jueves, 23 de agosto de 2018

Los Cárpatos Meridionales, por la Rumanía de los Alpes de Transilvania

AQUERAS MONTAÑAS
Cárpatos Meridionales
Sábado 11 a domingo 19 de agosto de 2018



            “El valor de las grandes montañas es el de los hombres y mujeres que se miden contra ellas, de lo contrario no son más que montones de rocas”.

            Sirvan estas sabias palabras de uno de los grandes entre los grandes en el mundo de las montañas, como fue Walter Bonatti, para dar comienzo a nuestra historia de estos días por los Cárpatos Meridionales, también llamados los Alpes de Transilvania. Y no le falta razón al maestro de este oficio, porque han sido seis días de intenso contacto con la naturaleza rumana, en concreto con sus montañas. Unas montañas que se nos han mostrado como son, agrestes, duras, salvajemente bellas. La falta de grandes alturas ha sido suplida con creces con las dificultades propias del deambular por esas crestas, por esos senderos colgados sobre abismos a dos aguas, que unían sucesivos collados, por esos barrancos, por esos delicados pasos por una roca de inestables esquistos sobre los que había que extremar la precaución. Cuestas, en ocasiones empinadas e interminables, muchas horas de marcha, aderezadas una jornada con intensa lluvia y granizo, arriesgados destrepes, sirgas, cadenas, todo ha puesto a prueba a este valeroso grupo que, como dice Bonatti, ha conferido ese valor a estas montañas que, aun teniendo vida propia, solo es validada si se transita con humildad, con admiración, con reconocimiento, con valentía, con precaución, y con la compensación que da el paso por suaves praderíos, enormes bosques de coníferas y hayas que pueblan las laderas de los valles, surcados por arroyos que se convierten en ríos, disfrutando de sus aguas, de su aire, de su luz, en compañía de este grupo, tan duro como las montañas que año tras año se empeña en transitar. Un grupo formado por Maite, Lola, Sara, Marisa, Fernando, José Luis, Luis, Toño y yo mismo que ha sido guiado por Cristian, y del que con el también guía Javier Garrido han estado siempre pendientes en todo momento.

Brindis por la buena marcha

            Sábado, 11 de agosto. Jornada de tránsito. La T1 de Barajas es el escenario donde da comienzo esta nueva aventura que nos va a llevar por tierras rumanas. A media tarde pisamos suelo en el Aeropuerto Internacional de Bucarest Henri Coanda, llamado así en honor de un pionero aeronáutico rumano. Ya nos espera Cristian y Consti, el chófer del microbús que nos va a hacer los traslados estos días, y que sin más dilación nos transporta hacia nuestro primer destino, la ciudad de Sinaia, donde nos alojamos, y cuyo nombre proviene del bíblico Sinaí. 

 
Preparando el camino

Palacio-castillo de Sinaia
            Domingo, 12 de agosto. Primera jornada: Sinaia – Babele – Bran. Comenzamos esta primera jornada de montaña con la visita a los exteriores del palacio Peles, de gran importancia no solo en el país, sino en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, mandado construir por el rey Carlos I de Rumanía. Un delicioso paseo matutino antes del desayuno que nos dé fuerzas para subir a lo más alto de esta población turística que alberga una gran extensión de pistas de esquí alpino que hacen las delicias de los más pudientes aficionados al blanco deporte. En lo más alto, como decimos, encontramos el terminal inferior de una de las telecabinas, que tomamos para enlazar con otro, y que nos lleva al comienzo de nuestro deambular por estas montañas.  
 
Nos ponemos en marcha
Por los puertos de Bucegi
            Con el pico Costila y su enorme cruz a la vista, y tras una breve subida damos paso a un fuerte descenso para formar parte del gran escenario de los puertos de estos montes de Bucegi. Una ancha pista entre amplios espacios de pino negro de cortas dimensiones nos lleva a otro gran espacio dedicado al deporte en altura. Seguidamente alcanzamos el terminal superior de otra telecabina, la de Babele, tras de la cual llegamos a esos fenómenos de la naturaleza, unas sobresalientes prominencias de conglomerados y areniscas parte central de este Parque Natural de Bucegi.
 
En el Parque Natural de Bucegi
Contemplando inocentes nuestro escenario de descenso
            Hora tres cuartos más y llegamos al dominio Omu, con su pico, un promontorio rocoso casi inaccesible, y su refugio, en cuyos alrededores tomamos un bocado, contemplando el Gaura Valea, un precioso valle colgado de origen glaciar, por el que aun sin saberlo en ese momento íbamos a bajar. Para ello nos incorporamos al sendero que va en busca de un collado, dejando a la derecha unos impresionantes abismos que ellos sabrán a dónde se dirigen. Nosotros no queremos saberlo, y poco a poco nos dejamos engullir por el enorme circo que cierra este valle de Gaura, que significa “agujeros”… veremos.

Pico y refugio de Omu

El circo nos devora
            Una vez llegados hasta el fondo de este valle colgado, comienzan los escarpes, que tenemos que ir superando poco a poco, echando manos a la roca, y en ocasiones a cadenas instaladas a tal efecto. Son destrepes delicados, que acometemos bajo la atenta mirada de los guías y de las afiladas crestas que coronan a ambos lados este valle, y que nos introducen en las entrañas del bosque, que transitamos a lo largo de casi tres horas, hasta dar con la pista, en cuyos comienzos encontramos el monumento a siete soldados israelíes fallecidos en un accidente de helicóptero en el transcurso de unas maniobras conjuntas con el ejército rumano. Pero antes de ello, bien se valen diez minutos para desviarse a mano derecha, en un lugar señalizado, y visitar un bonito salto de agua que hace el arroyo.

Momentos

Crestas que coronan el valle
            Bien. Casi una hora más de pista hasta dar con el bus que viene a nuestro encuentro, y que nos acoge tras 9 horas y media de pateo, finalizando así este primer contacto con la montaña cárpata. Un bus que nos lleva hasta Bran, otra ciudad turística, afamada por su castillo, cuya sangrienta historia sirvió de argumento para la creación del Conde Drácula, personaje de ficción de la factoría hollywoodiense. Pero de eso ya hablaremos otro día.



Preparados para la segunda jornada
Tránsito por el bosque
            Lunes, 13 de agosto. Segunda jornada: Bran – Parque Nacional Piatra Craiului – Brasov. Amanecemos en Bran, y el bus nos lleva hasta Zarnesti, población que hace de puerta de entrada al Parque Nacional Piatra Craiului. Y en Podul Magurii nos introducimos de la mano del arroyo que lo ha ido formando a lo largo de milenios. Como algo más de una hora por el fondo de este cañón hasta introducirnos en un sendero emboscado que en otra hora y cuarto nos sube a Curmatura, un refugio de montaña situado en un excepcional enclave sobre estas montañas y bajo el cresterío de Piatra Mica, que tuvimos que dejar para otra ocasión.

De camino a Curmatura
Refugio de Curmatura
            Alimentados por la comida de alforja, pero especialmente por las impresionantes vistas desde Curmatura, comenzamos el descenso por otro sendero que, elevado sobre el anterior nos va vistiendo de bosque hasta llegar a la fuente Botorog en la entrada del parque, habiendo pasado por praderíos por los que se dan vida las buenas cabañas de ganado vacuno que pastan por estos montes. Algo más de cinco horas ha durado esta circular por una de las mejores rutas de este Parque Nacional Piatra Craiului, tras de lo cual volvemos a dar buena cuenta de la manduca de hoy al amor de la citada fuente.

Piatra Mica
Interior del castillo
            El bus nos lleva a Bran, porque tenemos pendiente la visita al castillo del Conde Drácula, que realizamos tras largas filas de gentes que, como nosotros, esperan su turno para entrar y visitar las dependencias de esta fortificación construida en el siglo XIII por los Teutones de Santa María de Jerusalén de vuelta de su derrota en Tierra Santa. Un castillo cuya historia atraviesa incesantemente la invisible línea entre la realidad y la ficción, entre el despiadado y sangriento trato que Vlad Tepes, o Wladislaus Dragwlya, como firmaba sus documentos, apellido que le viene de su descendencia de la Orden del Dragón, y gran defensor de Valaquia de las incursiones otomanas, famoso por los castigos sangrientos a los que sometía a los que consideraba sus enemigos, y lo que todo ello inspiró al irlandés Bram Stoker para publicar en 1897 su famosa novela, fuente de conocidas películas antiguas y modernas.

Fin de la visita

            De nuevo al bus para trasladarnos a Brasov, en sus tiempos llamada “La Ciudad Stalin”, cuyo centro recorremos en busca de sus grandes monumentos, como son la Iglesia Negra, así denominada por el incendio producido en la localidad en 1689, y el ayuntamiento principal, que actualmente alberga el Museo de Historia.


 
Camino al cañón de las siete escaleras
Cabaña en el bosque
            Martes, 14 de agosto. Tercera jornada. Brasov – Cañón Sapte Scari – Refugio Piatra Mare – Lago Balea. En esta tercera jornada vamos a alternar los caminos horizontales o inclinados, con los verticales. Nos vamos a adentrar en el cañón Sapte Scari, o de las siete escaleras. Una polvorienta pista nos va llevando a terreno boscoso más agradable que, acompañados por el fluir de un pequeño río nos sube poco a poco hasta el fin de la misma, donde da comienzo el tránsito por las escaleras y pasarelas metálicas necesarias para sobreponernos a este cañón, en cuyo comienzo unas clavijas en la pared dan cuenta de las diversas riadas, pareciendo increíble que el agua haya llegado hasta ellas, pero así sería, claro. El viaje de vuelta, se puede recorrer mediante el descenso por unas tirolinas estratégicamente situadas entre el arbolado. Lástima que bajemos por otro sitio.
Comienza la fiesta

Superando el cañón
           Tras el tránsito por las divertidas instalaciones, hora y tres cuartos de ameno ascenso por el bosque median hasta la salida a unas extraordinarias campas que emergen por encima de él, y en las que está situado el refugio de Pietra Mare, en cuyos alrededores aprovechamos para descansar y echar un bocado, así como para ascender a las prominencias rocosas y asomarnos sobre los profundos valles que tenemos a nuestros pies. Estamos en uno de los más bellos escenarios imaginables de prados de alta montaña, pero tiene una pega… que hay que abandonarlo.

Refugio de Pietra Mare

Descenso por el bosque
            Si tres horas y cuarto nos ha llevado la subida, la bajada, también por bosque, la hacemos en poco más de dos, completando de ese modo una bonita y variada circular en casi siete horas de puro placer, combinando los fierros con el tránsito por un bosque que ha llenado de magia nuestro deambular por estas montañas. Solo nos resta ya tomar el bus que nos acerque hasta el lago Balea, un enclave sin parangón en estas montañas, y que nos va a albergar durante las dos próximas noches.


Cabaña en el lago Balea

El lago a punto de despertar
            Miércoles, 15 de agosto. Cuarta jornada: Lago Balea – Pico Laitel – Ref. Caltun y regreso. Hace cinco años visitamos la parte más septentrional de los Cárpatos, los Tatras de Eslovaquia, y desde entonces teníamos la deuda con la parte más meridional de la cordillera, donde encontramos las montañas de Fagaras, por las que vamos a discurrir estas tres siguientes jornadas. Una más que sinuosa carretera con incontables curvas que te va subiendo hasta el lago Balea es la solución aportada por Ceaucescu ante el temor de que se repitiera en su país la invasión de Checoslovaquia de 1968 por parte de la URSS. Construida en la primera mitad de la década de los 70, forma parte de la Transfagarasa, y alcanza, como decimos este singular paraje de extraordinaria belleza como es la plataforma más alta de este circo habitado por el lago Balea, que debido a sus más de dos mil metros de altitud, tiene en invierno el acceso cerrado por carretera, siendo posible llegar a través del teleférico.

Rumbo al Negoiu
Coronando el Laitel
El terminal de ese teleférico no dista mucho de nuestro punto de alojamiento, del que salimos hacia el norte para dar un panorámico rodeo a esta cuenca, para dirigirnos finalmente hacia el sur y salir de ella por encima de un evidente collado. Sendero éste que nos hace pasar ya por la cabecera de otro de los valles que conforman estas montañas, solitario éste. En el horizonte más próximo un puntón que dejamos a nuestra derecha al tiempo que perdemos altura. Las subidas y bajadas se suceden, alternando tramos que hay que ir superando con especial atención al gran patio que se abre bajo nuestros pies, encontrando alguno de ellos con cadenas que facilitan el tránsito.

En el Laitel... que nos pillaba de paso
El tiempo va cambiando
            Al término de varios de esos tramos más delicados, nos encontramos un remanso de paz presidido por monumento en memoria de Sile Nicolau, profesor y pionero del esquí rumano, fallecido en 1967. A partir de aquí, una corta pero pendiente subida para alcanzar el pico Laitel, que con sus 2390 metros de altitud sería nuestro techo de hoy. Pero eso no significa que sea nuestro punto de retorno, no. Seguimos el programa establecido dirigiéndonos hacia el pico Negoiu, segunda altura del país con sus 2535 metros de altitud.

Los Caltun y Negoiu

Entorno Caltun
            Las buenas condiciones meteorológicas de estas jornadas pasadas parece que llegan a su fin, contando ya a partir de hoy con unas predicciones adversas, con tormentas a partir de las primeras horas de la tarde, lo que hace que abandonemos nuestro objetivo de hollar el Negoiu, teniéndonos que conformar con llegar hasta el entorno Caltun, presidido por los picos del mismo nombre, que se reflejan en el lago también homónimo, encontrándonos antes de llegar a él una plataforma ocupada por no ya tan moderno refugio. Buen lugar, con buen dominio visual para echar un bocado, contemplando cómo los nubarrones llegan antes que nosotros al Negoiu… que al ser incompatible su visita con la nuestra, y considerarnos más débiles, somos los derrotados en el duelo abandonando el campo de batalla.

Refugio Caltun

De vuelta
            Y lo hacemos no deprisa, que por estos caminos no se puede correr, pero sí sin perder tiempo. Y no podemos contar mucho más, porque el camino de vuelta es el mismo que el de ida, aunque bien es verdad que el paisaje es diferente, y no solo porque lo ves en otra dirección, sino porque nunca tiene la misma luz. Es como un río, que nunca lleva la misma agua. Bueno, pues siendo un poco más prosaicos, pico Laitel, brusco descenso en busca de esa cruz que, como la Cruz, conmemora una muerte, y subiendo los niveles de atención al máximo volvemos a cruzar esos pasos delicados para pasar de nuevo bajo el puntón y, al contrario que en la ida, ir directos al collado que nos quedó abajo, para bajar ya directamente a la base de esa cuenca del Balea, habitada hoy día festivo también por aquí, por miles de turistas atraídos por la belleza del lugar.

Llegando al lago Balea

            Y ahora sí, poco más. Un alto en el camino para degustar las birras del lugar, y a cobijo, que no tarda en llover y granizar lo que se ha estado aguantando gentilmente durante los últimos compases de nuestro transcurrir por la montaña, por la que hemos estado en torno a 8 horas de auténtico placer.


Abandonamos la cuenca Balea

Alcanzando el collado
            Jueves, 16 de agosto. Quinta jornada: Lago Balea – Ref. Podragu. Segunda noche pasada en este extraordinario emplazamiento de Balea. Segunda y última, porque seguimos camino continuando la travesía típica que une el Negoiu con el Moldoveanu, segunda y primera altura de Rumanía respectivamente, y que hemos adaptado al grupo, de modo que salimos de Balea para dirigirnos a Podragu. Y lo hacemos por otro de los collados evidentes de este circo, una debilidad de las montañas que nos da paso a la cuenca del dominio Capra, al que damos alcance visual tras cuarenta minutos de no siempre cómodo ascenso hasta el collado.

Lago Capra y su entorno

En el camino
            A partir de él se nos abre un nuevo mundo de montañas. Nuevos horizontes que escudriñar y nuevos caminos que nos acercan a ellos. También nuevos y continuos subibajas hasta alcanzar tras tres horas desde el lago Capra y peligrosos pasos asistidos por sirgas, otro collado en el que otra cruz nos recuerda lo peligroso de estos senderos… y eso en ambiente seco, porque coincidimos en ese punto con el desatar de una tormenta que nos venía acechando ya durante bastante tiempo y no se ha podido contener. Ropa de agua y a seguir. La tormenta ruge sin piedad con toda su furia de lluvia, granizo y viento, y lo hace mientras nuestros cansinos pasos discurren por una empinada cuesta con patio, mucho patio a ambos lados, teniendo que fijarlos fuera de un camino convertido en veloz torrentera.

Hacia la tormenta

Bajando hacia Giurgiului
            Un camino que pasa por debajo de los Arpasu, y que nos da paso a la cuenca del Giurgiului, con su lago y los restos de un refugio metálico que entendemos que algún fenómeno meteorológico ha destrozado y que nadie se ha preocupado de recoger sus restos que campan libremente contaminando no solo visualmente el entorno. En otros veinte minutos más alcanzamos un collado desde el que perderemos la visual sobre el Moldoveanu, nuestro cada vez más lejano objetivo de mañana. Desde este collado, la visión que sí ganamos es la de la cuenca de Podragu, con su refugio, al que tardamos como cuarenta minutos en llegar. Son cuarenta minutos mucho más agradables, la lluvia ya ha cesado, el sol se ha abierto paso entre las nubes, y una ligera brisa contribuye a ir secando los ropajes.

Belleza sin par

Cuenca de Podragu
            Casi siete han sido las horas, desde Balea, de las que dos y media han sido bajo una intensa lluvia acompañada de viento y granizo, de una tormenta que ha gustado de acompañarnos. Y cuatro son las que restan hasta la hora de la cena, y que empleamos en cambiarnos de ropa y poner a secar la mojada, algo que no conseguimos en todos casos, especialmente con las botas. Una buena sopa caliente de tomate nos reconforta, al tiempo que vamos dando vuelta por la ropa tendida, ya que el tiempo se ha vuelto a poner de tormenta. Y con la cena y algo de velada damos por concluida esta penúltima jornada por estas bellas montañas.


 
Preparados para el ataque final

En marcha
            Viernes, 17 de agosto. Sexta jornada: Ref. Podragu – Pista Simbata – Sibiu. Última jornada por estos montes transilvanos, y como previsto ayer no vamos a volver sobre nuestros pasos hasta el collado para subir el Moldeveanu, las predicciones meteorológicas son persistentes, y para hoy dan peor tiempo y su llegada antes que ayer, y como el padrón de la mojadina ya lo tenemos como bastante lleno, ya decidimos anoche que lo de hoy va a ser bajar por este mismo valle hasta el encuentro con el bus.

Refugio de Turnuri

Uno de los vadeos... quizá el mejor
            La proximidad de las altas crestas que cierran el valle nos permite deambular cuando por sol cuando por sombra, lo que hace bastante agradable el descenso. Un descenso que en ocasiones hacemos junto al río y en otras dejamos que siga a su aire. En hora y media alcanzamos un refugio intermedio, el de Turnuri, con un elemento en la puerta, posiblemente el guarda, que ve impasible nuestro deambular curioseando su interior. Echamos un breve bocado y seguimos por el bosque por un sendero que cruza el río continuamente, unas veces más agraciadamente que otras, pues los puentes son de madera, las avenidas frecuentes y el mantenimiento escaso.

La magia del bosque

En busca de la luz
            Seguimos por el bosque, en el que conviven las coníferas con las hayas en una disputa de a ver cuál es el ejemplar más alto, y en ello están. Tres horas de descenso por un bosque plagado de osos que afortunadamente huyen del bullicio. Finalmente llegamos al final de la pista, donde da comienzo nuestro tránsito por ella, y en la que encontramos por una parte obreros enzarzados en la creación de una cuneta, y por otra los hay también afanados en labores forestales, extrayendo del bosque parte de sus mejores tesoros. A los veinte minutos nos topamos con el bus, que viene a recogernos, dando así por finalizada no solo la jornada, a la que le hemos metido más de cinco horas, sino una serie de seis de ellas pasadas por estas montañas.

Fin de nuestras andanzas montañeras

Desde el puente de las Mentiras
            Nuestros huesos recalan en Sibiu, que con 150.000 habitantes es la capital del distrito. Una ciudad limpia y acogedora que se preocupa por que no le falten eventos que atraigan a las gentes que como nosotros nos acercamos tras unos días de buenas caminatas por las montañas. Una ciudad que se esfuerza por agradar, en la que se respira ese ambiente mezcla entre sus muchas épocas históricas y su modernismo, expresado en sus calles peatonales, con sus veladores, su bullicio, su alegría, esos particulares ojos rasgados que te vigilan desde los tejados de sus casas. Un reposado paseo por sus calles demostrará que nos quedamos cortos en nuestra apreciación.


 
Los ojos que todo lo ven
Piata Mare
            Sábado, 18 de agosto. Jornada de tránsito, Sibiu – Bucarest. Amanecemos en Sibiu, esa ciudad que mira desde lo alto de sus tejados. Sus ojos rasgados miran, sí, pero no intimidan, crean una complicidad con el viajero, que se pregunta cuántas otras cosas habrán visto a lo largo del tiempo, qué otro devenir de las gentes, de sus gentes, han podido observar y se guardan para sí. Cuántas idas y venidas, de cuántos intereses encontrados, cuántas vidas habrán pasado por su escudriñar silencioso. Qué diálogos tendrán en la intimidad, cuando el sol cae, las luces se apagan y el bullicio se diluye entre los adoquines del empedrado. Indudablemente, nos sentimos parte de ello, nos sentimos “víctimas” de su mirar, nos sentimos que, como los ojos de Buda, nos observan desde cualquier ángulo en el que nos encontremos, pero lo asumimos con simpatía, con desenfado, con agrado, sabiendo que su felicidad es la felicidad de la gente que deambulamos por las calles.

Catedral de la Santa Trinidad

Vista parcial de Sibiu y sus mmontañas
            Volvemos a visitar sus calles. Ayer también lo hicimos por sus barrios, por esa muralla de la Ciudadela. Hoy, entramos en la catedral de la Santa Trinidad, de profesión evangélica, subimos más alto que sus campanas, donde la torre se asoma a los cuatro puntos cardinales para contemplar la ciudad desde lo alto. Pero… hay que marchar, hay que abandonar esta preciosa ciudad, lo que significa que hay que ir abandonando el mundo de las montañas, que es el que nos ha traído hasta aquí.

En el campanario

Poblado ganadero
            Pero antes, nos acercamos por el Museo Nacional de ASTRA, que es el de mayor extensión al aire libre de Rumanía, y uno de los mayores de Europa. En él se encuentran representadas las diferentes etnias del país, su cultura, sus tradiciones, sus formas de vida, todo ello en mini poblados, con sus edificios típicos, incluso con pequeñas iglesias con culto, de hecho nos topamos con varias bodas. Todo ello en un marco natural y en torno a un lago. Recorrerlo es sumergirse en la vida tradicional de sus gentes y del aprovechamiento de los escasos recursos que tenían a su alcance. Casi tres horas que uno no se puede perder si visita esta ciudad.

 
Gitanos haciendo cestos

Monasterio e iglesia ortodoxa de Cozia
            Ahora sí. Emprendemos el largo viaje hacia Bucarest, la capital del país, necesario para volver al nuestro, pero sin muchas esperanzas de que nos agrade, al fin y al cabo es una ciudad, y cuanto más grande peor para los que nos mueven las montañas. Más de seis horas nos lleva, parando, eso sí, a comer y visitar un monasterio ortodoxo en Cozia. La jornada termina con una cena, la última, en un restaurante típico algo alejado del hotel, en donde la protagonista es la ceremonia de despedida, con agradecimiento a todo lo que hemos vivido estos días, pero especialmente a Cristian y Javier, que han estado continuamente pendientes del grupo, y más en los momentos delicados.

 
Parque Cismigiu

            Domingo, 19 de agosto. Jornada de tránsito Bucarest y regreso. Mañana libre, que aprovechamos para una visita a la capital Bucarest, donde viven dos millones de habitantes de los veinte de todo el país, contabilizándose diez más fuera de él, de los que uno en España y otro en Italia, naciones más afines idiomáticamente.

Edificio del Ateneo Rumano

Pasaje de los paraguas
            Nos deslizamos por las calles del casco viejo, que no son precisamente buen ejemplo de limpieza y mantenimiento, con unos edificios que añoran con nostalgia su época de esplendor, pero que luchan por salir adelante en un entorno decadente. Nos llama la atención un instituto de secundaria bilingüe, rumano-español, con el nombre de Miguel de Cervantes. El parque Cismigiu ocupa buena parte del centro de la ciudad, y representa un buen balón de oxígeno; además de tener una muy buena representación floral y arbórea, está dedicado a destacados representantes de la cultura rumana moderna y contemporánea.

La llaman la "Casa del Pueblo"

Vista de la ciudad desde el balcón principal
            La religión predominante es la Cristiana Ortodoxa, y resulta curioso ver que una de las pocas iglesias católicas está en la calle Luterana. Diversos edificios monumentales salen a nuestro paso, pero la guinda de la tarta se la lleva el Palacio del Parlamento Rumano, paradójicamente llamado por su creador Ceaucescu la “Casa del Pueblo”, una obra en la que no nos vamos a detener mucho por no dar pábulo a ideas megalómanas llevadas a cabo a costa del sufrimiento del pueblo precisamente de ese pueblo al que pretendidamente se quiere defender. Tan solo diremos que es el edificio civil más grande del mundo, que ocupa una superficie de más de 300.000 km2, con 12 plantas en superficie y 8 subterráneas, en el que para su construcción se emplearon 700 arquitectos y 20.000 personas… eso sí, se habla que se tuvieron que demoler varios barrios de la parte alta de la ciudad con un total de doce iglesias, dos sinagogas, tres monasterios y más de 7.000 casas. Con 1000 habitaciones, alberga las dos cámaras legislativas del país, no estando en uso el 70% de sus estancias… y sin estar terminado, aún se está construyendo en sus alrededores la Catedral de la Salvación del Pueblo Rumano, que cuando se termine será la sede patriarcal y la iglesia ortodoxa más grande del mundo. Ahí lo dejo.

Uno de los enormes salones

            Y poco más, traslado al aeropuerto, despedida de nuestros Cristian y Consti y al pájaro de acero que nos transporte a nuestras tierras, junto con un grupo de gente con el que no nos cansamos de compartir viajes, de compartir experiencias, de compartir momentos, risas, esfuerzos, no sin un puntito de sufrimiento en ocasiones, pero al fin y al cabo es ese compartir el que nos hace más fuertes y el que nos prepara para las dificultades.

Brindis de despedida

            Y nos vamos con gran satisfacción por esos recorridos por los Cárpatos Meridionales, por esas montañas que están ahí, deseosas de agradar, deseosas de ser contempladas, admiradas, deseosas de ser acariciadas por nuestras botas. Deseosas. Como nosotros por ellas. Han sido unos días de caminar sereno, de estar atento en las dificultades, de pasar andando, de ver mirando, de oír escuchando, de tocar sintiendo, de amar la tierra, de amar las montañas, porque ese es el verdadero Templo, ese es el verdadero Culto, esa es la verdadera Unidad. Las Montañas del Mundo.




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