lunes, 31 de octubre de 2016

Aspe, gigante entre lapiaces

AQUERAS MONTAÑAS
Aspe (2.640 m)
Antecima (2.590 m)
Lunes, 31 de octubre de 2016



            Aspe. Pico de la Garganta. Punta Esper... Los mapas no se ponen de acuerdo en ponerte nombre, pero eso no te debe importar, de hecho no te importa, porque tienes identidad propia, porque te alzas sobre todas las cumbres que te rodean, sobre los abismos que forma tu altivez. Al norte y levante desafías con los escarpes más verticales. Al sur, tu cintura la cuidan un enorme sistema de karst, con sus afiladas superficies y profundos foratos que hacen que afinemos el equilibrio los que por allí subimos a mostrarte nuestros respetos. Aspe, entre grises y marrones. Aspe, gigante entre lapiaces. Aspe.

El otoño presente en los valles

Saleras
            Hoy, con el amigo Miguel, hemos querido acercarnos a una de las cumbres más altas del Parque Natural de los Valles Occidentales, y desde luego, la mayor de toda esta sierra de los Picos de la Garganta de Aísa. Hemos querido acercarnos, decimos, y lo hemos conseguido. Desde Aísa, regada por el Estarrún, subimos por todo ese espléndido valle vestido con sus mejores galas otoñales, con un bosque que se va despojando de su pasado, hasta que a los 8 km dejamos el vehículo junto a la valla que impide el paso. Comenzamos nuestro caminar con un solo dígito en el termómetro, con una ligera brisa, y con un cielo que nada lo oculta. Una mañana espectacular con la que terminamos este mes de octubre.

Embudo por el que se flanquea la muralla rocosa

Antesala del tirano mundo mineral
            Pronto salimos de esta envoltura otoñal que jalona el camino bajo el refugio de Saleras, y se abre ante nuestra vista el extraordinario panorama de esta sierra, de estas moles calcáreas que desafiantes se alzan hacia los claros cielos. Cruzamos el recién nacido Estarrún para emprender el ascenso sin piedad ya desde el primer momento. Un ascenso que se realiza por loma herbosa, para cruzarnos en media hora con el GR 11.1, una variante de la Senda Pirenaica que en este valle une el collado del Bozo con el de la Madalena. Otro poco más y encontramos las últimas vacas pastando alrededor de un seco abrevadero. Nuestra mirada ya puesta en ese evidente embudo, una debilidad de la muralla rocosa por el que hay que flanquear esta montaña, y que marca el límite de lo vegetal con lo mineral.

Inmensos y mudos patios

Vestigios de un lejano pasado
            El empinado sendero marcha pues en dirección a la roca, para disimuladamente acercarnos hacia ese paso que nos va a permitir entrar en esa tiranía mineral, en ese mundo áspero de calizas, blandas calizas con la erosión, pero duras con el visitante. Afilada roca de labrado lapiaz y profundos foratos que alcanzan la reseca alma de estas montañas. Un enorme anfiteatro da entrada a este imponente mundo pétreo que ha detenido el tiempo, y por el que tienes que andar con delicado equilibrio. Pronto se nos muestra el objetivo con toda su altivez, ese enorme macizo marrón que se ha sabido alzar sobre la gris caliza.

El sur también existe

Vista hacia levante
            Alcanzamos el paso de la Garganta de Aspe, que da vista al enorme espacio Esper, por donde se precipitan las aguas de estos macizos, hasta el embudo de la Chorrota del Aspe, en la misma muga, dando así comienzo al río del mismo nombre, y que discurre por el valle también del mismo nombre, en territorio francés. Desde este ancho collado, nos enfrentamos a la incómoda ascensión a la antecima, por entre estrechas rallas calizas, hasta pasar por debajo de ella y llegar a otro paso, a partir del cual sólo nos resta un cuarto de hora para superar los 60 metros hasta alcanzar la cumbre del Aspe, nuestro objetivo de
Vista hacia el norte
hoy. Una amplia cima que alberga su vértice geodésico, un buzón y una placa conmemorativa. Una amplia cima que alberga a otras personas con las que hemos coincidido hoy en intenciones. Una amplia cima que alberga nuestras ilusiones de hoy, nuestras incontenibles ganas de querer arañar horas, minutos, segundos, a esta última jornada de octubre para contemplar una increíble panorámica a los cuatro costados, y que no vamos a enumerar por prolija. Lo que sí destacamos en lontananza es el padre Moncayo, que se alza sobre las impenitentes nieblas del valle del Ebro, y las del Gállego que a él se dirigen en perfecta columna transversal.

Vista hacia poniente

Miguel en plena progresión
            Nosotros, aquí, por encima de esas nieblas que arrebatan pensamientos y sentimientos, por encima de los abismos que nos rodean, por encima de todos los espacios, enormes espacios, que tenemos a los cuatro costados, sólo nos queda sentirnos privilegiados por ser receptores de tanta dádiva. Sí, con esfuerzo, pero infinitamente recompensados. Nuestra mente vaga por donde nuestras inexistentes alas no pueden llevarnos, y cuando bajamos de nuestros sueños, soñamos que tenemos que bajar también de esta montaña. Y comenzamos a hacerlo desandando nuestros pasos, hasta la brecha primero y luego al pasar bajo esa antecima vemos de reojo que se nos queda mirando con cara de “ y por qué a mí no?”, y no le hacemos el feo, porque al subir nos hemos hecho los despistados, pero ahora no, ahora la visitamos.

Cima del Aspe

Enormes y laberínticos patios
            Bajamos esa pala por las incómodas rallas, hasta el collado, para luego enfrentarnos a esa enorme y callada ciudad de piedra, con sus recovecos en los que se hospedan manchas de vieja nieve, para recorrer con paciencia este laberíntico entorno hasta ese embudo. Un singular paso que nos devolverá al más amable mundo vegetal, por el que ya nos incorporamos al paisaje de la cabecera de este extraordinario valle del Estarrún. Abrevadero, cruce con el GR 11.1, vadeo del incipiente río, Saleras, otoño y valla.

Rabioso otoño
            Una improvisada mañana, pero que no ha defraudado, pasada entre siempre cordiales montes, en los que le hemos metido 5h 50’ de tiempo total, del que 4 horas han sido en movimiento, para recorrer 9,9 km, y salvar en torno a 1.220 metros de desnivel acumulado D+.





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