jueves, 30 de septiembre de 2021

Estribiella, Tortiella, Sayéstico y Chipeta Alto, por el alero occidental de la Selva de Oza

 


AQUERAS MONTAÑAS
Pico de Estribiella (2048 m)
Pico de Tortiella (1981 m)
Sayéstico (2084 m)
Chipeta Alto (2175 m)
Miércoles, 29 de septiembre de 2021

            La filósofa y medievalista francesa, Marie Madeleine Davy, nos dejó dicho aquello de Signo de verticalidad, puente entre lo bajo y lo alto, la función de la montaña consiste en comunicar las dimensiones terrestre y celeste. Y eso es lo que nos hemos encontrado hoy en los enormes paredones de las montañas que hemos subido, aunque, bien es cierto que no lo hemos hecho por ellos, pero sí los hemos visto de cerca, desde arriba, hundiéndose en el abismo, manteniendo la respiración para no cortar la comunicación entre esas dimensiones.



            Hoy nos hemos propuesto recorrer el cordal oeste de la Selva de Oza, uniendo dos Grandes Rutas de máximo interés pirenaico, el GR 11 y su derivada, el GR 11.1. La ascensión la haremos por este último, y el descenso por el primero. Por la parte baja los uniremos bajando desde La Mina hasta el Puente de Oza, y por arriba, visitando las cuatro cotas con nombre, Estribiella, Tortiella, Sayéstico y Chipeta Alto, y alguna más sin él.



            Como preferimos hacer lo primero el enlace por abajo, dejamos el vehículo en La Mina y recorremos en cuarenta minutos, los 3,5 km de bajada hasta el Puente de Oza, para introducirnos en el bosque por el GR 11.1, que viene de su origen en Tachera, aunque el acompañamiento va a ser tan solo hasta el collado de Estribiella. El bosque nos acoge con ganas, está fresco, húmedo, fruto de las últimas lluvias, que no han profundizado mucho, pero lo suficiente para podernos ofrecer lo mejor de sí mismo, en los comienzos de esa etapa otoñal que le espera, y que nos invitará a una nueva visita. Se lo dejamos dicho. A los veinte minutos de subir por entre grandes ejemplares de hayas y abetos, finaliza el ancho camino y da comienzo el sendero, que sigue subiendo con más ahínco, para lo que se vale de zetas. 


            Antes de llegar a salir del bosque, nos cruzamos con un joven y sus dos perros, pastores, como él, que nos pregunta si vamos a la Peña Forca, a lo que respondemos que no, que al lado contrario. Y la cuestión viene porque un poco más arriba, en el claro, tiene el rebaño, custodiado por cuatro mastines, que merodea la osa y que él sube un par de veces al día para dar vuelta, porque ha habido ya varios ataques en los últimos días, y ya han tenido que entrar en acción los perros. Que nos ladrarán y marcarán territorio, pero que no muerden si no nos metemos por en medio del rebaño. Buen cuerpo nos deja entre unas cosas y otras. Seguimos subiendo, y antes, bastante antes de darnos alcance visual, ya comienzan a ladrar. Habrá que hacerse amigos de los mastines, porque de la osa lo tenemos más crudo.


            Efectivamente, llegamos ya a la altura del ganado, ovino, que lo es, y que ocupa buena parte de terreno a uno y otro lado del sendero, cuando los perros se vienen hacia nosotros con cara de no dejarnos pasar. La pericia de Toño lo resuelve poniéndonos de rodillas ante ellos en señal de sumisión, al menos, aunque siguen ladrando, es la forma de que no se acerquen demasiado. Otro inconveniente es que, aunque vayamos progresando muy despacio, y agachándonos cada vez que se acercan, involuntariamente el ganado avanza en nuestra dirección, prolongando la incómoda situación, que parece resolverse cuando las ovejas de abajo deciden ir subiendo hacia arriba, por lo que nos desviamos del sendero para no pasar cortando el ganado, aunque hay una rezagada que no pasa, yendo a su vera, inmediatamente, uno de los mastines. Bueno… cosicas para contar. Ya nos hemos librado de los perros, a ver qué pasa con la osa.


            Seguimos por el claro del bosque, del que ya nos hemos despedido para toda la jornada. A casi dos horas del comienzo en La Mina, llegamos al fondo del circo, que te ofrece dos opciones, al menos por uno conocidas, a la izquierda se toma el desvío para subir a Peña Forca, y a la derecha, por donde siguen las señales del GR, se continúa para subir al collado, nuestro siguiente hito. Hasta llegar a él, da comienzo aquí una fuerte pendiente que termina en unos pasos con sirga, que dan vista ya a una amplia vaguada que recorremos para la subida definitiva al collado de Estribiella, bajo el extremo oriental de la fachada norte de la sierra de Alano, ocupado por el Rincón de Alano. Dos horas cuarenta minutos hasta aquí, cuando dejamos el GR 11.1 y emprendemos a la derecha la subida a nuestra primera cota de hoy, el Estribiella, a donde llegamos en diez minutos por una pendiente ladera herbosa, ambiente del que vamos a disfrutar en nuestras andanzas por estas alturas.





            Los 2048 msnm en donde estamos constituyen una auténtica atalaya sobre el entorno. Por el oeste, ya se nos había abierto el panorama a la cuenca de Zuriza, cerrada al sur por la imponente sierra de Alano y el Ezcaurri al otro lado del río Veral, el pequeño valle de Tachera, abrigado de las nortadas por el Quimboa Bajo. Al sur, Lenito y adivinando la continuidad hacia Peña Forca. Al oeste, el amplio valle de la Selva de Oza, presidido por el impresionante Castillo de Acher. Y hacia el norte, el recorrido que nos queda, amén de otras muchas montañas que sería prolijo enumerar, y que se ven envueltas en unas juguetonas boiras que le aportan misterio y misticismo.









            Recordemos que esta es la primera de cuatro. No podemos extasiarnos demasiado, hay que seguir, y lo hacemos bajando al paso de Mazandú, una suave vaguada, para acometer el ascenso a la siguiente, el pico Tortiella que, junto con el anterior, tienen nombres cuasi gemelos en la zona de Canfranc. Los dos siguientes, los más altos, están más escorados hacia el este, asomándose a sendos precipicios, por unos cortados profundamente verticales que la madre Naturaleza y sus avatares nos han dejado para nuestro disfrute visual. Tras bajar al paso Tortiella, algo más alejado de la trayectoria norte, como decimos, que traíamos, la ladera para subir al Sayéstico se hace más larga. Guiada por dos grandes hitos, que parecieran ser cimeros, la decepción es que no lo son, y hay que continuar subiendo hasta los 2084 msnm de esta nuestra tercera cota de la jornada, donde aprovechamos para echar un bocado, algo más consistente que los fugaces anteriores.





            Los acantilados sobre los que nos situamos son verdaderamente de vértigo. Volvemos unos pasos en la misma dirección, para bajar de nuevo y continuar hacia el techo de la jornada, el Chipeta Alto, que desafiante se alza como barco con su altiva proa mirando hacia Guarrinza. Para subir a él, hay que salvar una zona con pequeñas terrazas de piedra, que se supera sin ningún problema, llegando finalmente a la cima al cabo de cinco horas desde el punto de partida, allá abajo en La Mina, con el que tenemos contacto visual. Las vistas son las descritas, no difieren mucho, pero tener la sensación de que estás en la proa de este “Titánic”, es tener más que una sensación. Se hace difícil de explicar, hay que estar aquí. El buzón de cima está situado unos pasos antes del extremo, al que se puede pasar con cuidado por una corta arista. Pues eso, pasar y traspasar.




            Solo resta ya bajar al collado de Petraficha, que toma el nombre de otra gran prominencia, la que tiene al norte, y que es el extremo de la sierra de Quimboa. Una vez allí, nos incorporamos al GR 11 para bajar ya al punto de partida. Un camino, este de bajada, en el que ha cambiado drásticamente el ambiente, las calizas han dado paso a formaciones ferruginosas, encontrando curiosos conglomerados para cuya explicación acudimos a Kike, nuestro geólogo de cabecera, y que transcribimos literalmente: Conglomerado permo-triásico. Cantos de derribo de ladera (angulosos, no redondos) de aquella cordillera Varisca, oxidados y enrojecidos por la aridez, el calentamiento del planeta, y su valencia 3 en hierro. Todas las rocas rojas del Pirineo sean calizas, arenisca, conglomerado, etc.... siempre son de aquel remoto episodio. Aproximadamente 250 MM de años. En fin, como para acordarse de aquello.


           Bueno, pues entre unas cosas y otras llegamos al punto de partida, tras 7h 15’ y 17,3 km recorridos, en los que hemos hecho un desnivel acumulado total de en torno a 1425 m D+/-, en una jornada en la que hemos disfrutado lo nuestro por estas alturas y bajo estos cielos.





Más fotos y el track

martes, 28 de septiembre de 2021

Pixón, de la Solana, Leners y Millars, son ibones de la Bal de Chistau

 


AQUERAS MONTAÑAS
Ibón Pixón (2200 m)
Ibón de la Solana (2430 m)
Ibón de Leners (2508 m)
Ibón de Millars (2353 m)
Domingo, 26 de septiembre de 2021

            El escritor y filósofo español Jorge Ruiz de Santayana, nos dejó una cita que traemos hoy aquí, y dice que la Tierra tiene música para los que escuchan. Y la traemos porque la Tierra, nuestro planeta, en sus múltiples manifestaciones biológicas es una verdadera universidad, o un verdadero concierto, si vamos al terreno de Santayana, en el que hay que concentrarse para escuchar cada instrumento de forma aislada del resto, dentro del armónico sonido que ofrece. Son los animales, los vegetales, los minerales, las aguas, los cielos, las nubes, la luz, los vientos, las temperaturas, las presiones atmosféricas… y tantos y tantos elementos más que contribuyen a esa emisión, solo al alcance de quien la escucha, no del que la oye, no, del que la escucha...



            Pero es difícil, muy difícil, tener esa agudeza sensorial para saber captar los mensajes y sus matices. La Naturaleza susurra, pero, aunque hablara a gritos, muchos no seríamos capaces de oír, y mucho menos de escuchar. Bien se vale que para eso tenemos gentes que sí lo hacen, oyen, escuchan, interpretan y difunden. Es el caso del amigo Kike Fernández, verdadero apasionado, bueno, de muchas cosas, pero en el caso que nos ocupa, de la geología, de la tierra y sus entresijos, de lo que se ve, y de lo que no se ve, que según él es más interesante. Hoy hemos disfrutado, y él más, de lo contrario no lo haríamos nosotros tanto, de una interesantísima jornada de montaña de la buena, en la que nos ha dado las claves para interpretar esas sonatas, esas sinfonías, esas composiciones en modo Mayor algunas, otras en Menor, con melodías, sincopadas en algún caso, y que se descubren tras una aparente cacofonía, un aparente caos de piedras de distintos tamaños, formas y colores que cuentan para todos, aunque solo unos pocos privilegiados sepan escuchar su historia, como el propio Kike y su sobrino Miguel, que suena como bella armonía, con h y sin ella.




            Hace dos semanas, los amigos del Club Atlético Sobrarbe (CAS), de Aínsa, y del Nabaín, de Boltaña nos acompañaban en una de las rutas que la Sección de Montaña del CP Mayencos, de Jaca tenía programada por la cabecera del valle de Aísa, y es ahora cuando les devolvemos la visita, acudiendo a una espectacular ruta que nos han organizado por el mundo granítico de la Bal de Chistau, realizando una extraordinaria circular para visitar cuatro de sus ibones, el de Pixón, de la Solana, de Leners y de Millars, en unas cuencas glaciares como vestigios de esa época no tan lejana en términos geológicos, y que nos quedan como profundos ojos de mirar sereno, ignorando… o no, el final que les espera, aunque bien es verdad que, como todo ser vivo, los hay que mueren, pero también que nacen… a nuestro juicio fruto del mismo fenómeno.


            Pero como estamos para disfrutar aprendiendo y aprender disfrutando, comenzamos. Y lo vamos a hacer en el Parque Natural Posets Maladeta, porque nuestra ruta de hoy da comienzo en Es Plans, un paraje quizá más conocido como Campamento de la Virgen Blanca, muy próximo ya a Biadós y su idílico valle, en los confines de la Bal de Chistau, donde se funden las aguas de los dos ríos principales, el Zinqueta de Añes Cruzes y el Zinqueta de la Pez, dos hermanos homónimos, que toman su apellido de su lugar de origen. Desde ahí, desde Es Plans decimos, bajamos para cruzar la palanca sobre el primero de los mencionados y dejarnos ya acariciar por el ambiente del bosque, más encantado que nunca tras las lluvias de estos últimos días. Un trazado que monta sobre el GR 19 o Sendero del Sobrarbe, y que nos va bajando, al compás del río, hasta que en un cuarto de hora tomamos un desvío a mano izquierda, con las señales verdes del parque.



            La subida por el sendero del bosque es pendiente, pero se hace de forma agradable. A punto de salir del bosque a unos claros, dejamos a la derecha el paraje que llaman el Castellazo, que calla más de lo que muestra. Al cabo de una hora de sendero nos topamos con un resalte de piedras que hay que superar echando las manos, pero sin más complicaciones, continuando por el sendero de bosque hasta llegar al desagüe del primer ibón de la ruta, el Pixón, que reposa bajo las Rechanzadas, unos enormes paredones que lo custodian. Primer ibón, primera parada, primer bocado a orillas de una refulgente lámina de agua que refleja el sol que templa el fresco y húmedo ambiente con el que hemos empezado la ruta hace dos horas.





            Inmersos ya en el mundo granítico, continuamos nuestra marcha por la traza señalizada con las marcas verdes del parque, hasta alcanzar en tres cuartos de hora el siguiente ibón, el de la Solana, con su característica isleta central, cuya contemplación merece otra breve parada. El pico del Turmo, las Agujas del Sen, vigilan de cerca esta otra maravilla de origen glaciar, que ha llegado hasta nosotros y que no podemos por menos que admirar, agradecer y desearle larga vida. Breve parada, como decimos, para echar otro bocado y reponer fuerzas, que aún queda algo de ascenso para los siguientes. De hecho, tenemos que acometer la subida a nuestra mayor cota de hoy, situada a unos 2570 msnm, antes de cambiar de cuenca, e ir bajando ya hacia los dos siguientes y últimos ibones.





            Sin dejar de admirar el entorno, continuamos, pues, con nuestro descenso por los bolos graníticos para llegar ya al tercero, el de Leners, sin bajar de la cota 2500, bajo los imponentes paredones de los Eristes, un grupo de tres miles a los que no tenemos el gusto de haber visitado todavía, pero que, como muchas otras cosas, también tiene remedio. Hemos pasado el punto más alto de la ruta, y ahora estamos en el ibón más alto, en cuyas orillas asistimos a una clase magistral del amigo Kike, que nos despliega un gran mapa que muestra las distintas eras geológicas por las que ha pasado nuestra cordillera pirenaica y sus efectos sobre el terreno, y que, con el apoyo de Miguel nos va explicando apasionadamente, los distintos movimientos tectónicos, los cabalgamientos, la composición de las rocas, las viejas, las jóvenes, las duras, las blandas, las erosiones… en fin, demasiada información para legos, pero que se agradece, porque ayuda, y mucho, a comprender lo que se ve, y todo ello en este incomparable marco, con el telón de fondo de las paredes suroccidentales del Espadas que, como dice, es un escenario único en todo el Pirineo.




            Entre unas cosas y otras, se nos va casi una hora, una hora de auténtico disfrute sensorial e intelectual. Este ibón del que salimos, y el siguiente, aunque algo en precario, están represados, cuyo aprovechamiento hidroeléctrico forma parte del complejo Lafortunada-Cinqueta, considerado el mayor de los Pirineos, es por eso que a partir del ibón de Leners vayamos viendo ya artificios que afean el entorno, pero con la ventaja de que ya tenemos una traza de sendero más cómoda y definida, pasando por el siguiente y último hito de la jornada, el ibón de Millars, donde volvemos a aprovechar para pasar un rato en sus orillas, disfrutando de sus calmas aguas y de la paz que transmiten, con esos reflejos del sol y de las montañas cercanas, en un ambiente puro de Alta Montaña.




            Continuamos bajando, y en un cuarto de hora nos incorporamos al GR 11.2, que sube, o baja, según le dé, del collado de la Forqueta, o de Eriste, que también se llama. A partir de aquí ya todo es bajar y bajar parejos al barranco de la Ribereta. Se pasa por una curiosa fuente con una formación ferruginosa, del Incante, la llaman los locales, y poco a poco se llega a la palanca para cruzar el Zinqueta de Añes Cruzes, subiendo para incorporarnos al GR 11, que decididamente nos lleva ya al refugio de Biadós, donde podemos optar por hacer el último alto en el camino o seguir bajando, como un cuarto de hora, hasta los vehículos, cerrando así una preciosa circular visitando cuatro de los muchos ibones que alberga el ambiente granítico.











            En total, han salido 14,1 km, recorridos en un tiempo total de 7h 50’, con dilatadas paradas, y salvando un desnivel acumulado total en torno a los 1080 m D+/-, con los amigos de Aínsa y Boltaña, a los que estamos agradecidos por habernos ofrecido esta magnífica ruta.


Imagen cedida por Álberto Bosque