lunes, 13 de septiembre de 2021

Pico de la Garganta de Aísa, Sombrero y pico de la Garganta de Borau, por la Faja Voladera

 


AQUERAS MONTAÑAS
Pico Garganta de Aísa (2504 m)
El Sombrero (2562 m)
Pico Garganta de Borau (2570m)
Sábado, 11 de septiembre de 2021

            En nuestras andanzas por las montañas encontramos senderos estrechos, caminos anchos, sinuosos, incluso tortuosos, más visibles, menos visibles… y alguna vez, pocas, no los hay, en cuyo caso, se hacen al andar, como dijo el poeta. Hoy traemos una frase del escritor estadounidense, del siglo pasado, Theodore Roethke, al que le gustaba ambientar sus poemas en entornos naturales. Decía: Sobre cada montaña hay un sendero, aunque no se pueda ver desde el valle.



            Es algo que experimentamos muchas de las veces que nos subimos a ellas, aunque en este caso, también es recíproco, porque desde esos senderos que no se ven desde el valle, tampoco hemos visto el valle, porque a los 18 miembros que hoy nos hemos juntado para rendir culto a esas montañas, se nos ha unido un decimonoveno elemento, etéreo, volátil, las persistentes nieblas, que no sabemos si se lo habían propuesto o no, pero que no han impedido que miembros del CP Mayencos, de Jaca, con nuestros invitados del Club Atlético Sobrarbe (CAS), de Aínsa, y Nabaín, de Boltaña, disfrutáramos de una extraordinaria travesía por las montañas de la Muralla de Borau, que altiva se alza sobre los mundos de Tortiellas y Candanchú, ascendiendo al Pico de la Garganta de Aísa, al Sombrero y al Pico de la Garganta de Borau, más conocido como Lecherín, dando la vuelta al espacio Lecherines, donde conviven las royas areniscas con las blancas calizas, un mundo duro, kárstico, sin piedad, por unas crestas y unas fajas muy aéreas, aunque hoy no se haya notado mucho.



            Con más visibilidad que ahora, hace ya catorce meses que estuvimos haciendo esta misma ruta, es por lo que no podemos por menos que rescatar alguno de los fragmentos de aquella crónica, que despertó gran interés entre los seguidores de esta ventana a las montañas.



LA ASCENSIÓN A LA GARGANTA DE AÍSA

            Finalmente somos dieciocho los que nos juntamos para dar esta extraordinaria vuelta al mundo Lecherines, comenzando expectantes ante la cara que nos ofrecen hoy las montañas, cuyas cabeceras andan entre nubes, ajenas, pensamos, a nuestra presencia, pero ahí vamos, a ver cómo nos tratan. Salimos de la Cleta, al término de la carretera que sube de Aísa a sus puertos, comenzando por cruzar el barranco y recorrer ese sendero súper transitado, ya que se trata de un recorrido común a varios destinos. Al cuarto de hora dejamos atrás la señal del desvío a “El Chorrotal”, esa surgencia que se considera el nacimiento del río Estarrún. Dejamos también el sendero del Aspe, y vamos al encuentro del GR 11.1 por un sendero anterior al del cruce. Seguimos las marcas rojiblancas hasta dejarlas para dar comienzo ya a la subida a la Garganta de Aísa por el caos de ese pequeño circo bicolor que forma.


            El piso herboso deja paso al pétreo, que nos va a acompañar ya a lo largo de buena parte de la jornada, y con gran paciencia, también de esfuerzo, alcanzamos ese paso de la Garganta de Aísa, que da vista al mundo Tortiellas. Como dos horas desde el arranque. Estamos en un gran tajo, entre los espacios occidentales, Lienas y Aspe, con su desafiante arista de los Murciélagos, que visitamos en días pasados, y los orientales, que nos van a acoger.



LA TRAVESÍA Y LAS TRES CUMBRES

            Antes de alcanzar el paso ya nos vemos acogidos por este último elemento que no se ha querido perder la fiesta de la montaña de hoy, y como previsto la llegada al collado se ve envuelta en la fría niebla y su viento acompañante, lo que hace que no nos entretengamos ni en tomar resuello para seguir. Con la visibilidad mermada, que apenas permite vernos entre nosotros, tomamos el estrecho sendero, ya por la vertiente norte, un trazado bajo los paredones y por terreno inestable, por el que hay que discurrir con precaución. Dejamos a nuestra derecha una canal, que no es la nuestra. Continuamos, y el paredón da paso a una ancha canal que sí es la nuestra, y que para acometerla nos obliga a bajar unos metros. Todavía mantiene alguna mancha de nieve que no dificulta el paso por el sendero. Veinte minutos desde el paso, y un cuarto de hora más para alcanzar otro collado, donde se nos tendrían que abrir buenas vistas también hacia el sur, vertiente por la que empezábamos a andar.




            Nos enfilamos hacia poniente, para dirigirnos hacia el primer objetivo, el pico de la Garganta de Aísa, que alcanzamos a los pocos metros y tras una corta trepada. Estamos en los 2504 metros de esta cima, aunque los mapas no se ponen de acuerdo en eso, es la más baja de las tres de hoy. Las nieblas persisten en impedirnos disfrutar de uno de los valores de esta ruta, las vistas. Bajamos de este promontorio rocoso, dejamos atrás ese pequeño collado por el que hemos accedido, y seguimos cresteando, ajenos al enorme patio que tenemos al norte. Se puede decir que andamos sobre el ala del sombrero, y ahora hay que alzarse a la copa. Y lo hacemos echando las manos también en los últimos tramos, alcanzando así los 2562 msnm, del Sombrero, nuestra segunda cota de hoy. Diez minutos de descenso para llegar a la entrada de la faja bajo un gran morrón de roca que nos da abrigo, de modo que aprovechamos para echar un bocado.









            Estamos al pie de la Faja Voladera, corta pero preciosa, aun sin enseñarnos sus verdaderos encantos. Cinco minutos de recorrido, y la abandonamos para tomar una ancha y rota chimenea que recorremos con cuidado a lo largo de un cuarto de hora, para alcanzar la ante cima del pico de la Garganta de Borau, más conocido como Lecherín, y posteriormente la verdadera cima, a 2570 msnm, nuestra tercera cota de hoy. Las nieblas, que bailan al son de los vientos, en algún mal paso nos dejan entrever el abismo que se abre al norte, desde aquí, la gran cubeta de Tortiellas. Aunque no lo vemos, a este cordal se le bajan los humos y continúa hacia el valle del Aragón, con picos como el Tortiellas, Peña Blanca, con otro cordal que se abre al norte, con el Borreguil de la Cuca, pico del Águila… y al sur, que tampoco vemos, tenemos el Rigüelo y los imponentes mallos de Lecherines, que cuando lleguemos a sus pies, seguro que hemos bajado de la zona de nieblas y nos deja asombrarnos de su porte.










EL DESCENSO

            Tampoco estamos mucho tiempo en este lugar, nuestro techo de hoy. El descenso lo hacemos por la vía normal, la que da al mundo Lecherines y Rigüelo. El terreno es pendiente y la hierba está húmeda por la niebla, lo que hace que extrememos la precaución en la bajada, sobre todo en un tramo de destrepe. Con el descenso lo hacemos también de la cota de este etéreo elemento que se nos ha apegado al cuerpo, y que dejamos en las alturas. Media hora para llegar al pie de los mallos, donde nos relajamos un poco antes de acometer el largo descenso hasta las proximidades del refugio López Huici, a donde llega la pista de las Blancas, que en pocas decenas de metros nos acompaña hasta el collado de la Magdalena, donde ya el relajo es total, con parada a echar un bocado contemplando una buena parte de todo lo que se nos ha privado hasta ahora.















            La siguiente hora la empleamos en llegar ya al punto de partida, bajando por el GR 11.1 hasta cerrar la circular y abandonarlo para continuar por la bajante del Aspe, hasta la Cleta, habiendo invertido un tiempo total de 7h 45’, recorriendo 12 km, y salvando un desnivel acumulado total de 1240 m D+/-. Se daba así por concluida una extraordinaria ruta en una, también, extraordinaria compañía.





Más fotos y el track
Alguna de las imágenes son de los integrantes del grupo


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