jueves, 30 de enero de 2020

Tozal de Suaso, a los pies de la Peña de Otal

A TUCAS ALBARS
Tozal de Suaso (2222 m)
Miércoles, 29 de enero de 2020



            A poco nos ha sabido. Más hay que volver. Dicho queda.

            Estas fueron las palabras de despedida de la anterior reseña sobre el valle de Sorrosal, al que acudíamos justo hace dos semanas, y que con unas desmedidas dosis de voluntarismo a punto estuvimos de coronar esta bonita montaña. No consideramos victoria cuando las subimos, porque no es una pugna. No consideramos conquista cuando las alcanzamos, porque son ellas las que nos conquistan. No las consideramos rendidas a nuestros pies, porque son las que nos aúpan un poco más de su cota. No consideramos fracaso, por tanto, a una no consecución del objetivo. Sí que podemos hablar de éxito, pero sabiendo que se consigue cuando has regresado a casa.

Bella estampa del puente A Pasata

Los campos duermen bajo el manto nivoso
           La clave está en esos íntimos momentos de reflexión antes de dejarte mecer en los brazos de Morfeo, en los que te preguntas lo que has hecho en el día, si lo has dado todo, o podías haber hecho algo mejor, con el fin de tenerlo en cuenta en lo sucesivo, porque es ahí donde se brinda la ocasión de enmendar. Y eso es lo que hemos hecho. Esa buena dosis de voluntarismo, revestida de buenos pertrechos, ha hecho maridar esa relación del ser humano con la montaña, inexplicable pasión, por otra parte…bueno, no más que otras.

A punto de ponernos en marcha (foto de Marisa)

El Rincón del Año cargado de nieve
            Y no solo mejorando nuestra equipación porque se viera insuficiente hace dos semanas, sino porque además, la montaña ha soportado en este tiempo una considerable carga de nieve, suficiente para haber podido salir desde el mismo puente de Sorrosal, en la carretera ya con raquetas, no haciéndolo por guardar fuerzas. Pues ahí andamos, en una jornada para la que dan buenas previsiones, al menos hasta las primeras horas de la tarde, dispuestos a enmendar errores y desear que nos acoja esta montaña, carente de mucho interés dado el escenario en el que se encuentra, pero digna de culto, como lo son todas, y que anda ajena a la confusión que hay con su nombre, que incluso el mapa del IGN, dependiendo del zoom que pongas, sitúa en el cordal de los Fañanizas, justo enfrente.

Saliendo hacia nuestro objetivo

Por la cabañera junto al río
            Salimos por la cabañera, ese camino empedrado a tramos, y entre tapiales en los que el musgo se va haciendo hueco. Algo más de una hora para alcanzar el puente A Pasata, sobre un barranco de Sorrosal recién formado por los de las Fuebas y las Planas d’Abozo. Sin asomarnos a la cascada, en diez minutos más alcanzamos la pista, y pronto ya las raquetas, para llegar ya al refugio, en el que no paramos mucho.

Tendeñera entre nubes, y la cresta del Año

En plena faena
            El ambiente es puramente invernal, el rincón del Año luce sus mejores galas, unas laderas muy cargadas de nieve, sin saber muy bien sus intenciones con la próxima subida de temperaturas, y todo ello coronado por unos enormes paredones que su verticalidad ha descarnado, y que se muestran desafiantes, Pico de la Ripera, Tendeñera, Peña de Otal, Fenés… intratables, diríamos. Salimos del refugio con la decisión de emprender los casi 600 metros de ascenso por la loma sur que, aunque larga, es más tendida, y por ello da más seguridad.

Un alto en el camino antes del asalto final (foto de Marisa)

De contemplación (foto de Jesús)
            La incomodidad de ir ladeando obliga a tomarse la subida a pecho en lugar de ir haciendo zetas. La nieve está dura, lo que aconseja dar con fuerza cada paso, para que las raquetas muerdan bien. La ventisca que veníamos viendo en el cordal del Toronzué, que güega con Yésero, está a una altura que alcanzamos, y nos brinda buenas rachas de viento, un viento que anuncia la llegada de un frente que más vale dejarlo atrás en el descenso, porque trae cara de pocos amigos. Hay una cota intermedia en la que hacemos un alto para reponer fuerzas y acometer la subida final, llegando finalmente a los 2222 metros de nuestro objetivo de hoy, el Tozal de Suaso, que mira de reojo a los 2705 del roquedo próximo que forma la Peña de Otal o Arañonera.

Fenés y el cordal que se descuelga hacia el Tozal de Comas

Peña Otal o pico Arañonera
            Justo el tiempo para reagruparnos, y tomamos la decisión de cambiar de herramienta, porque vemos que la pendiente es algo excesiva para raquetas. Contemplación, poca. Fotos, pocas. Viento, mucho. Crampones, piolet y para abajo. En una hora llegamos al refugio, tras un descenso bastante penoso, debido a que la nieve ha transformado y nos clavamos hasta la rodilla en ocasiones. Echamos un bocado en el refugio, que no lo habíamos hecho antes, y de nuevo con raquetas continuamos por la pista hasta ese desvío que nos lleva al puente de Sorrosal, habiéndonos despojado de ellas donde el terreno lo aconsejaba.

Los cielos de Cotefablo

Reponiendo
            La actividad de hoy arroja unos datos de 7h 10’ de tiempo total, del que 4h 25’ han sido en movimiento, para recorrer 12,6 km, y salvar un desnivel acumulado total algo superior a los 1000 metros D+/-, que no hacen justicia con el esfuerzo realizado hasta llegar al vehículo, que lo hacemos cuando el frente decide despedirnos con agua. Justo a tiempo, tras una bonita jornada de montaña en buen ambiente y con buena compañía.


Más fotos y el track

lunes, 20 de enero de 2020

Vía Sendero Límite (V+), en el Mallo Común de Peña Rueba

ESCALADA
Vía Sendero Límite (V+)
Domingo, 19 de enero de 2020



            “Nuestro camino no es por fáciles prados de hierba, sino que es un sendero de montaña escarpado y lleno de dificultades. Pero siempre hacia adelante, siempre hacia arriba, siempre hacia el sol”.


            Sabias palabras de Ruth Westheimer, terapeuta, socióloga y escritora alemana, que posiblemente no perteneciera a este mundo de las montañas, pero que consciente o inconscientemente, en esta frase ha dejado contenido un pensamiento que le da sentido también a la propia vida, porque sin dificultades no hay progreso que valga, y que la felicidad hay que encontrarla, precisamente, en la superación de esas dificultades… y para qué?, habrá alguien que pregunte, porque detrás de una dificultad viene otra, incluso mayor..., podrían continuar diciendo. Pues sí, efectivamente, no les faltaría razón, porque detrás de un monte siempre hay otro monte.

Cuando dejas atrás las montañas la vista planea por el llano

Arranque de la vía
            Y eso es lo que hemos venido a buscar hoy… bueno, no sé, igual es lo que nos hemos encontrado. De cualquier modo, hoy hemos cambiado esos caminos fáciles por prados de hierba, incluso esos senderos escarpados llenos de dificultades, que dice Ruth, por otros más empinados, más verticales, más difíciles, pero que con la ayuda de dos avezados escaladores hemos conseguido superar para llegar a lo alto, donde el aire es más puro, donde la luz es más luminosa, donde la vista se desliza más y más, donde el alma se ensancha… bueno, y también donde hace más frío.

Mallos de Agüero

Comienza la fiesta
            Hoy, con Jesús, al que llaman Ches en el mundillo, y con David, conocido por Rodri en ese mismo mundillo, y tras abandonar la idea de ir a hacer la vía “Los Terceros también existen”, porque la consideraban “poca cosa”, veremos!!!, hemos ascendido al mallo Común de Peña Rueba por la vía “Sendero Límite”, de V+. Bueno, digo hemos subido, pero en realidad me han subido, porque así ha sido. Se trata de una vía abierta por Julio Benedé y Luis Royo, inicialmente de 270 metros y 10 largos, aunque posteriormente abrieron, junto con Carlos Roy, una extensión que alcanza lo alto de la peña, con 100 metros más en otros 4 largos.

Así nos recibe la peña

Ches
            Invierno, día desapacible, después de haber llovido el día anterior. Quizá no sean los mejores antecedentes como para ir a escalar, pero allá que vamos a ver cómo está el patio. Nos acercamos a Murillo de Gállego y subimos hasta un terreno recientemente explanado para aparcamiento, junto a la segunda balsa. La peña se muestra oscura, con cara de pocos amigos, no obstante decidimos ir a hacerle la visita y comprobar si entra en el juego. Seguimos la pista y entramos en el sendero que nos conduce al pie de vía, en unos cuarenta minutos. La mañana acompasa a la peña, también gris, callada, muy suya. Se reconoce visualmente el itinerario de la vía y se constata que está parcialmente mojada, aunque con ganas de ir secando, porque el aire se lo ordena. Iremos viendo.

Chema (foto de Ches)

Rodri
            Momentos relajados dando cuenta de alguna vianda, y al tajo. Sobre la señal de S.L., comienza Rodri, está claro que se van a repartir el juego. Por mi parte, escalador de segunda, con la cuerda por arriba, y cuanto más tensa, mejor. En las reseñas dan los largos de 30 metros, y está bien, para evitar sorpresas, pero tienen menos. De hecho se alcanza la R1, pero los dos siguientes se empalman, pasando de largo la R2. Entre esa R1 y la R3, es decir los L2 y L3, es donde están los puntos más delicados, los de V y V+, casi imposibles de superar si no estás muy puesto en subir con las uñas ayudándote solo con la falange distal. Eso, o la tracción que viene de los cielos, y de lo que no se puede estar muy orgulloso…

Chema y Rodri (foto de Ches)

Chema (foto de Ches)
            Los dos siguientes largos, L4 y L5, hasta la R5 comparten la dificultad de los anteriores, el primero, y apiadándose un poco, digo, un poco, el segundo, ya que empieza ligeramente a tumbar. En la R5 toma Ches las riendas, que no abandonaría ya hasta el final. El siguiente doble largo, los L6 y L7, ya más asequibles, de IV+, aunque me sigo sintiendo con más peso que el que dicta la báscula. Lo digo por los chavales, que si han venido a disfrutar… yo lo estoy haciendo, y dicen ellos que también, y que, bueno, la pared se las trae… será para sacarme a mí de la miseria… Jjjjj…

Ches, seguido de Rodri (foto de Ches)

Chema (foto de Ches)
            Quedan tres largos que, en un principio se piensa en empalmar, pero llegados a la R9, se ve que el L10 es más largo de lo que queda de cuerda, de modo que a montar la reunión, haciendo luego de ese último largo un verdadero paseo triunfal. Hemos llegado a lo alto del mallo Común. Le hemos metido algo más de cuatro horas de escalada, en la que nos hemos medido con la roca, un conglomerado que ayuda, pero que no siempre encuentras lo que buscas. Una subida en la que hemos pasado frío, calor, viento, pero en la que no hemos dejado de disfrutar, midiendo las propias fuerzas, y las de tus compañeros, con la propia montaña.

Los buitres van buscando las térmicas,
nosotros también aunque no subimos tan ligeros (foto de Rodri)

Ches seguido de Chema
(foto de Rodri)
            Extraordinaria atalaya sobre la cuenca de un Gállego que se va a dar lección a otra parte, y sobre unas tierras llanas que decididamente dejan las montañas para ir a beber del Ebro. Próximos, muy próximos, los mallos de Agüero, con el pueblo a sus pies. Nos acercamos hasta la proa más occidental, que asoma en vertical sobre la entrada al circo por donde se sube a la ferrata Varela Portillo, que en otras ocasiones hemos visitado, alcanzando lo más alto de todo este macizo, para bajar por la ferrata de la Mora, que es la que nos va a servir para bajar de aquí.

Culminada media faena... que hay que bajar

Travesía en busca de la ferrata de la Mora
            Para ello hay que alcanzar un visible collado hacia el este, pasando por el arranque de la extensión de la vía que hemos hecho. El tránsito es a pie llano, por entre matorrales, aunque pegados a la roca, y pasando por algún tramo expuesto. Una vez en el collado se accede a un sendero que te lleva al encuentro de unas maromas que te ayudan en el descenso, sobre todo el de una corta, pero vertical, chimenea. Siguiendo nuestro tránsito, damos ya con la ferrata de la Mora, que no abandonamos ya hasta llegar al sendero, a través de entretenidos destrepes. Total, desde la culminación de la escalada hasta el coche, hora y media… que no está mal tampoco.
 
Se desciende por la chimenea de la izquierda
            Y con un merecido bocado apresurados por un sol que dice que se va… y se va, terminamos esta jornada distinta de montaña, disfrutando y mucho de esos caminos verticales, con un par de tíos… buen chen.


Más fotos

viernes, 17 de enero de 2020

Valle de Sorrosal, los ecos del silencio

IXOS MONS
Tozal de Soaso (2222 m) fallido
Miércoles, 15 de enero de 2020



            “Viendo la belleza de estas colinas, el río, la extraordinaria tranquilidad de una mañana fresca, el relieve de las montañas, los valles, las sombras, lo bien proporcionado que está todo, viendo todo eso, ¿no le escribiría a su amigo, diciéndole “Vente para aquí, mira esto”?”. 

      Sabias palabras de Krishnamurti, filósofo y escritor hindú, en cuyas prédicas abordaba como tema central la transformación del ser humano mediante la meditación, el propio conocimiento, y la contemplación de la belleza. Pues a eso vamos.

Leyenda en la entrada al valle

Circo de l'Año

            Entre las cuencas de dos grandes ríos pirenaicos, como son el Gállego y el Ara, se alza una enorme barrera orográfica, una de las llamadas sierras interiores de los Pirineos, Tendeñera. Admirada, codiciada, con una belleza en su estado más salvaje, que sobrecoge a media distancia, pero que encandila, enamora, conforme te vas aproximando a ella. Brava, valiente, altiva, que conforma cantidad de lugares, de rincones, de circos, extremadamente bellos en cualquier época del año, igual por su paco que por su solano. Donde el gran Hacedor de las montañas se entretuvo, se divirtió en su Faena. Una gran desconocida para nosotros hasta hace muy poco tiempo, pero que con enorme expectación vamos descubriendo sus encantos.

Belleza salvaje

Gradas de Soaso... las otras
            En alguna de nuestras entradas anteriores, describíamos los valles y cordales que la sustentan por su cara sur. Hoy añadimos a nuestro particular libro de visitas, uno de esos valles, el más oriental, el de Sorrosal, nombre más conocido por el salto de su gran cascada junto a Broto, en su joven senectud, y que paralelamente se asciende por los fierros de su ferrata, pero que aquí, en su juventud, adquiere cotas insospechadas de belleza, y más cuanto más te acercas a su niñez, conformado por el aporte de varios barrancos, que beben de estas espectaculares montañas. Pero el principal, el que viene del mismísimo circo de l’Año, es el que no le tiene ninguna envidia a su homónimo de Ordesa. Soaso, Suaso en algún mapa, con sus gradas, que injustamente no tiene el reconocimiento del Parque Nacional. Como aquél, con unas aguas que se apresuran a abandonar estos rincones, porque saben que no tardarán en volver.

 
Evocador camino calzado
Campos con su borda
            Bueno, al tajo. Con Toño y la señá Petri nos presentamos junto al puente carretero de la N-260a, en el P.K. 486, cerca de Linás de Broto, donde comienza esta preciosa circular. Aspacico y callandico, como dice la jota, nos vamos introduciendo en este valle que, de momento, esconde más, mucho más, de lo que muestra, y que lo va a ir haciendo poco a poco. El valle tiene uno de esos ambientes, como se ve en pocos ya hoy en día, de campos con su borda, imágenes que evocan tiempos pretéritos en los que se faenaban, y que para llegar a ellos se empleaban estos caminos empedrados, con sus tapiales revestidos de musgo. Unos caminos, ya hoy casi solitarios, que sirven para subir y bajar el poco ganado que va quedando.

Puente A Pasata

En la primera cascada (foto de Toño)
            Al cabo de media hora de salir, un desvío a la derecha nos baja al puente Sarecho, que bien se puede emplear para cruzar a la margen izquierda y volver por la pista, completando así un bonito paseo. Pero nosotros queremos más. Volvemos a nuestro sendero y continuamos por él. En media hora más, otro puente, el A Pasata, que sí cruzamos, para al cabo del rato, y en un breve desvío asomarnos a la primera de las cascadas que nos ofrece el barranco. A los diez minutos, tomamos otro desvío algo más largo, para ver la segunda. Por aquí pasaremos a la vuelta dibujando un ocho, esa doble circular que hoy nos va a llevar a culminar esta extraordinaria jornada de montaña.

Las madrugadoras prímulas

Refugio d'Abozo
            En poco está ya que salimos a la pista, que tomamos hasta alcanzar el flamante recién restaurado refugio d’Abozo, inaugurado en septiembre de 2018, por la FAM, el Presidente de la DPH, autoridades locales y comarcales y representación de clubes de montaña. Nos incorporamos a la pista, y ya por el barranco homónimo vamos ascendiendo dirección a la cabecera de este valle hermanado con el circo de Soaso, por su configuración y nombre.

Tozal de Comas

Torunzué
            Nuestro camino sube más y más… pero mucho más lo hacen los montes que nos rodean. Por la izquierda, el cordal del Torunzué, bien cargado de nieve; y por la derecha, se nos van viniendo encima unas cotas más bajas con las que coincidimos en el mirar, son un par de lomas que bajan a tomar tierra desde de los enormes peñascales que se descuelgan de la Peña Otal. La raca, que se entretiene con lo más alto de esta sierra de Tendeñera, nos trae el anunciado mal tiempo, y en su deambular juguetón deja alguna ventana para la contemplación y la fotografía. Estamos en un lugar de extrema belleza, y cuyos excesos van directamente a alimentar nuestra alma mediante la contemplación.

Precioso escenario

Progresando por terreno nevado
            Estamos a dos horas del arranque, y se nos ofrece subir a ese Tozal de Soaso, de 2222 metros, lo que podría ser la guinda de la tarta de hoy. Dejamos el camino y vamos acometiendo el ascenso, buscando siempre el itinerario más cómodo. Las manchas de nieve se nos van presentando con más frecuencia a medida que tomamos altura, hasta llegar a un punto en el que decidimos sacar un cordino para seguir la ascensión. Es mucho el tiempo que perdemos, pero no se puede aquilatar en aras de la seguridad. La nieve, que comenzaba estando dura, en este tiempo se va transformando, facilitando la progresión, pero a pocos metros de la cima, no más de cincuenta, la pendiente se pone más intratable y decidimos abandonar. En la decisión ha tomado parte, además, un brusco cambio de tiempo, que la suave y soleada mañana se ha tornado en un frío y nublado mediodía.

A un paso de la cima

Bajando a la cota inferior
            El descenso lo realizamos por el lomo, en busca de la cota inferior. Lo avanzado ya de la jornada, y la orientación, restan riesgo a esta maniobra, que concluye llegando al sendero del fondo del valle, completando así el bucle superior del doble ocho del itinerario. Una vez en la pista, nos desviamos a la derecha para visitar el muy próximo ya refugio de la Faja, donde aprovechamos para echar un bocado con un sol que no termina de poder con el frente que está entrando.

Refugio de la Faja

A nuestro paso por la cascada de arriba
            Por debajo del refugio tomamos un sendero por encima del barranco de las Fuebas, que nos lleva directamente a esa segunda cascada que hemos entrado a ver subiendo. De allí a la pista se repite trazado. Y ya todo es un bajar y bajar contemplando el valle desde otro sentido y perspectiva. Se pasa por la fuente del Furco, a la que hacemos aprecio. También por el desvío al puente A Pasata, pero seguimos hasta el que nos va a llevar al puente de Sorrosal, y que si no tomáramos apareceríamos en el arranque de la pista, lo que nos obligaría a recorrer 650 metros de carretera, de este modo solo lo hacemos para cruzar este puente.

Fuente del Furco

Bella estampa
            Y así llegamos al punto de partida, dando por terminada una extraordinaria jornada de montaña por lugares en los que hemos tenido la oportunidad de hacernos uno con el paisaje, habiendo recorrido 14,4 km, en un tiempo total de 6h 15’, del que tan apenas 3 horas han sido en movimiento, con un desnivel acumulado en torno a los 1050 m D+/-. A poco nos ha sabido. Más hay que volver. Dicho queda.


Más fotos, y el track