IXOS MONS
Baio (1.193 m)
Mirutegi (1.170 m)
Sábado, 17 de octubre de 2015
De nuevo por tierras riojanas
para, en esta ocasión, hacer una incursión por su norte para entrar en zona
alavesa, concretamente ponemos nuestras miras en el puerto de Opakua, con sus
hayedos mágicos y sus puertos que fueron morada de antiguas civilizaciones que
tenían en las piedras su máxima expresión, y cuyos vestigios en forma de
monumentos funerarios han pervivido hasta nuestros días. No buscaba malos
sitios esta gente, no.
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Extensos hayedos |
La circular de hoy tiene punto de
inicio y final en lo alto del puerto de Opakua, que con sus 1.020 metros de
altitud, cruza por carretera estas sierras, entre tierras riojanas y la llanada
alavesa, que como grandes islas entre extensas llanuras y amplias cuencas, han sabido criar un microclima especial para
el desarrollo de especies de clara vocación atlántica, como son estos vastos
hayedos que conforman tupidos bosques de gratas sensaciones, máxime en época de
muda.
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Modernos monolitos que evocan otros tiempos |
Iniciamos la ruta metiéndonos ya
de lleno en el bosque, tomando el GR 282, convertido en Camino Natural Senda
del Pastoreo, tomando de momento la dirección a Urbasa. Al poco de empezar nos
encontramos con un mirador y su panel informativo, que nos da cuenta de mil y
un detalles de todo lo que nuestra vista alcanza. Lo avanzado del proceso
otoñal, hace que en ocasiones la gran cantidad ya de hojas caídas desdibuje el
sendero, lo que constituye un auténtico placer el perderte momentáneamente
entre los árboles.
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Al borde del abismo |
En media hora escasa, llegamos a
un gran claro en el bosque, que alberga la majada Zezama, que añora tiempos
mejores. Un moderno monolito con la doble espiral celta nos recuerda las
esencias de estas tierras. Estamos justo en la raya de este puerto, acariciando
el abismo. Pronto, de nuevo al bosque para cruzar esa zona con grandes rocas de
caprichosas formas de animales, como si alguno de los antiguos, muy antiguos,
moradores de estos pagos se hubiera querido perpetuar en el paisaje. Grandes
ejemplares de haya cubren de amarillo el lecho donde un pequeño rebaño de
ovejas apuran la temporada.
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Habitantes del bosque |
El Camino Natural cruza una
puerta, también nosotros, y con él seguimos todavía en dirección a lo alto del
Monte Baio, al que llegamos antes de dos horas de la partida. Está dotado de
vértice geodésico y buzón de cumbre, encumbrado, valga la redundancia, en una
artística peana metálica, con el escudo del Club Alpino Manu Yanke, de Aguraín.
Acompañados de un viento feroz, nos acercamos hasta otra cima próxima, el
Mirutegi, que también se alza sobre el acantilado para asomarse a esta gran
depresión de fértiles tierras. Un gran puerto de verdes pastos, que comienzan
su proceso de regeneración para la próxima temporada, nos atrae y nos va
llevando hacia la raya con el bosque, apartándonos del Camino Natural, que vira
hacia el norte. Nuestra ruta gira hacia levante, hacia ese territorio elegido
por nuestros antepasados de hace miles de años, para hace lugar sagrado de él,
cuyos vestigios se pueden admirar. Cromlech, menhir y dolmen, que presidían sus
ritos funerarios.
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Bordas de Legaire |
Estamos en el dominio Legaire,
con su conjunto de antiguas bordas. Sin darnos cuenta, nos vemos de nuevo
envueltos por el hayedo, donde nos llama la atención una dolina como muestra
irrefutable del paso del tiempo. La Ciudad Encantada también es buen lugar para
dejar vagar nuestra imaginación. Echamos un bocado junto a las ruinas de viejos
corrales, y enseguida movemos empujados por la desapacible tarde, amortiguada
por el todavía tupido cobijo de la foresta.
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De nuevo al bosque |
Como vamos bien de tiempo, nos
desviamos de la ruta para acercarnos a un lugar que merece la pena ser visitado.
Iturbaz, se llama, y nos encontramos con una laguna, entendemos que artificial,
pero que aunque así lo fuere, se ha sabido acomodar bien en el entorno, atrayendo
a gran cantidad de árboles, presumidos ellos, que no les ha importado arrimarse
a su orilla para con curiosidad comprobar cuál es su aspecto en el reflejo de
las mansas aguas.
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Bellos ejemplares |
De vuelta al desvío, seguimos por
el bosque hasta salir de él a unos claros, donde con agrado vemos que el tiempo
se quiere reconciliar con nosotros. Bienvenido sea. Salida a la carretera que
une los puertos de Opakua y Urbasa, y en poco ya al punto de partida, tras
haber recorrido 17,8 km, en 5h 45’ de tiempo total, del que 4h 15’ han sido en
movimiento, para salvar en torno a 700 metros de D+ y los mismos de descenso,
en una mañana disfrutona, con un tiempo que al final se ha portado.
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