La Pala de Ip (2775 m)
Sábado, 3 de octubre de 2015
La madre siempre da a sus hijos
lo que necesitan. También la Madre, también ella lo hace con sus seres
queridos. El otoño es época de cambios, época de transformaciones en los tres
Reinos de la Naturaleza. Los animales, comienzan a barruntar ya los primeros
fríos, y muchos de ellos preparan ese largo letargo invernal. Los vegetales van
replegando su actividad a sus cuarteles subterráneos, mientras que sus partes aéreas nos ofrecen su variado
cromatismo y sus dulces frutos, tan necesarios para las reservas alimenticias
de aquéllos. Las altas cotas del mundo mineral comienzan a albergar las
primeras nieves. Nos metemos en octubre y nos resistimos a abandonar el verano,
sin querer darnos cuenta de que él ya nos ha abandonado hace días a nosotros. Es
verdaderamente apasionante ser testigo de tanta transformación, respirando con
ella, latiendo con ella, viviendo con ella.
Primeras nieves |
Hoy, con Maite y Luis, volvemos a
visitar la extraordinaria cuenca palustre de Ip, una joya de origen glacial, y de
incuestionable belleza labrada por los hielos milenarios que han dejado su
impronta en este, hoy en día, ibón, cabecera de un valle colgado que vierte al
principal, al Aragón. Los vientos, las aguas y el tiempo han hecho el resto
sobre esa corona de afiladas aristas abierta a poniente. Sí, ahí están,
enhiestos, vibrantes, desafiantes, esos montes que deseando están de ser vistos,
de ser visitados, de ser abrazados, de ser acariciados. Aun en su inmovilismo,
a su manera, no se diferencian tanto de cualquier otro ser.
Caminando hacia el objetivo |
Ocho de la mañana. De una
perezosa mañana que no llega a tiempo a la cita. Las espesas y negras nieblas se
agarran a la noche y la retienen en su temprano deambular. Todo un ambiente que
no invita nada a unirnos a él, pero que lo intentamos internándonos en el
bosque de la solana del barranco, que por duras rampas nos va acompañando hasta
sus confines. Los escasos claros nos han permitido ir viendo cómo las brumas
salen de sus cobijos rupestres creando mágicos escenarios, de los que formamos
parte. Con gran respeto rompemos la aparente soledad, ese silencio que nidifica
en las entrañas de estos lugares. Atravesamos varios barrancos hasta llegar al
fondo del circo, donde se aloja ese calmo ser que recibe el destilar de esta
hermosa cuenca, el ibón de Ip, pero lo suponemos dormido todavía y no queremos
molestar. Dos horas y media largas hasta aquí. Nos metemos por una vaguada
tomando ya dirección a nuestro objetivo de hoy, Punta Escarra.
Poco habitual perspectiva sobre la Pala de Ip |
El flujo de norte quiere barrer
las nieblas, quiere despejar la mañana. Parece que lo va consiguiendo. Nos
metemos en un amplio barranco que esconde en su cabecera un pequeño circo, una lejana
rinconada que vamos alcanzando en la voluntad de acercarnos a nuestra
montaña. Comenzamos a ver en las caras norte, y a partir de los 2.300 metros
bajo nuestros pies, los restos de la última vuelta de agua, que por aquí ha
sido de unas pequeñas bolas de granizo que se conservan en su salsa. Un breve
bocado para acometer la última subida antes del collado, nos hace sentir que el
verano se ha ido sin despedirse, y que el hueco que ha dejado, a estas alturas lo
ha llenado un frío ambiente invernal. Pero no nos va a hacer redrar de nuestras
intenciones.
Collado, con las fauces de la canal norte |
Minutos sobre el mediodía y nos
asomamos al collado, que nos enseña las fauces del corredor norte, codiciada
vía invernal de acceso. Cuatro pasos hasta la base de la pared, y comprobamos
que la fácil trepada estival se complica con la existencia de placas de hielo
en la roca, lo que hace peligrosa su ascensión, y más aún su descenso. La
decisión es tan fácil como incómoda. Hay que dejarlo para otra ocasión. La
montaña ahí seguirá, y también nuestras ganas. Binomio imprescindible para
volverlo a intentar.
Pedregosa canal para alcanzar el collado |
En el collado |
La vertiginosa cara norte,
cubierta de esas pequeñas bolas de hielo, está ya inmersa en un ambiente
invernal, y como un buen tramo del sendero va por ella, hay que improvisar otro
itinerario por la solana, por unas inclinadas lajas cubiertas de descompuestos esquistos
que no dudan en hacerte rodar con ellos. Finalmente alcanzamos los 2775 metros
de esta cumbre que forma parte de la ancha pala que, con el resto de cordal, cierra
el circo por el norte. Alegrías, abrazos, fotos, y viento, mucho viento. De
nuevo, ponemos toda nuestra atención en el regreso al collado, del que bajamos
por donde hemos subido, para dirigirnos ya al fondo, junto al comienzo de la
pista que lleva a la tubería del carretón, e ir en busca de nuestro camino de
regreso por la solana.
Siete menos cuarto y de vuelta ya
a nuestro punto de partida. Una larga y dura jornada, sólo atenuada, y no es
poco, por la más que agradable compañía, por la conversación, que nos ha traído
y llevado de unos mundos a otros acompañados por el viento que hoy nos ha
mecido, por los escenarios, por los fracasos y conquistas, por la montaña…por
la vida. Una vida a la que hoy le hemos dedicado 21,8 km de deambular por
bellos parajes. Una vida a la que hoy le hemos dedicado 10h 45’ de tiempo
total, del que 7h 20’ han sido en movimiento. Una vida a la que hoy le hemos
dedicado 2.175 metros de D+ y los mismos de D-. Una vida, en definitiva, bien
empleada y que hoy ha merecido la pena ser vivida.
El track, en: http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10992769
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