martes, 26 de noviembre de 2013

San Martín dera Bal d'Onsera

IXOS MONS
San Martín dera Bal d'Onsera
Domingo, 24 de noviembre de 2013



            Hay lugares de los que hay serias dudas de que no fueron elegidos al azar. En realidad, no hay ninguna duda de que no. ¿Qué tendrán esos enclaves, que tanto atraen? Sólo esos primitivos eremitas lo sabían, y su secreto se lo han llevado a la tumba. Sólo esos primitivos eremitas, decimos, poseían la sensibilidad necesaria para discernir unos emplazamientos de otros. Sólo esos primitivos eremitas supieron elegir aquellos que les aportaban más serenidad, más paz, más fuerza telúrica para el desarrollo de su trabajo, de su vida contemplativa. Como si necesitaran ese impulso para sobrevolar estos eternos mallos. 

Interior del eremitorio
            Siguiendo la estela de esos primitivos eremitas, pues, y de ese egregor que construyeron, hemos venido hasta aquí, dejándonos querer, dejándonos fijar en una de esas ermitas, que como tantas otras, ha buscado la protección de la roca para recogerse sobre sí misma, para replegarse hacia el interior de su ser, donde la gorga se hace oración, el agua se hace canción, y el bronce lo cubre todo con su tañer. San Martín dera Bal d’Onsera es el lugar, y cinco somos los peregrinos.

           Huyendo del mal tiempo que se ha cebado en el eje pirenaico, andamos en busca de tierras más amables en las que podamos desarrollar la actividad de hoy. Actividad mayenca, por cierto. Podemos disimularlo como queramos, pero en el fondo igual es esa pereza de no querer enfrentarnos ya tan de sopetón al invierno, igual es que se nos ha pasado muy rápido el fugaz otoño, igual es que queremos seguir disfrutando de él, igual… no se sabe muy bien, pero lo cierto es que estas tierras pre-pirenaicas también tienen su encanto, y tan olvidadas que las tenemos bueno es tener alguna excusa para visitarlas.

Barranco arriba
            De nuevo en la Sierra de Guara, en ese Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, para disfrutar de una de sus muchas rutas, de sus escondidas rutas. Y en esta ocasión, también de sus míticas y místicas rutas. Una vez en Huesca hay que tomar la vieja carretera de Barbastro (bueno, de momento no hay otra hasta enganchar la autovía), para tomar el desvío a Loporzano. Se pasa por Barluenga y San Julián de Banzo, y un poco más adelante nos metemos por una pista de tierra que sale a la derecha, que avanzando por entre campos nos deja en un parquin, del que salimos a diez minutos de dar las once de la mañana, de una muy ventosa mañana.

Seguimos subiendo
            Tomamos el camino hasta el mismo lecho del barranco de San Martín, y al cabo de una media hora, el sendero lo abandona para vestirse de bosque, y al mediodía llegamos al punto donde comienza, y termina, la circular. Es domingo, y la actividad cinegética está en pleno apogeo a juzgar por los alaridos de los animales, en este caso los de dos patas. Estamos en un punto, bajo una enorme visera de roca en donde el camino da dos opciones, y las dos llevan al collado de San Salvador. Por la izquierda se puede subir, que subimos, a través de las sirgas dera Biñeta; y por la derecha, que bajamos, por la senda dos Burros.

Fernando encabezando la expedición
            La atenta lectura de una esquela rupestre, en la que se da cuenta de “…una desgracia en un barranco inmediato procsimo al camino…”, es el punto de partida de este sendero amenizado por una vieja barandilla y unas más recientes sirgas, que si bien no se puede decir que sean necesarias, lo cierto es que dan confianza y facilitan la progresión. A la hora y media del arranque de la jornada, llegamos al collado de San Salvador, donde encontramos un panel informativo de la rica avifauna que anida en las verticales paredes de estos mallos de conglomerados, verdaderos supervivientes de mares lejanos en el tiempo. Este cartel no está solo, que lo acompaña otro en el que se llama al respeto por esas aves, prohibiendo la escalada desde diciembre hasta junio, ambos inclusive. Siete meses reservados para la reproducción y cría.

Mallos olvidados, mallos perdidos
            Este collado, es un hito a alcanzar para volver a meternos en las tripas del barranco, ayudados de nuevo por una más nueva todavía sirga, que en invierno y con el terreno helado sí que se hace necesaria. Burlamos el fuerte viento, pero conforme nos dejamos engullir por estas altas paredes vamos notando las humedades y fríos de estas gorgas en las que penetra poco el sol.

            Una vez llegados al lecho del barranco, hemos de ascender por él hasta dar con este lugar que estamos seguros de que a nadie deja indiferente. Lo tiene todo. Impresionantes paredes, un salto de agua que da origen al barranco, el espacio justo para que entre la luz y el sol, unas rocas que desafían las leyes de la gravedad, y que dan cobijo al santuario rupestre, cuyos orígenes, como todos de este pelo, se pierden entre la historia y la leyenda. Y una magia, una magia incontestable.

Sancta sanctorum
            Cuenta la tradición que fue el señor San Úrbez, que desde luego le cundió mucho en el Pirineo, el que fundó el lugar con vida eremítica, allá por el siglo VIII, que derivaría posteriormente en cenobio bajo la advocación de San Martín, obispo de Tours. Hay documentos que prueban la existencia de monjes antes del siglo XII, bajo la jurisdicción del obispo de Huesca. En 1110 su abad Pedro, donó el monasterio a la Casa Real de Jesús Nazareno de Montearagón, convirtiéndose posteriormente en monasterio femenino de ella dependiente. A lo largo de la historia, muchos reyes y nobles han acudido a él implorando descendencia, especialmente masculina, siendo todavía hoy en día lugar de peregrinación en romería de los vecinos de la redolada.

Todavía resuenan sus ecos
            Una pausada visita a lo que queda de él es lo que le cuesta al sol dejar de calentar y de calentarnos, de modo que apremiamos la salida para iniciar el regreso, que pasa de nuevo por bajar el barranco, subir al collado de San Salvador y volver a bajar al barranco, pero esta vez por el sendero llamado de los Burros, que nos deja en el punto de cierre de la circular, y ya por el común camino de subida, hasta el parquin.

          Algo más de cinco horas, de las que en actividad han sido escasas cuatro, para recorrer los casi 10 kilómetros, con más de 800 metros de desnivel acumulado positivo, que ha merecido la pena para visitar este lugar tan singular por su ubicación como por su acceso. Totalmente recomendable.





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lunes, 25 de noviembre de 2013

Hielo y barro en La Solana de Jaca

ANDADAS
Hielo y barro en La Solana de Jaca
Sábado, 23 de noviembre de 2013




            Mañana fría y estorbada, pero soleada. Mañana con hielo en los pacos, y barro, mucho barro, en las solanas. Mañana compartida con gente estupenda del grupo de andarines del Club Atletismo Jaca, con los que hemos visitado los pueblos de La Solana de Jaca, o los de la Vereda Oeste, como indica en algún cartel urbano. Sí, todos estaban ahí, Banaguás, Abay, Novés, Araguás del Solano, Caniás, Guasillo y Asieso. 30 km compartiendo caminar y camino para poner negro sobre blanco los datos técnicos de esta "Marcha de Jaca, pueblos de La Solana", incluida en el Calendario de Andadas Populares de Aragón, coordinado por Os Andarines d'Aragón, y fomentado por la FAM, a celebrar el próximo 25 de mayo.

Cuidadín!!!
            Son las nueve, y nueve somos los que salimos de la plaza Biscós, con la intención de regresar a ella tras la consecución del recorrido. Será el punto de partida y de llegada de esta marcha. Catedral, Ciudadela, Rompeolas y Camino de Santiago, frío, desolado y venteado. Cementerio y más Camino de Santiago, helado, muy helado, escenario de comedias. Lo abandonamos para meternos en el soto en busca del puente colgante, con escarchas y puntillas que le ha traído la noche. El barranco, más practicable de lo esperado, nos deja en el camino del río, el que va a Abay, pero nosotros retrocedemos dirección Jaca para subir a Banaguás, primer pueblo de los 7. No hay término medio, salir de los hielos es meterse en los barros.

En el puente colgante
            Banaguás, que nos regala unos higos tardíos que dan sombra a la fuente. Azúcares, energía al cuerpo. Recorremos sus solitarias calles para salir al camino que nos lleva a Abay. Por entre barrancos y coronas, sombras y soles llegamos a la entrada de este pueblo, que nos recibe con una gran alfombra blanca, que esconde trampas y que hay que evitar caer en ellas. Parada y fonda. Bocado, trago y risas. Saludos a un enhiesto jinete, que tras su pipa va montando en su corcel, que pausado hace el paseíllo ante nosotros.

Camino de Novés y Araguás del Solano
            Llevamos dos horas, y de nuevo nos echamos al camino. Es el que va en dirección Ascara, que lo seguimos hasta toparnos con el Lubierre, que debemos cruzar y remontar hasta dar con Novés. El río, como era de esperar, va a su rollito, y no le importa nada el si nos da o no facilidades para pasarlo. No nos las da. Hay quien lo prueba por aquí, hay quien por allá, hay quien se descalza, y hay quien tiene más paciencia y aprovecha el paso de un paisano en su todoterreno. Río, sol, aire, mucho aire, y el jinete… todo en el mismo escenario. Tanto él, como el del vehículo nos advierten de que no nos será difícil llegar a Novés por el río, pero que el camino está cortado por las últimas avenidas. Y así es, nos obliga a cruzarlo otras dos veces. Más risas, más comedias, más acordarse de que se podrían tener las garras más largas…

Entrada a Caniás
            Por un camino entre campos, y con trazas de que están arreglando, llegamos a Novés, entrando por su herrería. Es el tercero, y como en los anteriores, homenaje a sus calles, a sus rincones, a sus casas, a sus gentes, a sus recuerdos. Salida a la general de Aísa y subida a Araguás del Solano, esta vez por carretera. De nuevo bocado y trago en la plaza, junto a la fuente, junto a la Casa del Pueblo, junto a la casa también de uno de sus ex alcaldes, con el que compartimos el momento. Salimos del punto más lejano y más alto del recorrido.

Entre flores, en Caniás
            Otro camino de viejo, embarrado camino de viejo, nos lleva de nuevo hasta la carretera general, que transitamos durante unas decenas de metros para saludar de nuevo al Lubierre a través del antiguo molino. Río arriba hasta dar con una de las entradas a Caniás, por una senda que nos ofrece bellos rincones. La habitual vuelta al pueblo y salida a la carretera, que en pocos metros nos deja en el camino de vuelta. Un camino que, al haber sido recientemente trabajado, está con más barro, si cabe… que cabe.

           Más coronas y barrancos. El más destacado el de Castelillo, con su flamante y nuevo puente de madera. Pedazo de costerón camino de Guasillo, a donde llegamos sin saber muy bien qué es lo que pesa, si los kilos, los años, el calor, que también pasamos, los kilómetros, o el barro en las zapatillas… igual es un poco de todo. Plaza de la iglesia de Guasillo, y ya van 6, trago y camino, esta vez ya para Asieso, el último, que también nos espera con sus calles vacías, su penetrante olor a corrales, a chimeneas, en fin, a pueblo, a vida auténtica.


            Por la senda de los Indios bajamos hasta la carretera general de nuevo, al pie del cerro de San Miguel, para por las margas llegarnos al puente, y en pocos metros meternos en dirección oeste para subir al Rompeolas por la Diagonal. Cantera, Ciudadela, que rodeamos, y finalmente Catedral y plaza Biscós, que nos recibe con frialdad, con lo que la queremos.

          Bien, amig@s, más de seis horas y media, contando paradas, para recorrer estos 30 kilómetros, con unos 740 metros de desnivel positivo y los mismos de negativo, en un auténtico rompe piernas, habida cuenta que desde el punto más alto y el más bajo del recorrido tan apenas hay 200 metros de diferencia. Todo ello revestido de fríos, vientos, hielos y barros, pero con un sol y una compañía que ha podido con todo. Esperemos que a los participantes en, el ahora lejano, mayo próximo, les guste tanto como a nosotros.



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jueves, 21 de noviembre de 2013

El Peiró, entre dos aguas

IXOS MONS
El Peiró (1579 m)
Sábado, 16 de noviembre de 2013



           La memoria seguía vestida de nieblas, seguía vestida de lluvias, seguía vestida de un deseado otoño que no empezaba a arrancar. En un punto determinado de ese carrusel, nos bajamos para comprobar que en apenas dos meses no sólo ha llegado ese esperado otoño, sino que se ha ido apenas sin decir adiós, no ha estado muy a gusto entre nosotros, y un poco enfurecido nos ha traído un ramalazo de invierno que nos ha pillado desprevenidos.

El camino se hace al andar
            Volvemos a estos montes. Volvemos a este pico con un numeroso grupo de Esbarre y de amigos varios. Sí, amigos con los que hemos hecho guardia en otras garitas, y siempre con el mismo resultado: entre bueno y muy bueno. Somos de los que pensamos que para saber si las previsiones meteorológicas adversas se cumplen, hay que hacerlo in situ, y las de este primer zarpazo invernal lo eran, frío y nieve a cotas bajas.

Las aguas dormitan bajo el hielo
            Pues con ese panorama salimos de la invicta un autobús lleno de ganas, lleno de ilusión, lleno de ansias vivas por patear un trocito de monte más cercano, un trocito de los montes de Arguis, el pico Peiró, al NW de Gratal, ese que es el más visible subiendo a Huesca, el que nos anuncia que vamos dejando atrás la tierra llana, y que a partir de aquí vamos a ser pasto de subidas y bajadas, de bosques vestidos y no, de barrancos y roquedos, parcialmente por ese recién estrenado Camino Natural de la Hoya de Huesca. Claro, y la reflexión es, ¿cómo es posible que un Camino Natural desnaturalice un camino natural? Como diría uno que yo me sé… eso será tu opinión, ¿no? Pues claro, le contesto siempre.

Gratal y la tierra llana. Inseparables
            Pasadas y bien pasadas las 9 de la mañana, que amenaza lo que amenaza, dejamos el autobús en el antiguo albergue de Arguis, bañado por una de las muchas orillas de este embalse, el más antiguo de Aragón. Atravesamos la presa y nos dirigimos ya por pista hacia el oeste, pasando al cabo de media hora por el desvío a las Calmas. Seguimos, ya con nuestro objetivo a la vista, para cambiar radicalmente de dirección, tomando al sur el cortafuegos cuyo seno alberga, creo que, un gaseoducto. Pronto tomamos una senda a mano derecha, por la que nos dejamos acariciar por amables bojes, hasta que salimos de nuevo a una pista, donde se hacen patentes las ganas de echar un bocado, a pesar del molesto viento frío reinante. No necesitamos termómetro, los helados charcos nos dan una idea de la temperatura que hace.

Bajando del collado de Sarramiana
            La altura que vamos ganando y el paulatino despeje forestal de nuestra izquierda nos deja ver ya el pico, no sé si el más alto, pero sí el más representativo de esta sierra, el Gratal, y un ambiente invernal total abajo, en el llano. En Zárágózá debe estar cayendo la del pulpo, como luego sabremos. Subida al collado de Sarramiana a las dos horas de marcha. El Pirineo, el nevado Pirineo, nos da los buenos días. Pero, ¿qué serían unas montañas sin nieve en este tiempo? Tristes, muy tristes. Nos emboscamos para bajar por un alfombrado sendero entre retorcidas hayas hasta el punto donde de bajada seguiremos para el retorno.
Desde la cima

            Abandonamos este Camino Natural, para hacerlo más natural si cabe… que cabe, y dirigirnos ya hacia el oeste para terminar de salir del bosque y meternos por el cauce de un barranco hasta la llegada a un collado, punto de partida para subir el promontorio del pico Peiró, que con sus humildes 1.579 metros de altitud ofrece unas vistas impresionantes sobre toda la cordillera, y que hace dos meses nos negó. Nos lo debía, y ha cumplido. Viento, mucho viento, y frío. Todo el cielo a nuestro alrededor totalmente cerrado y amenazante, especialmente por el este. Es un verdadero milagro que no nos llueva en este momento. 

Nos vamos agrupando
            Las montañas son como las personas. Y las cimas son como ponerlas a prueba. Hay que llegar para ver lo que da de sí. Las hay con carácter, como ésta. Y ahora viene eso de… y cómo vamos a caber todos en la cumbre, pues imposible de no ser uno delante de otro. Aun así, desafiamos las leyes de la gravedad para podernos hacer alguna foto de grupo. La cosa no está para muchas esperas. Ya se empiezan a ir los primeros cuando aún no han llegado los últimos. Bajando al collado se desatan las hostilidades, y esos especialmente amenazantes nubarrones que vienen de Guara se quieren unir a la fiesta aportando lo que llevan encima, que no es otra cosa más que agua, que a estas temperaturas es nieve, y con viento, con fuerte viento, que nos azota sin piedad hasta entrar de nuevo en el bosque, tras haber descendido el incómodo barranco.

La espera se viste de haya
            Al llegar de nuevo al punto donde se toma la señalización del Camino Natural nos reagrupamos, y ya más tranquilitos continuamos el descenso, hasta llegar a la pista que viene de la presa, y que hemos dejado a la subida al meternos por el cortafuegos del gaseoducto. Hace tiempo que ya vamos viendo el autobús, incluso desde la subida, y que alcanzamos en sólo ya un cuarto de hora, bajo una fina lluvia que ya se ha sujetado bastante a lo largo de la mañana, y que no dejamos de agradecer.

El cuarto elemento
            Nos cambiamos, nos abrigamos, y viendo ya la lluvia entre cristales, llegamos al Fetra, donde nos espera una merecida comida y una fiesta fin de curso, en la que se ofrece un adelanto del calendario para el próximo año, y se sigue atentamente el sorteo de material deportivo, que siempre es una buena forma de terminar una también buena jornada de monte. Pues eso, buena jornada de monte, en buena compañía; y buena comida, en buena compañía.




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lunes, 11 de noviembre de 2013

La Vuelta del Cielo (Reino de los Mallos)

IXOS MONS
La Vuelta del Cielo
(Reino de los Mallos)
Domingo, 10 de noviembre de 2013



          Hay duelos en los que los dos disparan a la vez, o casi. Pocos, pero los hay. Cuando esos abismos te miran fijamente a los ojos, no tienes más remedio que reaccionar, reaccionar súbito, y hacerlo para llenarlos de algo, y no precisamente de tus abismos interiores, de tus vacíos, de tus soledades, de tus miedos, no; lo tienes que hacer de tus esperanzas, de tus ilusiones, de tus pasiones, de tus abrazos y caricias visuales capaces de calmarlos. Cuando la mirada se va tan lejos que tarda en volver, cuando lanzas un grito interno cuyo eco tardas en escuchar, cuando tus dedos se alargan tanto que ya ni los ves, sabes que estás en esos abismos horizontales, en esos abismos verticales, en esos abismos.

Las aguas del Gállego
            Así ha sido la jornada de hoy. Pensada para haber sido de abismos verticales, de nuevo el tiempo y la observancia de unos mínimos de seguridad, nos han impedido realizar la ferrata de Peña Rueba, pero lo hemos sustituido por un placentero paseo por los Mallos de Riglos. La Vuelta del Cielo es como llaman a esta circular completa al Mallo Colorado y al gran macizo de los Pisón y Visera, que en dirección contra horaria asciende por entre el primero y el Chichín, otro de los mallos pequeños, para subirnos al mirador de Bentuso y dejarse engullir visualmente por esa luz infinita, por ese paisaje infinito, por esa amistad infinita que te da el medio en el que se desarrolla esta nueva actividad del grupo de montaña de Mayencos, con la colaboración de Aragón Aventura.

Nuevos carteles. Viejos caminos
            En una mañana con un 100% de posibilidades de lluvia, según las predicciones meteorológicas, y con menos lobos, Caperucita, en lo real, en lo de verdad, en lo que se vive, hemos tenido que accionar el plan B para darnos este vueltorrio, alargándolo un poco desde Murillo de Gállego. Lo cierto es que sí, ha estado amenazante, y con mucho viento, pero no ha impedido disfrutar de estos montes y de la visión que nos permite sobre las tierras bajas, sobre las tierras del sur. Nos ponemos en manos del Camino Natural de la Hoya de Huesca para bajar al puente de reciente fábrica, desde luego carente de gracia, jalonado por un mural informativo en el que se confunden los nombres científicos de la avifauna. Será que el Ministerio de Medio Ambiente está muy ocupado en proyectar trasvases y pantanos. Que me pierdo.

Abismos
            Los rojos y sabrosos madroños se nos ofrecen, y les hacemos aprecio. Cruzamos las vías de los recuerdos. Recuerdos de viejos trenes, de viejas mochilas, de viejas cuerdas y pesados clavos… de ligera juventud. El pueblo, Riglos, nos recibe con un aire confuso, con un aire debatiéndose entre la modernidad y ese rancio sabor de las viejas glorias, que en precario fueron abriendo esas verticales vías de conquista.

            Entre floridos romeros vamos tomando altura por un bien trazado camino al este del mallo Colorado, para ir subiendo aprovechando cualquier resquicio, cualquier ventana para poder admirar desde las alturas toda esta prodigiosa verticalidad. En una hora nos presentamos en el mirador de Bentuso, donde todo se detiene, el espacio, el tiempo. Todo, menos el viento. Bocado y para abajo, encarando el circo de verano. Cruce del sendero que hace la histórica travesía Riglos-La Peña por la Foz de Escalete. El espacio abierto que nos deja la imponente vista de la vertiente sur del macizo de los mallos al frente, y el desafiante espolón del Firé a nuestra derecha, es lo único que nos permite respirar visualmente en este paulatino descenso en el que estas paredes sin parangón se van haciendo más y más altas.



El Firé y sus cinco puntas
            Llegada al pueblo por la raíz del Puro. Nueva visita por sus calles para impregnarnos de su egregor y observar a los herederos de esas viejas glorias colgados por las distintas vías, como los clik de Famóbil. Y con las mismas, al Refugio de Montaña de Riglos, donde nos apretamos unos arroces que hacen temblar al mismísimo misterio. Y sin más misterios, volvemos a encarrilarnos en ese camino natural y su desafortunado puente. Llegada a Murillo, y con esas pocas gotas de lluvia, para que podamos decir que hoy ha hecho de todo, besos, abrazos, parabienes, y cada mochuelo a su olivo.


            Una jornada en la que hemos sido los reyes de este reino… siempre con el permiso de sus verdaderas majestades, los Mallos.


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sábado, 9 de noviembre de 2013

Taxeras, entre los pliegues de Secús

AQUERAS MONTAÑAS
Taxeras, entre los pliegues de Secús
Sábado, 9 de noviembre de 2013



            Las blancas puntillas que la vida detienen comienzan a colonizar los valles, cordales y picos, y que aliándose con las bajas temperaturas hacen peligrosa la progresión por las inclinadas caras norte. Mientras tanto eso ocurre, a sus pies, cuando pensamos que el otoño ya nos abandonaba, somos testigos de que todavía quedan reductos en los que luce con todo su esplendor. Caminos solitarios, con el alma replegada. Caminos de calizas desnudas que ven pasar esas jóvenes aguas que tienen prisa por salir de la casa materna, y que les deseamos lo mejor en esta su nueva vida, y que vuelvan pronto por aquí. Ya las echamos de menos.

Las aguas, con prisas
            Acudimos a la llamada de la naturaleza. Con Olga nos vamos por estos mundos de Secús, con el ambicioso plan de subir al Puntal. Veremos. Comenzamos tarde, muy tarde, en una mañana en plena muda, en plena transición de otoño a invierno. Sin saber muy bien cómo nos va a tratar, arrancamos de Gabardito para seguir el GR 11.1 hasta el desvío que nos baja al fondo del barranco de Agüerri, para comenzar a patear el paraje llamado Taxeras, que en dirección este hace un brusco giro al norte para salvar unos desniveles donde se despeñan las aguas que vienen del manso puerto, a donde nos dirigimos.

          … y llegamos, al cabo de dos horas de pateo. Dos horas en las que hemos pasado de los melancólicos colores de otoño, a las blancas y desnudas calizas. Pero aquí estamos, y el panorama que vemos no puede ser más contrario a nuestras intenciones. Toda la canal de subida al collado de Secús nevada, y por supuesto, también el Puntal. De modo que plan B. Nos hacemos al ánimo con el Agüerri, que parece no tener nieve. Pero sólo lo parece.

Costatiza y Oza
            Casi una hora hasta el collado, alcanzado por herbosas laderas primero y descompuestas chimeneas después. Lo alcanzamos. La vista que nos ofrece siempre es la recompensa al esfuerzo de subirlos. En este caso se nos abre el mundo Oza. Valle de La Costatiza, que vierte a Lo Sacadero. Peña Valencia. Castillo de Acher. Selva de Oza. Chipeta. Mesa de los Tres Reyes. Anie, nuestro primitivo objetivo de hoy, también nevado. Y hacia el este la impresionante trasera del Bisaurín, con cara ya de invierno.

Amores imposibles
          Hay opciones de subir el Agüerri, incluso de ir a su collado a la bajada para evitarnos dar todo el vueltorrio de la subida por Taxeras hasta aquí. Lo intentamos. Cara norte, donde no ha entrado el sol en varias semanas. Hay nieve, poca pero dura. Dos de la tarde. Viento frío. Progresamos un poco, pero esto no va a ir a mejor. Media vuelta. Regresamos sobre nuestros pasos. Al collado de nuevo y bajada, que no está nada sencilla tampoco. Las chimeneas que hemos tomado para subir no están para bajarlas. Optamos por la opción menos mala, y en media hora alcanzamos de nuevo las plácidas aguas que serpentean en el puerto.

            Nos volvemos a encañonar y bajamos ya trotando, en un intento de que las nubes que nos persiguen nos alcancen lo más abajo posible. Comienzan a dejar caer copos de nieve. Seguimos trotando. Taxeras. Salto de la Vieja y Gabardito. Cinco horas y media por estos montes, que se han mostrado poco amables con nosotros, pero que les daremos otra oportunidad para que se lo piensen mejor.





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jueves, 7 de noviembre de 2013

La Muralla de Borau, a la media vuelta

AQUERAS MONTAÑAS
La Muralla de Borau, a la media vuelta. 
Jueves, 7 de noviembre de 2013



            Hay quien dice que lo importante no es la meta, sino el camino, y no le falta razón. A veces la vida es un poco laberíntica, te va llevando, te va llevando… y tú que te dejas llevar... y te va metiendo por sitios con unas ciertas dificultades, tardando en descubrirte sus cartas, ante las que tienes que rendirte, porque es imposible ganar. Es algo de lo que nos ha ocurrido hoy en estas montañas de los Valles Occidentales.

El valle luce espléndido
            Viene Josemari, desde la tierra llana, como un torpedo de la pradera, con la fijación de subir a alguno de los picos de la Muralla de Borau. Que si hace poco no pudimos hacer uno, ahora queremos hacer tres. Pues sí que… Al menos lo intentaremos. Sara completa el equipo.

            La mañana está limpia, invita a abordarla con decisión. Una mañana lejos de los fines de semana, lejos de puentes y de días turísticos. Una mañana de las que hay muchas, pero que hay que ir a atraparlas. Una mañana… para nosotros. Salimos de Saleras dirección Rigüelo, y en el momento que estamos frente a la canal que sube al collado de la Garganta de Aísa, la enfilamos.

Dura subida hasta el collado
           Dura subida, en la que comenzamos a encontrar nieve nueva, nieve de hace tres días, nieve que tapa el tímido camino entre piedras y que hace más difícil la progresión. Tremendo caos de bolos que no puede exigirnos cariño, a poco que le tengamos eso que gana. Más de hora y media para llegar al collado ponen a prueba nuestra paciencia y aguante. Una vez allí, la asombrosa vista que se nos abre nos quita todos los males. A poniente, el Aspe y su arista de los Murciélagos, en cuya base estamos. A Levante, la Muralla de Borau, que queremos abordar. Enfrente, a nuestros pies, el mundo Tortiellas, Tobazo, Candanchú, Astún, la Canalroya, la de Izas… Todo preparándose para pasar el invierno bajo nuevas nevadas, que esperamos copiosas.

Progresión en la canal
           Tomamos una senda evidente que sale a nuestra derecha, y de la que tenemos que ir desviándonos para evitar las inclinadas palas de nieve. Llegamos a la altura de la entrada de una rota canal, que nos da algo de “yuyu” y evitamos. La segunda, que sólo nos da “yu”, que encontramos, también rota, muy rota y pendiente, pero que no dejamos pasar y nos metemos. Exquisito cuidado para no tirar piedras. Cuando hemos progresado unas decenas de metros de desnivel por ella, desistimos. La nieve ha colonizado pasos clave y hay que rendirse ante la evidencia.

            Salimos de nuevo al camino de la base de la roca y seguimos por él hasta dar vista a los murallones orientados al NE, y que también vemos muy arriesgado seguir a causa de las inclinadas palas de nieve. Punto de retorno, que nos sabe a cima, y vuelta sobre nuestros pasos, hasta el collado primero, y sin pensárnoslo a descender toda la canal bajo un sol y un calor fuera de calendario. Una hora de bolo en bolo refuerzan los ligamentos de los tobillos y los de las neuronas encargadas del equilibrio. Llegamos a zona herbosa, calma, amigable, y paramos un rato a echar un bocado, el segundo.

El Aspe
           Y poco más. Seguir bajando ya por tasca, atravesar las fuentes de Rigüelo, que están espectaculares, y llegar de nuevo hasta el cauce del río, que no nos lo pone fácil, como esta mañana, para volverlo a pasar. Poco más de 6 horas para recorrer los casi 11 km, con 1.140 metros de desnivel positivo acumulado, han terminado por hacer de esta jornada una más de monte, igual, distinta.






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lunes, 4 de noviembre de 2013

El Fragineto, porque el sur también existe

IXOS MONS
El Fragineto (1.734 m)
Domingo, 3 de noviembre de 2013



            En que la vida es cíclica ya casi todo el mundo estamos de acuerdo. Que la vida te lleva alternadamente por etapas emocionales de subidas y de bajadas, de montañas y de valles, también es algo que más o menos todos vamos experimentando. Y que los mundos psíquico y físico están estrechamente relacionados, pues tampoco se le escapa a nadie. Hoy ha sido clarísimamente una de esas jornadas en las que para acceder a las alturas hemos tenido que pasar por el fondo del barranco. Hoy ha sido una de esas jornadas en las que nos hemos enriquecido por las aguas de abajo y los vientos de arriba. Hoy ha sido una de esas jornadas en las que hemos experimentado la alternancia. Y todo ello en una sierra al sur del Pirineo, entre éste y la Hoya de Huesca. Estamos en Guara, y nos dirigimos al Fragineto.

Ermita de Nª Sª de La Fabana
          Seis Mayencos, seis, nos disponemos a dar buena cuenta de ello, porque el sur también existe. En una mañana despejada por estos pagos, aunque no así por las altas montañas, partimos del paraje llamado La Tejería, para adentrarnos en un bosque mixto y dirigirnos hacia el fondo del barranco del río Calcón, que se apresura hacia el embalse, que vamos viendo con el permiso de los claros del bosque. Pasamos junto a las ruinas (unas más, y son cientos) de la ermita de la Virgen de Nuestra Señora de La Fabana, original del siglo XII, en un lugar donde se contaban cinco fuegos.

Equilibrios
            Al poco, comenzamos a sentir la sensación de hacernos pequeños ante las enormes paredes calcáreas que encajonan este riachuelo, que no querríamos encontrarnos con él cuando se le hinchen las tripas, pues estando como está ahora, más bien en modo estío, es un auténtico juego de equilibrios al que nos someten unas piedras oportunamente colocadas. Hasta aquí hay que hacerlo también de regreso. Llegamos al punto en el que comienza la circular. En el cruce, tomamos el camino de la izquierda que, acompañados por viejos robles, nos sube al cuello de Lizana, desde donde se contempla la vertiente oeste de esta loma, que da vista en primer término a Vadiello y su embalse, y a la Hoya de Huesca que da comienzo a la tierra llana.

Piedras y más piedras
            Enseguida nos encaramamos a la cresta de La Ronera, para recorrerla enterita de sur a norte, encontrándonos con la cima principal, el Fragineto (1.734 m), donde le presentamos nuestros respetos y aprovechamos para echar un breve bocado, porque el fuerte viento no hace muy acogedora la estancia. Montes de Guara, silenciosos, solitarios, casi olvidados, montes de Guara, todos a nuestros pies, que descansáis un poco más desde que formáis parte de ese Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, con vuestras 80.000 Has entre el parque y la zona periférica protegida, que os hacen el mayor espacio protegido de Aragón.



            Seguimos cresteando, esta vez de bajada, para llegarnos a la cima norte, el Corcurezo, desde nos tiramos ya en picado hasta el collado de Petrenales, siempre con la vista en el Tozal. De nuevo, un cruce de caminos, el que traemos, el que seguiremos, el que viene de Nocito, y el que sube al Tozal. Este lugar donde estamos es entre muy agradable y lo siguiente. Es un claro del bosque al abrigo del aire y al arrullo del sol. Bocado obligado, ya más relajados. Pero todo se acaba, y esto también. Emprendemos el descenso por el barranco, hasta dar con el desvío y cerrar la circular, continuando ya para enfilar el barranco y su chapoteado. Fabana y La Tejería.

            Hemos disfrutado de una auténtica jornada de fiesta. Nos hemos disfrazado de ermita, de barranco, de bosque, de cresta, de cima. Hemos tratado de tú al Tozal. En definitiva, de tierra, de agua, de aire y de sol, en los 17 km y 1.000 metros de desnivel positivo acumulado, y su consiguiente regreso. Todo ello en algo más de 7 horas de auténtico placer. Placer entre Mayencos. Gracias a todos y a todo.





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