Año XIV. Entrega nº 934
IXOS MONS
Cerro de Iguarra (1728 m) y Punta Cuchiecho (1667 m)
Domingo, 20 de abril de 2025
“En un pueblo muy cercano a Sabiñánigo, he oído hablar de una bruja que se iba a casar y pasó por varias casas del pueblo para invitarles a la boda. En una casa no quisieron abrirle y aquella tarde murieron todas las vacas de la casa”. Severino Pallaruelo.
Cita que encontramos en la profusa obra del escritor, geógrafo, historiador, y amante de los Pirineos, nacido en Puyarruego, quien ha asistido al lento, pero contundente, proceso de despoblación de cientos de aldeas en las montañas, cuyo sentimiento lleva recogiendo en multitud de publicaciones a lo largo de varias décadas.
Y es que en este grandísimo y bellísimo escenario en el que nos movemos, las montañas pirenaicas, debido a su ancestral aislamiento, el tema brujeril es un denominador común en todos los valles y rincones de la montaraz geografía. Y el valle del Gállego no es ajeno a todo ello. Por todos los lados encontramos referencias a brujas, bruixas, diaples, diablos… que enriquecen la toponimia, y con casos de endemoniados, exorcismos… y todo lo relacionado con elementos sobrenaturales que, a los ojos del siglo XXI, no lo son tanto.
Hoy, en una de esas jornadas de transición entre muchas de mal orache*, nos acercamos a los montes de Biescas para darnos una vuelta por el siempre protector bosque y alzarnos a uno de sus cerros, el de Iguarra, que lo hace sobre varios de los barrancos subsidiarios del río Gállego. Para ello, partimos, andando ya desde el punto de alquiler de material, frente a la gasolinera, para cruzar el río por el puente y meternos inmediatamente a la zona de Jarandín, presidida por las instalaciones que la Fundación Gratal, de orientación opusdeísta, administra para la “dedicación preferente a la juventud y a la familia”.
Dejando a la derecha las instalaciones municipales de juegos infantiles, vamos saliendo ya a caminos tradicionales, que se topan con alguna urbanización fruto de los tiempos. Llegando a alcanzar el GR 16, lo tomamos a la izquierda, para seguir por un sendero a la derecha que va burlando la pista. Al cabo de uno de esos tramos de pista, encontramos el mirador de Carruscas, desde el que se obtienen unas preciosas vistas del valle, en las que se aprecia ese fondo glaciar sumergido bajo centenares de metros de hielo en la última época glacial hará, no sé, ¿10 000, 12 000 años?, hace tanto que no lo recuerdo.
Seguimos por la pista, y nos topamos con el barranco de Estaubén por primera vez, teniendo que decir que se ha dejado vadear. Como nos lo vamos a encontrar en más ocasiones, le preguntamos si nos va a tratar igual de bien… y su respuesta no sabemos aislarla del susurro de sus aguas, de modo que… seguimos.
Los tránsitos por los tramos de sendero son de una intimidad que sobrecoge, el abrazo que se siente de cada uno de los arbustos, de cada uno de los árboles por los que se pasa, realmente estremecen. Está el monte, el bosque, verdaderamente pletórico debido a la estación del despertar en la que estamos, debido a la cantidad de agua que les está cayendo encima, y eso se nota en el prana, en esa energía vital que trasciende los sentidos, y que correspondemos con un reconocimiento y agradecimiento infinitos.
Seguimos intercalando tramos de esos mágicos senderos con otros de pista, hasta que nos volvemos a topar con el amigo Estabuén, que se muestra igual de bondadoso, dejándonos cruzarlo sin necesidad de hacer comedias. Nos vamos encontrando con manchas de nieve, que poco a poco se van haciendo más continuas. Finalmente salimos del bosque a la loma, a un punto muy cercano a lo alto del Cerro de Iguarra, que con sus 1728 msnm es el techo de nuestra ruta, y al que subimos, ¿cómo no?
A pesar de lo cerrado de las nubes, somos capaces de distinguir lo que nos dejan ver. Por encima de nosotros, siguiendo el cordal, el Faja Lato, también llamado Puñero. Más arriba el Sarasé, sujetando por el sur a la sierra de Tendeñera. A nuestros pies, lo que otrora sería la baronía de Gavín, bajo la atenta mirada del cordal de los Pelopín, Yésero, Erata… más alejado el Oturia sobre el puerto de Santa Orosia… Al otro lado, el Sobremonte, con el telón de fondo de la Peña Oroel, el monte Pano… En fin, cuando nos cansamos de saludarlos nos hacemos la foto… y pa’bajo… Tras pasar por la punta Cuchiecho, volvemos a vestirnos de bosque, con las primeras gotas de fina lluvia, que la asustamos sacando los pertrechos de agua, como pasa siempre… o casi.
Al cabo de un buen rato nos sorprende un gran amontonamiento de piedras, con pinta de llevar media vida allí, junto a un mojón de montes. Lanzando al aire la pregunta de que qué sería eso, que, si alguien lo sabe que lo diga, no ha tardado mucho Javier Cazcarro, amigo del Face, en despejar la incógnita, y lo ha hecho de este modo: “Antes (mucho antes), la Baronía de Gavín con todos los pueblos que la componen, pertenecía a los Abarca, mientras que Biescas era tierra de realengo, por lo que ese deslinde tiene mucho sentido”. El “mucho antes” viene a cuento de mi elucubración inicial de que pudiera ser una linde del antiguo municipio de Gavín, término municipal hoy incorporado al de Biescas, pero es muy fácil encontrar gentes que saben más que uno.
Otro erudito de ese más que amplio colectivo de los que aprendemos siempre, y a los que acudimos con frecuencia en busca de referencias, es el historiador Antonio Ubieto, que nos dice que la primera mención la encuentra en el Cartulario de San Juan de la Peña, nº 232, anotado por el propio Ubieto, en 1079. En 1389 es en El libro de cuentas, pág 145, de Ledesma donde se cita a “Ruy Pérez d’Avarca, scudero, señor del logar de Gavín”. Y en 1484 se realizó, y aquí viene lo bueno, “un deslindamiento de términos entre Biescas y Gavín, registrado en Documentos lingüísticos, nº 149, de Navarro Tomás, coincidiendo así con la aportación del amigo Cazcarro.
Seguimos sendero abajo, hasta dar con la pista, que tendríamos que tomarla a la izquierda para continuar el descenso, pero lo hacemos al contrario, para acercarnos a los campos de Iguarra, dotados con refugio forestal y fuente. El tiempo, un poco ñññiééé con que le hemos hecho la cusqui sacando los pertrechos de agua, ya no se resiste más, aunque tiene ahora el miramiento de esperar a vernos protegidos bajo el porche del refugio y empezar con una llorera como él sabe. Pero hete aquí que, tras echar un bocado, también nos ve las intenciones de salir… y se para. Así que, claro, cómo no le vas a tener cariño a estas cosas.
De nuevo a la pista, para tomar otro sendero, de los muchos que hay. Se pasa por el cruce con indicación para la fuente Chaimona, a la que no nos acercamos. Seguimos, y llegamos a la Caseta d’as Bruixas. Pocos valles, pocos rincones de las montañas pirenaicas se escapan de este fenómeno. He aquí lo que hemos encontrado en la web de Leyendas de Huesca:
“Al parecer, las brujas eran muy aficionadas a esconderse en los bosques y a ocultar casetas solitarias en aquellos puntos más estratégicos.
En Biescas, junto al barranco de Arratiecho, existe una caseta llamada de «Las Brujas». Dicen que la bruja Maut era de aquella zona y cuentan que hacía ladrar a las personas como a los perros. En cierta ocasión, «un sastre se encontró, sin buscarlo, en la reunión del aquelarre, cundo vio a las brujas pasar a realizar el ósculo anal al diablo en forma de macho cabrío». El sastre sacó su punzón y le pinchó. Luego, la segunda vez que volvieron a pasar, cuando le tocó el turno al sastre, el diablo se volvió y le dijo: «Tú pasa, pero no beses».
Como cabe suponer, el buen sastre jamás regresó por aquellos lugares por temor a volver a vivir tan desagradable experiencia”. Pues eso, ahí queda.
El barranco de Arratiecho refresca este lugar, y nos va acompañando a lo largo de las zetas con las que el terreno soluciona el desnivel que vamos perdiendo. Se sale a la carretera del puerto de Cotefablo (N-260b), que se cruza y se sigue por sendero, del brazo del barranco, que cruzamos también, para ir llegando ya al pueblo, al que entramos junto al canal de la central eléctrica. Un plácido callejeo media hasta terminar la ruta en el punto de inicio.
Concluimos así una ruta sin excesivo interés montañero, pero que hace muy agradable una jornada pasada entre amigos por el aparentemente solitario, pero que está poblado de bellas criaturas, bosque, alcanzando el alto de una loma, con buenas vistas. En total han salido 14,6 km, recorridos en 7 horas y cuarto, con un desnivel acumulado de en torno a los 945 m D+/- (Wikiloc: 865 m D+/-), lo que da una pendiente media del 6,47%, alcanzando los 1728 m de altitud máxima del cerro de Iguarra.
GLOSARIO
Orache: mal tiempo
BIBLIOGRAFÍA
Viaje por los Pirineos misteriosos de Aragon. Severino Pallaruelo. El autor (1984)
Historia de Aragón. Los pueblos y despoblados II. Antonio Ubieto. Anubar (1985)
Pirineos montañas profundas. Ricardo Mur. Editorial Pirineo (2002)
Pirineo adentro. Ricardo Mur y Enrique Satué. Barrabés Ed. (2003)
RECURSOS DIGITALES
Institución Fernando el Católico. DPZ
Las fotos, con sus comentarios, y el track
Nota: La publicación de la ruta, así como del track, constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.
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