martes, 4 de mayo de 2021

Remílez, cuando la sierra de Gabás se asoma a Hecho

 


IXOS MONS
Remílez (1820 m)
Lunes, 3 de mayo de 2021

            Si analizamos etimológicamente la palabra “filosofía”, observaremos que es un término compuesto por el prefijo “filo”, del griego philos, que significa amor, pudiéndose traducir también como adicción, afición…, y el sufijo “sofía”, también del griego sophos, que significa sabiduría, conocimiento. Por tanto, ya tenemos cuál ha sido el faro en la vida de los grandes filósofos, y por qué no, de todo aquel que esté permanentemente en ese camino de búsqueda, como Jean Iris Murdoch, filósofa y escritora irlandesa que, entre otras muchas, nos dejó esta frase: Uno de los secretos de una vida feliz está en darse constantemente pequeños gustos.




            Es por eso por lo que uno se siente siempre feliz, porque constantemente se da pequeños gustos, pequeños placeres, en ese terreno de juego que tanto nos gusta y que tanto amamos, que son las montañas, las grandes y las pequeñas, da igual, porque en eso no importa el tamaño si sabes disfrutar por igual estés donde estés. En esta ocasión hemos elegido uno de los montes que la sierra de Gabás ofrece al valle de Hecho antes de dejar paso al río Aragón Subordán, en el que se refleja. Estamos hablando del Ramírez, aunque localmente se le conoce como Remílez que, con sus 1820 msnm, se alza 1000 sobre la capital del valle. Pues ahí hemos estado, en una mañana indecisa en lo meteorológico, pero que hemos querido acompañar en sus tribulaciones hasta que se ha convertido en tarde.




            Para situarnos en el punto de arranque diremos que, a la salida de Hecho hacia Oza, a mano derecha, junto a unos talleres mecánicos tomamos una pista asfaltada que lleva al polígono ganadero, pero que a unos 300 metros pasa por un lugar acondicionado para el descanso de caballerías de la Ruta Ecuestre del Santo Grial, pudiendo dejar allí el vehículo, frente a un ancho camino por el que volveremos, teniendo que retroceder unos metros para entrar por un camino por entre tapiales y campos. En poco salimos a otro más ancho, que tomamos a la izquierda, y que seguimos otros cinco minutos para continuar rectos en una curva cerrada. Enseguida salimos a un pequeño canal, que cruzamos recto, continuando ya por evidente sendero entre bosque. Es un viejo camino ganadero que, en algún tramo está reforzado para garantizar su continuidad. Una vez metidos en el barranco, si estamos atentos, se nos ofrece una bella imagen de un salto de agua entre badinas. Sin olvidarnos de Siresa, esa pequeña localidad hoy en día pero que escribió en letras grandes el comienzo de la historia del Reino de Aragón, con ese monasterio de San Pedro, que cobijó la educación y primeras enseñanzas del rey Alfonso I el Batallador.






            Se pasa por un corto tramo de espedregales, que resta algo de magia al camino, pero que se compensa con creces otro paso posterior junto a un arroyo, y el posterior ascenso por el bosque. A los cuarenta minutos del arranque llegamos a un abrevadero bajo el primer encuentro con la pista. Salimos a ella y la recorremos a la derecha unos metros, hasta encontramos la continuidad del sendero, hasta que en cinco minutos volvemos a toparnos con ella que, al contrario que la primera vez, tenemos que bajar un poco para retomar el sendero que, en otros cinco y por tercera vez la cruzamos, teniendo de frente, en esta ocasión un camino más ancho, que se nos antoja trocha de saca de madera, por el que seguimos nuestro ascenso. En diez minutos empinados más, se llega a unos descampados que ofrecen buenas vistas al sur, y que cada vez son menos descampados, porque la vegetación va fagocitando el praderío.



            A partir de aquí, hora y cuarto desde el arranque, la traza del sendero se vuelve más perezosa y no se muestra con tanta claridad, por lo que hay que agudizar el instinto, siempre ayudado por hitos. Al entrar de nuevo en el bosque se retoma bien esa traza, que nos lleva a unos campos abancalados al inicio de los cuales continúa el sendero a mano derecha. Poco a poco, el bosque va dejando paso a los pastos de montaña, y con ello se acrecienta la visibilidad, con una franca sensación de que se discurre por el filo de la loma a dos aguas, que instintivamente nos va subiendo hacia la cima, anunciada desde antes de llegar por el vértice geodésico, que se abre paso en el horizonte. Es justo mediodía, y las dos horas y media desde el comienzo son fehacientes de las cuentas que se echan en montaña, que son aproximadas, pero que en este caso se han clavado, y que son de 400 metros de desnivel por hora, porque estamos justo a esos 1000 metros más elevados que la población.










            Estamos en el extremo occidental de la sierra de Gabás, que se extiende hacia la cabecera del valle de Aragüés del Puerto. A nuestros pies, al norte, el barranco de Escarrón, y por encima de él, visualmente, unas se ven y otras se adivinan, muchas de las grandes montañas de este valle de Hecho, cuyas cumbres están entretenidas con lo que las nubes les ofrecen. Vetada gran parte del panorama y con el nivel de bienestar en cumbre por debajo de mínimos, no es mucho el tiempo que permanecemos, de modo que emprendemos el descenso acompañando a esta sierra en su caída al fondo del valle. Y lo hacemos primeramente por una prolongada loma de tasca, lo Fraxinal, la llaman, hasta llegar a una zona de campos y posterior refugio homónimos en algo más de media hora, donde aquí sí, aprovechamos para echar un bocado en compañía de dos de las muchas vacas que ya han subido para una larga temporada.



            La Peña Forca, quizá la reina del lugar, sigue sin ofrecernos visión sobre sus altas cumbres, pero no se lo tenemos en cuenta. Encontramos una hilera de piedras, como sujetando el talud, y la superamos para encontrar más fácilmente el sendero que, junto a un gran pino, nos mete en el bosque, y que por tres cuartos de hora nos va bajando, dejándonos engullir ya por las fauces del barranco. Una vez fuera del bosque, si echamos la vista atrás podemos ver una magnífica vista sobre el monte que hemos visitado y que nos vigila con su mirada. Se llega a la pista que, unos metros más abajo nos ofrece el sendero para continuar nuestra ruta. Se pasa por el sifón que da continuidad a las aguas del canal, y enseguida se llega al lecho del barranco, que cruzamos, y en poco se nos abre una entrada que tomamos para incorporarnos a una vereda entre campos, que nos lleva justo hasta el vehículo.



            Un total de 4h 40’ para recorrer 10,2 km y salvar un desnivel acumulado total de 1000 m D+/- ha sido el balance en números de hoy, pero que mucho más importante que eso ha sido la oportunidad que hemos tenido de degustar constantemente esos pequeños gustos en los que Jean Iris Murdoch nos contaba al principio que constituían los secretos de una vida feliz.





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