IXOS MONS
Grosín (1422 m)
Sábado, 1 de mayo de 2021
El constante martilleo comercial no cesa de recordarnos que la implacable dictadura consumista ha impuesto la celebración del Día de la Madre, como si el resto del tiempo no hubiera que honrarla. Ese ser, ese cuerpo en cuyo seno nos hemos formado guarda un paralelismo con ese otro concepto de madre, el de la Madre Naturaleza, en cuyo seno, también, todo se crea, todo se regenera, todo se vivifica.
Las montañas y los ríos son dos accidentes geográficos elementales y básicos que se estudian a una muy corta edad, pero son mucho más que todo eso, son un vivo y bello ejemplo, no solo de simbiosis, sino de colaboración, porque con esa mutualidad ambos participan en el proceso de evolución geológica del planeta. La Inteligencia Cósmica lo ha diseñado así. Las montañas aportan caudal a los ríos, y estos, en agradecimiento las dignifican, las hacen más altas con su permanente erosión del terreno. Las montañas son las madres de los ríos, y cuando las dejan atrás, se produce esa emancipación que les hace discurrir por la tierra media, y es esa madurez la que les aporta serenidad para desparramarse por la tierra llana, pero sin olvidar su esencia, sin olvidar sus orígenes, tanto es así que invariablemente vuelven a ellas en ese ciclo inagotable del agua, en ese también, ciclo inagotable de la vida, en el que nos hallamos atrapados como parte de él.
El monte Grosín, constituye uno de los bastiones que, junto al Albarún, jalonan el río Aragón mostrando su más viva expresión a las puertas de la milenaria Jaca, depositando en sus orillas esas esencias de la Alta Montaña pirenaica que generosamente va esparciendo a su paso. Sus 1422 msnm y el ser la mayor cota de la sierra d’Angelé le dotan de unas magníficas vistas sobre sus alrededores y sobre sus horizontes, sobre todos sus alrededores y sobre todos sus horizontes. El resto de la sierra a sus pies, y por debajo de ella, el valle del Aragón a un lado, y el de Lubierre al otro. Y por encima de ambos esas Sierras Interiores que lo ayudan a alzarse en su camino hacia las grandes alturas pirenaicas. Al sur tenemos las Exteriores, esa Peña Oroel, ese Monte Pano, y otras muchas haciendo barrera con la tierra llana. Entre el frío norte y el cálido sur, a uno y otro lado se extienden sierras y valles que albergan la vida de la media montaña.
Hoy hemos puesto la mirada en ese monte, en el Grosín, que alguna expresión de vida humana debió albergar, y de la que quedan restos del aljibe de una fortificación. Y para abordarlo, hemos hecho una aproximación en vehículos hasta el puente Grallas, de donde partimos por la pista que se adentra por el barranco de Serés, para al poco, dejar enderezar una lazada que dejamos siga su curso, porque nosotros mantenemos rumbo de frente por un sendero que nos lleva a cruzar ese barranco, tras de lo cual nos metemos por un ancho camino que sale a nuestra izquierda. Pronto nos alineamos con el tendido de alta tensión, incluso pasando por debajo de una de sus torres, para emboscarnos definitivamente, disfrutando de las bondades de un ambiente recientemente purificado por las generosas lluvias. Media hora hasta la entrada en el bosque.
Hay quien habla de 63 o 66 curvas, de cualquier modo, son más de 60 las que hay para subir por esta vertiente oriental del monte de Santa Eugenia, en el que conforme vamos subiendo, los pinos van dejando hueco a los cajicos, y donde nos vamos encontrando montones de piedras que testifican la presencia de pequeñas cabañas de uso pastoril, aunque otras, con mejor suerte siguen en pie, pero en ruinas. No es difícil imaginar este monte hace siete u ocho décadas, sin apenas vegetación y con todas esas cabañas salpicando la ladera, imagen que el tiempo devora, como el tiempo presente devora ferozmente al pasado. Como una hora más zigzagueando para acompañar al sendero, y veinte minutos más en esa travesía para alcanzar el collado de Serés, que es un cruce de caminos. Por un lado, la pista que sube por el barranco, y que hemos dejado al poco del arranque, y por otro la que baja a Guasillo. Ambas, señalizadas como PR-HU 52, se dan la mano para subir en una sola hacia esa sierra d’Angelé, a cuya mayor altura nos dirigimos.
Por pista ya, como decimos, continuamos dirección norte, hacia ese Grosín que se abre ya a nuestra vista y que, llegados a sus faldas, hacemos caso omiso a la indicación de la tablilla, que nos manda a la izquierda. Es por donde bajaremos, pero de momento, seguimos por la derecha, porque consideramos que es mejor opción para subir. A los diez minutos del desvío, y pasando por la cabecera del barranco Pichacos (Zunzurrunca en los mapas), en llegando a un pequeño collado, que justo muga con Castiello de Jaca, encontramos el arranque de un sendero a mano izquierda, que enseguida se embosca y que, por un delicioso tramo, en un cuarto de hora, nos sube a nuestra cima de hoy, dotada de vértice geodésico, y donde tenemos a nuestro alcance visual las amplias panorámicas antes descritas. Las dos horas y tres cuartos desde el arranque bien merecen la serena contemplación echando algo al cuerpo.
Para el descenso utilizamos el itinerario que se planteaba para subir, de modo que establecemos una circular. Bajamos por el sendero del solano, menos agradecido que el de subida, con un terreno descarnado, lo que favorece unas espectaculares vistas sobre la Solana de Jaca. En diez minutos llegamos a la pista, que tomamos a la derecha, situándonos ya sobre los pliegues de esta montaña, que albergan varios barrancos que conforman el de Castelillo. En otro cuarto de hora llegamos junto a otra cabaña espaldada, y un poco más adelante tomamos el sendero que ya nos dirige hacia esa Solana, y que pronto se viste de bosque por las faldas del llamado Pacolitano, sacándonos en pocas lazadas a un ancho cortafuegos, con la borda Plana ya a nuestros pies, y que enseguida alcanzamos. Una vez superada, ante la Corona del Villar, dejamos la pista de la derecha que vaya a Caniás, y tomamos la de la izquierda, que nos baja poco a poco hasta el seno del barranco.
El terreno se abre, y el amor del cauce propicia los cultivos y las casas de campo con sus huertas. A media hora desde las Planas, nos topamos con el camino de la Solana, señalizado como PR-HU 62, que tomamos a la izquierda para bajar a cruzar Castelillo, que dejamos vaya a donde él sabe, a rendirse al río Aragón junto al puente colgante de la Botiguera. Nosotros nos encaminamos ya decididamente hacia Jaca, subiendo una corona, para continuar hacia Guasillo y seguidamente hacia Asieso, ambas localidades con fuente junto a su respectiva iglesia románica. Desde esta última, solo resta bajar burlando la carretera por la derecha, y antes de llegar a la general, tomar el camino de la Central, y de allí al punto de arranque.
De este modo concluimos una gran vuelta por estos montes cerca de casa, tras haber recorrido 18,1 km, en 5h 45’, habiendo salvado un desnivel acumulado total de 790 m D+/-
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