“Las montañas constituyen un mundo aparte: no son tanto una buena parte del planeta sino un reino independiente, insólito y misterioso, en el que las únicas armas para aventurarse en él son la voluntad y el amor”. Extracto de una de las múltiples publicaciones del gran alpinista marsellés Gaston Rebuffat, que cuenta en su amplio palmarés, entre otras muchas cosas, el haber sido el primero en haber subido las seis grandes paredes norte de los Alpes, y el haber formado parte del equipo que culminó con éxito la primera ascensión al Annapurna, primer ochomil en el que ponía el pie un ser humano.
Se dice de él que “su insistencia en ver un ascenso como un acto de armoniosa comunión con la montaña, y no una batalla emprendida contra ella, parecía radical en aquella época, aunque la estética de Rébuffat acabaría ganando”. Y es algo que nos llega, porque denota la especial predilección por la calidad en detrimento de la cantidad, aunque tampoco iba mal servido de ésta última. Nos llega, decimos, porque comulgamos plenamente con ese sentimiento, que se aleja del concepto “competición”, del concepto “conquista” derivando hacia el de “comunión”. Sí. Comunión con el medio, comunión con el paisaje, comunión… comunión con lo insólito, con lo misterioso, con ese atractivo feroz y violento, en ocasiones, que nos producen las montañas. Y aún sin hablar de grandes paredes norte, ni siquiera de ochomiles, hoy nos sentimos atraídos por unas montañas más humildes, que apenas superan los dos mil metros, pero agrestes, duras, altivas, con largas y mantenidas pendientes si se abordan desde cotas bajas.
Hoy visitamos la parte más occidental de la comúnmente llamada sierra de Alanos, aunque en Ansó se la conoce en singular, como todo lo de su amplio término, porque todo ello es singular. Es por ello que respetamos esa terminología, y hoy nos aupamos a la sierra d'Alano, en concreto a la cota más elevada de este sector occidental, la Ralla d'Alano, de 2162 msnm, habiendo pasado antes por el Trasveral Oriental (2088 msnm), y otro par de cotas, para las que no encontramos nombre. Toponimia extraída de algunos mapas, para la que no siempre están de acuerdo los paisanos.
Una
sierra d’Alano que hemos visitado en varias ocasiones, tanto su
sector oriental, como el
occidental, y es a éste al que nos dirigimos, pero no desde el escabroso norte, sino desde el flanco sur, mucho menos agreste, pero con unas largas lomas con prolongados desniveles, en los que te comes a pecho las curvas de nivel. Dejamos los vehículos junto a la carretera, un poco antes de llegar al
puente Marcón, para tomar la pista que acompaña al barranco, y que pronto se pierde, sin acompañarnos a nosotros en los varios cruces que nos pide el camino. Tras un cuarto de hora de continuos vadeos por entre un delicioso, pero húmedo y frío barranco, que conserva bien frescos los musgos, nos despedimos del arroyo para meternos por un sendero con buenas dosis de adivinación por estar muy vestido, especialmente de aliagas, pero que con paciencia se va subiendo, salvando ya importantes desniveles.
Al cabo de una media hora se alcanza un cruce, señalizado con tablillas. A la derecha, Archibú; a la izquierda, Chimena, por donde llevamos idea de volver, para evitarnos el aliagar. Seguimos recto, ya saliendo del bosque y viendo el pedazo de loma que continúa por delante, hasta alcanzar la primera cota al cabo de dos horas desde el cruce. No encontramos nombre para ella, a pesar de estar a 1913 msnm. Casi tres horas desde el arranque, han merecido la pena para asomarnos ya a este extraordinario sinclinal, que tendría que soportar ingentes toneladas de nieve, que se convirtieran en millones de litros de agua en unos meses, pero se masca la tragedia, apenas quedan unas manchas de nieve a los dos mil metros del amplio puerto, todo ello observado en mangas de camisa. No me quiero extender sobre esto, que me pierdo.
Seguimos comiéndonos las curvas de nivel con patatas para alcanzar el Tresveral Oriental (2088 m), donde hacemos un alto para contemplar el espectáculo de “reino independiente, insólito y misterioso” que decía Rebuffat, limitado ahora a un pastizal con cuatro manchas de nieve, incapaz de saciar la sed del verano. Bajamos al collado de la Ralla para auparnos a la Ralla d'Alano que, con sus 2162 msnm, es el techo del sector occidental de esta impresionante sierra. Desde aquí se nos abren las vistas que esta misma muralla nos las negaba desde el anterior, pudiendo contemplar no sólo las montañas del puerto, sino las que están extramuros al norte, y son para quitar el hipo, aunque falte el blanco elemento que redondee las cumbres. Minutos de silencio y contemplación median para descender y abordar la siguiente ascensión, de nuevo, a una cota sin nombre aparente, situada al suroeste.
Volvemos sobre nuestros pasos, pero acortando para dirigirnos a una canal, que nos permite tener el gustazo de pisar nieve en invierno. Nos encamina hacia el barranco de Trasveral, llegando al refugio y a la fuente de Espelunga, de riquísimas aguas. Continuamos la marcha para subir a una pequeña loma e ir bajando ya decididamente en dirección sur y sin camino aparente, en busca del cubilar de Maidogui para, ya por sendero alcanzar la anhelada borda Chimena, y lo era porque sabíamos que, desde ella, aunque dando un rodeo, el camino era mucho más sencillo, ya que se entra en el S-2 del parque, no hay que olvidar que estamos en el ENP del Parque Natural de los Valles Occidentales.
Optamos por tomar el ramal de la derecha que, tras un delicioso tramo marcadamente hacia el SW, vuelve a virar hacia el NW hasta alcanzar la loma Paulín, en la que un desvío nos indica a Zuriza. Estamos en los dominios del paraje de Archincha, y a menos de una hora de la borda ya nos abrazamos al río Veral, hasta que lo abandonamos en el puente de Zabalcoch, donde tomamos la carretera, que en poco más de 500 metros nos conduce hasta los vehículos.
De este modo se termina esta amplia y preciosa circular, por solitarios parajes escenario para la fauna salvaje, y habitáculo para el recuerdo de otros tiempos. Han sido 7 horas y 45 minutos de auténtico placer, abstrayéndonos de lo de sobras conocido, para recorrer 13,2 km, con un desnivel acumulado total de en torno a los 1260 m D+/-.
Bibliografía:
La montaña es mi reino. Gaston Rebuffat. Desnivel (2008)
Web:
Aragón
Wikipedia
Wikiloc
RAE
Fundeu
IGN
Geamap
Hijo de la Tierra
El Pirineo no se vende
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