguen vivos, porque siguen vivos si lo están en el recuerdo. Hoy, con Sara, Pepe y Miguel, nos acercamos a uno de ellos, quizá el más representativo, quizá el más presente en la memoria colectiva, porque mucho se ha escrito sobre él, desde el famoso libro antes citado, homenaje de Julio Llamazares al último habitante de estas tierras, verdadero adalid de la resistencia, hasta tantas y tantas publicaciones de corte etnográfico publicadas sobre esta tierra. Hoy nos acercamos a Ainielle, que por unos momentos podrá revivir lo que es acoger a seres humanos entre los restos de sus casas, entre las barzas, entre las voces ahogadas por el silencio solo roto por el ulular del viento.

Reciente señalización del PR-HU 3 como Sendero Turístico de Aragón

Restos de la morrena lateral que afloran
            Y lo hacemos por la ruta de la “lluvia amarilla”, transitada por el PR-HU 3, que recientemente ha venido a formar parte de la nutrida red de Senderos Turísticos de Aragón. El barranco de Oliván es una de aquellas salidas sin retorno, y que nosotros vamos a tomar como entrada a Sobrepuerto, y lo primero que te encuentras al salir de la población es un vestigio de la última glaciación, de la que nos queda como testigo esa morrena lateral del glaciar que cubría todo el valle de Tena. El sendero arranca con fuerte pendiente para superarla, no sin antes pasar por un pequeño monumento homenaje al jaqués Félix Casanueva Betés, afincado en Sabiñánigo e impenitente correcaminos pirenaico.

Fondo del barranco de Oliván, sabedor de que le queda poco para rendirse al Gállego

Comienza el día, también para este viejo tronco
            El sendero, que va tomando altura, nos va dando una gran perspectiva sobre este barranco de Oliván, gran arteria de estos montes de Sobrepuerto, al que acuden otros laterales que tenemos que ir pasando mientras recorremos un extraordinario cajicar que, de vez en cuando, nos ofrece unos grandes ejemplares que invitan a pasarlos con gran respeto. Al cabo de una hora, nos topamos con el arranque de un sendero que baja al seno del barranco para cruzarlo, pero de eso hablaremos a la vuelta. Tras un tramo de descenso, enseguida, nada más pasar el barranco del Cano nuestros pasos atraviesan los campos del Solano, señal inequívoca de que vamos llegando a Berbusa, meta volante de hoy.

Viejos caminos

Llegando a los campos del Solano
            Y llegamos, ya lo creo que llegamos. Se trata de un pueblo situado en las faldas del monte de Cantalobos, de no más de una decena de casas en torno a la parroquial de San Pedro, que las barzas no paran de engullir. Y con dos escuelas, según los informantes, lo que no deja de sorprendernos. Junto a una de ellas nos viene a la memoria esa canción que compuso Patxi Andión como homenaje a la figura del maestro rural, concretamente a ese que se negaba a formar parte de las llamadas “fuerzas vivas del pueblo”, a ese que era cabra y no oveja, y que enseñaba a los alumnos a ser cabras y no ovejas.

Berbusa entre las barzas

Muros conteniendo el tiempo
            El sendero continúa junto a unas paredes que aguantan el paso del tiempo. Continuamos por el bosque, el cruce de otros barrancos se sucede, y un camino empedrado nos va dirigiendo hacia la entrada de otro mucho más amplio. Es el nuestro. Es el de Ainielle, pero antes nos volvemos a encontrar otra señal de STA al borde de un desvío que baja hacia el fondo del valle, pero que no lo indica. Se trata de un escape a la pista.

Caminos de soledad

Nos anuncia la proximidad del pueblo
            Definitivamente nos metemos en el barranco final en busca de nuestro objetivo de hoy, la visita a este emblemático enclave de Ainielle. Atravesamos un cercado en el sendero, y un poco más adelante un gran monolito formado por piedras viejas y nuevas. Vamos llegando a terreno domesticado, viejos campos que dieron lo suyo y que añoran otros tiempos, el trabajo de manos rudas, el ramoneo del ganado, las idas y venidas. Seguimos por este valle tan callado como nosotros, hasta llegar ya a las proximidades del viejo enclave. Cruzamos el barranco homónimo y por unos antiguos campos de labor nos acercamos al pueblo, acostumbrado ya a pasar otro invierno en soledad… y vamos ya a por los cincuenta. Nos espera Toño, que se ha adelantado a nuestra visita.

Barranco de Ainielle

Ainielle
            Un pueblo con no más de una docena de casas, con su iglesia que advoca a San Juan Evangelista, sus quemadas escuelas, y otro de sus puntos de interés, quizá el que más hoy en día tras la restauración del edificio. Hablamos del molino, para el que hemos de descender como unos 700 metros. Ahí nos lo encontramos, junto al barranco del Molino, que lo alimentaba. Muy dignamente restaurado, los elementos exteriores esperan su turno.

Molino de Ainielle

Interior del molino
            Volvemos al pueblo, visitamos la iglesia, a cuya entrada nos reciben unas tumbas con lápidas de piedra amorradas, que también se dejan acariciar por la vegetación. El día está desapacible, un breve bocado y de vuelta. Una vuelta que, tratando de meternos en el pellejo de los que un día marcharon y no volvieron, se hace triste, muy triste. Solo se queda el pueblo, sola la sierra con su única compañía. El camino de regreso lo hacemos por el mismo sendero. Pasado Berbusa tomamos el desvío que baja al fondo del barranco de Oliván, que cruzamos como podemos. El camino que nos conduce a la pista, con vegetación de soto de río, está adornado con extraordinarias formaciones de escarcha helada, fruto de las bajas temperaturas, de la ausencia de sol en el paco y de la cercanía del río.

Escritura helada

Vadeo del río
            Una vez en la pista es ya no dejarla hasta el punto de partida, no sin entrar unos metros para rendir homenaje a ese viejo roble al comienzo del desvío de la pista que sube a Susín, que también cerró los ojos cuando lo hicieron los de Angelines Villacampa, de casa Mallau, el 7 de febrero de 2013. La pista sigue su descenso camino del río, habiendo recogido unas decenas de metros antes el desvío que baja de este pueblo por el GR 16 o Sendero de Serrablo, que lo atraviesa de cabo a rabo.

Portento de la naturaleza... también el roble

Borda y era en Oliván 
            A la llegada a Oliván visitamos la parroquial de San Martín, del siglo XI, de factura lombarda o mozárabe, según fuentes. Y aquí terminamos nuestra historia de hoy, con una visita a los tristes montes de Sobrepuerto, otrora habitados por un millar de personas, y donde solo quedan sus recuerdos. Una vuelta que nos ha costado dar casi seis horas y media de tiempo total, del que 5h y 20’ han sido en movimiento, para recorrer 19,6 km, y acumular un desnivel de 1350 metros D+/-.


Las fotos, y el track

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