lunes, 4 de febrero de 2019

XII Ruta Monegros, bailando con vientos

ANDADAS
XII Ruta Monegros
Domingo, 3 de febrero de 2019


Érase que se era
una ciudad dormida,
un monte dormido,
un sol dormido,
un viento dormido.
Un viento dormido, sí,
que lo hacía acurrucado
en cada una de ellas
en cada una de las matas,
de las olorosas matas de romero,
vestidas ya de nata y flor,
de incipiente flor morada.



            El día amanecía despacio, silencioso, como lo hace siempre, no le gustan las estridencias. No quería molestar, ni a la ciudad, ni al monte, ni al viento, pero éste, que duerme con un ojo cerrado y otro abierto, despertó. De cada una de esas matas despertó, y lo hizo acompasado con el sol. Enseguida fue animando al más cercano, y al más lejano también. Pronto corrió la noticia, y de todos lugares del amplio valle del Ebro vino. Y poco a poco todos llegaron, se agolparon, se hicieron fuertes. Todos querían tener su espacio, pero no había para tanto. Insistían, insistían, empujaban, barrían los montes, los caminos y los caminantes.

Al turrón...

Para ser la primera cuesta, no está mal
            Porque de eso va hoy de caminos y de caminantes. Hoy, una docena de andarines del Club Atletismo Jaca nos desplazamos a las ricas y poco valoradas tierras monegrinas para echarnos al monte y dejarnos acariciar por esas matas de romero que quieren enseñar al mundo que ya están de fiesta, que ya se engalanan con sus moradas flores. Y para dejarnos acariciar también, por ese viento que todo lo corre, aunque en realidad somos bastante benévolos, porque más que caricias fueron azotes, verdaderos azotes los que padecimos, pero es lo que tocaba hoy.

Momento de recogida de credenciales

Los primeros compases
            La XII Ruta Monegros abre el Calendario de Andadas Populares de Aragón, que cada año, y van 14, el Comité de Andadas Populares de Aragón, perteneciente a la Federación Aragonesa de Montañismo, pone en marcha, y que recoge casi sesenta pruebas repartidas por todo el vasto territorio aragonés. Pruebas organizadas por clubes, ayuntamientos o comarcas, para dar vida a ese Aragón interior, en general más alejado de las zonas turísticas. Unas pruebas en las que se dan cita centenares de andarines para disfrutar de los caminos, de los paisajes, de la hospitalidad de los convocantes. El club decano en estas lides, Os Andarines d’Aragón, de hecho es el que coordina el calendario, pero además se ocupa de organizar varias de las pruebas en él incluidas. Concretamente, ésta es una de ellas. Un club que cuenta con una legión de voluntarios que se afanan en tener todo a punto para que el participante solo se preocupe de eso, de andar y de disfrutar. Y se entregan, y lo hacen bien, porque también disfrutan, y eso se nota.

En marcha ya por los montes

Las cuestas se suceden
            El equipo del Club Atletismo Jaca irrumpía a las siete y media de la mañana en el Pabellón de Deportes de Nuez de Ebro, antes de que llegara el sol, antes de que llegara el viento. Tras la recogida de credenciales y degustar el primero de los avituallamientos de la mañana, sobre las ocho, ya con sol y con viento, nos poníamos a andar por unas desiertas calles del pueblo, que nos llevaban a un paso por debajo de la carretera, para meternos ya de lleno en el monte… con más sol y más viento, mucho más viento.


Por el barranco, al abrigo de los vientos

Al paso por la ermita de la Virgen de la Peña
            La definición habitual de los Monegros como “desierto”, además de ser simplona y poco elaborada, es tremendamente injusta, porque el terreno estepario es mucho más que todo eso, es mucho más rico que todo eso, y un mínimo de cultura que tuviéramos al respecto, que no la tenemos, nos haría ver que es un ecosistema en el que multitud de especies, tanto animales como vegetales, se han adaptado, se han esforzado, para sobrevivir en un ambiente extremo, con unos rigores climáticos que van de los fríos y vientos invernales a los calores sofocantes estivales, con niveles muy bajos de humedad. Y eso hay que verlo, valorarlo, reconocerlo y agradecerlo, porque si no hubieran sido capaces de hacer ese tremendo esfuerzo, sí que estaríamos hablando de desierto.

Vista de Alfajarín, a los pies del castillo de los Cornel

Ah del castillo!!!
            Y para verlo, valorarlo, reconocerlo, agradecerlo y, cómo no, disfrutarlo, hemos venido, y lo hacemos a lo largo de todo el recorrido, con unas subidas y bajadas con gran desnivel que, ayudadas por el fuerte viento, ponía a prueba hasta el propio equilibrio. A menos de una hora del arranque, las marcas nos llevan al seno de un barranco, donde nos da una tregua nuestro volátil compañero de viaje. Veinte minutos serpenteando por el fondo al ritmo que marca el sorprendente barranco y salimos a un lugar urbanizado, en los aledaños de la ermita de la Virgen de la Peña, junto a las ruinas del castillo de los Cornel, construido por los musulmanes en el siglo XI, y que fue cambiando de bando según los escarceos del momento. Desde el mirador de Dª Nicolasa Bernal se tiene una amplia vista sobre la localidad de Alfajarín, y el valle del Ebro.

Caminos de asfalto

Camino del toro
            Subida al castillo, entrada por un puente de fábrica reciente y por otra puerta paso a la umbría, desde donde ya se divisa el siguiente hito de la mañana, ese toro enamorado del viento, al que poco a poco nos vamos acercando hasta que nos tiene entre sus garras y bajo su viril dotación. Inevitable foto y desandamos el corto trecho de la loma para acercarnos ya al avituallamiento principal, en el que varios voluntarios se afanan en la confección de bocadillos de chicha braseada, que va entrando con el vino del porrón, cuyo chorrete vuela al compás del viento. Alguna foto más, y al camino. De nuevo, sube y bajas nos esperan, campos dormidos unos, trabajados otros, bordeamos para dar un amplio bucle y volver al mismo avituallamiento, pero ya sin bocadillo.

Reponiendo fuerzas

Cuestas brutales
            Tomamos decidida dirección hacia Nuez de Ebro, no sin antes pasar por otros dos avituallamientos de recuerdo, para cerrar la circular poco antes del paso subterráneo y volver al pueblo, en cuya plaza del ayuntamiento nos aguardan unas cervezas, gentileza también de la organización, y tras algo más de cinco horas desde la partida, para recorrer más de 25 km, con un desnivel acumulado cercano a los 800 metros D+/-. La mañana terminaba compartiendo mesa y mantel… y comida, claro con gran parte de los más de 400 inscritos, que lo iban haciendo conforme iban llegando.

La merecida comida


            Una mañana diez, con una compañía diez, en un ambiente diez, tanto medioambiental como deportivo.



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