Cabezo de Guara (1.868 m)
Lunes, 2 de mayo de 2016
Altibajos de la vida. Altibajos
en la faz de la tierra. Altibajos. La vida es pura alternancia. Hay tiempo para
inspirar, hay tiempo para espirar. Inspirando subimos a las montañas, espirando
bajamos a los valles. En las cimas buscamos la pureza, la paz, el sosiego, la
recompensa del trabajo, sin embargo es terreno hostil para la permanencia. El
ser humano necesita la pureza, pero en dosis razonables, pues todavía no es
capaz de resistir su intensidad. Por eso existen los valles, la tierra baja
donde se encuentran las condiciones para vivir y trabajar. Los Pirineos son un
buen ejemplo de ello, con sus altas cumbres y sus suaves y en ocasiones hondos
valles, pero hay una tierra, entre ellos y el valle del Ebro donde quizá se
reúna la más alta concentración de escarpes, de afiladas agujas, de rallas, de
roquedos, de profundos cañones, donde el tiempo ha visto pasar el agua y el viento
por sus recovecos, que anidando en ellos los ha acentuado más si cabe.
Hablamos de la Sierra de Guara,
cuyos dominios fueron declarados Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara
en diciembre de 1970, constituyendo el mayor espacio natural protegido de
Aragón, con sus más de ochenta mil Ha, incluyendo su zona periférica. Un
espacio que sin embargo fue descubierto en el siglo XIX por precursores
montañeros y naturalistas franceses, como Lucien Briet.
Hecho ya todo el cordal
principal, sólo nos quedaba llegarnos hasta el díscolo, hasta el no alineado.
Preguntándonos sin mucho éxito el por qué, visitamos el Cabezo de Guara,
adentrado ya en la comarca del Somontano de Barbastro, y que con sus 1.868
metros es su mayor altura.
Campos de Pedruel |
Una nueva vuelta de orache nos ha
dejado, y lo ha hecho dejándonos una cuña anticiclónica que no estamos
dispuestos a desaprovechar. Este monte se puede subir por varios itinerarios.
Nosotros hemos elegido hacerlo por Pedruel, pequeño pueblo que perteneció al
municipio de Rodellar y llegó a estar abandonado. Hoy, junto con éste y con Las
Almunias, de donde parte la estrecha carretera, están incluidos en el de
Bierge, y gracias al turismo de montaña y escalada, gozan de muy buena salud.
Pedruel, concretamente se alza a media ladera, sobre unos fértiles campos que
hoy nos saludan con su verde fosforito, que transmite alegría, que transmite
armonía, que transmite vida.
Interior de Casa Viñuales |
De este pueblo partimos con doce
grados de temperatura, a medio camino entre los menos dos que hemos llegado a
ver viniendo, y los veinticuatro que nos encontraremos a la vuelta. La mañana
fresca, radiante, promete. Al tajo. La primera impresión que nos llevamos es la
de unas escaleras de caracol, de piedra, en un campo de almendros, algo
insólito, que nos deja perplejos, pero por poco tiempo, porque al paso sale la
ama de la casa y nos lo explica. Se trata de unas escaleras que subían a la
falsa de la casa de enfrente, suya también, y que decidieron sacarlas para que
les diera el sol, supongo. Bueno, no sólo nos lo explica, sino que nos hace
entrar en esa antigua casa, hoy reformada, para orgullosa mostrarnos sus
encantos, testimonio de un pasado de vida y apego a la tierra. Casa Viñuales,
para más señas.
Sendero |
Nueve y media pasadas y enfilamos
una de las calles para meternos ya sin remisión en la senda bien definida, pero
de incómodo pisar, que nos va subiendo sin cuartel. Media hora no ha pasado, y
ya vamos teniendo vista sobre alguno de los grandes del Pirineo. El gran cordal
de las Tres Serols y las Tres Marías, separadas por el enorme tajo del collado
de Añisclo, llama poderosamente nuestra atención mudamente gritando que están
ahí, a lo que correspondemos con nuestro mudo, también, contemplar.
Cabras silvestres |
Sabinas y carrascas van saliendo
en nuestro auxilio para aliviarnos algo del sol. Algunos ejemplares de estas
últimas, verdaderamente espectaculares, tanto así que sólo inspiran veneración
y respeto. Tras pasar por un tramo de cómodo pisar, en cosa de hora y media
hacemos el alto de una pequeña cumbre, Lacuna Alta, la llaman, desde donde se
nos presenta ya nuestro objetivo, un tanto lejano, y siempre acompañado del
Tozal de Cubilás. A nuestra derecha, la agreste sierra de Lupera, que en sus
Gorgas Negras aprisiona a un Alcanadre que chicorrón, deseoso marcha a dar vida
a la tierra llana. Detrás de esta imponente sierra, el no menos imponente cañón de
Mascún. La mirada se clava en este bellísimo fenómeno geológico, y es difícil
de convencer para seguir adelante.
Nos sorprende una pequeña cabaña
de cabras montesas, de las que se ven cada vez con más frecuencia por estos
montes, y que según se dice, pueden provenir de antiguos rebaños domésticos que
fueran abandonados a su suerte al tener que marchar las gentes precipitadamente
de estos pueblos. Al margen de los motivos de unos u otros, lo cierto es que da
gozo verlas por aquí.
Cerca ya de cumbre |
El sendero nos deja en la pista
del Coto de Bastarás, que mucho se podría hablar de ello, pero no vamos a
permitir que empañe esta extraordinaria jornada de montaña. Seguimos por ella
unos minutos, sin dejar de ver nuestro objetivo, y de nuevo a la senda, que ya
en menos de media hora más, y por terreno de lapiaz, nos sube a la cumbre. Una
muy amplia plataforma, de la que emerge un vértice geodésico, y las ganas de
que nos quedemos un rato, sale a nuestro encuentro. No le vamos a privar del
deseo. En poco más de tres horas hemos recorrido algo más también, de los 8 km
que distan desde Pedruel.
Nieve en la cara nororiental |
Tercera cumbre de este magnífico
cordal de Peña Guara, auténtica columna vertebral de estas sierras, de estos
barrancos, de estos territorios humildes, callados, bruscos, ariscos, pero que
familiarizándote con ellos son de lo más gratificantes. Las vistas desde aquí
son impresionantes. Hacia el sur, da comienzo la gran depresión que alberga el
padre Ebro. A levante, el Alcanadre, el Mascún y las sierras que los forman. A
poniente, los hermanos alineados del Tozal, Ballemona y Cubilás. Y dejamos el
broche final para el Gran Norte, con el que median montes tan queridos como San
Juan de la Peña, Oroel, Oturia… Y qué decir de ese gran telón de fondo, que
contiene todos y cada uno de los macizos pirenaicos, con sus penachos
generosamente nevados como hacía años para estas fechas.
Grandes ejemplares de carrasca |
Gran hito |
Pero la vida sigue. El sol sigue
saliendo todos los días, y de una forma u otra sigue habiendo futuro. Y el
nuestro inmediato es despedirnos de todo este plantel de montes, de todo este
escenario del que hemos participado unos minutos, y poner proa al descenso. Un
descenso que se realiza exactamente por el mismo itinerario, de modo que no
mucho más que contar. El mismo sendero, las mismas cabras, el mismo paisaje,
los mismos árboles… pero todo al revés. Volvemos a Pedruel, rodeado de verdor,
tras haber recorrido 16,3 km, en poco más de 6 horas de tiempo total, del que
4h 50’ han sido en movimiento, para salvar en torno a 1.470 metros de D+. Ya
tenemos todas las joyas de esta corona… y ellas a nosotros.
Las fotos, en:
https://picasaweb.google.com/chematapia/6280741056041605009
El track, en: http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=13202799
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