sábado, 25 de junio de 2022

Ibón de Cregüeña, grande entre los grandes

 


AQUERAS MONTAÑAS
Ibón de Cregüeña (2657 m)
Miércoles, 15 de junio de 2022

            Se dice que el ser humano posee diversos cuerpos, como diversas capas, que cada una tiene sus dominios, sus facultades y sus tareas a desarrollar. Estamos hablando, entre otros, que hay más, del cuerpo físico, el sentimental y el mental. Por Ley de Correspondencia, el cuerpo físico, el más denso, guarda estrecha relación con el elemento tierra; el sentimental, menos denso, con el elemento agua; y el mental, mucho más sutil, con el aire. También se dice que la paz interior se alcanza cuando se consigue una conciliación entre lo que pensamos, lo que sentimos y nuestra voluntad, que sería la acción.



            En nuestras andanzas por las montañas, constatamos que la naturaleza siempre ha disfrutado de ese concilio, ese equilibrio, la tierra, el agua, el aire, a lo que añadimos la luz, el cuarto elemento, que tiene que ver con nuestros cuerpos superiores. El Gran Maestro Hermes Trismegisto en su Tabla Esmeralda, nos dejó dicho: “Lo que es arriba es abajo y lo que es abajo es arriba”, de modo que es una de las muchas cosas a aprender del Gran Libro de la Naturaleza Viviente, la de armonizar en nuestro interior las distintas tendencias, que no hacen más que añadir tensiones e impedir, en definitiva, nuestra felicidad.



            Una felicidad que hoy hemos ido tras ella en esta exigente, pero preciosa ruta, para poner en contacto esos resortes del ser con los del mundo natural. Una ruta de la que teníamos conocimiento desde hace décadas, al menos cuatro, y que todas las noticias que de ella nos llegaban tenían un denominador común: su dureza, su implacable desnivel que, salvo en el tramo de la pleta de Cregüeña, no te da ningún respiro, exigiendo el uso de las manos en algún tramo. Igual da el paso por el bosque como por el inmenso campo de bolos, todo es subir, y subir sin piedad. Le ahorramos al lector el que pasara por un párrafo con ocho o diez líneas que insistentemente se rellenaran con esa palabra: subir… bueno la mitad, porque la segunda mitad sería: bajar. Una ruta, en definitiva, muy exigente, pero que tiene su recompensa, y es la de llegar a orillas del ibón natural más extenso, y quizá más profundo, de todos los Pirineos, con 1500 m de longitud y 500 de anchura, en sus máximas dimensiones, lo que le da una superficie de lámina superior a las 45 has, teniendo una profundidad máxima de 97 metros.


            Para evitar el tránsito por la pista de plan de Senarta a plan de Baños, dejamos el vehículo junto a la carretera que sube a estos, que crujen de desesperación y abandono. En un cuarto de hora se llega al puente de Cregüeña, donde arranca el sendero, habiendo dejado atrás otro, que trae el GR 11.5. Lo primero que hacemos es sorprendernos del cartel del parque, en el que indica 2h 30 min al ibón, no sé, igual hay algún extraterrestre que lo consiga, pero el común de los mortales… mmmm… pienso que se han dejado una hora. Es lo que nos costaría, algo más de tres y media, y sin parar. Bueno, paso a paso. La entrada en el sendero, junto al barranco, es franca, no engaña, comienza con un cuestarrón de primera, cuestarrón que no cesa hasta alcanzar la pleta, a la hora y cuarto. Un paraje, a unos dos mil metros, ya fuera del bosque, en el que se puede tomar resuello, hasta que comienza otro tramo, salpicado de pino negro, en el que se vuelve a poner tieso el camino.



            Vamos en dirección W-E, hasta llegar a la altura del ibonet de Cregüeña, donde el camino hace un brusco giro hacia NW-SE. Y decimos camino cuando deberíamos decir itinerario, porque se trata ya de una extensa zona de bolos graníticos que te obliga a extremar la atención para no perder el equilibrio, pero divertido, al fin y al cabo. Alguna mancha tardía de nieve pasamos en los últimos compases antes de llegar al desagüe del ibón. La tan esperada estampa de la lámina de agua, antes de dejarse caer estrepitosamente, se abre a nuestra vista con gran placer. El escenario es majestuoso, un inmenso circo formado por montañas de más de tres mil metros, cuyo fondo alberga un bellísimo ibón de profundas aguas, a través del que la tierra mira al cielo con ese ojo rasgado, y que hace diez, quince, veinte mil años sería una ingente masa de hielo que seguramente cubriría varios cientos de metros por encima de donde nos encontramos. Nos remitimos a nuestras palabras de introducción, porque aquí encontramos el mayor exponente de la perfecta armonía entre los cuatro elementos. El silencio y la paz del lugar nos inunda alimentando nuestros depósitos de paz y silencio.


            No nos contentamos con haber tomado contacto con la superficie del ibón, que seguimos una traza de hitos que nos conduce a ir tomando altura, de modo que después de haberlo tratado de tú, lo hacemos desde la media distancia. Tan bello es el espectáculo que muchas son las montañas que rivalizan por asomarse a sus aguas, la familia de los Alba, la de Maladetas, Malditos, Aragüels, pico Cregüeña, Quillón, Estatás… unidos por crestas imposibles que desafían a todo bicho viviente. Todo un espectáculo que te hace olvidar el largo y tortuoso camino, y que nos espera para la vuelta, pero disfrutemos del momento y tratemos de que sea lo que se nos quede de esta ascensión. Aunque parece detenerse el tiempo, la casi hora y media que estamos bajo los potentes influjos de este lugar se pasa en un pis-pas. Son casi las dos, y no son horas ya de estar a los 2657 msnm en estas altitudes de la alta montaña, y más con las nubes que se forman y que a saber qué traman… bueno, saber sí lo sabemos, la clave está en el cuándo llevan idea de manifestarse, de modo que emprendemos la bajada, esperando no haber roto la magia del lugar.









            La única ventaja que tiene el descenso es que requiere un menor esfuerzo, porque la exigencia en cuanto a la atención a cada paso que das es la misma, y como el retorno se realiza exactamente por el mismo itinerario no es necesario detallarlo. La única salvedad es que, en llegando a la altura del ibonet de Cregüeña, bien se merece desviarnos unas decenas de metros para visitarlo. Tratamos de acelerar el paso en los pocos tramos que lo permiten, y lo de las 2 h 30 min del cartel, se hacen efectivas, sí, pero solo en el viaje de vuelta.




            Finalmente, han salido 12,9 km, recorridos en algo más de ocho horas y media, salvando un desnivel acumulado total de entorno a los 1405 m D+/-, finalizando así una exigente ruta que siempre hemos mirado de reojo, quitándonos una espinita clavada hace muchos, muchos años.

 

Bibliografía:

El Valle de Benasque. Santiago Broto. Editorial Everest (1981)

Todos los ibones del Pirineo aragonés. Javier Cabrero. Editorial Pirineo (1999)

Ibones del Pirineo. Fernando Lampre. Prames (2014)





Las fotos y el track

viernes, 24 de junio de 2022

Circular valle de Estós, por el GR 11 y PR-HU 31


AQUERAS MONTAÑAS
Circular valle de Estós (1890 m)
Martes, 14 de junio de 2022


            “Durante el siglo XIV la villa y valle de Benasque quedan integrados en el recién creado condado de Ribagorza (1322), pocos años después, en 1367, los síndicos de la villa compran al conde de Ribagorza don Alonso de Aragón, por 20.000 sueldos jaqueses, todos los derechos y privilegios que tenían en dicha villa, entre ellos el dominio directo del territorio, fijando todos los impuestos en un único pago anual de 450 sueldos jaqueses pagaderos en cada año el día de San Martín (11 de noviembre)”. Apuntes históricos recogidos en la web de Monte de Estós. 



            El valle de Estós, con su río homónimo, es uno de los grandes que vierte al principal, al río Ésera, que fondea el valle de Benasque. Y es ese valle el que hemos elegido para nuestras andanzas de hoy, y que han de ser ajustadas en horario para no coincidir con las tormentas anunciadas, de modo que a las 8:45 nos ponemos en marcha partiendo del aparcamiento de Estós, encima del puente de San Jaime. Al poco de arrancar nos encontramos con el pequeño embalse de Estós, que pacifica las aguas que bajan con muchas ganas, y más en esta época mayenca, época de deshielos. Algún tramo encementado encontramos, que ya conocíamos, pero lo que nos sorprende es ver un semáforo. A los veinte minutos cruzamos el río, y lo hacemos por la palanca de Aiguacari, llegando a la cabaña de Santa Ana como un cuarto de hora después. 




            La dejamos en sus asuntos, y un poco más adelante se nos abre la circular, a través del PR-HU 31, un sendero que baja a unos prados a la orilla del río, que volvemos a cruzar seguidamente por la palanca de la Ribera, desoyendo la tirada recta del sendero, para meternos inmediatamente, en un brusco giro a la derecha, hacia el arbolado, un inmenso bosque de avellanos que amortigua el sol que está cayendo allá afuera. Las aguas del deshielo se prodigan en cuantos barrancos cruzamos. Como a una hora del comienzo del PR llegamos a unos extensos prados, que se encuentran a la espera de los comensales, y donde se halla la cabaña de la Coma. Seguimos por las trazas señalizadas de blanco y amarillo, y dejamos a nuestra derecha un desvío para subir al Perdiguero. A continuación, en poco ya, llegamos a lo que queda del cuartel de Estós, roto en su agonía. Otros diez minutos más y llegamos a estar por encima de la cabaña del Tormo, a la que se puede llegar en cuatro pasos, pudiendo ser el punto de retorno por el GR 11, que discurre por la pista, si así lo decidiéramos.







            Pero no. En nuestros planes estaba hacer la circular más amplia, es decir, llegar hasta el refugio de Estós, para volver desde allí por el citado GR 11, o Senda Pirenaica, que viene, o va, según le dé, del valle de Gistáin por este de Estós, al de Benasque, por citar lo más próximo, porque, en realidad, se recorre los Pirineos de mar a mar. Bueno, a lo nuestro. Si hasta aquí, casi dos horas y media, había salido todo bordado, buena traza de sendero, buena señalización, sombrica y tal… Aquí, recordemos que estamos encima de la cabaña del Tormo, se complica todo. Como por arte de magia, el sendero que traíamos solo baja al Tormo, y el que tenemos que seguir… bueno, que no está, y no sabemos si se le espera. Por ser fiel al track que llevamos nos metemos en un marrón de cuidado, hierbas de un metro, sin traza, sin señales, con paso imposible del barranco de Molseret sin mojarte.




           Unos cuarenta minutos de incertidumbre por esta zona pasto de avalanchas, pero perseverando en nuestro empeño entre nubes de moscas y bajo unos cielos plomizos con otras nubes, estas más amenazantes. Finalmente encontramos una baliza, encima del track que llevamos, y la seguimos. Comienza de nuevo una buena traza de sendero, que se va alternando con algún tramo con más hierba, pero señalizado, lo que nos da confianza. Vamos por entre una estrecha vaguada hasta dar salida al GR 11, toda una autopista, y más tras haber estado mucho tiempo en la nada. De aquí al refugio, que ya veníamos viendo, como diez minutos, tras haber dejado a nuestra izquierda el desvío para entrar en el circuito de los Tres Refugios (Estós, Ángel Orús y Viadós), señalizado como GR 11.2. Finalmente, llegamos al refugio, y al preguntar si sabían algo de ese tramo del PR-HU 31 que está un poco p’allá, nos dicen que saben que está previsto arreglarlo por parte del ENP Parque Natural de Posets-Maladeta. Pues bueno, habrá que seguir indagando, porque se trata de un tamo pasto de avalanchas y de difícil acomodo.



            Un rato de respiro en el refugio, contemplando los nubarrones que se van echando encima, y que no sabemos si se van a tomar ese respiro, de modo que, nos ponemos en marcha para regresar ya por el GR 11 sin más sobresaltos. Un ancho y extraordinario camino nos baja a cruzar el río y, seguidamente nos lleva hasta la cabaña del Tormo, donde arranca ya la pista. Una pista que no dejamos hasta encontrar la señalización para el desvío por un sendero que la burla, y que pasa por los miradores de las Gorgas Galantes, el de arriba y el de abajo, a cuál más interesante. El ver precipitarse el ingente caudal de agua que lleva el río estos días, te da una idea de las fuerzas de la naturaleza, que no hay nada que pueda con ellas. Estaríamos largo rato contemplando, pero la amenaza de los nubarrones apremia. El propio desvío, que te invita a visitar los dos miradores, te sigue llevando por sendero hasta salir a la pista, que ya no se abandona hasta el punto de arranque, pasando por el cruce del barranco de Batisielles, el propio desvío para entrar en ese magnífico escenario, la peculiar fuente de Coronas, de troncos de madera, que alberga el sol en un extremo y la luna en el otro, hasta cerrar la circular.











            Lugares comunes ya con la subida, cabaña de Santa Ana y la palanca de Aiguacari, con los tramos finales del brazo de las tumultuosas aguas que se amansan en el embalse, llegando finalmente al aparcamiento, donde finalizamos esta extraordinaria ruta por el valle de Estós, empleando 5 horas 50 minutos para recorrer 17,1 km, y salvando un desnivel acumulado en torno a los 760 m D+/-.


Web:

http://montedeestos.org/nuestra-historia 





Las fotos y el track