lunes, 16 de marzo de 2015

Gratal y Peiró, dos centinelas del Guara occidental

IXOS MONS
Gratal (1.567 m)
Peiró (1.579 m)
Domingo, 15 de marzo de 2015



            Cuando tenemos al tiempo revuelto, que no sabe si va o viene, conviene centrarlo un poco, todo lo que nos deja, claro, que más bien es centrarnos nosotros en busca de su lado más amable. Y en esta jornada lo hemos hecho en tierras menos pirenaicas, más bajas, pero no por eso menos dignas de nuestro pateo, que también tienen mucho que ofrecer. Nos hemos acercado a los límites occidentales de la Sierra de Guara para hacer una travesía sur-norte y de paso hacer dos cimas, el Gratal, de fuerte personalidad, que se asoma a la Hoya de Huesca, y el Peiró, de porte más modesto, aunque algo más alto, y que pertenece a la cuenca de Arguis. Cinco somos, cinco, los que nos echamos al monte, a los montes.

Donde se junta el tiempo
           Dejamos un vehículo en la presa del embalse de Arguis, que según reza en la cartelería, es el más antiguo de Aragón, ya más de trescientos años dividiendo territorios. Ahí es ná. Y con otro nos dirigimos a la urbanización Golf de Guara, de cuyo límite norte partimos, y lo hacemos vestidos de romeros floridos, vestidos de almendros floridos, vestidos de primavera en definitiva, para ya, con el primer objetivo a la vista ir encaminándonos a la bocana de las Gorgas de San Julián, ese lugar donde la piedra se hace agua y el respiro asombro, ese lugar donde los contrarios se juntan formando un conjunto arquitectónico natural de primer orden, modesto, pero de primer orden, que hace ir conteniendo el aliento conforme te vas acercando a su final, con esa sensación de que los sedimentos conglomerados te van a tragar, te van a engullir. Una sensación fundada, porque eso es lo que hacen estas arrugadas paredes.

Con el belén de Peña Guara
            En poco más de media hora nos vemos entre estos dos murallones, que se convierten en uno, a cuyos pies se remansan unas claras aguas, donde los peces beben y las lavanderas lavan. Sí, ambiente de belén, belén montañero, que encontraron en este singular lugar hace años componentes de Peña Guara, ese club de montaña de Huesca, que con más de 80 años de vida es uno de los más antiguos de Aragón.

Interior de la ermita de San Julián
            Salimos de este magnético lugar, desandando lo andado hasta el desvío a la ermita rupestre de San Julián, a donde subimos para hacerle una visita y rendir culto a tanta y tanta tradición de oscuros años, tiempos en blanco y negro, en los que a las preguntas naturales se le buscaban respuestas sobrenaturales en los repliegues de la vida. Su interior alberga un altar repleto de imágenes de todos tamaños, entre las que destacan la Virgen del Pilar, San Lorenzo, y el propio San Julián. El agua y el aire se alían para crear en las piedras unas curiosas formaciones que llaman la atención del visitante.

Enfilados hacia Gratal
            Dejamos este espacio de oración y de recogimiento, pero también de fiesta y de esparcimiento, y continuamos sendero para salir de este barranco y meternos en el de Fenés, más abierto y generoso, que cruzamos para salir a terrenos de sembrados campos que dejamos a nuestra izquierda. Una estrecha pista, que convertida en zarzal en largos tramos, nos va llevando hasta que damos con la entrada a un sendero, que se nos antoja nos va a acortar terreno y nos va a llevar directos al collado. Y así es, siempre bajo la atenta mirada del altivo Gratal. Una vez llegados a ese collado, nos permite la mejor vista sobre Nueno y sus tierras.

Vista norte desde Gratal
           De nuevo en la pista, la seguimos hasta meternos en otro sendero que más aplicado nos lleva a contornearle la cinturilla a esta muela que despegada de la sierra marca bien el territorio. Tras un corto tramo de espesos erizones llegamos a una explanada de donde parte ya el sendero cimero, cuyos amables bojes nos acarician, y que se encarga de subirnos las pulsaciones hasta la misma cumbre. Una amplia cumbre ocupada por una singular capilla metálica, coronada por una gran cruz haciéndose la fuerte, haciéndose la mayor altura en casi cinco kilómetros a la redonda, donde se encuentra el Peiró, que con doce metros más es nuestro próximo objetivo, y que vemos asomar justo al norte. Él también nos ha visto. Aguarda, que vamos.

Cima de Gratal
            Sin ser ésta una gran altura, sí es una atalaya privilegiada para, como la Rosa de los Vientos, dirigir nuestra mirada a todo nuestro alrededor. Al sur, a nuestros pies, la Hoya de Huesca y tierras de Ebro más allá. El oeste la Sotonera y la sierra de Loarre. Al norte, nuestro próximo campo de acción, con la sierra de las Calmas y Peiró, con otras sierras exteriores pirenaicas como San Juan de la Peña u Oroel, y la nevada cordillera al fondo. Y al este los dominios de Guara, coronados por su Tozal. Sin duda una recompensa a las tres horas y media y a los ochocientos metros de desnivel desde el arranque.



A la sombra de Gratal
            La bajada se hace rápida. Seguimos dirección norte, para acometer la verticalidad de la cicatriz producida por el gaseoducto, y que burlamos casi al final para continuar por la pista en dirección oeste. Una pista que alberga nieve y hielo en los pacos y que nos lleva, tras varios sube y baja más, hasta entrar en el Camino Natural de la Hoya de Huesca, que viniendo de Bolea, termina etapa en Arguis. Dura subida que se ve recompensada con un bocado al abrigo del frío viento, ante un Peiró ya casi al alcance de la mano.



Hayedo de Peiró
            Con Manolo nos adelantamos para ir ganando terreno y subir este próximo monte,esta ralla atrapada entre dos valles, las cuencas de Arguis y Bentué de Rasal. Pero antes hay que llegar, lo que se convierte en una verdadera delicia, porque el hayedo está dispuesto a acogernos en los misterios de su ser. Llegamos al desvío y lo tomamos. Tras un tramo de cierta horizontalidad nos metemos en un estrecho y descarnado barranco, que con jadeos nos lleva a un pequeño collado, para acometer ya el sendero que nos aúpa a la también estrecha cima de este monte, más modesto que el anterior, pero que su geología lo ha levantado unos metros más. Nada se escapa al rápido recuentomontes, y para abajo, en cuyo trayecto nos reunimos con el resto para continuar el descenso y pasar por el desvío a los tres cuartos de hora de haberlo dejado. Todos juntos ya, nos deslizamos por el vertiginoso descenso hasta la pista, que hace de anillo para esa ruta que rodea el embalse y por la que dirección Arguis continúa este Camino Natural.



            Tomamos pues dirección a la presa, que al cabo de cinco kilómetros y casi otra hora alcanzamos, pasando por las entradas a esos barrancos que llevan a los pozos de nieve de las Calmas, dando por terminada esta larga travesía por unos montes rabiosamente ávidos de primavera, y que ya va llegando poqué a poqué. Siete horas y media, de las que cinco y tres cuartos han sido en movimiento, han servido para recorrer 22,4 km cubriendo 1.775 de D+ y 1.575 de D- y auparnos a dos de los grandes pivotes de esta callada sierra.






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