viernes, 30 de noviembre de 2018

La Gabardiella, entre los velos de Guara

IXOS MONS
La Gabardiella (1696 m)
Viernes, 30 de noviembre de 2018



            “Le damos demasiada importancia a alcanzar la cima y nos olvidamos de saborear cada uno de los pasos que nos conducen a ella”.

            Hoy, como otras muchas veces, se hace patente este pensamiento de la montañera, escritora y bióloga vasca Eider Elizegi, que es lo mismo que decir aquello de que “… es más importante el camino que la meta”. Eso es siempre, pero hoy con mayor motivo, porque apenas hemos podido saborear las mieles de la cumbre de una montaña que bailotea entre las nieblas, y que con un fuerte y frío viento nos ha recibido. Pero no nos importa, porque es mujer, porque es bella, porque la queremos, y porque hoy nos hemos propuesto alzarnos hasta su más alta cota. Su más absoluta soledad nos ha impactado, y con sumo respeto la hemos abordado, y en ese dejarnos conquistar por ella hemos salido algo más sabios, algo más cautos, algo más seguros de que nuestro amor por las montañas es fielmente recompensado.

Dispuestos para la marcha

Barranco de Cambón
            El valle de Nocito luce tan solitario como sus montañas. Unas montañas que tienen la cabeza en sus asuntos, y que no sabemos si son los nuestros, porque no los vemos, son pasto de una pertinaz niebla que quizá no nos permita auparnos a ellas, pero lo intentamos. Algo pasadas las nueve de la mañana, puente de Lúsera, dispuestos para la marcha en esta fría mañana que no sabemos lo que dará de sí, pero allá vamos. Tras cruzar el puente sobre el barranco de Cambón, iniciamos la circular por la izquierda, dejando atrás una tablilla en la que informa que para la cima son 3h 45’ lo que hay. Veremos.

Derechos al marrón

El bosque, el dueño del lugar
            Poco dura la tranquilidad, enseguida se empieza a empinar el embarrado sendero, que deja de estarlo al ir tomando altura. Al cabo de algo más de una hora se llega a unas campas, por donde alcanzamos ya la línea de niebla, metiéndonos de lleno en el marrón. En unos veinte minutos más alcanzamos el collado de la Gabardiella, en plena vorágine de niebla y viento helador, aunque parece que la clemencia nos va a tener en cuenta y nos va a dejar avistar algo entre esos vaporosos velos. De momento, no mucho, pero promete, a ver si da.

Atravesando las campas

Tozal de Guara y Fragineto, entre nubes, y Borón
            Tomamos el sendero de la izquierda para transitarlo bien cerca de la cornisa. Conforme vamos subiendo se van corriendo los velos que, aunque no totalmente, sí nos dejan ya divisar lo que sabemos que está ahí, pero nos ocultaba. Bajo nuestros pies el dominio Sescún, una enorme depresión en otros tiempos transitada, a juzgar por la presencia de ermita y mesón. Intuimos que sería una de las salidas naturales de Nocito hacia Huesca en tiempos en los que los caminos eran las únicas vías de comunicación de estos pueblos. Esta depresión deja de serlo cuando al sur se encuentra con el Borón, y más al este con el Fragineto y toda la sierra de Guara en pleno.

Santuario de San Úrbez, en Nocito

Depresión de Sescún
            El viento mece las nieblas, que dan y quitan luz al terreno a su capricho. Entre ellas vemos el pueblo más importante de los alrededores, Nocito, que de más de doscientos habitantes de hace un siglo, llegó casi a desaparecer su población en la década de los ochenta, recuperándose en la actualidad hasta los casi treinta. Y no solo vemos el núcleo urbano, sino también el santuario de ese otro Urbano, San Úrbez, al que le cundió mucho la vida por nuestras montañas. También a nosotros, porque de las 3h 45’ de la tablilla, nos ha costado 2h 15’, el frío hace milagros.

Al abrigo de la intemperie

Por las campas de las Paules
            A pesar del mal estar en la cumbre, echamos un bocado rápido, y sin más entretenimientos volvemos sobre nuestros pasos hasta el collado de la Gabardiella, desde el que seguimos por la cornisa hasta que deja de serlo y el camino nos baja hasta el collado de la Luna del Pueyo. Tras una ligera subida, el pedregoso sendero comienza a perder altura de forma poco amigable, hasta llegar a las campas de las Paules, que añoran el ramoneo del ganado a juzgar por la gran cantidad de erizones que están criando.

Cienfuens

Nos vamos acercando a la presa del embalse
            El tiempo se ha templado un poco, pero el viento se encajona al enfilar el barranco del mismo nombre. Algo que se amortigua al entrar en el bosque, por un sendero que nos va dando vista ya a esos enormes paredones de Cienfuens, que cierran la cuenca del Flumen por el este. Finalmente llegamos al embalse de Santa María de Belsué, y en media hora más al puente de Lúsera, punto de partida y final de esta bonita circular que nos ha aupado a una montaña, la Gabardiella, que se ha mostrado hosca, pero que no hemos querido dejar de visitar. En ella hemos bailado con esas nieblas, caprichosas nieblas, y que San Andrés no ha querido que tengamos nieve en los pies, como dice el refrán.

Lúsera, que empieza a recobrar vida

            Una mañana de media montaña, pero con ambiente invernal, a la que le hemos echado 5h 45’ de tiempo total, del que 4h 35’ ha sido en movimiento, para recorrer 17,3 km y 1200 metros de desnivel acumulado D+/-.


Las fotos, aquí. Y el track también.

Santo Cristo y Peña del Morral, de ferratas por el Ésera

VÍAS FERRATA
Santo Cristo y Peña del Morral
Miércoles, 28 de noviembre de 2018



            Hoy teníamos mono de ferrata, de modo que con el amigo Toño hemos ido a hacer un par de ellas, la del Santo Cristo de Olvena y la de la Peña del Morral, en Graus.  De dos comarcas distintas, Somontano de Barbastro y Ribagorza, pero con algo en común, que ambas localidades están en el eje del Ésera. Allá que vamos.

Congosto de Olvena

Arranque del sendero
            La carretera N-123, que recorre el eje de ese gran río hasta Graus, cuando sale del puente de las Pilas, arriba de Barbastro, y se encañona en el congosto de Olvena, justo a dos kilómetros del desvío a esta localidad, y nada más salir del triple túnel 5, encontramos a mano izquierda un apartadero. Seguimos el indicativo al puente de la Sierra, de donde parte un sendero que en pocos pasos nos lleva hasta tal puente que, en su pequeñas dimensiones, nos muestra “al mismo tiempo la enorme dificultad del proyecto y la pericia técnica de quienes lo levantaron”, como indica un mural cercano. “… presenta una sólida estructura pétrea con una sola arcada en arco de medio punto que apoya directamente sobre la roca. Sobre ella se extiende una estrecha calzada empedrada que nos permite el paso a la margen opuesta y, al mismo tiempo, disfrutar de una sobrecogedora panorámica del congosto de Olvena”, concluye.


Puente de la Sierra

Congosto de Olvena
            Bueno, pues tras deleitarnos con esta singular obra de ingeniería, la cruzamos y tomamos el sendero de la derecha, evitando tentaciones de tomar el de la izquierda, que se muestra con equipación nueva de sirga de seguridad. Estamos ya bajo parte de los impresionantes paredones que conforman este congosto. A escasas decenas de metros del puente tenemos el arranque de la ferrata, sin mayores indicaciones que el comienzo de una vieja sirga. Por entre los materiales blandos entre dos de esas ralleras, ayudados intermitentemente por algún resalte de las mismas, se va avanzando con una considerable inclinación, por una roca bastante lavada, con el único artificio de la línea de vida.




Subiendo por la canal
            Como una hora se está metido entre las paredes, al cabo de la cual unos pasos que revisten mayor dificultad que los traídos hasta ahora, median para encaramarnos a una sorprendente cresta a dos aguas, una de ellas en una pura vertical sobre los casi 200 metros por encima del Ésera. Nos encontramos un ramal de la sirga que desciende, quizá hasta algún anclaje para montar algún escape. Al finalizar esa cresta, un corto tramo de también sorprendente sendero hace de antesala al tramo final, el más físico, el más expuesto, como nada de lo visto hasta ahora. Equipado por grapas, se hacen imprescindibles para tirar de ellas en un corto paso horizontal, con el agravante de lo mojado de la roca, que te obliga a extremar más si cabe la atención.

Caída libre al Ésera

En el paso clave
            Sin llegar al final ya se divisa la enorme estrella de forja con vocación de llevarnos hasta nuestras fechas más entrañables. Bueno, pues terminando ya llegamos al mirador que preside. Una plataforma sobre el punto más alto del pueblo, que es el cementerio, y que nos ofrece unas vistas espectaculares sobre el congosto de Olvena bajo nuestros pies, y sobre la nevada cordillera pirenaica en lontananza. Casi dos horas hasta aquí. Ahora solo resta bajar.


Olvena, desde el mirador
            Y lo hacemos por el camino pavimentado que une el cementerio con el pueblo, en cuya entrada encontramos el indicador para tomar el sendero de bajada que, señalizado como GR 45, era el empleado antiguamente por las gentes del lugar para acceder a la localidad, y que saneado recientemente luce su primitivo empedrado. Bien, una vez bajados los 220 metros de desnivel desde el mirador hasta el fondo del congosto y cerrado el círculo al paso por el arranque de la ferrata, solo resta continuar hasta el puente de la Sierra y cruzarlo. De este modo hemos completado los 200 metros aproximadamente de desnivel, en menos de dos horas en subir y media en bajar.

La satisfacción del deber cumplido

Sirga y vestigios de otros tiempos
            Pero antes de llegarnos hasta el coche, se ofrece la visita a una traza de sendero excavado en la roca y que veíamos en las paredes de enfrente. Se trata de las paredes exteriores de la boca norte del túnel 5, y tiene toda la pinta de que fuera el modo de superar peatonalmente el congosto antes de la construcción de la carretera. En unas decenas de metros se mete hacia un barranco que hace que se parta el túnel, ofreciendo una ventana al exterior. Para salvar ese barranco hay un par de sirgas, y en la pared de enfrente vestigios como de que hubiera existido una pasarela colgada sobre el vacío. Es impresionante pensar que fuera lo que parece.






Ferrata de la Peña del Morral
            Para rematar la faena ferratera de la jornada, nos acercamos hasta Graus, para rendir cuentas a la de la Peña del Morral, junto al Santuario de la Virgen de la Peña, que altivo se alza sobre la capital ribagorzana. Nos acercamos hasta un lugar próximo al santuario, donde arranca el sendero, que en cosa de doscientos metros nos sube al comienzo de la ferrata, que lo hace con un paso horizontal por una faja, asegurados ya a la línea de vida.


            
Comienzo del tramo vertical
Progresando
            Esta travesía termina debajo de una serie de grapas, que de forma vertical nos permitirá subir hasta la faja superior, que tras otra ascensión nos situamos al pie de una escalera. Seguidamente hay un breve tramo de ascenso, también vertical, seguido de otro que desciende y que nos pone en situación de cruzar una larga travesía horizontal, quizá lo más espectacular de toda la ferrata, y que deberemos pasar con mucho cuidado, pues la pared suele estar mojada, alternando los pasos entre la propia pared y unas grapas oportunamente colocadas sobre el vacío.

En la travesía horizontal

            Una vez terminada, nos queda superar el último tramo vertical, ligeramente extraplomado,que culmina con la última parte, más asequible ya, y que ayudados de una cadena nos permite llegar al final, junto al Cristo del mirador del Morral, que nos ofrece unas vistas espectaculares sobre la localidad grausina y sus alrededores, entre lo que destaca el Isábena en sus últimos compases antes de rendirse al Ésera, cuyas aguas se amansan en el embalse de Barasona. Guiados por un mural informativo, conseguimos interpretar las montañas del horizonte.

Últimos compases

            Y poco más, un sendero bien definido nos baja hasta el santuario, concluyendo de este modo el circuito abierto en este mismo punto, tras haber superado los 180 metros de desnivel de esta ferrata generosa en grapas, habiendo invertido 45’ en subir y 15’ en bajar.


jueves, 29 de noviembre de 2018

Calma Alta y Gratal, por los dominios de Arguis

IXOS MONS
Calma Alta (1581 m)
y Gratal (1543 m)
Sábado, 24 de noviembre de 2018



            Los fríos días de otoño ya están entre nosotros. Días de frío y hielo, que se ceba más junto a los cauces de agua. El embalse de Arguis, que con más de trescientos años es el más antiguo de los en uso hoy en Aragón, nos recibe calmo y con su lámina sin helar todavía, pero no se puede decir lo mismo de la pasarela que discurre por encima de la presa, que sí que está con una fina capa de hielo, y que hay que pasar con cuidado en evitación de comedias. Hoy volvemos a los dominios de esta cuenca, que da mucho de sí. Con Toño, súper conocedor de estas tierras, vamos a auparnos a la Calma Alta y al Gratal, entre otras cosas para que no se nos olvide el oficio.

Arranque sobre hielo

Por el barranco de San Antón
            Tomamos, pues la pista que contornea el embalse por el sur, hasta que al cabo de media hora alcanzamos la entrada al barranco de San Antón, que nos engulle en su húmedo y frío seno. Empinadas cuestas son nuestras acompañantes a lo largo de los 55 minutos que nos lleva el superar los 430 metros de desnivel que hay hasta el collado de las Calmas, una llanada que reparte juego entre la subida a la Calma Alta, los pozos de hielo, la bajada a Nueno y la ruta hacia Gratal. Una atalaya, además, que nos da vista hacia la Hoya de Huesca y hacia la solana de una sierra, ésta, que separa las montañas y el llano. Sí, porque aquí comienza el terreno a empinarse, aquí, a estas latitudes, dan comienzo las Sierras Exteriores del Pirineo.

Hoya de Huesca

Sendero muy cerrado para subir a la Calma Alta
            Los ochenta metros de altitud que nos separan de la primera cota de la mañana los hacemos por un sendero que hay que ir descubriendo entre los bojes, que se descargan de las aguas de estos días atrás. Unos resaltes rocosos culminan el ascenso para alcanzar esta cima roma, coronada por un montón de piedras, y que mejora las vistas del amplio collado, especialmente las de la cordillera pirenaica, cubierta ya por un precioso manto de nieve. Divisamos también la Ibérica, con el Moncayo, su máxima altura, también nevado, así como lo que pensamos sea Urbión. Y cómo no, nuestro siguiente objetivo, el Gratal. A él vamos.

Gabietos, Taillon, Bazillac, Brecha de Rolando, Casco,
la Torre de Marboré, picos de la Cascada... Todo un mundo blanco

Admirando ese pico Gratal
            Y para ello volvemos al collado para tomar esa dirección. En media hora llegamos al indicador, que nos señala nuestro objetivo como Pico Gratal, y el más prominente como Peña Gratal. Es algo que despista, porque el IGN es ésta la que nombra como Pico Gratal, de 1567 metros, y en el que estamos como Gratal, sin más, de 1543 metros, más romo, más discreto, aunque con su vértice geodésico. Desde aquí se divisa esa gran mole caliza que es, según el IGN, el Pico Gratal, custodiado por la Peña del Mediodía, en cuyas entrañas están las afamadas Gorgas de San Julián de Lierta.

Camino del Gratal

En el Gratal
            Volvemos a nuestro camino para continuar hacia el oeste como unos veinte minutos, hasta llegar al arranque del llamado camino de los Burros, que tomamos para iniciar ya el descenso, y que nos lleva hasta dar con la ancha cicatriz que dejó el gaseoducto, que la bajamos ya hasta encontrarnos la pista, que definitivamente nos lleva a cerrar la circular en la entrada del barranco de San Antón, y su continuidad hasta la presa.

De regreso a la presa del embalse

            Una mañana pasada entre amigos por la tierra media, a la que le hemos metido 4h 25’ de tiempo total, del que 3h 20’ han sido en movimiento, completando 12,7 km de recorrido, con 820 metros de desnivel acumulado D+/-. Hecho y dicho.


El track, aquí.

Camino del Solano, con Azuandarines bajo la lluvia

IXOS MONS
Camino del Solano
Domingo, 18 de noviembre de 2018



            Dice un dicho, sabio, por cierto, que “si no puedes con tu enemigo únete a él”, y bueno, en realidad no es que sea un enemigo, pero sí es cierto que contra él no hay quien pueda, por lo que más vale tenerlo de aliado. Estamos hablando del tiempo, pero no el que rige el dios Crono, no, aunque también es invencible, nos referimos a ese ser que rige la atmósfera y que condiciona cualquier actividad al aire libre. Y no es caprichoso, aunque lo parezca, porque seguro que obedece a leyes que se nos escapan, y que hacen que no esté pendiente de nosotros. Lo que hemos de saber es que nos obliga a nosotros a estar pendientes de él. Y como frente a todo ser vivo, hay que mostrarse con humildad, es decir, si un día te deja, bien… y si no, también.

Desvío para el Camino del Cielo

Desvío para la ferrata Cubilillo os Fils
            Hoy, el oráculo de los predictores del tiempo, de ese tiempo, ha hablado, y ha dicho que iba a llover, por eso nos alejamos de las montañas para ir camino del llano, en la confianza de que nos sea más benévolo. Hoy, acompañamos a nuestros amigos en su camino a casa. Hoy, recalamos en Riglos. Y lo hacemos para cumplir con el Camino del Solano, ese anillo que circunda los mallos de ese reino que lo fue, aunque fugazmente. En este caso, 8 azuandarines y 5 mayencos nos disponemos a recorrer ese anillo, más extenso que el Camino del Cielo, pero con tramos coincidentes.

Ya en marcha

El camino a punto de entrar en el barranco de la Mota
            Bueno, pues todo preparado para la marcha. Con un tiempo notablemente peor que el de ayer, nos echamos al monte desde Riglos. La amenaza de negros nubarrones pende sobre nosotros en el suave arranque por el camino hasta entrar en el barranco de la Mota. Los “mallos grandes”, esclavos de su pasado, se van quedando atrás. Dejamos a nuestra izquierda el desvío para ese Camino del Cielo, hermano pequeño del nuestro, que va en busca de su discurrir entre ellos y los “pequeños”, que también nos van viendo pasar. El camino se estrecha. El camino se empina. Estamos ya en el seno de ese barranco, entre el Paredón de los Buitres y la Peña Don Justo, que alberga una de las ferratas decanas de Aragón, la de Cubilillo Os Fils.

Peña de Don Justo

Collada de Santo Román
            Como en una hora desde la partida llegamos a un cruce de pistas, collada de Santo Román según algún mapa. Tomamos la nuestra, la que se dirige más al norte, para al poco meternos ya en el sendero que se abre a nuestra izquierda, y que se puede decir que es el punto de retorno, y quizá el de mayor altura de nuestra ruta de hoy. El cielo acrecienta sus amenazas, y el violento y frío viento hace acto de presencia, tanto es así, que aunque nos desviamos del sendero para asomarnos sobre la vertical de ese imponente Paredón de los Buitres, apenas podemos llegar a unos pasos antes de la cornisa definitiva.

De camino hacia el marrón

Posando en el tercer asome
            Volvemos sobre nuestros pasos y seguimos camino. En el segundo asome echamos un bocado, ante lo espectacular de la panorámica y unos cielos que nos van acorralando. Nadie dice nada, pero en la mente colectiva está que no nos vamos a librar. Continuamos camino, y una bajada nos deposita en el del Cielo, que al poco nos deja disfrutar de las vistas del tercer asome. Transitamos por la curva de nivel del 920 hasta que emprendemos la subida a las campas de la Roseta, que no concluimos sin rendirnos a la evidencia, que la tenemos que afrontar con la ropa de agua, que ya no abandonaremos hasta llegar a destino.

Llegando a la Roseta, con los pertrechos de agua

En el Ventuso
            El cuarto asome, el de Ventuso, lo tenemos junto a esas campas, un asome que ya no disfrutamos, o al menos, no disfrutamos tanto, ni personalmente ni como anfitriones, pero es lo que hay, y gracias a que hasta ahora nos ha dejado hacer. A partir de aquí ya todo es bajada, pero bajada delicada debido al estado del piso embarrado, que hace extremar la atención. El quinto asome lo pasamos de largo, vale más no entretenerse. La llegada al cruce del camino de la Foz de Escalete marca el descenso definitivo, dejándonos engullir por ese circo que te acoge en sus fauces y del que esperas siempre salir indemne.
  
La lluvia cae sobre Riglos y la cuenca del Gállego

De regreso
            La llegada a Riglos la hacemos al cabo de algo más de 4 horas de tiempo total, del que 3h 10’ han sido en movimiento, para recorrer unos 11 km, y salvar un desnivel acumulado de en torno a 770 metros D+/-. Y esta media jornada culmina en el refugio de Riglos, donde cambiamos nuestras ropas mojadas por otras secas y en torno a una mesa celebramos este encuentro que esperamos y deseamos haya servido para dar a conocer un trocito de nuestros corazones pirenaicos y pre pirenaicos a estas buenas gentes de Guadalajara, que ya hacen planes para volver.



Las fotos aquí, y el track aquí.