Peña Montañesa (2.295 m)
Domingo, 14 de julio de 2013
Como una de tantas, hemos de
comenzar esta crónica diciendo que es una nueva actividad de la Sección de
Montaña del CP Mayencos. Actividad que se ofrece de forma gratuita y altruista
a sus socios y federados en montaña. Mediado el mes de julio, y con unos
calores que se han hecho esperar, pero que han llegado con fuerza, nos lanzamos
a tratar de tú a la mayor altura de esta Sierra Ferrera, a poner bajo nuestros
pies, con todo el respeto del mundo a la Peña Montañesa, o como la llaman por
aquí al Picón d’o Libro, de 2.295 metros.
Arranque de la jornada |
Esta sierra, la Ferrera digo, está
enclavada en un lugar muy cercano a la confluencia de los ríos Cinca y Ara, las
dos grandes arterias del Sobrarbe. A su solana se mantiene, aunque con apuros,
La Fueva, que media con ese embalse donde se enjuagan las lágrimas de toda esa
gente que tuvo que salir de sus casas con el agua a la rodilla, que tuvo que
abandonar su tierra, sus orígenes y sus recuerdos, porque, como dice La Ronda
de Boltaña “… sólo querían agua y
electricidad”. La sierra, seguimos con Ferrera, ha sido testigo a lo largo
de su vida, bueno, más bien de la nuestra, de cruentas batallas en pos del
territorio. La última de ellas, la protagonizada por la Popular 43ª en su
heroica resistencia que se hizo imposible a pesar del coraje demostrado por las
mermadas tropas republicanas lideradas por Antonio Beltrán “El Esquinazau”.
Ese bosque encantado |
Pero vamos a ver si le arrancamos
esos y otros secretos a la montaña. Para ello, salimos de Jaca, Joserra, Cris y
Javier, con una pareja de lujo, Carlos y María Jesús, de la casa Peñarroya de
toda la vida. Y recogemos a Ástrid en Aínsa, desde donde nos dirigimos a los
pies de esta sierra, a la ermita de la Virgen del Pilar, en Oncins, donde al
filo de las nueve y cuarto estamos ya prestos para el arranque de esta que
esperamos sea una bonita jornada montañera.
Un sendero emboscado nos permite
empezar sin el calor prometido para hoy. Veremos lo que dura. Pues eso, en menos
de una hora ya dejamos atrás el arbolado y seguimos el camino entre piedras. Desvío
a la izquierda para tomar la Faja del Toro. Se queda para otro día, seguimos por el nuestro, que pronto
nos arrima a unos enormes muros calizos, para continuar por un falso llano
herboso, con buena tasca para el ganado. Entre erizones seguimos hasta dar
vista ya a la vertiente occidental, donde nos aguarda la visión estática de la
Peña Montañesa, a donde nos dirigimos.
Por ixos mons |
Grandes cortados de abismo. Pino negro
que lucha por sobrevivir, aunque no todos lo han conseguido. Zona muy
prominente, y en consecuencia nido de rayos, de lo que dan fe algunos ya chasis
retorcidos a los cuatro vientos, con truculentos pasados. Rodeamos por la parte
superior un enorme y vertiginoso circo pedregoso, para alcanzar un collado,
desde el que tendremos que bajar, y que no es menos vertiginoso.
Unas pendientes canales nos aúpan
a la cima, que abordamos tras más de tres horas de incesante subida. A nuestros
pies, El Sobrarbe, cerrado por arriba por ese eje pirenaico coronado por el
macizo del Monte Perdido, que lentamente se va deshidratando por Ordesa,
Añisclo, Escuaín y Pineta. Ese Sobrarbe, abierto por abajo, por donde confluyen
sus dos grandes arterias, el Ara y el Cinca, cuyas aguas se amansan en ese
enorme pantano de Mediano que tantas y tantas lágrimas enjuaga también.
Tortuoso pasado |
Casi una hora saboreando cumbre,
paladeando cumbre, no es suficiente para admirar todos sus miradores. Pero
tampoco lo sería un día entero, de modo que hay que ir poniéndose en situación
para bajar. Del vértice geodésico sólo queda la plataforma, pero lo que no ha
desaparecido es el buzón metálico, a la antigua usanza. Pirámide metálica con
un cajón en su base, en el que se pueden depositar tus ilusiones, tus
esperanzas, y también tus agradecimientos, a la espera de que la montaña te los
devuelva en forma de jornadas como ésta.
Bajada al collado, y tras haber
decidido no regresar por el mismo sitio, y hacerlo dando el rodeo a la peña, tragamos
saliva para emprender el vertiginoso descenso por el canchal que da vista a la
vertiente norte. Cuarenta minutos de eslalon continuo, que pone a prueba pies y
botas, rodillas y paciencia, pero que no nos imaginamos si hubiera que subirlo.
Cuarenta minutos, decimos, de inestabilidad permanente, que finalmente nos
abocan a un sinuoso y pedregoso sendero, pero más estable, que enseguida nos
mete en el bosque, en el que aprovechamos y de qué manera el blando suelo que
nos ofrece, y que en media hora más nos deja en la Collada, un paraje a dos
aguas al que se llega con rodantes. Breve descanso y seguimos.
Vertiginosas canales |
Ya se va dejando oír la enorme masa
de nubes de evolución que se han ido formando a lo largo del día, y que ya se
están aliviando por el gran macizo del Perdido. Hay que aligerar. Unas decenas
de metros por pista y entramos en el PR-HU 139, que nos llevará por bosque de
robles que nos hablan a nuestro paso, hasta Oncins en poco más de dos horas, no
sin antes haber hecho una merecida parada en la fuente Canalillo.
Desde la Collada |
Visita a la ermita de María
Magdalena, de inusual ábside rectangular, y un poco de asfalto, que también
existe, hasta los coches. Al final hemos llegado antes que la lluvia, pero no
por mucho. Han sido ocho horas y media para recorrer los más de 18 kilómetros,
con 1.200 metros de desnivel positivo, y otros tantos de descenso. Una buena jornada
de montaña, en la que hemos tenido el placer de tener el Sobrarbe a nuestros
pies. Para repetir. Gracias a todos y a todo.
Las fotos, en:
Pero es que no paras...
ResponderEliminarBueno... mientras el cuerpo aguante... Gracias, Anónimo.
Eliminarqué delicado relato de la ascensión, no le falta de nada, muchas gracias por relatarlo y recoger ese que es ya recuerdo
ResponderEliminarSerá la gente que tengo al lado, no?, que me inspira... Gracias, Cacatúa.
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