jueves, 7 de enero de 2021

San Salvador, de blanco satén

 


MONS CON NIEU
San Salvador (1547 m)
Miércoles, 6 de enero de 2021


            Seguimos encantados por la magia de las nieves, una magia que lo envuelve todo, que lo abraza todo, que lo acoge todo, al menos en el mundo vegetal, aunque vaya en detrimento del animal, al que le añade más dificultades para sobrevivir, pero que de cualquier modo sirve de regulación de la vida y de diezmado de plagas. Malo no puede ser cuando hace el tiempo que hace cuando lo tiene que hacer. Intensas nevadas, seguidas de días de bajas temperaturas. Hacía años que no se veía algo así por estos lares, y es un verdadero disfrute para los sentidos. El mundo arbóreo todo algodonado, los suelos redondeados, los cielos limpios sobre las cumbres y las nieblas en el fondo de los valles. De nuevo la Naturaleza dándonos lecciones de vida, por encima de los nubarrones siempre brilla el sol.



            Hoy ha sido, de nuevo, otra de esas jornadas en las que hay que dejar que hablen las imágenes, porque sobre recorridos disfrutados en tantas y tantas ocasiones poco se puede añadir, aunque cada vez, cierto es, el paisaje sea distinto, el aire sea distinto, la luz sea distinta, y la psique que nos acompañe, también. Pero la fuerza de las imágenes va a alimentar más el alma, mucho más, infinitamente más, que unas torpes palabras.





            Acercándonos hasta Santa Cruz de la Serós, subimos a la pradera de San Indalecio, con sumo cuidado por haber hielo en la carretera. La verdad es que habíamos subestimado el cómo podía estar. Nos encontramos el lugar totalmente desierto. 





            Sobre un manto nevado, finalmente partimos rumbo al mirador de Santa Teresa, desde donde admiramos ese mar de nubes sobre la Galliguera, y desde donde partimos por el sendero de la cornisa, que hay que ir adivinando, y que nos deja en la, también nevada, pista asfaltada, pero por pocos metros, porque nos volvemos a meter en él, al cabo de una hora desde el arranque.












            Con las antenas ya a la vista, superamos un pequeño resalte en la roca, y tras dejar atrás el complejo, cuarenta y cinco minutos más, continuamos rumbo a la ermita, sin dejar de cabalgar sobre la cornisa, sin dejar de extasiarnos con el paisaje, tanto hacia la solana, como hacia los Pirineos al ir tomando ya altura.










            En casi tres horas, lo que bien podrían ser dos en otras condiciones, llegamos a la pista, que apenas tocamos para auparnos ya hasta la ermita y su vértice geodésico, con sus helados y alborotados pelos al viento. Las nieblas de la Galliguera se han disipado casi del todo, no así las del valle del Ebro, sobre las que destaca el Moncayo, que se prepara para un nuevo temporal, Filemona lo llaman, y que viene a desmentir las predicciones a largo plazo de los meteorólogos cuando vaticinaban un invierno más cálido de lo habitual, pues la susodicha Filemona está batiendo records históricos absolutos de bajas temperaturas.















            De regreso a la pista, y ya sin dejarla, de vuelta hasta el punto de partida, habiendo recorrido 11,8 km en 5h 20’, y salvando un desnivel acumulado total de 405 m D+/-, pero con un sobre esfuerzo debido al piso nevado, que nos ha obligado a abrir huella una gran parte del recorrido, pero con la compensación de integrarnos en un entorno totalmente inédito, totalmente espectacular... en una mañana de blanco satén.






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