Año XIII. Entrega nº 899
“Por encima de los 2000 metros de altitud, el macizo de Schrader-Clarabide no es más que un desierto desolado. Este inmenso circo resulta triste para los que no aman la soledad y los grandes espacios monótonos. Hay que caminar mucho y sin desanimarse antes de descubrir las joyas ocultas de este ingrato paisaje”. Patrice de Bellefon.
Aunque editado el libro en 1977, sin duda, Bellefon escribiría estas líneas hace más de 50 años. El ascenso al que se refiere es por el lado norte y, tras ese párrafo, se pronunciaba sobre un glaciar por encima del lago de Clarabide, y que, debido a la densa niebla, no pudimos comprobar si se mantenía, pero pensamos que habrá llevado el mismo paso que las docenas de ellos que han desaparecido en estas últimas décadas. Nos cuenta también, que la primera ascensión fue llevada a cabo por J.L. Anglade, Jacques, J. y P. Ravier el 23 de julio de 1970.
Seguramente se encontrarían un espléndido día de verano, despejado y tal, algo que el tiempo nos negaría en nuestra ascensión desde este otro lado de los Pirineos, en una jornada cuya predicción era buena, pero que la borrasca no le hizo caso, se hizo la remolona y tardó un día en marchar a dar lección a otra parte.
Esta semana pasada ha caído la mundial por aquí. La víspera, teníamos la referencia de que el barranco ofrecía resistencia a su paso, como a media hora, cuarenta minutos, del arranque. Al ver que no se perdía mucho, nos decidimos a subir y ver cómo se comportaba con nosotros.
Ruta corta con respecto al desnivel, lo que le confiere unas cuestas considerables, y con poco cuartel. Seguimos en el Parque Natural Posets-Maladetas, donde se encuentra el refugio de Estós,de donde partimos. Tras un primer vadeo por el barranco de O, sin ningún problema, comienza ya a empinarse el sendero, mientras el sol lo hace ya coloreando el flequillo de las montañas que ayer visitamos.
Continúa la impía pendiente y nuestras dudas de hasta dónde nos dejará llegar hoy el tiempo. Al cabo de media hora justa nos acercamos con dulzura al barranco, con idea de que fuera recíproca y nos dejara cruzarlo, como así fue, aunque con buenas dosis de precaución. Al poco, otro pequeño desafío, una inclinada laja por la que escurría agua, y que también salvamos con dignidad.
Como a dos horas del arranque, y sintiéndonos fríamente acogidos ya por el circo, dejamos a nuestra izquierda un par de ibones que se esforzaban por ser uno solo, a lo que los animamos mentalmente. Enseguida ya, asoma a nuestra derecha el ibón de Gías, muy serio él, que seguramente no esperaba visitas más allá de una cabaña de gráciles sarrios repartiendo envidia por doquier.
A partir de los 2600/2700 metros la niebla, acompañada de fuertes rachas de viento, ponía su puntito de dificultad a la ruta. Un mal tiempo que se iba creciendo y que, con las debidas precauciones, también colaboraba a nuestro propio crecimiento, porque haciendo memoria, el primer intento era hasta el barranco, y salvado; hacemos pensada para el segundo, hasta el ibón, y salvado; otra pensada para el tercero, hasta el collado, y también salvado, llegando al cabo de tres horas del arranque.
Sumidos en un ambiente puramente invernal sin visibilidad, se planteaba la siguiente pensada, si bajarnos o seguir hacia los Clarabides… claro, porque está ahí, pero ahí mismo. Pues hala, para allá que vamos. El sendero discurre ligeramente por la vertiente sur, lo que nos da una tregua el viento. La pertinaz niebla casi no nos deja ver la subida a la cumbre oriental (3017 m), a la que subimos, encontrando una de esas piedras pintadas, tan de moda, con el nombre y altitud del pico. Una piedra que en una cara figuraba “oriental”, y en la otra “occidental”, y que pasaba inadvertido hasta ver la foto en casa. Sin duda, era el Clarabide Oriental.
Vuelta al cercano sendero para subir al Central que, con sus 3019 msnm, es la joya de la corona. Lo razonable, visto donde estábamos, era seguir el cordal para el occidental, por cierto, recientemente decotado y sacado de la lista de los tres miles, pero no era esa la razón de no visitarlo, sino la de que el paso a él se complicaba debido al tiempo.
Bajamos hacia la llamada Brecha de Gías, un collado en dirección a los Gías, que se encuentran más escorados hacia el sur. Y nuevamente la pensada de si bajamos o los subimos. Como el tiempo no estaba peor, se decide subirlos. Muy poca distancia, pero entretenida, grandes bloques con buenos cazos. Primera cumbre, la principal (3013 m), destrepe y trepada para la secundaria que, al contrario que el Clarabide Occidental, ésta ha sido recotada, superando por centímetros los tres mil.
Vuelta sobre nuestros pasos para pasar por el Gías y bajar a la base del macizo, donde nos tomamos una merecida pausa al abrigo de las rocas para echar un bocado, contemplando la nada, pero agradecidos porque, a pesar del marrón, nos ha dejado hacer. Cuatro horas y tres cuartos hasta aquí.
Un gran hito nos da esperanzas de que pudiera ser el comienzo de una estrecha amistad con esa línea, y evitarnos dar la vuelta de la subida, itinerario con el que convergemos en poco más de media hora, encima del ibón de Gías, dejando ya el marrón atrás, pero que ya se iba retirando.
Poco más desde aquí, desandar lo andado por la mañana, pero con mejor tiempo. Nos quedaban dos pasos un tanto delicados, la bajada por la laja que escurría agua y el paso por el barranco, ambos superados con dignidad. Y en veinte minutos más, llegada al refugio.
Una ruta que ha puesto a prueba nuestro temple y en la que hemos ido aceptando los pequeños retos que iba poniendo en nuestro camino, debido al mal tiempo, y que hemos ido aceptando con humildad y prudencia, terminándola en 7 horas y media, para recorrer 8,7 km. El desnivel acumulado, de unos 1250 m D+/- (1170 m Wikiloc), con la máxima altura de los 3019 m del pico Clarabide Central.
Bibliografía:
Los Pirineos, las 100 mejores ascensiones y excursiones. Patrice de Bellefon. Ed. RM (1977)
Web:
Las fotos, con sus comentarios, y el track
* La publicación de la ruta, así como del track, constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.
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