Salimos sobre las 12, con un calor asfixiante, o al
menos eso me parece a mí. Tenemos que vadear un pequeño brazo del río y nos
incorporamos al camino. Seguimos río arriba hasta que se llega a un valle que
vierte al que estamos recorriendo, y que podría tratarse del Dumordo, que viene del glaciar Panmah, al que nos metemos
hasta dar con un puente para cruzarlo, habiendo dejado atrás la instalación de
un viejo jaulón, precursor del puente, un artefacto al que llaman jola, y debe ser por eso que el lugar a
donde vamos a acampar esta noche, se llama Jula,
como así figura en el portalón de entrada que veremos, pero en realidad, en
toda la literatura consultada, a esto le llaman Dumordo, como el río. El contrapunto a nuestro cansancio lo dan los
porteadores, que con el triple de peso que nosotros y con infinitamente peores
medios materiales que nosotros, nos adelantan como si tal cosa. Vemos a algunos
haciendo su chapati en unas piedras
planas. Es evidente, no estamos en nuestro medio.
Llegamos a Campo
Jula sobre las 14:20. El calor sigue siendo insufrible, pero ya tenemos las
tiendas montadas y podemos ir acomodándonos y descansar. Estamos en un lugar
acondicionado para acampada, con unas terrazas donde se colocan las tiendas,
una caseta de obra en la que venden agua mineral y refrescos. Lavabos y cabinas
de retretes y duchas, con barreño y jarra, y con el agua a una temperatura que
no invita a usarla, pero es la única forma de quitarse el muermo de encima.
Sobrevivimos. A las 5h el té. Luego merienda spanish, comenzando a hacerse famoso el “bidón del trekking”. Enseguida empieza a caer la
tarde y hay que abrigarse. Antes de cenar, a eso de las 7:30 Jorge y Montse tienen que atender las quemaduras en la mano y brazo de uno
de los porteadores. A las 8h a cenar… bueno, la hora de la cena. Y antes de una
hora al saco.
D-02.07 (día 9) JULA (3200 m) – Bardumal (3200 m) –
PAYJU (3400 m) // 5h 30’
Segunda jornada de marcha
No se ha pasado mala noche, hasta las 5h, que nos
llaman. Salimos a las 6h río abajo hasta volver a dar con el Biaho, para seguir subiéndolo. A las
7:45 pasamos por un destacamento militar, de los que tanto abundan por aquí,
con una gran cantidad de bidones de combustible y en la boca de una gran cueva.
Sobre las 9h, pasamos por Bardumal.
Varios porteadores llevan alguna cabra atada del cuello, que tienen las horas
contadas. Es un ritual que se celebra en Payju
el día previo a entrar en el Baltoro,
que se lo toman de descanso para entrar con fuerza en el glaciar. Sobre las 10h
comienza a dejarse caer alguna gota de lluvia traída por el fuerte viento. Aguantamos un
poco, pero finalmente nos vemos obligados a sacar prendas de lluvia y a
proteger las mochilas. Seguimos río arriba, a tramos por la misma orilla,
incluso pisando arena, y otros remontando alguna pedregosa cuesta que luego, naturalmente,
hay que descender. A nuestra izquierda comenzamos a ver ya las afiladas crestas
del pico Payju (6610 m).
Finalmente, son las 11:20, cuando oculto tras una
colina aparece a nuestra vista el Campo
Payju, que en baltí significa “sal”, una zona de acampada similar a la de Jula. Es un jardín inexplicable formado
por sucesivas terrazas arboladas que riega un, eso sí, menos paradisíaco y maloliente
arroyo. El río, 200 metros más abajo, ofrece la posibilidad de buenos y gélidos
baños. La etapa de hoy ha sido corta, pero algunas unidades se van retrasando,
viendo ya el distinto ritmo de unos y otros, que es de esperar no se
acreciente. Nos encontramos con la expedición austriaca con la que nos juntamos
a punto de embarcar en Londres. Están en su día de descanso, nos llevan un día
de adelanto. Hace 15 años hicieron el GII,
y ahora vienen jóvenes y viejos a hacerlo de nuevo, son como 18 o 20. No paran
de llegar porteadores de los nuestros. Conforme van llegando los que traen las
tiendas, las van montando y nos vamos instalando, esta vez para dos noches.
Estamos muy cerca ya de entrar en el helado Baltoro, que no sin cierta ironía
significa “cuerno de la abundancia”. Si se puede hablar de fronteras en esta
tierra descarnada, estamos en lo que se podría decir, la muga entre la vida y
lo yermo, aunque bien es cierto que todo son distintas manifestaciones de vida,
a distinto ritmo, con su distinto latir, pero vida al fin y al cabo. Sobre las
14:30 nos llaman para ir a tomar una sopa y un té. Toda la tarde ya por delante
para contemplar tan salvaje belleza. Esto es enormemente bello, grandiosamente
bello, alocadamente bello, arrebatadoramente bello, se siente uno verdaderamente
privilegiado al estar aquí con semejante patio enfrente, un enorme derroche de
grandeza, un excedente de majestuosidad, el verdadero templo. Enfrente, el Masherbrum (7821 m), cuyo nombre deriva
de “Mashadar Brum”, “Masha”, reina y “Brum”, montaña. Fue ascendido por vez primera
en 1960 por George Bell y Willi Unsoeld. Esta cumbre fue
denominada inicialmente K1 por Thomas
Montgomerie, Teniente de la British
Royal Engineers. Entre el pie de estos macizos y nosotros, el Bihao, que aun recién nacido del
mismísimo glaciar del Baltoro,
parece como si estuviera en su desembocadura, con su fondo arenoso por el que
discurren numerosos brazos, podemos estar hablando de 2 ó 3 km. de anchura,
cualquier “pequeña colina” que nos rodea pueden tener los 5 o 6000 metros.
Nubes van y vienen dejando nieve en las alturas.
Los porteadores se instalan más abajo, en un terreno
aterrazado, bajo unas grandes lonas. Confieren
al ambiente un cierto aire colonial. Entre ellos, sus jefes, cocineros,
ayudantes, guías y nosotros, un colectivo que supera las 200 personas,
acarreando entre 5 y 6 Tm de peso. Caminando unos cientos de metros hacia
arriba se puede apreciar ya la lengua del glaciar
del Baltoro, que bien puede tener unos 100 metros de alta, con un hielo
sucio, todo cubierto de tierra, de cuyo fondo sale el agua que da vida a este
río. Pero lo más interesante es que todo aquí son picos, torres, crestas, como
antenas que se dirigen al infinito. Montañas jóvenes, poco castigadas todavía
por la erosión eólica, y que están aquí, como recién llegadas implorando algo
de las alturas. Un fotógrafo de la expedición austríaca trata de inmortalizar
lo inmortalizado. Algún paisano, mirando al sur, que es en la dirección que
está La Meca, está haciendo sus
rezos. Cada uno a lo suyo. Sobre las 8h se cena, y después, con una luna a
medio crecer, paseo acompañado, disfrutando de nuestra pequeñez ante la
grandiosidad del entorno y de la bóveda celeste, rasa tras el chaparrazo de
agua que ha caído durante la cena. La paz, la serenidad, la pureza que se
respiran son algo indescriptibles, es algo mágico.
De regreso ya a las tiendas, no son ni las 9h cuando
oímos un alboroto de cánticos, nos acercamos y es en el edificio de la zona de
acampada. Son los porteadores del grupo de los austriacos que están haciendo su
fiesta ritual, que con sus cantos y bailes quieren festejar la llegada hasta
aquí, quieren pedir la mejor fortuna para las siguientes jornadas por este
mundo tan inhóspito de hielo que nos espera. Es una fiesta entre pagana y
religiosa, en la que se despiden de los árboles y de la vegetación. Como parte
de todo ese ritual, hoy han sacrificado y han dado buena cuenta de las cabras
que han traído hasta aquí. Todo es alegría y alborozo, cantan y bailan
acompasados por los golpes propinados a unos huecos bidones, que suenan en el
ambiente como duros aldabonazos, preludio del duro trabajo que se nos avecina.
Son cantos graves, solemnes, sobrecogen el alma en la oscuridad de la noche.
Son las 10h cuando nos acostamos con el gozo de que mañana será un día de
descanso en este privilegiado lugar.
L-03.07 (día 10) PAYJU (3400 m)
Día de descanso
Si ayer les tocó el día de descanso a la expedición
que nos precede y a todo su séquito de porteadores, hoy nos toca a nosotros. Son
las 4:45 cuando comienza un trasiego de ir y venir gente en un aparente caos,
pero que indudablemente conlleva una organización sin la que sería imposible
una empresa de este tipo. Docenas y docenas de bidones y otros bultos menos
homogéneos, se reparten entre los más de cien hombres de todas las edades, mal
calzados y vestidos con su indumentaria típica, esos amplios pantalones y su
camisola hasta por debajo de las rodillas, y una andrajosa prenda de abrigo
encima. Ambientados por la cálida luz de la mañana, es un espectáculo ver
desfilar a los porteadores tras haberse asegurado la buena sujeción de la carga
en sus rudimentarios bastidores, unos metálicos, otros de madera, que con su
aparente fragilidad tienen la robustez suficiente para albergar tan pesadas
cargas. Es un festival de contrastes ver salir al mismo tiempo a los
occidentales con su buen equipo, sus buenas botas y su buena equipación.
A las 6:15 el sol lleva ya más de media hora bañando
el valle. La mañana está completamente despejada. Se han esfumado esos mágicos
juegos de luces y sombras que las caprichosas nubes formaban ayer sobre las Torres del Trango. Hoy es el décimo día
de viaje, lejanos quedaron atrás los vuelos a Londres y a Rawalpindi, los días
en esa ciudad y en Islamabad, los transportes rodados cada vez más capilares y
arriesgados, incluso atrás quedaron también las dos primeras jornadas de
marcha, las dos primeras jornadas de aproximación por nuestros propios medios.
Hoy es nuestro primer día de descanso, es como un día de reflexión antes de
entrar en el gigante, antes de ser engullidos por esta gigantesca lengua de
millones de toneladas de hielo y detritos que conforman el Baltoro, antes de entrar en este fabuloso mundo, en el milenario
reino pétreo y gélido, en el verdadero y sagrado reino de las montañas. Vamos a
formar parte de ese numerosísimo grupo humano (el año pasado más de 25.000
personas) que en un acto mercantilista, y por ende voraz, desacraliza todo lo
que encuentra a su paso. Es un sentimiento de falsa conquista que no le hace a
uno sentirse del todo a gusto.
Jornada de descanso activo. Se programa una
incursión a la montaña, para alcanzar la cota 4000 y permanecer allí alrededor
de una hora, que vendrá bien para la aclimatación. Las afecciones
gastrointestinales aconsejan ser menos ambicioso y llegarnos hacia el comienzo
del glaciar, por donde iremos mañana. Se anuncia el sacrificio de las cabras,
algo que causa expectación, pero que personalmente no nos atrae. Se pasa la
mañana y van regresando escalonadamente los de la excursión, al propio tiempo
que llega el grupo de los alemanes. Es muy peculiar, porque pretenden batir un
record, el de bajar esquiando el GII.
En la sobremesa nos introduce Alberto
en la jornada de mañana. Nos dice que estos dos últimos días han sido de dos
etapas cada uno, pero que mañana serán tres, es decir, del orden de 9 horas.
Eso ya son palabras mayores, porque es mayor duración y mayor altitud. Se
llegará a Urdukas, otra zona de
acampada del MGPO.
Todo aquí adquiere unas dimensiones espectaculares, los
conceptos espacio y tiempo adquieren otra perspectiva muy distinta a la que
estamos acostumbrados a manejar. La logística también es muy peculiar. Una vez
llegados al Campo Base, los
porteadores de la expedición, en torno a 150, se tendrán que volver de vacío,
sólo se quedarán los nuestros, unos 30, los equipos y materiales de cocina y
comedor se tendrán que dividir para los dos grupos, y en vísperas del regreso
de la expedición, en torno al 10 de Agosto, habrá que llamar para pedir una
cantidad determinada de porteadores para volver con todo el material de ellos.
El resto de la tarde la pasamos dejando transcurrir el tiempo sin otro quehacer
que el de contemplar con gran admiración todo lo que nos rodea. Tras la cena y
el paseo acudimos a la fiesta de nuestros porteadores, que vista la de ayer, vista
la de hoy. Pronto a dormir, que mañana tenemos una nueva etapa de esta
apasionante aventura.
M-04.07 (día 11) PAYJU (3400 m) – Líligo (3700 m) –
URDUKAS (4000 m) // 8h. 40’
Entramos en el glaciar
Amanece la mañana muy nublada, será que son las 4:45 y no se ha
despertado aún del todo. Sobre las 5:30 salimos de este extraño, pero agradable
lugar. Al cabo de una hora llegamos a la base del glaciar. Hemos de remontar
estas docenas de metros para situarnos de lleno en la morrena central, aunque
por el lado derecho. Son las 7:30 cuando bordeamos los primeros ibones, y las
8:30 cuando paramos a echar un bocado tras habernos metido ya en la morrena
lateral. A las 10:50 llegamos a Líligo,
el término de lo que sería la segunda etapa, una explanada inusual por estos
pagos, por la que discurre un frío manantial, y como en todos estos lugares,
hay un paisano vendiendo refrescos. Tras un breve descanso, continuamos por la
morrena lateral completando poco a poco nuestro caminar por un permanente y
cansino tobogán, por un continuo sube y baja que endurece la ya cansina marcha.
Se atraviesan varios glaciares laterales que rinden al Baltoro.
Atrás queda el Pico de Payju
(6610 m) cuando se va abriendo nuestra vista a la Torre Uli Biaho (6417 m), la Gran
Torre del Trango (6286 m), la Torre
sin Nombre (6248 m), las Catedrales
de la Tierra (5828 m) y las Agujas
Lobsang (5707 m). Durante un tramo bastante largo nos cruzamos con una
caravana de burros cargados con bidones, y que vienen de alguno de los
destacamentos militares que, unidos por un agobiante cable, hay repartidos a lo
largo del glaciar. Un poco antes de llegar nos cruzamos con uno de esos
desarrapados militares del que hay debajo de nuestro destino. Precisamente es
desde donde, llegado a él, hay que partir para subir, que está en unas terrazas
colgadas en una inesperada zona herbosa a 4000 metros de altitud. Se llama Urdukas, que en baltí significa “rocas
caídas” Los metros finales son de vértigo, casi hay que hacerlos a cuatro
patas, es la culminación de esta jornada sin parangón hasta ahora.
Son las 14:10 cuando llegamos a este lugar con una ubicación increíble,
debajo mismo del Masherbrum (7821 m),
es una atalaya impresionante sobre el Baltoro,
las Torres del Trango, las Catedrales de la Tierra, la Torre Muztagh, algo lejana de su pico
homónimo el Muztagh Ata, que está
situado en China, a pocos kilómetros
de la frontera con Pakistán y muy
cerca de la KKH. De 7546 metros, es
el 47 de altura en el mundo, y fue ascendido con éxito por primera vez en 1956
por una expedición chino-soviética. Se suele utilizar como campo de
entrenamiento para la ascensión al Everest,
y su trazado e innivación permiten descenderlo esquiando. Su nombre significa
“Padre de los Hielos”. Esta, la nuestra, ha sido una larga y espectacular etapa que transcurre
íntegramente sobre el hielo del glaciar que no vemos casi nunca porque está
bajo una gruesa capa de derrubios. Es un largo corredor flanqueado por las
montañas más luminosas y esbeltas del planeta. Hemos abordado el glaciar por su
derecha, cruzado toda la morrena central y nos hemos encaramado por su
izquierda para llegar a este lugar que te deja con la boca abierta del
grandioso espectáculo que se domina.
Este rincón remoto y excesivo repite con cada uno de nosotros el
milagro de hacernos sentir el primer humano que lo transita, que aunque todos
sabemos que no es así, la pureza con que nos acoge reafirma lo primero. El glaciar del Baltoro es un auténtico
caos de hielo y rocas, de emergentes masas de hielo y de detritus que va
arrastrando este grandioso y vivo río helado. Es admirable el dominio de la
situación que hay que tener para poder dirigir toda esta empresa. La logística
adquiere dimensiones extraordinarias. Conforme van llegando, los porteadores instalan
las tiendas entre grandes bloques de piedras, entre los que encontramos dos
curiosidades. Por un lado, hay una placa con un poema en honor de Hermann Buhl, nacido en Innsbruck en 1924, pionero himalayista
que conquistó el Nanga Parbat y el Broad Peak. La otra es una fisura de Vº
que escaló Walter Bonatti en 1954
cuando vino por aquí acompañando a una expedición italiana. La tarde, como las precedentes, va trayendo nubes que van tiñendo los cielos baltís, cielos del Trango, cielos de
Las Catedrales, cielos en definitiva que nos son familiares, pero que no
dejan de sorprendernos por su espectacularidad, por sus juegos de luces y
sombras que les dan un aspecto irreal y mágico. Son las 7:30 y ya está
anocheciendo, hay que abrigarse y bajar a la tienda comedor, que no trae buenos
recuerdos debido a la mono dieta de arroz. Empieza ya a quedarse corto el Sueroral, y entra en escena el Fortasec.
X-05.07 (día 12) URDUKAS (4000 m) – Goro I (4150 m) – GORO II (4300) // 5h. 30’
Segunda jornada de glaciar
A la 1h, y camino de las lejanas letrinas, no puede
uno por más que acordarse de esa maldición gitana de … ay payo, siquiá t’entre un dolor de tripas que cuanto más corras más
te duela, y si paras revientes… A las 5:15 arriba, y de nuevo… corriendo. A
las 6h el mono tema del desayuno. Salimos a las 6:30, no sin antes hacer otra
visita, que para eso se vuelve a pasar por la puerta. Por cambiar de registro,
en el terreno de lo épico, parafraseando a John
Cleare, …se puede decir que más allá
de Urdukas el glaciar parece irreal,
un sueño de montañas estilizadas de algún arquitecto loco. Una perfecta avenida
de unos dos kilómetros de anchura se extiende hacia el horizonte bordeada por
filas de picos empinados llenos de hielo; un número incontable de contrafuertes
separados por colgantes glaciares afluentes jalonan sin cesar el único e
irrepetible Baltoro…
Nada más salir del recinto nos sorprende un pequeño
cementerio de porteadores. Nos incorporamos al glaciar. La marcha es muy
cansina, especialmente en las cuestas. Esto sigue siendo un rompe piernas.
Nuestro deambular sigue sorteando grandes rocas y emergentes moles de hielo
vivo y alguna que otra grieta. A pesar de todo, se va notando nuestro
progresivo avance, vamos dejando atrás el gran macizo de La Catedral. Esta jornada tiene dos etapas. No son todavía las 12h
cuando tras casi cinco y media de marcha, llegamos al final de la jornada de
hoy, personalmente un tanto tocado. Estamos en Goro II, y le llaman campamento por ser un lugar donde se acampa,
pero realmente es un sitio, como otro cualquiera en medio del glaciar, lleno de
zaborros que tienes que ir acomodando con las manos antes que hacerlo con los
riñones una vez dentro del saco. Conforme llegamos nos vamos tumbando, con el
paraguas para protegernos de las inclemencias del sol abrasador que se está
dejando caer por aquí. Como viene siendo ya habitual al término de la marcha,
tengo que estar más de una hora para volver a ser persona, es decir, para
poderse uno levantar del suelo. No sé si es el cansancio acumulado, o la
gastroenteritis, o el no comer, o el calor, o la altitud, o todo ello junto,
pero lo cierto es que soy un cuerpo que se arrastra por el glaciar con dos
piernas que no sé cómo le sostienen y le llevan. Bien se vale que la cabeza
sigue intacta.
Van llegando los baltís con su pesada carga, entre
lo que se encuentra las tiendas, que van montando paulatinamente. Ahora sí que
podemos decir que estamos en el corazón del Karakorum, en el corazón del Baltoro,
y no se puede celebrar de otro modo más que descansando y recuperando. A eso de
las 2 de la tarde nos llaman para que acudamos a la tienda comedor a tomar un
té. También hay saqueo al “bidón del trekking”. Sucumbo a la tentación de dos
trozos de queso, y a echar a correr por quinta vez hoy, pero volvamos a la
majestuosidad del entorno, porque no sin razón le llaman a todo esto “Las Montañas de la Luz”. Es realmente
cautivador, mires a donde mires estamos rodeados de verdaderos caos de hielo y
rocas en imperceptible pero continuo movimiento. Grandes pináculos de hielo
emergen de los detritus y forman caprichosas concavidades erosionadas por el
rápido fluir de límpidas corrientes y gélidas aguas. Todo esto tiene un
componente mágico, un componente místico. La pureza se respira, se ve, se
palpa, es un auténtico paraíso, inhóspito, poco amigable al ser humano, pero
paraíso al fin y al cabo.
Antes de cenar asistimos a un episodio de los que
sería mejor no empañar ningún escrito. Aparecen por el recinto tres o cuatro
porteadores, uno de ellos llorando a lágrima viva, trayendo a cuestas entre
todos a su hermano, que es porteador de altura y una piedra le ha destrozado la
pierna en el Campo I del Broad Peak.
Estamos hablando de que hace tres días que le ha pasado el accidente, y desde
entonces no han hecho otra cosa que bajarlo glaciar abajo. Pertenecían a una
expedición polaca, que lo único que han hecho por él ha sido una cura de
urgencia a la tibia y peroné que lleva rotos. Jorge y Montse se han
tenido que emplear a fondo con él. Le levantan la precaria cura que lleva y con
toda la delicadeza del mundo le desinfectan bien la herida abierta y se la
vuelven a vendar, usando una esterilla doblada para entablillar la pierna y de ese modo
inmovilizarla. Una vez atendida la urgencia, se plantea qué hacer con
él. Se hacen varias gestiones, hablando con el Oficial de Enlace, con la respuesta de que utilicen el sistema de
evacuación por helicóptero, algo que no han hecho en su expedición porque han
preferido reservárselo por si es necesario para algún miembro de la misma. Se
hacen intentos vía embajadas, también sin éxito. Nadie quiere resolver la
papeleta, lo cierto es que el grupo para los que trabajaba lo han dejado a su
suerte, su gobierno se ha abierto, y las autoridades de este su país también.
Es en estos momentos cuando te das cuenta lo poco que vale la vida por estos
pagos. Finalmente se decide albergarlo esta noche en una de nuestras tiendas de
campaña y pagar a los porteadores que lo llevaban para que mañana reinicien la
marcha con él hasta Askole. Estamos
hablando de otras cuatro jornadas a cuestas, pero al menos ahora está mejor
curada e inmovilizada la pierna, y lo llevarán en una improvisada camilla.
Una vez rebajada la tensión del momento, tras la
cena, Jorge, en su cuarenta
cumpleaños, es obsequiado por el equipo de cocina con la habitual tarta. Antes
de estos emotivos momentos, hemos tenido tiempo para disfrutar del último rayo
de sol reflejado en la cumbre trapezoidal del GIV. Y pronto al saco, que ya se empieza a notar frío por estas
altitudes.
J-06.07 (día 13) GORO II (4300 m) – CONCORDIA
(4600 m) // 4 h
Llegada a Concordia
Movemos a las 6h, aunque algunos ya lo hemos hecho
antes. El desayuno a las 6:30, y la partida a las 6:50, pero antes de salir
somos testigos de la marcha del porteador asistido ayer, llevado en camilla por
sus compañeros. Lejano va quedando ya este último campamento cuando continuamos
nuestra andadura por el glaciar, sorteando ingentes masas de hielos y rocas y
alguna espeluznante grieta. Ya nos vamos acercando, el corazón se acelera, la
emoción aguarda y todo lo va invadiendo, conforme estamos más cerca del destino
de hoy más ávido se va haciendo el deseo de llegar. Mucho me han hablado de ese
lugar, muchas son las expectativas puestas en él, creo que va a ser uno de los
momentos cruciales del trekking.
Pasadas tres horas de marcha, atravesamos otro de
los destacamentos militares, y ya sin parar de cruzar grietas, al cabo de más de
cuatro horas, son casi las 11h cuando llegamos a Concordia, cuyo nombre viene de un glaciar de los Alpes, y a su vez de la plaza del mismo nombre en París. Verdaderamente es una concordia,
un lugar mágico, una mítica encrucijada en la que confluyen varios de los
glaciares más grandes y hermosos del mundo, estamos hablando del Baltoro, del Alto Baltoro, del Godwin
Austen, que viene del K2, y del próximo
Vigne Alí, que viene del Gondogoro, que tomaremos de regreso. Es,
según algún autor, … la plaza más grande
del mundo… De proporciones descomunales, es una masa ingente de hielo y
rocas, custodiada por las montañas más bellas y salvajes que se han visto
jamás, son lo más de lo más de las montañas, nada de los alrededores puede
mejorarse. Es naturaleza perfectamente exhibida en todo su esplendor. Nada es
comparable, no es definible, ninguna descripción haría justicia, nada puede
reflejar tanta magnitud y generosidad que desborda y cautiva.
Llevamos tres días de glaciar pero ha merecido la
pena, si miramos al norte, estamos frente a frente del gran macizo del K2, que con sus 8611 metros es la
segunda montaña más alta del planeta, y sin duda la más bella y como celosa de
esa belleza, la que más resistencia ofrece para su conquista. Difícilmente se
verán nubes por encima de su cima, generalmente están a ocho mil metros,
rodeando la base de su cumbre cual bufanda al cuello. Junto a este, en
dirección oriente, que a pesar de su vecindad no pierde su personalidad, el Broad Peak, o también llamado K3 o Falchan Kangri (la “cima larga”), de 8047 metros, y el Gasherbrum IV que aunque su nombre no
está inscrito en esa noble lista de los míticos ocho miles, con sus 7925 metros
y su cima trapezoidal esconde al resto de los Gasherbrum, a cuyo Campo
Base tenemos que dirigirnos, pero eso será mañana, Baltoro arriba, a donde dirigimos ahora nuestra mirada para ver el
majestuoso Baltoro Kangri (la “cima
del Baltoro”), con sus cinco cumbres entre los 7270 y los 7312 m, y el Chogolisa (7665 m), que da vista aquí,
pero que su ascensión normal se hace por Vigne
Alí. Gasherbrum, que para
algunos significa “pared brillante” y para otros “montaña hermosa” es uno de
los pocos nombres que ha conseguido permanecer en baltí. El IV es una increíble pared de más de
tres mil metros de verticalidad, una de las mayores del mundo. En fin, una
auténtica embriaguez de montañas que hace difícil sujetar las lágrimas al
llegar aquí. Después, cuando todo esto se vaya difuminando en la memoria del
tiempo, si buscamos un elemento, un paisaje o, mejor dicho, el alma de un
paisaje capaz de refrescarnos sensaciones perennes, seguro que tiene el nombre
de Concordia.
En uno de los lugares más impresionantes del mundo
no podían faltar las fotos. Sobre la 1 de la tarde nos llaman para comer, y se
hace lo que se puede. Pulula en el ambiente el trágico desenlace de tres
paisanos nuestros que dejaron su vida en el K2. Se trata de los montañeros oscenses Javier Escartín (44 años), Javier
Oliván (38 años) y Lorenzo Ortiz
(24 años), del Club Peña Guara, de Huesca, cuyos cuerpos fueron sepultados
para siempre por un alud, el domingo 13 de agosto de 1995 cuando, una vez
conseguida la cima del temido K2,
una tormenta helada con vientos de más de 150 km por hora les sorprendió en el
descenso por la vertiente SE de esta montaña. En esa expedición, también estaba
el malogrado montañero zaragozano Pepe
Garcés, que falleció el 13 de octubre de 2001 cuando cayó descendiendo por
una placa de hielo a más de 7000 metros una vez hecha la cumbre del Dhaulagiri (8167 m). Sentida jota suena
como homenaje. Tras descansar otro poco en la tienda, se impone lavado de ropa
y un buen "petroleao" de bajos y alerones en estas gélidas aguas, para quitar el
muermo.
Son las 6 de la tarde, y aunque hace un sol espléndido,
comienza a hacer frío, se notan los en torno a 4600 metros de altitud, en este
singular emplazamiento en medio de este gran espectáculo. La cena nos la sirven
a las 7:30, y aburrido de siempre lo mismo y apenas mejorar, trato de
diversificar un poco la dieta en busca de alejar el pajarón todo lo que pueda, porque sigo yendo arrastras. Pero nos lo
tomamos con humildad y buen temple. Todos los días, mientras se cena, los cocineros hierven
agua para llenar las cantimploras del día siguiente, algo que aprovecho para
apretármela bien en las tripas dentro del saco y retardar todo lo posible el temido retorcijón. Es
mi noche en Concordia y hay que superar esto, nada ni nadie me va a impedir
disfrutar de la tremenda satisfacción de estar aquí. Todo va a estar invadido
por esta noche mágica. Así lo indica el sol, cuyos últimos rayos se resisten
para dejar de alumbrar lo más alto de Broad
y del GIV.
El silencio, la quietud de la serena noche y los
hados son propicios para la reflexión. Han sido tres días montados en
diferentes vehículos, pasando por carreteras y caminos en los que teníamos difícil
el tragar, porque los teníamos por corbata. Ha sido pasar por la Karakorum Higway. Ha sido la aproximación hasta Askole, los sucesivos días andando, por áridas tierras, a pesar de
ir por la orilla del río. En todo momento, el hilo conductor ha sido siempre el
mismo, el remontar permanentemente el cauce de un río. Desde Thakot Pont ha sido así. Primero el Indo, luego el Shigar, el Braldo, y el Biaho hasta sus orígenes en la
mismísima morrena terminal del Baltoro.
Después, tres días más acariciando el glaciar para llegar hasta aquí, y todavía
nos queda una jornada de ascensión por el Alto
Baltoro para llegar finalmente al de los Abruzzos. Es aquí, en lugares como éste, con la imperceptible
presión del hombre, donde pueden ejercer su función los guardianes de los
cuatro elementos, donde más se nota su trabajo, hasta el punto de que esto no
sería nada sin su presencia. Es pues obligado el hacer una reflexión de todo
ello para admirar su labor, agradeciendo todo lo que la mirada alcanza. Hasta
ahora, sin duda, uno de los días más duros de mi vida ha parido la noche más
memorable de mi vida.
V-07.07 (día 14) CONCORDIA (4600 m) – CB
GASHERBRUM (5200 m) // 7 h
Camino
del Campo Base de los Gasherbrum
Son las 5:15 cuando nos levantamos. Sobre las 6
desayunamos, para ponernos en marcha a las 6:40 por el glaciar del Alto Baltoro.
A las 8:50 un sorprendente, enorme y
bellísimo lago con sus turquesas aguas, nos da la bienvenida a nuestro paso.
Tenemos que bordearlo por la parte alta de una tremenda pared de hielo. Todo lo
que tiene de hermoso lo tiene de agónico, su lacónica mirada es una súplica, un
indicativo más de que algo no se está haciendo bien, es una paradoja, pero es
así, los paisajes más agrestes, los más salvajes, los más rudos, son los más
frágiles a la antropización. Seguimos
pasando por destacamentos militares, este es el de Chagarín, que en lengua baltí significa “demasiado lejos”… y tanto
que sí. La mañana está espléndida, pero a estas alturas ya no hace calor. Seguimos
teniendo enfrente al majestuoso Baltoro
Kangri, y a su derecha el imponente Chogolisa,
al que nos acercaremos en unos días camino del mítico Gondogoro La.
Se llega hasta la misma base del Baltoro Kangri, y el glaciar hace un
brusco giro de 90º hacia nuestra izquierda, para tomar dirección este. Algo
antes de este cambio de orientación, sobre mediodía ya aparece ante nosotros el
majestuoso GI o Hyden Peak (el “pico escondido”). Echamos el último vistazo al
Baltoro ya vencido, con su soberbia Torre
Muztagh destacando en horizonte, y entramos ya en el último tramo. Nos
metemos de lleno en el glaciar de los
Abruzzos, que debe su nombre a Luis
Amadeo de Saboya, Duque de los
Abruzzos. De nuevo los enormes desniveles de la morrena hacen que unas
veces tengamos que sortearlos, con el consiguiente rodeo, y otras subirlos y
bajarlos, con el consiguiente también sobreesfuerzo que ello representa. Pero
la emoción se va avivando al ver ya a lo lejos los primeros emplazamientos de campamentos.
Estamos llegando, ¡qué emoción!, ¿dónde estaremos nosotros?, como estemos al
final… ¡igual nos queda todavía una hora! Esto es enorme, inimaginable. El
sentirte aquí, pasando de campamento en campamento, que en cualquier momento te
vas a encontrar ya el tuyo, que cada vez estás más cerca, que no cuentas el
tiempo por días, ni siquiera por horas, sino ya sólo por minutos, te hace tener
un nuevo pálpito que te saca de la monotonía del paso tras paso, del piedra
tras piedra, del cuesta tras cuesta. La expectación se acrecienta, han sido
muchos días de ascensión, con algo de sufrimiento, también con gozo, muchos
días al final de los cuales estamos a punto de alcanzar nuestra meta, es un
momento tremendamente emotivo, inenarrable.
Finalmente llegamos a nuestro emplazamiento para un
par de días, pero para un mes en el caso de los aguerridos compañeros de
expedición. Descansamos y esperamos a que lleguen los petates y que monten las
tiendas en los sitios que hay que acondicionar sobre la marcha, porque estamos
sobre la morrena central del glaciar. Aunque en teoría estamos a 5200 metros,
según los que ya habían estado por aquí antes parece que ha descendido
bastante. Estamos en la confluencia del glaciar
de los Abruzzos con el meridional de los Gasherbrum, y esta unión es un verdadero laberinto de hielo
fracturado, con una maraña de fisuras y grietas que se entrecruzan
peligrosamente, y donde hay el acuerdo tácito de dónde se toma el agua y en dónde
se hacen las deposiciones. La tarde se pasa descansando y admirando, no hay
retina suficiente para absorber todo esto, es sencilla y llanamente
salvajemente bello. Tenemos cerca ya el final del glaciar, que cierra en un
circo, hasta donde llega el cable que nos va acompañando desde no sé dónde, es
decir, estamos cerca de donde se halla Conway,
el último destacamento militar. Al otro lado de estas montañas está China, y muy próxima la Cachemira disputada con la India. Por eso con cierta frecuencia se
oyen tiros.
Hay verdaderas corrientes de agua, calmadas de
noche, pero muy rápidas de día, que van modelando el lecho glaciar por el que
discurren, un cauce que no tendrá más de un metro de ancho ni medio de
profundo, pero que causa un ligero vértigo ver como sus veloces aguas se
estrellan contra los afilados pináculos de hielo. En las paredes cercanas, hay
continuos desprendimientos de hielo y nieve que atronan en la serena y fría
tardada. Es importante anticiparte abrigándote antes de que el frío se te meta
en el cuerpo. Los movimientos que se necesitan hacer para entrar y salir de la
tienda y dentro de ella para sacar y meter la ropa del petate, son enormemente
costosos. El cansancio y la altitud ponen en valor la ley del mínimo esfuerzo, haciendo
penoso hasta el simple gesto de atarte las botas. La instalación de los
elementos comunes retrasa la cena, que se sirve a las 9h. Tampoco hay problema,
mañana no hay que darse esas madrugadas. Una Selene casi pletórica contempla
nuestra retirada a dormir.
S-08.07 (día 15) CAMPO BASE GASHERBRUM (5200
m)
Per
aspera ad astra. Jornada de descanso
Hoy vamos a disfrutar de un merecidísimo día de
descanso. Se dijo de levantarnos a las 8h y desayunar a las 8:30, pero acostumbrados
a los madrugones nadie quiere perderse un minuto de consciencia de este lugar. Esta
noche ha estado completamente rasa, solamente la frágil tienda y el saco se han
interpuesto entre el firmamento que hacía de gélido techo y el también gélido
lecho glaciar. Ha hecho mucho frío, por ello la mañana es espléndida, el tiempo
sigue siendo increíblemente estable un día más, y ya son demasiados como para
no sorprenderse. El frío todo lo paraliza, hasta las aguas de los trepidantes ríos
de vida, que la noche calma el rugir de su trepidante vida.
Desayunamos y los miembros de la expedición se disponen a
vaciar los bidones para reorganizar su carga. Es una actividad sumamente delicada
de la que va a depender gran parte del éxito de la ascensión, todo debe estar
perfectamente localizado y colocado para poder encontrarlo donde se necesite y
cuando se necesite, no puede haber ni un
fallo. Les echamos una mano, haciendo lo que nos indican en cada momento. Se
aprovecha también para revisar las tiendas ligeras y todo el material a emplear
en los campos de altura. A toda esta labor organizativa no son ajenos los
responsables de la cocina, que tienen que apañarse, también con todos sus
enseres y avituallas. Jorge también
está ocupado con su particular material, con esa botica y quirófano de campaña.
Pero no todo el personal está por aquí, no todos
estamos empleados en esta imprescindible tarea, los hay que se han ido a
protagonizar uno de los momentos más álgidos, emotivamente hablando, a cumplir
con esa misión que les ha traído hasta aquí. Su familia y sus más íntimos
amigos son los que le rinden homenaje colocando una placa que conmemora el
fatal desenlace de aquel descenso del GI,
cuando perdió la vida acompañado de Alfonso
Juez hace ahora diez años. Ese per
aspera ad astra que figura en la placa colocada por Kiko sin duda hace recordar a Carmen
y a su hijo Manuel que llevan todo
ese tiempo privados del ser más querido, que dejó su vida haciendo lo que más
le apasionaba, esa más que incomprensible atracción que siente el ser humano
por las montañas, y que le ha llevado “por la dificultad hacia las estrellas”. Sobre la 1 se prepara un aperitivo y, ¡oh, novedad!,
con vino. Se propone un brindis, “Por Manuel, que allá donde esté, estará
orgulloso del coraje de su familia y de sus amigos al estar por aquí; por el
regreso del trekking y por la cima y buen regreso, también, de la expedición”. Tras
la degustación gastronómica más familiar, poca gana queda ya para la comida que
nos preparan los paisanos, pero hacemos un esfuerzo. Descanso hasta las 4, que
se queda para las prácticas de crampones y piolet. Tenemos que cruzar unos
cuantos seracs hasta que Javi encuentra un sitio apropiado para
montar un tinglado vertical y subir todos con crampones por la cuerda con el “puño
jumar”. Al cabo de algo más de una hora, volvemos al campamento porque se había
dicho de avanzar un poco glaciar arriba hasta dar vista al GII, originalmente llamado K4.
Y eso hacemos. Pasadas las 5 de la tarde, y con las prisas propias de no llegar
a tiempo, nos dirigimos todos hasta que las paredes del norte dejan paso a la
salida del glaciar de los Gasherbrum,
y poco a poco va dejándose ver esta hermosa montaña. Estamos en otro de los
momentos cruciales del trekking.
Efectivamente, ahí está, con esa altivez característica de una montaña de estas
magnitudes, con su cumbre piramidal que escalofría el alma. Aunque no en el más
alto, estamos en el punto más lejano del viaje, a partir de aquí ya todo será
regreso. Que los elementos nos acompañen.
Pronto se va el sol del circo de los Gasherbrum y de donde estamos nosotros, pronto la fría
tarde va a envolvernos y es preciso que nos coja lo más cerca posible de las
tiendas, la temperatura baja en picado y hay que abrigarse más. Estamos muy
cerca de Conway, ese último
destacamento militar junto al cual hay un helicóptero derribado. De vuelta a
nuestro emplazamiento vemos algún devoto musulmán haciendo sus rezos
vespertinos hacia el Chogolisa, hacia La Meca. Hoy termina mi último día
completo que cierra los primeros 50 años de vida. Espero recordar todo esto
tan íntegro y nítido como sea posible durante los próximos otros 50. El ambiente
de la cena fue algo especial, todos sabíamos que no era una cena más, sino que
era la última en la que íbamos a estar todos juntos. Han sido muchos días
compartiendo caminar y camino, dificultades y bellezas, han sido muchos días
compartiendo amistad y valores, han sido muchos días juntos y la separación no
va a ser fácil. Aunque se tenía previsto permanecer un día más, el adelanto de
la inestabilidad nos empuja a adelantar la marcha.Las imágenes son una selección de las tomadas por los miembros del grupo de trekking.