Año XII. Entrega nº 793
MONS CON NIEU
Ermita de la Cueva (1405 m)
Domingo, 22 de enero de 2023
La nieve, ese maravilloso fenómeno que a nadie deja indiferente. Caprichoso, voluble, mirado con cautela por unos, con ambición por otros. Con agradecimiento, en cualquier caso. Dependiente de la precipitación y de la temperatura, como derivado del elemento agua, convierte su transparencia en blanca opacidad, que extiende su manto por las montañas, por los campos, por los caminos…
“Antes nevaba en la montaña más que ahora. Desde la mitad de diciembre hasta finales de febrero no se iba la nieva de toda la zona.
Cuando estaba la familia alrededor del hogar, decía la abuela:
- Callaos, callaos…, ¡parece que se oyen las esquilas en la cuadra!
- Pues mañana amanecerá nevando, y si no ya lo veréis -respondía el abuelo.
Y no se equivocaba nada. Los cielos se tornaban grises, “de color de caldo nabos” se decía, y se ponía a nevar por las cumbres y las laderas de las montañas, hasta las partes más bajas.
La abuela Orosia se levantaba la primera para encender el fuego y gritaba desde la cocina:
- ¡Chicos, chicos! ..., ya os podéis quedar en la cama todo lo que queráis, que hay un palmo de nieve y sigue nevando. ¡No tenéis que correr para soltar los casalizos!
Y Miguel comentaba, mientras se comía un plato de farinetas:
- Como nieve así, mañana nos llegará la nieve hasta la bragueta y tendremos que “abrir camino” con las palas para ir a las cuadras.
- Y para que suba el cartero, tendremos que salir a “limpiar” el camino hasta el Plano Sarrato -añadía Orosia.
Si nevaba con viento se amontonaba en las puertas de las cuadras, de los hierberos, y por las calles, donde se formaban grandes neveros con la ventisca. Hasta que no se derretía en los cercados de la solana, no se podían soltar a pastar los casalizos. Las cabras lograban comer algo de hierba por debajo de los estratos rocosos y de los árboles”.
José Mª Satué Sanromán
Pues sí. Hoy va de nieve. De nieve en las montañas. En las montañas próximas a ese territorio sin un alma, aunque conserve la suya propia. Un territorio con identidad propia, con historia, con cultura propias y comunes, pero que, por desgracia se ha llegado a un punto en el que, “… en la actualidad, la naturaleza acorrala con su vómito verde a los núcleos, mientras estos, abrumados por la soledad, se desvanecen por el suelo, camino de convertirse, si nadie lo remedia, en amontonamientos de piedras”. (Enrique Satué).
No hablamos hoy de Sobrepuerto, aunque sí del nexo que tenían sus gentes, sus pueblos, en esa profunda devoción por Santa Orosia, compartida por todos, por esa doncella que lo fue, llegando a los altares y teniendo influencias sobre decenas de localidades de estas montañas y de otras no tan próximas, a los pies del Oturia donde, según la leyenda sufriría martirio.
Hoy nos acercamos a una de las puertas de entrada de tan venerable territorio, a Yebra de Basa, para deslizarnos por los pliegues del manto blanco de la santa, en el último día de una semana que comenzaba el lunes con grandes nevadas por estos pagos, tanto así que poco paró de hacerlo en los cuatro primeros días, y que los siguientes mantiene debido a las bajas temperaturas. A ello hay que añadir los feroces vientos, especialmente de hoy, pero hemos buscado refugio en uno de esos pliegues del manto, en el barranco de Santa Orosia, por el que hemos discurrido disfrutando de una mañana raquetera espléndida y sin viento. Allá vamos.
La idea era subir por la ruta de las Ermitas, comprendida en parte de una de las etapas del recién señalizado GR 16.1, una variante del Anillo de Sobrepuerto, para tomar el desvío al mirador de Sorna y volver por la pista, pero no siempre las cosas salen como se plantean. Comenzamos la ruta en la ermita del Augusto, con las raquetas ya puestas desde el principio. Hay huella hecha, por lo que no es dificultosa la marcha. Justo debajo de unos pendientes escalones de madera, vemos que hay huella que se desvía a la derecha, y la seguimos, saliéndonos del camino, pero que nos lleva al mismo una vez superados esos escalones. Sin mayor dificultad, vamos cumpliendo con el camino. Ermita de Escoronillas, de las Arrodillas, cruzamos el barranco de Santa Orosia y continuamos por la margen izquierda.
Rendimos cuentas también al mirador de la Cruz d’a Gualda, y llegamos al desvío del mirador de Sorna que, sorpresivamente nadie lo ha recorrido. Nos encontramos con 70/80 cm de nieve sin pisar, lo que nos obligaría a ir haciendo huella, pero eso no era lo peor, las ramas de los bojes, cargadas de nieve se inclinan y entrecruzan entre ambos lados del camino impidiendo el paso, lo que nos lleva a abortar el plan. Continuamos, pues, por el camino hacia las ermitas rupestres, hasta llegar a la primera, la de la Cueva. Ya nos vamos encontrando quien baja con crampones y que nos dicen que no han pasado de allí, ya que la faja está con placas de hielo que no aconsejan el paso. Bueno, pues a ver qué nos encontramos.
Pues nada más y nada menos que lo que nos han dicho. Pero antes de llegar ya hemos tenido ocasión de contemplar la fachada de conglomerados que alberga las ermitas, con la cascada del Chorro que se pelea con el viento, que le impide su plácida caída. Nos acercamos, subimos a la ermita y contemplamos desde dentro ese caer del agua, mecido por el sol y el viento. Desde esta, nuestra cima de hoy, confirmamos lo de que no es posible continuar por la faja sin correr riesgos innecesarios, de modo que, vuelta por donde hemos venido, hasta llegar al punto de inicio, habiendo disfrutado de una espléndida mañana por los pliegues del manto nevado de Santa Orosia, que hoy viste de gala.
|
Imagen de febrero de 2015 |
Han salido 7,7 km, recorridos en 3 horas y 50 minutos, con un desnivel acumulado total de 475 m D+/-.