Mircea Eliade fue un filósofo rumano del siglo pasado, que dedicó gran parte de su vida al estudio de las religiones, y que empleaba el término Trilogía Hierofánica para describir la manifestación de lo sagrado a través de tres elementos fundamentales: la roca, el agua y la vegetación. Hoy, hemos ido en busca de esos tres elementos a tierras alavesas, en concreto a la sierra de Entzia, un espacio natural de cerca de 5.000 has., incluido en la Red Natura 2000 de la UE, en el que hemos encontrado esas aguas en el barranco de la Tobería, con sus maravillosas cascadas, en el seno de un espectacular hayedo, y unas rocas antropizadas en el neolítico, en el Raso de Legaire, donde también conviven esos tres elementos en perfecta armonía.
El citado Raso de Legaire son los puertos de la sierra de Entzia, y ancestralmente están gobernados de forma mancomunada, son las llamadas parzonerías, instituciones de tremenda singularidad histórica, modelos de gestión de los usos y aprovechamientos comunales de los montes, basados en la propiedad compartida en la que ninguna de las entidades que las integran posee una parte física del territorio. Su origen está arraigado en sistemas de organización y costumbres pastoriles, y están reconocidas como verdaderas entidades locales, dotadas de personalidad y capacidad jurídica propia y cuyos acuerdos son ejecutivos. En cuanto al aprovechamiento de la Parzonería de Entzia, su uso es principalmente forestal, ganadero, público, agrícola y científico-cultural. Sus objetivos son la protección y conservación de los recursos y valores naturales, el desarrollo sostenible de los aprovechamientos sin comprometer los recursos naturales y la compatibilización de usos buscando la integración con las mínimas interferencias.
Trece
mayencos, unos venidos de nuestros orígenes jacetanos, y otros llegados de algunos puntos más cercanos, nos dábamos cita en la población alavesa de
Andoin (municipio de
Asparrena), para dar comienzo a una ruta con dos partes muy diferenciadas. Por un lado, la clásica visita a las
Cascadas de la Tobería, nombre que deriva del barranco, que fluye sobre grandes extensiones de toba (más conocido en nuestros lares como tosca); y por otro, un recorrido por toda la cornisa norte de la
sierra de Entzia, con espectaculares vistas sobre la depresión del
río Arakil, eje natural de
Pamplona a
Vitoria, que forma la
Llanada Alavesa, y en la que se asientan gran cantidad de poblaciones, transitando por varias cotas menores, hasta llegar a su extremo más occidental y coronarla, ascendiendo a la
Cruz de Mirutegi y al cercano
Baio, que con sus 1197 msnm sería el techo de la jornada. Estos últimos fueron visitados desde el
puerto de Opakua hace como
seis años.
Comenzamos la jornada, que unos días antes daban despejado, pero que se ha precipitado un episodio de inestabilidad, y que no va a impedir que disfrutemos de la ruta. Una ruta que da comienzo en Andoin, para adentrarnos en el hayedo junto al barranco de la Tobería, dejando atrás a los diez minutos el punto donde cerraremos la circular, y alcanzando la primera de las cascadas en otros diez más. A partir de aquí, nos encontramos inmersos en un verdadero recital en las postrimerías del otoño, en el que los colores y aromas del bosque se acompasan con el sonido del agua deslizándose por las toberas tapizadas de musgo. Una verdadera y múltiple sinfonía que atrae no solo a nosotros, sino a un numeroso grupo de cazadores de la imagen que tienen en este espectacular entorno puesto su objetivo del día.
Pero nosotros no, nosotros no solo visitamos este místico lugar, sino que lo sobrepasamos dando continuidad a nuestra ruta por unos senderos que tenemos que ir adivinando, porque el escaso o nulo transitar y la magia del bosque se los han ido guardando para sí. A la hora y media de haber salido de
Andoin salimos del bosque a un lugar próximo donde cerraremos esta primera circular, transitando por unos momentos por itinerario común hasta alcanzar la entrada al
Raso de Legaire, donde nos topamos con el
Camino Natural Senda del Pastoreo, en su decimotercera de sus diecinueve etapas, y que no sabemos muy bien si coincide con el homónimo
GR 282, pero sí en esta. La señalética granate nos va subiendo hacia el mismo borde de la cornisa, a cuyos pies hemos dejado una buena yeguada a cobijo del feroz viento de sur que azota estas planicies.
Un frío viento que no impide que disfrutemos de las amplias vistas que nos ofrece la Llanada Alavesa, ese eje natural entre las ciudades de Pamplona y Vitoria, como quedaba dicho anteriormente, y que apacible se nos muestra a los pies a lo largo de los cuarenta y cinco minutos que nos cuesta la travesía hasta llegar a una vaguada, que bajamos para acometer la subida definitiva a la fachada oeste de este impresionante sinclinal, no exento también de excelentes vistas. En poco ya, alcanzamos la Cruz de Mirutegi, que se nos hacía visible en todo momento, y a continuación seguir hasta nuestro techo de hoy, los 1197 msnm del Baio, punto de inflexión de esta extraordinaria ruta, y desde el que comenzamos el retorno bajo el cobijo del hayedo, que se ha desprendido prácticamente de toda su vestimenta, tapizando el suelo para dar comienzo de nuevo al ciclo de la vida, porque nada se desaprovecha en la Naturaleza, donde siempre hay seres dispuestos a aprovechar lo que otros no aprovechan.
Al salir a los praderíos del puerto nos topamos con cantidad de vestigios megalíticos, que nos han quedado como testimonio de que hace miles de años ya era este un lugar acogedor para la vida humana. En menos de una hora dejamos atrás este sorprendente lugar y cerramos la circular, abriendo otra a los pocos metros, para descender por una ancha calzada directamente a Andoin en menos de otra hora.
En total han sido 5h 10’ los invertidos en esta ruta por la sierra de Entzia, con 670 m de desnivel acumulado total, recorriendo 13,8 km a lo largo de los cuales, esa Trilogía Hierofánica se conjuga armoniosamente, haciendo visible ese resultado que nos ha envuelto, transitando por unos lugares mágicos de singular belleza. Y como bien está lo que bien acaba, el colofón lo poníamos en torno a una buena mesa.
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Cruz de Mirutegi |
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Baio |
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