lunes, 12 de septiembre de 2022

El Turbonet y El Turbón, por los aleros de la montaña mágica

 


AQUERAS MONTAÑAS
Turbonet (2346 m)
Turbón (2492 m)
 Martes, 6 de septiembre de 2022

            … cuya silueta acampanada se observa desde casi toda La Ribagorza. Desde su cumbre se extiende un dilatado panorama en todas las direcciones: el macizo de la Maladeta al N, detrás del pico del Gallinero; Cotiella y Posets al NW, y la cadena fronteriza, todas ellas vistas desde un ángulo insólito”, como nos recuerda Enríquez de Salamanca. A lo que añadimos que su aislamiento le confiere, por tanto, el privilegio de ser una auténtica atalaya desde la que nuestra mirada puede navegar a sus anchas en todas las direcciones.



            Las montañas, como uno de los máximos exponentes del medio natural, a lo largo de la historia han sido las depositarias de las divinidades, dándoles así un halo de misticismo y de misterio. Las montañas se alzan como antenas hacia el espacio, del que recogen sus más altas vibraciones, siendo el origen de infinidad de leyendas que han ocupado el imaginario colectivo, y que han llegado hasta nuestros días. Las montañas se han visto como algo inalcanzable. El ser humano ha tenido siempre una relación tumultuosa con las montañas, primero fueron el objeto de la búsqueda de guarida y protección, y más recientemente satisfacer el deseo de su conquista, y actualmente… actualmente, tras arrastrar una bella época de romanticismo en torno a ellas y los valores asociados a la práctica del montañismo, estamos viviendo otra en la que se la ha convertido en un verdadero parque temático, al que se accede sin el menor respeto. Los tiempos, don Cosme.


            Las grandes cordilleras, y los Pirineos son una de ellas, albergan multitud de leyendas, misterios, historias de seres mitológicos. Pero si hay una que se lleva la palma, esa es el gran macizo de El Turbón, que se yergue altivo entre las cuencas del Isábena y del Ésera. La hay que nos habla de brujas y aquelarres (Forat d’as Bruixas o agujero de las brujas), con procesos inquisitoriales documentados, del no tan cercano Coll de Fadas (collado de las hadas), de la antigua fragua originada por el gigante “Ome Granizo” donde se creaban las tormentas… Por no hablar de la que le atribuye ser la primera tierra donde encalló el Arca de Noé cuando bajaron las aguas del diluvio. Todo un mundo que ha llegado a nuestros días como fantástico, pero que tiene sustrato en el imaginario popular.


           

           Volvemos a este macizo del Turbón, en el que ya estuvimos hace siete años, pero por la ruta de las Vilas. La zona norte, en torno a la N-260,  está plagada de pequeñas aldeas cuyos habitantes luchan por sobrevivir gracias a la tenencia y explotación de ganado vacuno, que libre pasta en sus grandes extensiones de prados. Una de esas aldeas es La Muria, junto a San Feliú de Veri. Como a un kilómetro de ella, en dirección sur se encuentra un refugio con merendero y fuente, aunque en esta ocasión, sorpresivamente, no ofrecía agua. Continuando por la pista, en no muy buen estado, y a otros dos kilómetros, circulando por la partida de monte que llaman Selvaplana, se llega a una explanada con abrevadero, donde bien se puede dejar el vehículo para dar comienzo a la ruta. 




            Seguimos por la pista como un cuarto de hora, cuando tomamos un sendero que, enseguida nos encajona en un barranco del que no encontramos nombre por el que, a los cinco minutos se abre otro sendero a mano derecha, balizado, que será por el que volvamos, abriendo, de este modo, aquí la circular. Continuamos por el barranco una hora más, salvando casi cuatrocientos metros, por un itinerario no siempre evidente, pero que se supera con la ayuda de algún hito, debiendo superar algún paso en el que hay que echar manos, pero en cualquier caso, muy entretenida la subida, hasta salir del bosque a hora y media del arranque, algo que la vista agradece al tener más campo de acción.




            Se sale a terreno de tasca, con una cierta inclinación, pero agradecidos por el baño de sol que se nos ha negado en el barranco. Vamos subiendo, y el haber superado ya la cota 2000 nos permite poder contemplar a nuestras espaldas los grandes macizos pirenaicos más próximos, como son Aneto, Maladetas… El sendero continúa por tasca por el fondo de una vaguada, dejando a la derecha toda la sierra este del impresionante macizo calizo, pero sucumbimos a la tentación de subirnos a ella, y lo hacemos, obteniendo una vista sobre el ala oeste, donde se asienta la mayor altura, el Turbón, con sus 2492 msnm, y la enorme depresión entre ambas, el barranco de Llert, o más conocida como coma de San Adrián. Los enormes acantilados que bajan a ella desde la cornisa por la que circulamos son impresionantes, pero aún nos impresiona más ver cómo bajan por ellos algunos ejemplares de sarrio que huyen de nuestra presencia.





            Continuamos con los abismos a nuestra derecha en un subibaja continuo de cotas, entre las que encontramos al hermano pequeño de nuestro principal objetivo de hoy, el Turbonet que, con sus 2346 msnsm es la segunda mayor altura de todo el macizo. Un macizo que se yergue como una auténtica herradura abierta hacia el norte, por cuyo interior nos dejaremos engullir al regreso. Dos horas y veinte minutos desde el arranque, cuando abandonamos el Turbonet para continuar ruta por este alero, que ofrece impresionantes vistas, aunque algo tapadas por las nubes que en su deambular se enganchan por las partes altas de las montañas.



            Al descabalgar de este cordal, nos unimos al camino que lo evita, en la collada de Porroduño, encontrando el punto de inflexión para seguir subiendo o tomar ya la ruta de descenso por San Adrián. Pero no tomamos dicho camino de subida, sino que encontramos a nuestra izquierda otro cordal rocoso, nos aupamos a él para continuar por las alturas, encontrando nuevas cotas que ir superando, hasta completar la herradura, dando vista ya a toda la solana de este macizo, reconociendo alguno de los pueblos, como Campo, y algunas sierras, como la Ferrera, con la peña Montañesa en su extremo NW, como más destacado. Llegados a nuestro punto de inflexión, continuamos hasta dar con el camino normal, para terminar de alcanzar la cota máxima del macizo, también conocido como Castillo del Turbón, con su vértice geodésico y su mirador en una plataforma que se prolonga hacia el norte, así como un cordal de difícil cabalgar.













           Para el regreso, tomamos el camino normal que nos va metiendo por el valle glaciar de San Adrián. A los veinte minutos nos topamos con el manantial de frías aguas. Combinando zonas pedregosas con otras de hierba, se va bajando más o menos cómodamente, por tramos con profusión de flor edelweiss. Hay que estar atentos, a pesar de pasar junto a ellas, para no perdernos las ruinas de la ermita de San Adrián que, según el maestro Antonio Gª Omedes en su web Arquivoltas*, “…constituyen el vestigio románico a mayor altura de Aragón…”. Están situadas a unos 1975 msnm, y fue consagrada por Gaufrido, obispo de Barbastro, en 1140, información que recoge el propio Omedes del P. Fray Ramón de Huesca, Teatro histórico de las iglesias del Reyno de Aragón, Tomo IX, De las iglesias catedrales y diócesis de Roda y Barbastro, Zaragoza, 1807, p. 195. “La edificó, sigue contando, el presbítero Pedro de Rivagorza, para retirarse y vivir en ella, que pertenecía a la orden benedictina de San Victorián”. Se trataba de un edificio con orientación canónica, de unos 8 x 3,5 metros. Concluye Omedes: “Sus restos (los del ermitaño Pedro) parece que se trasladaron al monasterio de San Victorián. La ruina de la iglesia, la más alta de Aragón, perdura. Y su espíritu es probable que sigan allá arriba, vigilante”.




            El lugar emana una energía especial, para eso los antiguos tenían una habilidad también especial para alzar sus construcciones, no dejándolo al azar. Una muestra más de ello es la proximidad de un manantial gracias al que, seguro que no le faltaba agua. Continuamos bajando, y a los veinte minutos alcanzamos un collado bajo un cabezo que nos invita a salirnos de la ruta y subirlo, porque da lo que prometía, unas espectaculares vistas sobre los Pirineos más cercanos librados ya de las nubes de esta mañana. Volvemos al camino que, poco a poco nos va metiendo en el bosque, hasta converger en el barranco con el itinerario de subida, desde donde ya apenas nos queda recorrer su base, salir a la pista y llegarnos al vehículo, dando así por concluida esta espectacular ruta por los aleros de una montaña mágica.










            Mágica por sus historias y leyendas, repletas de referencias a hadas, brujas, encantarias y otros seres míticos, incluso ha quedado inscrito en el imaginario colectivo que fue lo primero que encontró Noé cuando bajaron las aguas del diluvio. También existe el dicho de que “cuando hay niebla en el Turbón, llueve en todo Aragón”. Sea o no sea, lo que sí damos fe es de que ha sido una espectacular ruta por los aleros del Castillo del Turbón, que hemos concluido en un tiempo de 6 horas y casi media, habiendo recorrido 13 km, con un desnivel de 1090 m D+/-, en una jornada en la que las nubes de las montañas han estado perezosas para irse, pero que al final lo han hecho.  


Bibliografía:

Por el Pîrineo Aragonés (rutas del Sobrarbe y la Ribagorza). Cayetano Enríquez de Salamanca (el autor en 1974).

Webs:

Arquivoltas 

Identidad aragonesa

Hijo de la Tierra 








Las fotos y el track

Las imágenes son de autor, excepto la mitológica, extraída de la web Identidad aragonesa



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