domingo, 4 de octubre de 2015

Pala de Ip, la segunda dama

AQUERAS MONTAÑAS
La Pala de Ip (2775 m)
Sábado, 3 de octubre de 2015


            La madre siempre da a sus hijos lo que necesitan. También la Madre, también ella lo hace con sus seres queridos. El otoño es época de cambios, época de transformaciones en los tres Reinos de la Naturaleza. Los animales, comienzan a barruntar ya los primeros fríos, y muchos de ellos preparan ese largo letargo invernal. Los vegetales van replegando su actividad a sus cuarteles subterráneos, mientras que sus partes aéreas nos ofrecen su variado cromatismo y sus dulces frutos, tan necesarios para las reservas alimenticias de aquéllos. Las altas cotas del mundo mineral comienzan a albergar las primeras nieves. Nos metemos en octubre y nos resistimos a abandonar el verano, sin querer darnos cuenta de que él ya nos ha abandonado hace días a nosotros. Es verdaderamente apasionante ser testigo de tanta transformación, respirando con ella, latiendo con ella, viviendo con ella.



Primeras nieves
            Hoy, con Maite y Luis, volvemos a visitar la extraordinaria cuenca palustre de Ip, una joya de origen glacial, y de incuestionable belleza labrada por los hielos milenarios que han dejado su impronta en este, hoy en día, ibón, cabecera de un valle colgado que vierte al principal, al Aragón. Los vientos, las aguas y el tiempo han hecho el resto sobre esa corona de afiladas aristas abierta a poniente. Sí, ahí están, enhiestos, vibrantes, desafiantes, esos montes que deseando están de ser vistos, de ser visitados, de ser abrazados, de ser acariciados. Aun en su inmovilismo, a su manera, no se diferencian tanto de cualquier otro ser.

Caminando hacia el objetivo
        Ocho de la mañana. De una perezosa mañana que no llega a tiempo a la cita. Las espesas y negras nieblas se agarran a la noche y la retienen en su temprano deambular. Todo un ambiente que no invita nada a unirnos a él, pero que lo intentamos internándonos en el bosque de la solana del barranco, que por duras rampas nos va acompañando hasta sus confines. Los escasos claros nos han permitido ir viendo cómo las brumas salen de sus cobijos rupestres creando mágicos escenarios, de los que formamos parte. Con gran respeto rompemos la aparente soledad, ese silencio que nidifica en las entrañas de estos lugares. Atravesamos varios barrancos hasta llegar al fondo del circo, donde se aloja ese calmo ser que recibe el destilar de esta hermosa cuenca, el ibón de Ip, pero lo suponemos dormido todavía y no queremos molestar. Dos horas y media largas hasta aquí. Nos metemos por una vaguada tomando ya dirección a nuestro objetivo de hoy, Punta Escarra.

Poco habitual perspectiva sobre la Pala de Ip
            El flujo de norte quiere barrer las nieblas, quiere despejar la mañana. Parece que lo va consiguiendo. Nos metemos en un amplio barranco que esconde en su cabecera un pequeño circo, una lejana rinconada que vamos alcanzando en la voluntad de acercarnos a nuestra montaña. Comenzamos a ver en las caras norte, y a partir de los 2.300 metros bajo nuestros pies, los restos de la última vuelta de agua, que por aquí ha sido de unas pequeñas bolas de granizo que se conservan en su salsa. Un breve bocado para acometer la última subida antes del collado, nos hace sentir que el verano se ha ido sin despedirse, y que el hueco que ha dejado, a estas alturas lo ha llenado un frío ambiente invernal. Pero no nos va a hacer redrar de nuestras intenciones.

Collado, con las fauces de la canal norte
            Minutos sobre el mediodía y nos asomamos al collado, que nos enseña las fauces del corredor norte, codiciada vía invernal de acceso. Cuatro pasos hasta la base de la pared, y comprobamos que la fácil trepada estival se complica con la existencia de placas de hielo en la roca, lo que hace peligrosa su ascensión, y más aún su descenso. La decisión es tan fácil como incómoda. Hay que dejarlo para otra ocasión. La montaña ahí seguirá, y también nuestras ganas. Binomio imprescindible para volverlo a intentar.


Pedregosa canal para alcanzar el collado
             Veinte minutos para la una. No es pronto para intentar otro monte, pero tampoco tarde. La pala de Ip, que desde que nos ha visto esta mañana nos ha tenido en su radar, que nos ha mirado de soslayo, nos quedamos con la duda de si nos acogería en una mañana como ésta. Mientras vamos deshojando la margarita de si nos querrá o no, nuestros pasos van desandando lo andado por esta pequeña rinconada del majestuoso circo de Ip. Sin llegar hasta el fondo, vamos cogiendo la curva de nivel que nos lleve a algún punto de la canal que nos suba al collado. Y sí, la encontramos, la empinada pero no demasiado incómoda subida, te va engullendo, tornándose en más empinada y rota, pero que nos deja en ese collado de este gran cordal que forman la Pala de Ip con Tronqueras y Moleta, y que vierte aguas al circo y a la Canal de Izas. Un más que amplio panorama se nos abre a esas dos aguas. Unos cielos claros y limpios, pero muy venteados, nos aguardan. Un ambiente soleado, pero frío nos acoge. Por delante un delicado cresteo hasta la cima occidental, la menos alta de las dos, pero que será nuestra cima de hoy.


En el collado
           La vertiginosa cara norte, cubierta de esas pequeñas bolas de hielo, está ya inmersa en un ambiente invernal, y como un buen tramo del sendero va por ella, hay que improvisar otro itinerario por la solana, por unas inclinadas lajas cubiertas de descompuestos esquistos que no dudan en hacerte rodar con ellos. Finalmente alcanzamos los 2775 metros de esta cumbre que forma parte de la ancha pala que, con el resto de cordal, cierra el circo por el norte. Alegrías, abrazos, fotos, y viento, mucho viento. De nuevo, ponemos toda nuestra atención en el regreso al collado, del que bajamos por donde hemos subido, para dirigirnos ya al fondo, junto al comienzo de la pista que lleva a la tubería del carretón, e ir en busca de nuestro camino de regreso por la solana.


            Siete menos cuarto y de vuelta ya a nuestro punto de partida. Una larga y dura jornada, sólo atenuada, y no es poco, por la más que agradable compañía, por la conversación, que nos ha traído y llevado de unos mundos a otros acompañados por el viento que hoy nos ha mecido, por los escenarios, por los fracasos y conquistas, por la montaña…por la vida. Una vida a la que hoy le hemos dedicado 21,8 km de deambular por bellos parajes. Una vida a la que hoy le hemos dedicado 10h 45’ de tiempo total, del que 7h 20’ han sido en movimiento. Una vida a la que hoy le hemos dedicado 2.175 metros de D+ y los mismos de D-. Una vida, en definitiva, bien empleada y que hoy ha merecido la pena ser vivida.
  



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