viernes, 29 de enero de 2016

Parapetos, por las estepas de Jaulín

IXOS MONS
Parapetos (748 m)
Viernes, 29 de enero de 2016



            “… la guerra continuaba, Franco ya había previsto que la gran ofensiva se produciría rompiendo el frente de Aragón… … los nacionales vieron la necesidad de que había que fortificarse en profundidad… … después de la fallida ofensiva republicana sobre Zaragoza, los dos ejércitos entraron en procesos de reorganización y consolidación de posiciones… … en el mes de marzo de 1938 se construyeron los complejos defensivos que todavía hoy podemos visitar en el vértice Parapetos (Jaulín)…”. De Fernando Martínez de Baños.


Monumento de los ciclistas
             Esta narración, que a nadie deja indiferente, sirve de introducción para nuestro breve paseo matinal. Hoy hemos elegido estas tierras. Tierras de refriegas. Tierras de tránsito ciclista. Resecas tierras esteparias. Cuna de Goya. Más historia que pateo, porque nuestro monte de hoy está junto a la carretera. La A-2101, que parte de la N-330 y pasando por Botorrita y Jaulín se encamina hacia Fuendetodos. En el Km 15,750 (no en el 15,250 que figura en la publicación del vértice geodésico del IGN), frente a un espacio divulgativo de uno de los búnkeres quizá mejor conservados, parte un camino, en la misma muga con la vecina comarca del Campo de Belchite, que entre carrascas y floridos romeros nos lleva a lo alto de un monte habitado por más búnkeres. Pues es en uno de ellos, justo encima, donde tenemos el vértice geodésico que nos marca la mayor altura de este término de Jaulín.

Zona de búnkeres
            Mañana de nieblas. Nieblas que ocultaban al enemigo, del que por más que se ocultaran no podían deshacerse, y del que no nos hemos deshecho todavía. De un enemigo que se buscaba, que se busca, fuera, sin entender que se lleva dentro. La incomprensión, la intolerancia, la xenofobia, la rigidez mental, la falta de aceptación del otro, el no entender que cada uno puede pensar distinto, que puede ser distinto, la imposición en definitiva, el aplicar la razón de la fuerza en lugar de la fuerza de la razón. Y ahí seguimos, con esos búnkeres mentales, con los mismos problemas, que no resolvemos, porque les aplicamos las mismas soluciones.

            Al regreso, visita a esa fortificación. Y ya de vuelta, entramos en Jaulín para esparcirnos por su Parque Botánico en torno a la balsa, que alberga diversas especies de ánades, y con gran diversidad de árboles y arbustos, cuidadosamente etiquetados. En total, han sido 1,2 km, recorridos en un cuarto de hora, con apenas 15 metros de desnivel. De todo tiene que haber.


miércoles, 27 de enero de 2016

XVI Triatlón de Invierno Valle de Ansó

XVI TRIATLÓN INVIERNO ANSÓ
CP Mayencos
Domingo, 24 de enero de 2016



           Un año más. Una edición más de esta entrañable prueba que es el Triatlón de Invierno de Ansó. Y aquí estamos para llevarlo a cabo junto a las gentes de este pueblo que se vuelcan año a año en la organización. Ayuntamiento de la Villa de Ansó, Asociación Deportiva Linza, Espacio Nórdico Linza, Refugio de Linza y Club Pirineísta Mayencos, de nuevo unidos para sacar adelante esta compleja prueba que es Campeonato de Aragón, Campeonato de la Comunidad de Madrid y la primera puntuable para la Copa de España Trangoworld de Triatlón de invierno 2016. La prueba, regida por el Reglamento de Competiciones de la Federación Española de Triatlón, consta de tres segmentos, carrera a pie de 7,5 km. por el pueblo, BTT de 20 km para alcanzar el circuito de esquí nórdico de Linza, y otros 10 km de esquí.


Reunión técnica
            Llegamos a Ansó a primera hora de la mañana del sábado, y ya nos están esperando en las piscinas para montar la transición de carrera a pie a bici. Obligada visita a Linza, y como suele suceder últimamente, a unos días de fuertes nevadas le han seguido otros de intensas lluvias, por lo que el circuito nos lo encontramos algo escaso de nieve en algunos tramos, lo que nos obliga a gentes del CP Mayencos y del Club Linza a emplearnos a fondo en palear nieve para tratar de tapar los corros que no son blancos precisamente. Ya por la tarde, despliegue de medios en el cine de Ansó para el reparto de dorsales y recogida de material. Justo después, la reunión técnica para repasar los pormenores de la prueba.


Todo dispuesto
            Por la mañana, entrega de los últimos dorsales y comienza la prueba, pero antes de que corten la carretera subimos a Linza con los esquíes y bolsas para la segunda transición. Ya hace rato que otro equipo de trabajo ha llegado para ir montando el espacio de meta, arcos, pancartas, avituallamientos… Colocamos los esquíes y a esperar a los primeros participantes, que enseguida llegan.


Pódium masculino
          La mañana está fresca, despejada, serena, como contemplando también este singular espectáculo de ver a los triatletas que después de correr por Ansó han cogido su bici y llegan hasta aquí para calzarse los esquíes y completar el blanco circuito, al que van llegando desde el primero hasta el último para disfrutar sufriendo, o sufrir disfrutando, como queráis, de esta prueba.

Pódium femenino (foto de J. Bernabéu)
            Conforme van llegando los últimos, y no por eso menos meritorios, vamos recogiendo todo el despliegue y bajamos a Ansó, a preparar la entrega de premios… y a comer un poco, que de todo hay que hacer. Pues eso, a primera hora de la tarde es la convocatoria en el cine para esa composición de pódiums, tanto el general de la prueba, como por categorías, como por campeonatos, como por copa de España. Hay quien sube varias veces al cajón. Las clasificaciones las podéis encontrar en: https://triatlondeanso.wordpress.com/

            Y nada más por el momento. Dos jornadas de duro trabajo, pero que merece la pena pasarlas por estas tierras, entre este ambiente de esfuerzo y superación; y no sólo hablamos de los participantes, también de los voluntarios de Ansó, que como todos los años, se lo han currado. Por nosotros no quedará otro año más.
  



martes, 26 de enero de 2016

De luna llena por Zuriza

RAQUETAS
Taxeras - Mazandú
Sábado, 23 de enero de 2016



            La práctica del montañismo es algo más que un mero deporte. La multiplicidad de modalidades que nos ofrece, y el realizarlas en un inigualable marco natural, hace que las posibilidades de disfrutar del momento y de compartirlo con los demás, estén garantizadas. En invierno, por sus rigores, está algo más limitada la actividad, no obstante, siempre podemos encontrar alguna en concreto para nuestro nivel y aptitudes, porque las hay muy diversas. Raquetas, noche con luna llena y amigos. Un trío que se nos ofrece en contadas ocasiones al año, y que es difícil de superar y de resistirse.

            De nuevo envueltos en los vahos nacarinos de nuestra amada Selene, que pletórica se asoma a nuestro encuentro. Hoy, buscamos un valle que acompañe su deambular. Un valle, paralelo al eje pirenaico, de los que no hay muchos. Un valle iluminado con toda su fuerza y sus ganas de agradar.

            Valle de Zuriza, en el alto valle de Ansó, donde nace el río Veral de los torrentes venidos de Petrechema, desde Linza, y Petraficha, desde Taxeras. Y es este último al que acompañamos junto a los reflejos de una pletórica luna que impregna el paisaje con su manto. Quimboa cierra al norte, y Alanos al Sur. Todos, como nosotros, se benefician de su mágica presencia.

            En esta ocasión, junto con Sara, Olga, Eva, Conchi, Paco y Manuel, cumplimos con el programa de montaña del CP Mayencos para ponernos las raquetas y darnos un extraordinario paseo por Taxeras, acompañados por la plena luz nocturna de nuestro satélite y por el rumor del agua de los barrancos, que se precipita hacia el principal. Pero hay algo más, y son los focos y el micro de Aragón TV, que captaron el momento. Se dieron nociones generales de este tipo de salidas. Se habló del manejo de las raquetas, la herramienta protagonista. Se habló de equipación. Se habló de alimentación. Se habló de seguridad, de la importancia de estar federado. Y en general de todas las cuestiones relativas a esta práctica cuyos adeptos crecen de año en año, y que permite acercarse al ambiente invernal a cualquier persona amante de la naturaleza, y que con un pequeño esfuerzo añadido puede caminar sobre el manto nivoso.

            Tras los ajetreos propios de las circunstancias para la grabación del reportaje, seguimos la ruta prevista hasta los primeros corrales de Mazandú, efectuando el regreso por el mismo itinerario. Una modalidad, ésta de las raquetas, que siempre podremos practicar por sitios llanos y sin peligro, que es el modo de progresar por nieve sin hundirnos, y que nos va a proporcionar satisfacciones y ganas de repetir.
  



jueves, 21 de enero de 2016

San Caprasio, de santidad por la Sierra de Alcubierre

IXOS MONS
San Caprasio (834 m)
Miércoles, 20 de enero de 2016












En el silencio del día que amanece
vengo a pedirte paz,
sabiduría y pureza,
amor y verdad.
En el silencio del día que amanece.

Quiero mirar al mundo
con ojos limpios;
ser paciente,
ser comprensivo,
manso y prudente.

Charles de Foucauld
            Mantras como estos, y otros muchos más, llegaron a estas sierras calladas, a mitad del siglo pasado, de labios de los seguidores espirituales de Carlos de Foucauld, que de cuna aristocrática, fue militar, explorador, geógrafo, colonizador, que se convirtió al misticismo debido a sus largas estancias en el desierto argelino. A caballo entre los siglos XIX y XX, con discreto, pero firme seguimiento de su doctrina por los llamados Hermanos de Jesús, supo buscar el Todo en la nada. Mantras como estos, por los que cabalgamos en nuestra juventud, a lomos de una pequeña comunidad que permanece en la localidad zaragozana de los Monegros, Farlete. Una comunidad de hermanos que aun hoy en día se involucran en la vida laboral y social del pueblo, y que tienen en las cuevas, bajo una de las cornisas que sostienen la cima de San Caprasio, verdaderas guaridas de silencio y contemplación sobre estas enormes extensiones monegrinas, en las que se puede hallar todo desde la nada, llenarte si antes te vacías.



Cielos monegrinos
            Siguiendo esos pasos, y los propios nuestros, hoy toca deambular por estas tierras, que también tienen derecho. Monegros, término derivado de montes negros, por su antigua presencia de sabinas que conferían ese color al paisaje, y cuya mutación a la nada, raya hoy en día entre los vapores de las leyendas. Queremos subir al punto más alto de esta comarca, coronado, cómo no, por símbolos religiosos, vértices geodésicos y antenas, muchas antenas, incluso un punto de observación forestal. San Caprasio, muga municipal, y provincial, pero no comarcal, con un pie en la zaragozana Farlete y otro en la oscense Alcubierre, ve pasar el tiempo en su soledad. San Caprasio, con su solana llena de cicatrices, vacuas barranqueras sólo ocupadas muy ocasionalmente por las precipitadas aguas en las violentas tormentas estivales, entre tierras blandas de paisajes duros, desoladores, bellos. San Caprasio, pastor se dice que de cabras en Guara, y que llamado al camino monacal tiró su cayado, yendo a parar a la Sierra de Alcubierre, justo a estos parajes, donde se instaló. San Caprasio, nuestro destino de hoy. Allá vamos.

Terreno austero
            Con el amigo José Luis, nos llegamos hasta Farlete, uno de los puntos de partida para llegar a este monte. Por la calle de la Iglesia llegamos hasta la gran ermita de Nª Sª de la Sabina, para coger por su costado el camino de Lanaja durante unos cientos de metros hasta que se bifurca, donde dejamos el vehículo para encaminarnos para seguir por él, que va por la derecha. El sol, joven aun, ocupado anda en subir la temperatura, y crudo lo tiene, porque con un solo grado, hace que el suelo brille. Pronto cruzamos el barranco de San Caprasio, dando alcance visual a la torre de la Torraza. A poco más de media hora de salir, nos desviamos a la derecha para coger una pretendida senda que acompañando la curva de nivel nos lleva a cruzar el barranco de la Torraza, para tomar una loma que a degüello nos sube a la torre.

Llegando a la Torraza
            Según Patrimonio Cultural de Aragón, se trata de una torre construida probablemente por los Cornel, señores de la vecina Alfajarín, ya que Farlete se integró en los dominios de la familia a finales del siglo XIII. En abril de 2006 el GA crea la relación de castillos considerados Bienes de Interés Cultural, entre los que se encuentra La Torraza de Farlete. Construida en un alto, se trata de una edificación en clara decadencia, que entendemos tuvo su papel de vigilancia en el corredor de Ebro, y que visitamos por dentro y por fuera. Tomamos una pista que hacia el norte baja vertiginosamente de este cabezo, para volver a subir en busca del camino de Lanaja, que abandonamos para llegarnos hasta aquí.


Característico gendarme
            En esta pista nos encontramos un cartel que nos dirige hacia la derecha, pero optamos por la dirección contraria para pasar por el tramo más espectacular de todo el itinerario. En cinco minutos la abandonamos y nos metemos por un sendero a la derecha, que en otros diez nos deja junto a un llamativo gendarme. A partir de aquí hay que extremar la precaución, porque con la mirada puesta ya en el monte de San Caprasio, lo alcanzamos a través de una faja por una estrecha cornisa que nos acerca a las cuevas de los frailes, encontrándonos con unas inscripciones antes de llegar a ellas.


Llegando a las cuevas
            Muy próximo ya a la cumbre de este monte, se encuentran unas cuevas. La principal fue arreglada por los Hermanos de Jesús, en colaboración con el ayuntamiento, y está preparada como capilla, como nido de recogimiento y contemplación. Nos llegamos hasta San Caprasio, primero hasta el vértice geodésico y luego a lo más alto, que lo es también de la comarca de los Monegros. Las vistas que nos ofrece hoy el día son espectaculares, tanto sobre el valle del Ebro, aunque un poco brumoso, como por el norte, abrazando visualmente los blancos Pirineos. Un ajado mural nos da cuenta de los alrededores, impregnados de desierto y trabajos duros, ermitas y ermitaños, santos y bandidos.


Puente natural
            Regresamos a las cuevas, y por el delicado sendero hasta el gendarme, para seguir bajando por nuestra derecha por intermitente sendero por la loma de la margen izquierda del barranco de San Caprasio. Pasamos por unos terrenos robados al monte y aterrazados para campos de cultivo, pero que el monte los está recuperando. Las Lavaneras, figura en los mapas. Llegamos junto a un puente natural, muy en precario, observado por erosionadas badinas arriba y abajo del curso del barranco. Curioso, sí.


            Una vez cruzado el barranco, llegamos ya a campos cultivados, desde los que nos incorporamos ya a pista agrícola hasta el vehículo. Han sido 12,8 km, recorridos en casi 4 horas de tiempo total, del que algo más de 3 han sido en movimiento, con un desnivel en torno a los 600 metros. Un itinerario algo atípico si se quiere, pero sorprendente y espectacular en este denigrado injustamente paisaje monegrino.




domingo, 17 de enero de 2016

Ferratas de Peña Rueba, entre soles y vientos

VÍAS FERRATAS
Peña Rueba
Sábado, 16 de enero de 2016



           Ocupando gran parte del espacio compartido, el majestuoso vuelo del buitre era pasto de nuestras miradas. Su técnica, su elegancia, el susurro de su plácido planeo gravitaba sobre alguno de nuestros apuros verticales. Ellos, arriba sin esfuerzo. Nosotros, con lo nuestro encima, subiendo en busca de nuevos horizontes. Todo se funde en el aire. Todo se funde en la luz.


De aproximación
            De este modo, como de cualquier otro, podría comenzar el relato de hoy. Peña Rueba, entre los Mallos de Riglos y los de Agüero. Tres joyas de la corona de este antiguo Reino de los Mallos. La más humilde, la menos vistosa, la de menos brillo, pero la más alta. Ahí está, desafiando el vacío, guardiana custodia, junto con Riglos, de ese paso del río Gállego, que calmo viene del embalse de La Peña y silencioso va en busca de la tierra baja. Ahí está, como valientes cotas también, como antesala de la montaña más alta, más empinada, si de la Hoya vienes. Ahí está, conglomerado de conglomerados, fondos marinos puestos en pie para gloria de nuestros sentidos, de nuestras sensaciones, de nuestro disfrute.

Una mirada a la Hoya de Huesca
            Y como se trata de eso, de disfrutar, ahí nos hemos encaminado hoy, a esta Peña Rueba, cosida por dos ferratas, la llamada Varela – Portillo y la de la Mora. Son independientes, pero ambas suben a la parte más alta de este macizo. La primera está orientada al oeste de la peña, exige más aproximación y es de mayor dificultad. La segunda, al sur, más suave, menos vertical, y más cercana. Ambas se complementan. Combinando la aproximación a la primera, con su ascenso, el espectacular cresteo, el paso por las cimas, el descenso por la segunda, y la ya corta llegada a los vehículos, habremos conseguido una extraordinaria mañana de montaña con un escenario visual sin parangón.


manué, arrímate a la paré
             Los relojes no digitales dando la fotogénica hora de las diez y diez. Nosotros, saliendo de Murillo camino del arranque de la marcha de hoy, al que llegamos por una pista recién compactada, y aderezada en un empinado tramo por unos hielos nocturnos recién devueltos a la vida, que aliados con el firme, hacen que empecemos ya calientes, haciendo comedias con los coches. Bueno, ya está. Ya estamos. El ying y el yang de esta despejada mañana, lo da el frío viento y el cálido sol, o al menos eso pretende, se le nota. Hoy no hay paridad. Tampoco. La única y joven damisela, a los talludicos hombres de bien nos piropea con el clásico “si fuerais chicas diría que sois un ramillete”. Pues con esa flor, y con ella misma, nos metemos en faena por el sendero que, con la pendiente que le han dado los años, a la pared nos va arrimando, hasta rozarla bajo un llamativo techo, dirigiéndonos hacia el oeste, dejando la peña a nuestra derecha.

Oteando el horizonte
            Cruzamos secos barrancos alejándonos de nuestro objetivo, pero sólo es momentáneo, porque pronto hacemos un brusco giro hacia el este para dirigirnos, cruzando unos viejos campos que se miran para sí, sin entender su desuso,  hacia la base de una pedrera, que si siempre son incómodas de subir, ahora lo es más por estar cubierta de nieve casi helada. Bien se vale que dos miembros de la expedición, de tanto perseguir jabalíes algo han aprendido de ellos, y nos meten por senderos alternativos para ir escamoteando alguna de esas inestables piedras.


En plena faena
             Tras hora y cuarto para salvar los más de trescientos metros de desnivel hasta el comienzo de la vía, termina nuestro camino de monte al pie de la misma, para comenzar ya muy verticales, bueno, del todo. Media hora de ascenso vertical, entre grapas, cadenas y algún cazo entre un conglomerado cubierto de hielo en algún tramo, y que obliga a no fiarte mucho de donde pones los pies. Bien se vale que este itinerario lo hacemos a pleno sol, porque el viento es frío y viene con pocas ganas de negociar, lo que hace estar muy pendiente de lo que se hace, de no exponer mucho las manos al frío, lo que va en detrimento de las extraordinarias vistas que se pierde nuestra cámara y que se van agolpando en la retina.


Últimos tramos
            Algún breve paso horizontal y nos presentamos en la cresta. También el viento, el que traíamos y el que nos espera. Una cresta que nos da panorámica al gran norte, envuelto en las historias que ayer le trajo la gran dama de los sueños blancos. Una cresta, parcialmente equipada con la sirga, y que donde falta, el fuerte viento te obliga a presentarle sus respetos pasando agachado. Una cresta, que ya nos ha ido dando vista a los mallos de Agüero, y que a punto está de ampliárnosla a los de Riglos. Ahí están, sí, ahí están enhiestos, desafiantes pero sumisos al propio tiempo. Y aquí nos hallamos nosotros, en un ancho y más cómodo espolón, terminando de culminar la subida a la cima de este conjunto de mallos, los más altos entre los más altos.

Comenzando el descenso de la ferrata de la Mora
            El horizontal curso del río. La verticalidad de estos enormes paredones. Símbolos antiquísimos. Y los cuatro elementos, que también lo son. Todo se combina para ofrecerte unas vivencias sólo llevadas a cabo si formas parte también de todo ese mágico conglomerado. Consciente o inconscientemente, son sensaciones que seguro quedan reflejadas en el libro de cima. Momento cumbre, momento de paz. De paz compartida, hasta con el fuerte viento que a regañadientes accede. Lo dejamos en sus vuelos de altura y comenzamos el descenso, que se realiza ya por la cara sur, que nos va protegiendo conforme vamos bajando.



Un respiro
           Cuando se va poniendo más tiesota la pared, aparece en nuestras vidas otra sirga. Es el comienzo de la ferrata de la Mora, que nos baja hasta el puntón del mismo nombre, donde ya al abrigo echamos un bocado. Dejamos los avíos mochileros y nos aprestamos a engancharnos a la sirga de este pequeño mallo que no nos vamos sin subirlo. De vuelta ya, continuamos el descenso por tramos en los que se van intercalando sendero, con roca pelada y con más empinados, que atravesamos con la seguridad de la sirga, hasta que finalmente llegamos al sendero que cerrará el círculo y nos aproximará a los vehículos.

            Dos ferratas. Dos cimas. Sin duda una mañana diez, a la que le hemos dedicado 5,5 km, en algo más de 4 horas de tiempo total, del que tan sólo menos de 2 han sido en movimiento, todo ello debido a los lentos caminos verticales. El desnivel, en torno a los 600 metros. Gracias a los cuatro elementos, como cuatro elementos han sido los que nos han acompañado hoy.



Las fotos, en: https://picasaweb.google.com/chematapia/FerratasDePenaRueba
La foto de cabecera es de www.lanochedelloro.com.


domingo, 10 de enero de 2016

Ferrata Canal del Palomo, de contorsionismo

VÍAS FERRATAS
Canal del Palomo
Sábado, 9 de enero de 2016



            La Canal d’o Ciego la llamaban, por tener salida a un pequeño circo, que no la tenía. Después, Canal del Palomo fue, por todos los que allí vivían y morían, en una actividad cinegética quizá más justificada antaño que ahora, cuando servía para llenar los maltrechos platos de las humildes viviendas de estos pueblos tan cercanos, y tan lejanos en el tiempo, tan pegados y dependientes del terreno. Hoy todo ha cambiado. El doble filo de las cosas hace que permanentemente tengamos que decantarnos por uno u otro. Y no es fácil seguir pegado a la tierra abstrayéndose de “ir a buscar algo mejor”, que se decía antes.


Empezamos
            De las múltiples opciones que la montaña nos ofrece, hoy hemos elegido disfrutar en una vía ferrata, concretamente la de la Canal del Palomo en Vadiello, en el macizo de Ligüerri, perteneciente a la Sierra de Guara, de hecho, incluida en su Parque Natural. Escudriñar los pliegues de la mente de estos tremendos paredones, ascender como piojos por costura, auparse por la estrecha y mojada chaminera cosida por una vieja y desdentada cremallera de clavijas, no tiene precio. Pasar una buena y templada mañana entre hierros, cordinos y amigos, tampoco.

Entrando al barranco
            Vía Ferrata de la Canal del Palomo, de las más viejas de Aragón, según narran las crónicas y un cartelón cercano a su arranque. Según su leyenda, fueron unos montañeros de Peña Guara, auténticos precursores del montañismo en la redolada, quienes el 29 de agosto de 1954, descendieron este vertical barranco. A raíz de semejante proeza en la época, se plantearon la colocación de las clavijas entre ese año y el siguiente. Ya en nuestro siglo, fue en 2008 cuando se reequipó con sirga como línea de vida y algunos químicos estratégicamente situados para casos de evacuación urgente.

En progresión
            A pocas decenas de metros del embalse de Vadiello, en una pronunciada curva de la carretera, hay un pequeño espacio de aparcamiento, en la salida del barranco, por el que circula el Camino Natural de la Hoya de Huesca. Y a pocos metros también, tenemos el arranque de la vía, que lo hace ya tiesote, llevándonos de forma franca hacia el interior de la canal. Una canal estrecha, a tramos muy estrecha, cosida por las antiguas clavijas, que si bien son imprescindibles para subir, serían muy perjudiciales en caso de caída, aunque bien es cierto que la sirga no abandona el itinerario en todo el barranco.

            Con el paso del tiempo, la fuerza de la caída del agua, ha ido formando unas pequeñas cubetas en las que habitan pequeños tritones, disfrutando también. Esas plataformas se van intercalando entre tramos verticales y algún paso horizontal incluso extraplomado. La comisura del barranco también está habitada por ese curso de agua que dificulta los apoyos, pero a pesar de ello siempre gusta ver, sentir, circular la vida a nuestro paso.

            Hora tres cuartos para salvar los casi doscientos metros de desnivel, prácticamente verticales, en los que hay pasos cómodos, disfrutones, pero otros no tanto. Si la propia formación del barranco te obliga a hacer contorsionismo en algún tramo, la más que razonable distancia entre algunas clavijas te obliga a estirarte como no hubieras pensado que eras capaz, pero a gusto. La llegada a un árbol justo en el barranco, es anuncio del comienzo del final. Sólo nos restan unas cortas pero empinadas rampas de tierra entre enormes bolos para salir ya a la luz del día, para salir bajo el sorprendente escenario de un pequeño circo, el de Ligüerri, en donde retozan unas cabras asilvestradas, de las que pululan por toda esta sierra.

          Aquí termina el ascenso. Nos queda bajar, y la sirga nos acompaña en el viaje. Un viaje que se hace por una amplia e inclinada cornisa mediante una larga travesía horizontal que nos va dirigiendo a ir dando vista hacia la cuenca de este bello paraje de Vadiello, donde se embalsa el agua. Para tener esa amplia vista nos salimos de la ruta de descenso para acercarnos hasta un lugar privilegiado para ello. Estamos a los pies de los mallos de Ligüerri. Detrás de ellos, el Borón. Y al otro margen del pantano, se nos muestra el Fragineto, Mondinero, San Cosme, el cordal de Guara con la cabeza en las nubes… Volvemos sobre nuestros pasos y terminamos el descenso hasta los vehículos.


            En tres horas y media hemos hecho todo, disfrutando desde el primer hasta el último momento, subiendo por esta cicatriz vertical del macizo de Ligüerri y bajando por las fajas de la solana de sus murallones, en una mañana con un tiempo impropio de la época, y con una compañía súper.