domingo, 22 de diciembre de 2019

XXVIII Belén Popular CP Mayencos, en la Peña Oroel

IXOS MONS
Peña Oroel (1769 m) 
Domingo, 22 de diciembre de 2019



           De nuevo, un año más, el CP Mayencos de Jaca es fiel a su tradición de subir el Belén Popular a la Peña Oroel, para colocarlo bajo las faldas de su cruz. Una actividad, esta belenista en general, que desde hace unos años está siendo objeto de una gran contradicción. Por una parte, están creciendo las manifestaciones anti belenistas, argumentando que somos una sociedad laica, o que no hay que llenar las montañas de símbolos. A lo primero, todo el respeto del mundo, algo que tiene que ser recíproco, y a lo segundo, se trata de una presencia muy puntual. Pero por otra, cierto es, que nuevos colectivos, nuevos clubes se animan a comenzar con esta tradición. Por nuestra parte, por mi parte, digo, más bien lo tomamos como algo, pues eso, tradicional, entrañable, como el primer acto que nos mete ya de lleno en la Navidad.


            Este año se ha celebrado la XXVIII ocasión en la que ha sido así, colocado en la Peña Oroel, y el origen, por si no ha sido nunca contado, lo hacemos ahora. En 1992 se celebraba el 25 aniversario del Belén Montañero, ese que se colocaba cada año en un monte. Y por esa celebración precisamente es que se hace en el de casa, en la Peña Oroel. En la página 6 del número 5649, de El Pirineo Aragonés, en su edición del 18 de diciembre de ese mismo año, y de la pluma de Agustín Faus, leemos “Dadas las circunstancias de sol, de buen tiempo, de nieve agradable, de gran visibilidad y de enorme ambiente humano, puede afirmarse que la jornada fue “gloriosa”. Más de 150 personas subieron a la cumbre de la Peña Oroel con el fin de prepararla para la Navidad: depositar un pequeño belén en lo más alto… Entre los portadores del belén cabe destacar la figura del obispo de Jaca, José Mª Conget, quien uno más sobre la nieve y la mochila a la espalda…”


            Este obispo aún subiría algún año posteriormente, pero eso no es lo importante. Lo digno a destacar es que tras ese veinticinco aniversario, el Belén Montañero siguió su vocación de ser colocado en una montaña distinta de nuestros Pirineos más cercanos, los de La Jacetania y el Alto Gállego, lo que se da en llamar el Biello Aragón. De modo que a partir del año siguiente, el de Oroel pasaría a ser el Belén Popular, siendo subido ininterrumpidamente a la emblemática montaña jaquesa todos los años… hasta la fecha.


            A lo largo de estos años, se ha pasado de que fuera presidido por un obispo, a que lo fuera por un sacerdote, y a falta de este, por un diácono, y los últimos, la escasez de recursos ha hecho que lo celebráramos de igual modo con ausencia clerical. Y de 150 asistentes del primer año, incluso los 220 de 1995, a la escasa docena y media de este año, pero lo que cuenta es la voluntad de juntarnos un buen puñado de amigos para celebrar en la montaña la entrada a esas entrañables fiestas como son las navidades.


            Y así lo hemos hecho este año también. Diecisiete éramos los que comenzábamos la ascensión desde el Parador, desafiando la niebla, el viento y el frío que, aunque algo protegidos en el bosque, no tanto al salir de él, y máxime conforme íbamos acercándonos a la Cruz, en la que justo permanecíamos el tiempo preciso para colocarlo bajo sus faldas, bajando a celebrarlo nada más dejar atrás el collado, en un lugar próximo a las neveras, donde volaba algún corcho de cava y se desempapelaban algunos polvorones.


            El canto de algunos villancicos aterró a la niebla, que abrió paso, dejando una espectacular vista sobre el Campo de Jaca y las montañas, redondeadas con una nueva capa de nieve, que reconfortaba a todos, dado el lamentable estado en el que había quedado tras las intensas lluvias de un frente cálido que nos ha visitado días atrás.


            Y poco más, que de este modo quedan inauguradas las fiestas navideñas para unos, y el solsticio de invierno para otros, pero lo importante es hacerlo con buena chen, en buena armonía y en la montaña, en una mañana estorbada en lo meteorológico, pero que ha dejado hacer, recorriendo 6,8 km, en 3 horas y media de tiempo total, del que 2h 20’ han sido en movimiento, con 585 m de desnivel acumulado D+/-.


martes, 17 de diciembre de 2019

Lúsera - Ibirque - Lúsera, a caballo a lomos del olvido

IXOS MONS
Lúsera - Ibirque - Lúsera (1330 m) 
Lunes, 16 de diciembre de 2019



            El silencio cruje entre los caxicos. Las aguas bajan bravías buscando sosiego. El viento espabila el rostro. Los barrancos, las sierras olvidadas, observan nuestro deambular leyendo en nuestros corazones la paz que queremos dar, la paz que queremos recibir, un intercambio absurdo en apariencia, pero vital, necesario, entre los seres que se buscan, entre los seres que se encuentran.

Vista de Lúsera desde el camino

Caminos vacíos a la entrada de Ibirque, con Guara al fondo
            En la zona más oriental de la sierra de Belarra, en el extremo más meridional del municipio de Sabiñánigo, también de la comarca del Alto Gállego, en el punto más alto de la Guarguera, una de sus subcomarcas, encontramos un pueblo… o mejor dicho, lo que queda de él. Ibirque, pueblo medieval al que se le conocían ya en el siglo XVI una veintena de habitantes, llegando a tener hasta 74 según los escritos, en el censo de 1842, cuando desapareció como municipio. Lo que queda de él hoy, desolación, casas espaldadas, ruina también en la iglesia, que rezaba a San Martín de Tours, eras con sus hierberos, y campos, muchos campos, fagocitados por las barzas, y que criaban afamadas patatas de siembra cuyos nativos ofrecían en franco trueque por aceite. Todo ello ha dejado unas heridas en el paisaje, pero mayores en el paisanaje que tuvo que abandonarlo.

Uno de los generosos saltos de agua del barranco l'Alaña

Vestidos de bosque
            Unas tierras con los ojos cerrados, sí… pero no del todo, que bien se ve cómo te miran de reojo cuando con sumo respeto las visitas, saboreando sus caminos, cruzando sus barrancos, respirando su aire, gozando de su luz. Y todo eso es lo que nos hemos encontrado. De todo eso hemos disfrutado, llevando un inmenso cargamento de esperanza porque, muy probablemente ya no será lo que fue, pero sabiendo que a esas tierras, y otras como esas, no les hace falta el ser humano, pero sí a la viceversa, y ellas lo saben… ¿… y nosotros?

 
Uno de los hitos del camino. Al fondo, Ibirque
Rincón urbano de Lúsera
           Desde la boca túnel sur de la Manzanera, en la antigua carretera del Monrepós, poco antes de llegar a Nocito, la población más viva del valle homónimo, nos encontramos con Lúsera en un alto, que hay que alcanzar en un desvío a la izquierda. Se trata de un antiguo asentamiento, con pinta de haber servido de fortaleza, que fue pasto de la epidemia demográfica de los años 60 del siglo pasado, y que conserva esa vocación y esas ganas por seguir siendo útil, de hecho hay alguna chaminera que sigue criando hollín.

Momento de la partida

Calzada empedrada, caminos de viejo
            Estamos en la parte más nororiental de la comarca de la Hoya de Huesca, municipio de Nueno, para dirigirnos a la más meridional del Alto Gállego, mencionado anteriormente, municipio de Sabiñánigo, su capital. Tomamos el sendero que señala a Ibirque, y nuestros pasos se encaminan por esos caminos de viejo, mimetizándonos con el bosque del barranco de l'Alaña. Al cabo de tres cuartos de hora, dejamos a la izquierda el desvío para la pardina de Usieto. Y en cosa de media hora más divisamos ya la torre, o lo que queda de ella, de Ibirque, situado en un altozano, a más de 1300 metros de altitud, lo que le confiere unas vistas extraordinarias sobre Guara y sus convecinos, Cubilás, Cabezo, Fragineto, Borón

Las tosqueras son frecuentes en la zona

GR 16, en su extremo meridional
            Tras cruzar con una cierta dificultad otro de los varios barrancos que nos toca hoy, entramos ya en terreno “urbano” de Ibirque. Unos cuidados senderos flanqueados por tapiales nos conducen hasta el casco. Nos reciben las ruinas de la iglesia, con su torre en franco equilibrio. A continuación más ruinas, las de la media docena de casas, y el frío. Frío en el tiempo. Frío en los huesos, frío hasta la médula, transmitido por la herencia que por aquí quedó de sus últimos moradores. Y no, no conseguimos quitarnos ese frío, en una mañana desapacible en la que el anunciado frente sureño va haciendo su aparición. Bocado rápido, de pie, junto al letrero del GR 16, un sendero que recorre el Serrablo, otra de las subcomarcas de la extensa del Alto Gállego, y que llega a internarse en la Guarguera.

Equilibrista del tiempo

También nos toca hacer equilibrios
           Como decimos, Ibirque está situado en un emplazamiento privilegiado, y muy cercano al dolmen que lleva su nombre, como también el de Lasaosa o Caseta de las Brujas, por razones evidentes. Recorremos de vuelta las decenas de metros para arrancar el descenso desde la misma iglesia. Tomamos dirección Lúsera, para dejándonos engullir por el barranco de Orlato, que baja también pletórico. Seguimos vestidos de bosque, y a los cincuenta minutos llegamos a tratar de tú a este barranco, que no cruzamos, dejando a la izquierda el desvío a la pardina que lleva su nombre, a pie de carretera de Nocito. Dejamos el GR 16 y tomamos el GR 1, o Camino Histórico, coincidente con el Camino Natural de la Hoyade Huesca.

Desde Ibirque, Tozal de Guara, Gragineto y Borón

Tapiales de tosca
            Hasta Lúsera nos queda como hora y media, que empleamos en subir y bajar dos pequeñas sierras, a través del collado Barbero primero y del de Santa Coloma después, ambos en torno a los 1240 metros. Tras atravesar el barranco de l'Alaña ya solo nos queda subir hasta esta pequeña aldea que lucha por resurgir de sus cenizas. Y lo hacemos, visitando la iglesia de San Miguel, que se avergüenza de su nuevo techado, pero que le permitirá sobrevivir a las inclemencias del tiempo meteorológico y a las del otro tiempo, quizá más destructivo.

Iglesia de San Miguel, en Lúsera

            La llegada al vehículo es inmediata, tras haber recorrido una distancia de 11,8 km, en un tiempo total de 4h 40’, del que 3h 40’ han sido en movimiento, salvando un desnivel acumulado total de en torno a 560 m D+/-. Un bonito paseo por los pueblos olvidados de las sierras olvidadas, y que de vez en cuando tratamos de paliar ese olvido, cabalgando por su lomo.


Más fotos, y el track

viernes, 13 de diciembre de 2019

El Alpinismo, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, por la UNESCO

Glaciar del Gasherbrum, con el GII al fondo (Pakistán)

EL ALPINISMO

Incluido en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por el Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO

11 de diciembre de 2019




            “El alpinismo es el arte de escalar cumbres y paredes en terrenos rocosos o helados de alta montaña, en cualquier estación del año. Su práctica exige poseer una serie de capacidades físicas, prácticas e intelectuales, así como saber utilizar técnicas, equipos y materiales como piolets y crampones. Es un deporte tradicional caracterizado por el hecho de que sus practicantes comparten en común una cultura que integra el conocimiento del medio ambiente de la alta montaña, de la historia de la práctica de la escalada y sus valores conexos, y de una serie de competencias técnicas específicas. El alpinismo exige la posesión de conocimientos medioambientales sobre el entorno natural de los itinerarios de escalada, el cambio de las condiciones climáticas y el riesgo de desastres naturales. Otro aspecto cultural de este elemento del patrimonio vivo comprende elementos de carácter estético como el apego de sus practicantes a la elegancia de las escaladas, la contemplación de la belleza de los paisajes y la relación íntima con la naturaleza. Además, la práctica del alpinismo implica la adopción de principios éticos que descansan en el compromiso individual de cada escalador de no dejar huellas tras de sí y en el deber de prestar socorro a los demás alpinistas. Por último, cabe señalar que el espíritu de equipo, simbolizado por la cordada, es otro elemento esencial de la mentalidad de los montañeros que, en su gran mayoría, se agrupan en clubs dedicados a difundir por doquier esta práctica deportiva. Estos clubs son los vectores esenciales de la cultura alpinista: organizan excursiones y expediciones colectivas, difunden informaciones prácticas y editan diversas publicaciones…”. (ICH.UNESCO dixit).

Imagen encontrada en la red

Imagen encontrada en la red
            A este bello texto, que no es nuestro, poco más podemos añadir. A pesar de su extensión, viene a resumir el amplio espectro de modalidades deportivas que se practican en el medio natural, y más concretamente en las montañas. Se dice que el andar es la primera actividad que de pequeños podemos realizar en la naturaleza, y si lo pensamos, en el otro extremo de la vida, cuando hemos probado muchas de las formas de acercarnos a la montaña, finalmente será el placentero senderismo el que nos acompañe hasta que nuestras fuerzas nos flaqueen.

De camino al CB del Manaslu (Nepal)

Manaslu (Nepal)
            Sí, porque aunque se hable de alpinismo, el montañismo en general es un concepto mucho más amplio, de modo que hay para todos, desde ese simple senderismo, hasta alcanzar las más altas cotas de la tierra, pasando por las andadas organizadas, marcha nórdica, barrancos, escalada deportiva, clásica, vías ferratas, raquetas, alpinismo clásico, escalada en hielo, esquí de montaña, largas travesías de varias jornadas, grandes ascensiones y expediciones… Todas ellas, de forma individual o en equipo, nos enfrentan personalmente con la montaña y sus condiciones, todas ellas forman parte de un reto con uno mismo, y que provocan y enriquecen valores como el sacrificio, la superación, el empeño, la concentración, la atención puesta en el grupo y en el medio, la lectura de las condiciones de la montaña, la amistad, el compañerismo, el no dejar a nadie atrás… y otras muchas que rebasan los propios límites de lo puramente físico para incidir también en el resto de aspectos del ser humano. Todas ellas están a nuestro alcance si las afrontamos con las debidas condiciones. Hay actividades para todos los gustos y niveles. El acierto está en una buena elección.

Birendra Tal y Sama Gaon al fondo, camino del CB del Manaslu (Nepal)

Dharamsala, el Larke Pedi, camino del Larke La (Nepal)
            Son actividades que tienen su encaje en un muy amplio perfil de la población, y cuyo ejercicio llevado al extremo acarrea un aumento de las probabilidades de riesgo, siendo un factor que también se aprende a manejar y que hay que tener siempre en cuenta en evitación de accidentes. En este sentido debemos hablar de riesgos objetivos y de riesgos subjetivos. Los primeros son los factores externos, es decir, los relacionados con el estado de la montaña y la meteorología. Y en los segundos incluimos los factores internos, los propios de la persona que practica la actividad, sus condiciones físicas, psíquicas y técnicas.

En las proximidades del Larke La (Nepal)

Trekking del Manaslu (Nepal)
            En cualquier caso, si lo practicamos con responsabilidad, sin entrar en palabras mayores, el mero hecho de caminar por el interior de un bosque, por la orilla de un arroyo o la de un ibón, ascender a una cota por baja que sea, el sentir el aire fresco en nuestro rostro, el aroma de las plantas, el murmullo del aire, la presencia animal o vegetal, incluso la mineral, que siempre nos acompaña, admirar la belleza de las montañas… nos garantiza todo un mundo de placeres físicos y sensoriales difícil de describir, algo que se acrecienta infinitamente si es compartido. Estar en las montañas, sentir con ellas, respirar con ellas, vivir con ellas, poner toda nuestra mente y nuestro corazón en ello, es algo realmente apasionante.

Trekking de los Annapurnas (Nepal)

Río Indo a su paso por Skardú, camino del Baltoro (Pakistán)
            Las montañas son el último reducto de la humanidad. Como dice Georges Sonnier: "... la montaña existe ante el hombre como un ser ante otro ser. Está animada, participa del alma humana en la medida misma en que el hombre, cautivado por ella, la admite en los misteriosos intercambios del amor". Lugares sagrados donde han sido situados los dioses por las civilizaciones a lo largo de la historia, y que se alzan como antenas hacia el infinito, como los brazos de un niño se aúpan buscando los de su madre. Todas estas reflexiones y seguro que muchas más harían mella en la ONU, para declarar 2002 como Año Internacional de las Montañas, tras haber incluido en 1992 el documento “Ordenación de los Sistemas Frágiles: Desarrollo Sostenible de las Zonas de Montaña”, en el “Programa 21”, un plan de acción sostenible promovido por las propias Naciones Unidas. A partir del año siguiente, la Asamblea General declaraba el 11 de diciembre como Día Internacional de las Montañas, algo que venimos ya celebrando año a año.

Glaciar Ponkar, en las proximidades de Ponkar Tal y Bimtang (Nepal)

            Pero ahora se ha dado un paso más. Promovido por Francia, con la ayuda de Italia y Suiza, en el 14.COM, es decir, la decimocuarta sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, reunido este mes en Bogotá, justo en la señalada fecha antes citada del 11 de diciembre, decidió incluir al Alpinismo, en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, lo que eleva a un muy amplio espectro de actividades realizadas bajo este genérico epígrafe, a la honrosa categoría de elemento a proteger y a apoyar su promoción, preservando la libertad responsable en su práctica y acceso a los sitios donde tiene lugar. Una responsabilidad que ha adquirido la UNESCO y de la que sin duda tenemos que participar todos los amantes de las montañas. Sin duda una noticia de alcance que recoge la UIAA, Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo, dicho de otro modo, la Federación Internacional de Montañismo. De igual modo lo hacía FEDME, la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada.

Enhorabuena a todos. Salud y Montañas.

Imagen encontrada en la red

Todas las imágenes, salvo las que se indica lo contrario, son del autor.

jueves, 5 de diciembre de 2019

La Peña - La Peña, de circular junto a los Mallos

IXOS MONS
La Peña - Santo Román - La Peña 
Miércoles, 4 de diciembre de 2019



            “La belleza del mundo natural radica en los detalles”

             Hoy nos permitimos comenzar con estas palabras de Natalie Angier, periodista y escritora neoyorquina porque sí, porque tiene razón, y aún añadiríamos más, no solo la belleza, sino la grandeza, ya que es la suma de lo pequeño lo que hace admirable a un paisaje, lo que hace grande a un ser vivo, lo que hace grande al propio ser humano.


Lo pequeño es hermoso

Junto a las vías para pasar el puente 
            Hoy hemos querido engrandecer lo aparentemente, y solo aparentemente, pequeño, la tierra callada, que también merece nuestra atención. Quizá más por ello. Una tierra en la que los jueves, sábados y domingos no está tan callada, que motores, ladridos, tiros y gemidos pueden oírse, y más vale no encontrarse en medio. Por eso hay que aprovechar los días en los que los que gimen están tranquilos, en los que las escopetas callan, en los que no se oyen ladridos ni motores que alteren la paz de estos montes que tanta actividad han vivido, y que ahora, en los días tranquilos, también están tranquilos. Y esa paz, esa calma es la que hemos ido a buscar, dando una vuelta por esas sierras calladas en los dominios del Gállego medio.

Tranquilidad y calma al comienzo de la ruta

Listos para la faena
            Partimos del apeadero de tren de Santa María y La Peña, un poblado centenario, no mucho más, que surgió del agua y del tren, de los carburos y de la madera. Milagrosamente sobrevive gracias a esto último, porque cuenta con la empresa EIFORSA, fundada en 1946 y que se dedica, entre otras cosas, al tratamiento de la madera con creosota, un derivado del carbón de hulla, que mantiene a 25 trabajadores en la planta, en una población de en torno a 40, y que exporta sus productos a decenas de países en varios continentes.

El terreno se despereza poco a poco bajo las nieblas y la helada

Foz de Escalete
            Dejamos atrás todo ese mundillo maderero para abrazarnos a la vía del tren, que nos permite cruzar una parte del pantano de La Peña, que hasta aquí llega. Nada más pasarlo tomamos un camino que nos baja al canto de un campo en el que despunta ya el cereal. Todo es para acortar terreno y salir a la pista que nos lleva ya, cruzando el canal de Carcavilla, a la Foz de Escalete, un gran tajo en la roca, ampliado para el trajín del carburo, y que encajona el barranco de Forcallo. Nos dirigimos hacia el sur, y al poco abrimos la circular, dejando algo apartada a nuestra derecha las ruinas de la pardina de Escalete, por donde volveremos.

Paredones con vías de escalada deportiva

El sol va caldeando poco a poco el ambiente
            Seguimos por la pista de la izquierda, cambiando nuestro rumbo inicialmente hacia el este, pero enderezando de nuevo hacia el sur, de cualquier modo vamos acompañando a dicho barranco, aunque sea en altura. Y lo hacemos hasta un lugar próximo al collado de Santo Román, extremo de nuestra circular, a partir de donde toca volver. Este collado es un cruce de caminos. Si siguiéramos hacia el sur llegaríamos hasta Linás de Marcuello, Sarsamarcuello, Loarre… De frente nos adentraríamos en el barranco de la Mota, ese que separa la Peña de Don Justo y la Pared de los Buitres, y a le derecha, dirección que tomamos, nos devolverá al punto de partida. Pero no tan deprisa, que hay que seguir disfrutando.

Peña de Don Justo a la izquierda, desde algo pasado el collado de Santo Román

Desvío en el collado bajo el Firé
            La mañana se va estorbando, las nubes y el viento van haciendo su aparición, pero es ideal para andar. La pista comienza a empinarse, y al poco dejamos a la izquierda el arranque del sendero que daría continuidad a la Vuelta al Solano, y que abraza los mallos grandes y pequeños, de Riglos. Pero nosotros seguimos por la pista. Al cabo de media hora desde ese cruce, sale un ramal a la izquierda, que si no se toma se haría más corta esta vuelta, pero como se va bien de tiempo sí que tomamos, para llegar a la Roseta, un refugio de pastores situado en una planicie bajo el  mirador de Ventuso, que da vista al circo de Verano de Riglos. Seguimos por sendero en franco descenso, para llegar al collado del Firé, con una impresionante vista sobre ese circo, con el discurrir de abultado Gállego al fondo, que va en busca ya de la tierra llana.

Extraordinaria vista sobre Peña Rueba y el cauce del Gállego

Tramo emboscado en el descenso
            Tras un breve bocado en el collado, continuamos hacia el norte dejando atrás esas extraordinarias masas ingentes de conglomerados que, junto a Peña Rueba y Agüero, protagonizan el Monumento Natural que lleva el nombre de las tres formaciones. Cambiamos la vista de río abajo por la de río arriba, con unas aguas que salen del remanso del pantano de La Peña. El sendero se empina y se embosca, para luego ir coqueteando con la pista hasta que se integra del todo en ella, y pasa por esas ruinas de la pardina de Escalete, en un lugar muy próximo al cierre de la circular.

Restos de la pardina de Escalete

            Ya solo queda desandar lo andado, y al cabo de 40 minutos llegar al punto de partida, habiendo pasado por esa Foz de Escalete, la vía del tren y alcanzar el apeadero de Santa María y La Peña, a donde llegamos tras algo más de cinco horas de tiempo total, del que 4h 20’ han sido en movimiento, habiendo recorrido 17,5 km y salvado un desnivel acumulado total de 830 m D+/-.


Más fotos, y el track.