Albarún (1.551 m)
Domingo, 11 de enero de 2015
No nos vamos a dejar amedrentar por un amago. ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! Tantas veces ha venido ya,
y era un cordero disfrazado. Pues hoy no vamos a hacer caso, vamos a guardar la
atención para otra ocasión que pinte peor, porque claro, en un potaje de buenos
garbanzos, por uno malo que salga no se va a estropear el cocido, o por lo
menos, no se lo vamos a permitir. O al menos, lo que sí vamos a hacer es no
ponérselo fácil, de modo que en lugar de ir por donde parece que va a llegar el
flequillo de este despeinao, vamos a tomar un poco de perspectiva, para verlo
de lejos. En definitiva, que no nos quedamos en casa, pero un poco sí que nos
guardamos.
Nuestro objetivo de hoy, la sierra de Baraguás, y más concretamente su
máxima cota, el Albarún, visitado recientemente en una mañana de locuras
trotonas. Este cordal, paralelo al eje pirenaico, orienta su paco a La
Garcipollera y sus valles interiores, y su solana a la divisoria de cuencas de
la Balancha, a todo ese espacio que rinde bien al Gállego, bien al Aragón, y
que alberga varios núcleos rurales repartidos también entre Sabiñánigo y Jaca.
Rincones de Villanovilla |
Elegimos subir por el paco, por la cara norte, y lo hacemos desde
Villanovilla, único pueblo vivo de este valle de La Garcipollera, que ve pasar
las aguas del río Ijuez sin verlas, con ojos que miran sin mirar, hundidos en
su agonía; con resecas lágrimas sin llorar, lágrimas de dolor, de rabia; con la
palabra en la boca, con la despedida en los brazos; con un corazón ajado, con
un coraje vestido de pino repoblado, uniformado, que retiene unas tierras sin
pastar, unos pastos sin rumiar; en una memoria que sí que recuerda. Aún
recuerda. Había que hacer un pantano… y se hizo. Había que abandonar unos
pueblos… y se abandonaron. Había que echar a unas gentes… y se echaron. Y había
que sacrificar a todo un valle para que sus aguas no arrastraran sedimentos y
colapsaran al coloso… y lo hicieron. Pues todo eso, aun siendo mucho, aún es
poco. A vueltas andan queriendo subir más y más ese criminal muro de cemento
que se está comiendo tres veces ya su presupuesto, dividiendo territorios,
dividiendo gentes, dividiendo sensibilidades. Pero claro, cuando no se tienen…
Albergue |
Por dónde íbamos. Ah, sí, por Villanovilla. Aunque no se consiga tras
generación y media ya, para muchas gentes de la montaña, la década de los
sesenta del siglo pasado fue para olvidar. Bergosa, Bescós, Yosa, Villanovilla,
Acín, Larrosa, Cenarbe, y no sé si nos dejamos alguno de este valle y contiguos,
fueron desalojados. Sus gentes marcharon, sus chamineras apagaron, y sus muros
cayeron. Todos vendieron. Todos, excepto Villanovilla, que a pesar de quedar
despoblado, los dueños mantuvieron sus propiedades, lo que les ha permitido
desde hace ya unos años el eludir los tediosos y eternos trámites de reversión
y volver. Volver a sus tierras, volver a sus casas, o a lo que eran, y
rehacerlas, siendo un vivo ejemplo de tenacidad y de supervivencia. A la nada
lo condenaron, y de la nada ha surgido. Ya lo siento, me he vuelto a perder.
Alfombra acristalada |
De Villanovilla pues, salimos en una mañana algo despistada porque se
siente maltratada por ese cambio de tiempo anunciado. Con lo a gustito que
estaban estas mañanas con nosotros, cómo viene ésta de alborotada. Pasamos de
puntillas el pueblo, y seguimos por la pista, que recorre el barranco de
Fenils, que aún conserva algún tramo helado… y bien helado. Tras unas cuantas
vueltas y revueltas, llegamos al collado de Las Candeleras, donde seguimos por
la pista que va coronando la sierra. Hasta aquí poco más de una hora. Justo
enfrente, sale la que baja hacia Baraguás.
Camino a la cumbre |
Aunque sigue el fuerte viento, al salir al sol el ambiente se caldea.
Vamos pellizcando esta loma, con vista a dos aguas, y por duras rampas vamos en
dirección poniente decididamente hacia nuestro objetivo de hoy. Pasamos por La
Contienda, una amplia explanada con restos de un antiguo yacimiento de gas, y
seguimos hasta alcanzar el Albarún, que con sus 1.551 metros de altitud, es la
cima de esta sierra. Cuarenta minutos más desde el collado. Una cima ésta que
se ha vuelto más amable, porque hasta hace un tiempo era muy celosa, no
permitía que tuvieras ojos para otras, sólo para sí, ahí estaba, siempre metida
en sus asuntos, sin comunicación con ninguna otra. Unas limpias forestales la
han sacado de su pertinaz autismo, y ahora sí, ahora se sube con mejor gana,
porque aunque sea a ella a quien visitas, aunque sea ella la protagonista, ya
admite actores secundarios.
Aire, agua, tierra, sol. Turbulencias |
Un cuarto de hora es lo que estamos, lo que nos cuesta echar un bocao
al cuerpo. No da para más el mal tiempo que vemos encerrado en los puertos del
norte, unos lobos que vemos acechando ahí y que alargan hasta nosotros sus
zarpas. Marrón lo tenemos, pero parece que para pocas horas. Con las mismas,
pues, emprendemos el regreso exactamente por el mismo sitio, y en lo que se
refiere hasta la llegada al collado, con más motivo. Y no es uno, sino varios.
Varios son los valientes hombres con escopetas, apostados, esperando a que
otros, o los perros, no sé cómo va esto, les echen sus esperados trofeos de
caza. –“No os salgáis del camino”,
dicen. No, desde luego. Al llegar al collado vemos un engañoso cartel de aviso
de las batidas, que comienzan a las 8 de la mañana. Y decimos engañoso, porque
a las 9:35 que hemos pasado de subida, no estaba. Sí, habéis entendido bien.
Yo, cazador, vengo a la hora que se me canta, pongo el cartel indicando que
desde las 8, y si hay alguien ya dentro del campo de tiro, con decirle que no
se salga del camino… Ellos estaban a la espera desde el solano, y nosotros
bajábamos hacia el paco… y si hubiésemos coincidido?… O es que igualseguimos en
los tiempos de aquél que decía aquello de que “… la calle es mía…”, pero también el monte, y con escopetas. Una
pena.
En fin, que después de calentarnos con los pueblos por un lado, y con
esta gente por el otro, llegamos a dar con los huesos de nuevo en Villanovilla,
que bien vale una visita por sus calles para contemplar sus arregladas casas,
porque sí, nos hemos calentado, pero no nos hemos cansado. Han sido 15,5 km en
3h 45’ de actividad, de los que 3h10’ han sido en movimiento, para salvar 750
metros de desnivel, con más de 900 acumulados, en una mañana de transición, en
una mañana de sentimientos encontrados.
Las fotos, en: https://picasaweb.google.com/chematapia/Albarun1551M
El track, en: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8656999
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