lunes, 27 de noviembre de 2017

Castillo Mayor, sobre los abismos de Escuaín












AQUERAS MONTAÑAS

Castillo Mayor (2014 m)
Domingo, 26 de noviembre de 2017


            Hubo un día en el que el Hacedor de las montañas se encontraba inspirado. Hubo un día, en el que pensó en el ser humano, seguramente antes de su puesta en marcha. Hubo un día en el que descubrió estas tierras del Sobrarbe que, con ese nombre ya intuyó también que la tenía que dotar con ese Árbol, que tanto juego iba a dar… y con otros muchos. 

             Hubo un día.

Castillo Mayor, accesible por su solana

Sestrales, sobre Bestué
        Sí, hubo un día en el que la materia cayó de tal forma sobre estos paisajes que cuando fueron habitados por el ser humano ya tenían garantizado que iban a ser motivo de asombro, ya tenían garantizado que iban a conquistar su alma, pero no sólo la de aquellos primeros moradores, no, sino la de las generaciones futuras, las miles de generaciones futuras, que han encontrado en ellos tierras de conquistas, tierras de asentamiento, tierras que labrar y en las que apacentar sus instintos trogloditas.

Peña Montañesa también custodia al Cinca

            Y como no hay montañas sin ríos, hemos de hablar también de ellos. Concretamente del Cinca, que trae las esencias del mismísimo macizo del Monte Perdido, de su agónico glaciar. Un Cinca que se alimenta del Cinqueta, del Yaga, del Bellós, entre otros, y se fusiona con las aguas del Ara, sin perder su nombre, sin perder su identidad, porque éstas últimas también aportan la misma esencia pirenaica, en este caso del macizo del Vignemale, que convive en armonía con el anterior, en una serenidad perpetua.

Una de las proas de la fachada norte

Macizo de las Tres Sorores, sobre la Garganta de Escuaín
            Uno de los vigilantes de ese Cinca y de uno de sus privilegiados afluentes, el Yaga, es esta montaña, altiva, brutal, salvajemente bella, inexpugnable por su peor cara, que muestra desafiante a las airadas nortadas, pero mansa, accesible, cordial, amable, por su solana. Cuando ese Hacedor diseñó los grandes macizos de la divisoria, trayendo sus manos llenas de arcilla de los Talleres del planeta, se dejó caer un pegote que apenas levanta de los dos mil metros, pero que disputa en belleza con cualquiera que se le compare. Castillo Mayor, sobre los abismos de Escuaín. Castillo Mayor, que con la Montañesa custodias el paso del Cinca. Castillo Mayor, que hoy nos has dicho ven… y lo hemos dejado todo.

Ahí vamos, templaus, más que la mañana

Hacia el gigante
            Y así ha sido. En una fría mañana, pero con un sol sin fronteras, nos hemos llegado hasta Puértolas con Olga, Marisa, Danielle, Carlos y Toño, animados por este último para venir a presentar nuestros respetos a esta montaña, que desde el principio nos muestra su puerta trasera, porque en el fondo le gusta ser visitada. Como a quinientos metros por encima del pueblo, y nada más pasar el desvío a Escuaín, se quedan los vehículos para darles el turno a las piernas, que enseguida se ponen en marcha. A menos de cien metros carretera arriba, sale a la derecha un sendero, que flirteando por entre bojes y pinar, va tomando altura suavemente. Se atraviesa una zona de pasto, que nos permite ir acercándonos ya hacia la pared, y en unas cuantas lazadas más, por terreno despejado, se alcanza un collado, que nos da vista al puerto de esta montaña, un enorme sinclinal, de lecho herboso, aunque agostado, y que hace las delicias de un buen grupo de sarrios que por aquí deambulan a sus anchas.

Llegando al puerto

Abriendo paso al agua
            A pesar de ser un terreno tremendamente kárstico encontramos una pequeña balsa de agua, con una capa de hielo que cuesta romper, y que lo hacemos para permitir el acceso a los animales salvajes, porque domésticos ya no se ve ninguno por aquí. Tenemos enfrente toda la cornisa que se eleva sobre ese terreno lapiaz, y que nos hemos propuesto recorrer entera, a pesar de su incomodidad. Para ello seguimos por el fondo del puerto para alcanzarla por el este, lo que nos da ya la medida de los enormes paredones que tenemos bajo nuestros pies, y que caen a pico sobre unos extensos canchales en la fachada norte de esta imponente montaña.

Ventana al Gran Norte
Asombrados por el inmenso patio

            Este asome es capaz de quitar el hipo a cualquiera, lo que se nos abre a la vista es una extraordinaria panorámica sobre ese Gran Norte, y una de sus bellas entrañas que tenemos a nuestros pies, la Garganta de Escuaín, que junto con el Valle de Pineta, el Cañón de Añisclo y el Valle de Ordesa, son los cauces por los que el macizo de las Tres Sorores nos regala todo lo que es… y no es poco. Y hablando de regalos, recibimos otro, más cercano, más humano, la llegada hasta este punto en el que estamos de Izarbe y Javi, tras años y años de haberles perdido la pista. Tanto queremos saber de unos y otros, que se unen al grupo para recorrer toda la cornisa.

Transitando por el lapiaz de la cornisa

Pocos tramos amables
            Un recorrido en el que se hace AB-SO-LU-TA-MEN-TE incompatible el andar y el mirar al mismo tiempo. Sí, transitar por encima de un lapiaz entraña unos riesgos que no aconsejan compartir esos momentos con otros menesteres, lo que nos obliga continuamente a detenernos para mirar, para admirar tantísima belleza albergada en esos gigantescos espacios que tenemos ante nuestra vista.

En una antecima

Con buenas amigas en la cima
            En la parte central de la cornisa se encuentra el vértice geodésico, cuyo entorno nos acoge para echar un bocado y seguir contemplando y contemplando. No nos cansamos. Continuamos la marcha para completar el tránsito por la cornisa, hasta su extremo NW, desde el que se deja ver la Peña l’Ombre, aunque los mapas no se ponen de acuerdo en si con ese nombre se conoce al extremo en el que estamos situados. Abandonamos ya este lugar y sus telones de fondo para encaminarnos más por intuición que por camino hacia ese fondo del sinclinal, llegándonos hasta ese pequeño collado donde cerramos el círculo, para descender por el mismo sendero, hasta que en media hora alcanzamos un desvío a mano derecha, que tomamos para visitar la fuente de Sala, que tímida ofrece el agua sólo para la toma, suponemos que del pueblo.

Grandes abismos, a la vista de las Tres Sorores y las Tres Marías

            Continuamos el descenso por un tramo algo penoso, pero breve, que nos deja en la pista de la montaña Sensa, que siguiéndola llegamos a la estrecha carretera de Bestué. Un par de kilómetros entre ambas, para llegar a los vehículos tras haber recorrido 12,4 km en un tiempo total de 6h 25’, del que 4h 35’ han sido en movimiento, salvando un desnivel acumulado total en torno a 1070 m D+/-, en una mañana pasada entre amigos por unos escenarios espectaculares.






4 comentarios:

  1. Hola Chema.

    Esa zona de Escuaín es bien maja, y menos frecuentada que su vecino el Cañón de Añisclo.

    El Castillo Mayor, a pesar de su altura, es una gran montaña, un recorrido diferente, pero muy bonito.

    Un saludo.

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    1. Sí, no tiene mucha altura, pero es realmente sorprendente, tanto su porte como sus vistas. Gracias.

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    2. Hola Chema.

      He llegado a tu blog a través del trax en Wikiloc. Gracias por el trax y esta reseña.

      Tengo una pregunta sobre el tramo entre el vertice y la punta oeste (Peña l'Ombre) o sea, "waypoint Balcón NW" en tu trax.

      Conozco la parte este de la cresta (he bajado por donde subiste). Para seguir al oeste por la cresta, ¿sigue el terreno parecido del tramo al este del vertice? Sé que estamos hablando de ese incómodo karst pero quiero saber si hay alguna complicación más en ese tramo ... ¿Y para bajar al prado supongo no hay "senda" pero sin dificultades reseñables?

      Mil gracias.
      Un saludo, jane.

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    3. Hola, Jane. Siento el retraso en responder. No, no hay mayor dificultad que el incómodo tránsito por el karst. Gracias por el comentario.

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