miércoles, 28 de octubre de 2015

El Baio y el Mirutegi, por Opakua

IXOS MONS
Baio (1.193 m)
Mirutegi (1.170 m)
Sábado, 17 de octubre de 2015



            De nuevo por tierras riojanas para, en esta ocasión, hacer una incursión por su norte para entrar en zona alavesa, concretamente ponemos nuestras miras en el puerto de Opakua, con sus hayedos mágicos y sus puertos que fueron morada de antiguas civilizaciones que tenían en las piedras su máxima expresión, y cuyos vestigios en forma de monumentos funerarios han pervivido hasta nuestros días. No buscaba malos sitios esta gente, no.



Extensos hayedos
            La circular de hoy tiene punto de inicio y final en lo alto del puerto de Opakua, que con sus 1.020 metros de altitud, cruza por carretera estas sierras, entre tierras riojanas y la llanada alavesa, que como grandes islas entre extensas llanuras y amplias cuencas,  han sabido criar un microclima especial para el desarrollo de especies de clara vocación atlántica, como son estos vastos hayedos que conforman tupidos bosques de gratas sensaciones, máxime en época de muda.

Modernos monolitos que evocan otros tiempos
            Iniciamos la ruta metiéndonos ya de lleno en el bosque, tomando el GR 282, convertido en Camino Natural Senda del Pastoreo, tomando de momento la dirección a Urbasa. Al poco de empezar nos encontramos con un mirador y su panel informativo, que nos da cuenta de mil y un detalles de todo lo que nuestra vista alcanza. Lo avanzado del proceso otoñal, hace que en ocasiones la gran cantidad ya de hojas caídas desdibuje el sendero, lo que constituye un auténtico placer el perderte momentáneamente entre los árboles.




Al borde del abismo
            En media hora escasa, llegamos a un gran claro en el bosque, que alberga la majada Zezama, que añora tiempos mejores. Un moderno monolito con la doble espiral celta nos recuerda las esencias de estas tierras. Estamos justo en la raya de este puerto, acariciando el abismo. Pronto, de nuevo al bosque para cruzar esa zona con grandes rocas de caprichosas formas de animales, como si alguno de los antiguos, muy antiguos, moradores de estos pagos se hubiera querido perpetuar en el paisaje. Grandes ejemplares de haya cubren de amarillo el lecho donde un pequeño rebaño de ovejas apuran la temporada.

Habitantes del bosque
            El Camino Natural cruza una puerta, también nosotros, y con él seguimos todavía en dirección a lo alto del Monte Baio, al que llegamos antes de dos horas de la partida. Está dotado de vértice geodésico y buzón de cumbre, encumbrado, valga la redundancia, en una artística peana metálica, con el escudo del Club Alpino Manu Yanke, de Aguraín. Acompañados de un viento feroz, nos acercamos hasta otra cima próxima, el Mirutegi, que también se alza sobre el acantilado para asomarse a esta gran depresión de fértiles tierras. Un gran puerto de verdes pastos, que comienzan su proceso de regeneración para la próxima temporada, nos atrae y nos va llevando hacia la raya con el bosque, apartándonos del Camino Natural, que vira hacia el norte. Nuestra ruta gira hacia levante, hacia ese territorio elegido por nuestros antepasados de hace miles de años, para hace lugar sagrado de él, cuyos vestigios se pueden admirar. Cromlech, menhir y dolmen, que presidían sus ritos funerarios.

Bordas de Legaire
            Estamos en el dominio Legaire, con su conjunto de antiguas bordas. Sin darnos cuenta, nos vemos de nuevo envueltos por el hayedo, donde nos llama la atención una dolina como muestra irrefutable del paso del tiempo. La Ciudad Encantada también es buen lugar para dejar vagar nuestra imaginación. Echamos un bocado junto a las ruinas de viejos corrales, y enseguida movemos empujados por la desapacible tarde, amortiguada por el todavía tupido cobijo de la foresta.

De nuevo al bosque
            Como vamos bien de tiempo, nos desviamos de la ruta para acercarnos a un lugar que merece la pena ser visitado. Iturbaz, se llama, y nos encontramos con una laguna, entendemos que artificial, pero que aunque así lo fuere, se ha sabido acomodar bien en el entorno, atrayendo a gran cantidad de árboles, presumidos ellos, que no les ha importado arrimarse a su orilla para con curiosidad comprobar cuál es su aspecto en el reflejo de las mansas aguas.



Bellos ejemplares 
            De vuelta al desvío, seguimos por el bosque hasta salir de él a unos claros, donde con agrado vemos que el tiempo se quiere reconciliar con nosotros. Bienvenido sea. Salida a la carretera que une los puertos de Opakua y Urbasa, y en poco ya al punto de partida, tras haber recorrido 17,8 km, en 5h 45’ de tiempo total, del que 4h 15’ han sido en movimiento, para salvar en torno a 700 metros de D+ y los mismos de descenso, en una mañana disfrutona, con un tiempo que al final se ha portado.





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