lunes, 6 de junio de 2022

Valle de los colores - Pasajes de San Juan/Pasaia Donibane, las entrañas de la piedra con sabor a sal

 


            “Es algo completamente irracional. Desde que nos apuntamos lo sabíamos, una prueba en las estepas monegrinas, de 50 km, el 2 de junio, con salida a la 1 de la tarde, desde luego, no es para que nadie pueda decir que ha venido engañado. En la charla previa unos días antes ya nos lo dejaron caer los responsables de la organización. A la pregunta de por qué se había elegido esa hora para salir, la respuesta fue... "que para endurecer más la prueba..." Y el polígrafo dice... que es cierto!!!… Cerca de 40º a la sombra…”



            Así comenzábamos hace diez años a alimentar este blog. ¡Diez años! Sí, diez años desde aquella primera vez, desde la que han transcurrido más de 3 600 días, en los que hemos publicado 740 entradas, la inmensa mayoría para dar a conocer las bellezas de nuestras montañas que, por mucho que nos guste decirlo así, somos nosotros los que pertenecemos a ellas, al mundo natural, como seres vivos que somos. Esas casi 385 000 visitas, a través de las que hemos tenido el gusto de compartir nuestras experiencias, son las que nos animan a seguir adelante en esta labor de divulgación. 


            No es muy elegante que un medio hable de sí mismo, pero creo que la ocasión lo merece. Gracias. Gracias a todos.




Valle de los Colores - Pasajes de San Juan/Pasaia Donibane
Las entrañas de la piedra con sabor a sal
Sábado, 4 de junio de 2022

            Y esta primera entrada de la segunda década, la hacemos con un asome muy particular, un asome enmarcado en la, inusual para nosotros, ventana que nos da vistas al litoral. Sí, al litoral cantábrico, para visitar una de sus bellezas, el Valle de los Colores, allí donde las piedras se hacen color, donde la roca se hace poesía, allí donde la arenisca se desconcha para mostrarnos el encanto de su interior, allí donde las fuerzas de la naturaleza se han empleado a fondo para mostrarnos de lo que han sido capaces a lo largo de los últimos millones de años para la evolución de la vida, tan solo un instante para ellas. Si hace cuatro años visitábamos el flysch de Zumaya, otra de las joyas que el inframundo ha sabido sacar a la superficie, hoy, a no mucha distancia de allí, volvemos a tener contacto mayenco con la costa guipuzcoana para admirar otra de sus obras de arte. ¿Cuántos más secretos nos ocultarán?


            Diecinueve mayencos, algunos venidos de Jaca, otros de tierras cercanas, nos dábamos cita en Pasajes de San Juan/Donibane para organizarnos con los vehículos y subir, finalmente, al monte Jaizkibel que, con sus 543 msnm, domina la zona más cercana de este, así como la desembocadura del río Bidasoa, y su bahía de Txingudi, con su “Isla de los Faisanes”, compartida entre España y Francia, estando a cargo de cada administración seis meses al año. En las faldas del monte se da cobijo a importantes poblaciones como Irún, Fuenterrabía, Pasajes, Rentería o Lezo. No partimos desde su cumbre, sino desde el extraordinario mirador que hay a unos 400 msnm, para cruzar la carretera en dirección izquierda y comenzar a formar parte ya de ese descenso por un ancho camino entre bosque y grandes extensiones de helechos, por el que vamos bajando, llegando como en tres cuartos de hora a encontrar ya rocas que salen a nuestro paso, dejándonos ver sin rubor alguna de sus interioridades, como preámbulo de lo que nos espera.


            Las vistas al mar y a estas grandes rocas hay que alternar para no perdernos nada de estas maravillas puestas aquí y a las que hay que mostrar admiración y respeto. Alternan, decimos, pero parándonos antes de hacerlo, ya que lo exigía el firme del recorrido. Un corto desvío de ida y vuelta tomamos para visitar la llamada “La Concha” y es que esa forma es la que tiene, como un útero materno, acogedora, que nos atrapa emocionalmente con sus dimensiones. De vuelta al camino que llevábamos, se van sucediendo las rocas que salpican el paisaje y, como compitiendo, nos van mostrando sus entrañas, formando un conjunto museístico natural de primer orden. Pronto se da vista ya al barranco Gastarrotz, pudiendo contemplar las formaciones al otro lado de él, y que parecieran querer precipitarse para formar parte del infinito mundo marino.
























            Con cuidado vamos bajando por unas fajas hasta dar con la formación que se lleva la palma en todos los reportajes fotográficos, y de la que desconocemos si tiene nombre, pero a ella le da igual, porque lo importante es lo que con orgullo muestra, unas caprichosas y coloridas formas que seguro nos quieren decir algo, pero que no entendemos. Las saludamos, les mostramos nuestros respetos, y seguimos bajando hasta el lecho mismo del barranco, que cruzamos para encaramarnos a la otra vertiente. Una vez tomada altura, nos volvemos a encontrar con algún ejemplar aislado de esos que compiten en belleza y que muestran también el aparente caos de sus entrañas, con unas retorcidas formaciones que dejan entrever un sufrimiento telúrico contenido durante eones y que sin tapujos se combina con la extraña belleza descrita. Continuamos con nuestro ascenso, con la sensación de que abandonamos un lugar sagrado en el que se haya caído el velo de Isis para transmitirnos esa inmortalidad del mundo mineral y su profunda belleza, ligeramente velada quizá por esa complicidad entre Isis y las neblinas altas que nos amparan. 



            Como no nos sentimos inmortales, retomamos la andadura por estos lares, siempre vigilados por el ojo profundo del océano. Seguimos, pues, con la subida, ayudados en esta ocasión por unas cuerdas para salvar no ya pasos técnicos, que no lo son, sino una cierta verticalidad por terreno resbaladizo, que se pueden eludir, siendo más necesarias en sentido contrario. A su término nos vestimos de bosque y su alta humedad, hasta salir a un tremendo helechal, en altura y extensión. En franco ascenso, cruzamos una pista, y al hacerlo por segunda vez, decidimos que sería un buen momento y lugar para detenernos a echar un bocado a las dos horas y tres cuartos del arranque. Al poco de continuar, enlazamos con el GR 121, el sendero de largo recorrido que bordea la provincia guipuzcoana por su perímetro, y que nos va a acompañar ya hasta destino.




            Senderos y anchos caminos se suceden por entre el bosque. Se cruza la carretera y se van dejando a nuestra izquierda lo que queda de las torres-vigía construidas en la época de las guerras carlistas. Se cruza la carretera por segunda vez, transitando a continuación por preciosos caminos, con unas extraordinarias vistas sobre el inmenso océano y los bravos acantilados que lo desafían. Pronto se nos eleva el horizonte, pues llegamos a la denominada Cresta del Gallo, unos paredones que se interponen entre el sendero y esas magníficas vistas, pero que de vez en cuando nos permiten seguir disfrutando de ellas. Con algún tramo en el que hay que prestar atención, seguimos bajando, hasta situarnos en una atalaya que domina la bocana del puerto de Pasajes/Pasaia, desde el punto más occidental de este monte Jaizkibel.













            Solo nos resta bajar los casi 90 metros de desnivel hasta casi alcanzar el de las aguas, y a través de un precioso paseo, dejando la playa de Kalaburtza y entrando a la población bajo pórticos centenarios llegamos finalmente a la plaza de Santiago, centro neurálgico del casco viejo de esta bella población que mantiene ese aire ancestral de un puerto marítimo. Hacia él las aguas del río Oyarzun/Oiartzun, bajan valientes desde las peñas de Aya en sus casi 17 km, y que se rinden y funden con las oceánicas dando final, y comienzo a la vez, a ese ciclo del agua, reflexión en la que se puede profundizar para sacar poco ortodoxas, pero certeras y fundamentales conclusiones que nos ayuden a entender algunas de las claves con las que se rige esto que damos en llamar vida, aunque haríamos mejor en llamarlo VIDA.






            Es en esa plaza de Santiago en donde paramos nuestro GPS, dando unos datos de 15,3 km recorridos, en 5 horas y media, con un desnivel acumulado de en torno a los 605 m D+ y 1005 D-, completando una magnífica ruta combinando la montaña con el litoral y las bellezas de ambas. Aunque completar, completar, lo que se dice completar lo hacíamos en torno a una mesa, degustando las viandas locales, tras de lo cual… cada mochuelo a su olivo.

 

 

Webs:

Mendikat

Euskal-Herria

Rutas por Guipuzcoa

Rincones de Guipuzcoa

Guipúzcoa Natura

Mochila Express

Mi diario de viaje

Mapcarta

Ingeba

Wikipedia

Hijo de la Tierra






Las fotos y el track

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