viernes, 28 de agosto de 2015

Vuelta al Perdido, el amado en pos de su amada...

AQUERAS MONTAÑAS
Vuelta al Perdido
Sábado 22 a martes 25 de agosto de 2015



            El amor, la pasión, siempre prestos a crear una tensión… no tienen opción, les gusta, está en su ADN. Cuando el amado va en pos de su amada… y la amada lo sabe, se crea un ambiente especial, se crean unas corrientes, intangibles corrientes, que todo lo envuelven. En sus mundos todo lo envuelven. Unos mundos que no siempre coinciden. Ellas, ahí, mayestáticas, enhiestas, viendo pasar el tiempo lentamente, muy lentamente. Nosotros, de paso, más veloces, más fugaces, más queriendo gastar, gustar, un tiempo que no tenemos y que se nos hace el culo gaseosa sólo de pensarlo. Las montañas y el hombre. El hombre y las montañas. Una pareja indisoluble a lo largo de los siglos, de los milenios, de los distintos presentes que permanentemente se nos brindan para llenarlos con nuestra presencia, con su presencia, juntos, unidos. El hombre no se puede disociar de las montañas, son un reflejo de la vida, sin dificultades no hay crecimiento.

Edelweiss
            Mirarnos en sus cumbres, reflejarnos en sus lagos, en el discurrir de sus aguas por las laderas, auparnos a sus abismos. Ese es el oficio del errante montañero, el de sufrir, el de disfrutar, el de tratar de comprender cómo surge la vida en cada brizna de hierba, en cada gran árbol, en las grandes rocas, y en las pequeñas, en las complejas estructuras de los grandes animales, y en los pequeños, en el aire de una tormenta, en el sol que se despereza, o el que se va a dar lección a otra parte, en la noche estrellada. Seres todos ellos, unos más animados que otros, pero que forman parte de los espacios infinitos que escudriñamos cada vez que nos aupamos a un collado, que nos alimentan, y de los que también formamos parte, o al menos, eso pretendemos aunque sea sólo por un momento.


            Un oficio que para que no se nos olvide hemos de continuar practicando, y en esta ocasión lo vamos a hacer con un grupo humano al que le ha seducido la idea de darle la vuelta al macizo de Monte Perdido, una extraordinaria travesía que aunque hay quien la hace en un día, nosotros la haremos en cuatro tranquilas jornadas, por cabeceras de valles auténticamente privilegiados, Pineta, Estaubé, Gavarnie, Ordesa, Añisco… todos confluyentes en ese imponente macizo calcáreo, considerado el más alto de Europa, y que incluidos en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido de España y el Parque Nacional de los Pirineos, del país vecino, son también Reserva Mundial de la Biosfera Ordesa – Viñamala de la UNESCO. Un recorrido espectacular, en definitiva, que con paciencia iremos alimentando su exigencia. Sara, Eva, Ástrid y Javier, nos acompañan en esta nueva aventura que seguro no nos va a defraudar. Vamos.
  


            Viernes, 21 de agosto. Aproximación al refugio de Pineta. No son las seis de la tarde todavía, cuando llegamos al refugio de Ronatiza, en el Valle de Pineta, muy próximo al parador. Jaime nos atiende con la amabilidad habitual. Antes de cenar, el obligado paseo por el bosque de hayas, muy próximo al río, o al menos a su lecho, porque el agua de las cascadas que se dejan ver prefiere coquetear bajo tierra. Un paseo para rendir pleitesía al entorno. Ya no hay marcha atrás, repaso de ruta sobre el mapa… y todo un mundo por descubrir por delante.




Sábado, 22 de agosto. Primera jornada. Refugio Pineta – Refugio Espuguettes. La mañana nace un tanto dubitativa, pero no tanto como para no ofrecernos su mejor tarjeta de visita con unos pálidos rojizos que contrastan con el nublado cielo que también participa de ellos. A priori, hoy era el día con peor predicción meteorológica. Sea la que sea, hay que hacerle frente.

Así se queda el valle
        A un cuarto para las ocho comenzamos la travesía, comenzamos esta primera jornada, y lo hacemos por los rincones por los que paseamos ayer. Acariciamos el lecho del río, acariciamos el fondo del valle, acariciamos la piel de esta tierra bajo la vaporosa capa de su vestido que vamos dejando atrás. Pronto salimos a un punto cercano a la carretera y pasamos el río por el puente próximo a esa explanada que rige la estación de esquí nórdico. Nos metemos en el bosque. Nos metemos en los confines del bosque para volver a cruzar el barranco que con fuerza conduce las aguas que tormentosas bajan por estas laderas, dando nacimiento al río Cinca, que recorre este valle y se amansa en el embalse de Mediano.

Lago Helado de Marboré y norte del Perdido
            No llevamos una hora caminando cuando se termina el placentero deambular por el fondo del valle, dando comienzo a la subida, placentera también, pero interminable subida hasta el Balcón de Pineta. Unas interminables zetas decimos, para salvar los mil cien metros de desnivel hasta esta atalaya sobre el valle, que nos recibe ya con las ropas de agua puestas, y con unas vistas que más hay que adivinar que lo que nos ofrece. Esta plataforma nos da entrada a un nuevo mundo, dominado por el enorme impacto visual de la norte del Perdido, con su fragmentado glaciar. El tiempo sigue lluvioso, lo que acrecienta la sensación de paraje fantasmagórico el que atravesamos hasta dar con la cuenca ocupada por el Lago Helado de Marboré, con su vigía permanente en forma de corte, en forma de paso, en forma de brecha, la de Tucarroya, que alberga su característico refugio.

Llegando al refugio de la brecha
            Hemos de recortar el lago dejándolo a nuestra izquierda, para lo que hay que descender unas plataformas por unos pasos muy rebuscados, que nos obligan a echar las manos. Una vez ya en la orilla, nos incorporamos a la pedrera que nos lleva a la vertical del refugio, que hay que acometer ya irremediablemente. La llegada a este singular refugio es siempre motivo de satisfacción, un nuevo hito se ha conseguido. Situado en la mismísima brecha, a 2.666 metros, como reza un letrero en su interior, en el que se incluye su propiedad al Club Alpin Lourdes.

Momentos cuidadín
            Oportuno lugar para echar un bocado, y sin quitarnos las ropas de agua comenzamos el descenso, dando vista ya al valle de Estaubé, por unos caminos que hay que adivinar a cada paso, diseñando el descenso de forma creativa. Unos caminos auténticamente destrozados por las nieves y los hielos, y su propia inclinación, claro. Unos caminos que, aunque ha cesado la lluvia, ha dejado su impronta en las piedras, que adquieren vida propia cada vez que te apoyas en alguna de ellas. Eso las grandes, porque el cascajo ni contamos. Momento de cierta tensión, en definitiva, sólo paliados con la llegada a tierra firme, en ese collado que forma la montaña con ese apéndice llamado Borne de Tucarroya. Tres cuartos de hora para descender 235 metros por un terreno que se va con los pies.


Descansando en la Hourquette d'Alans
            Ya tenemos a la vista, si no nuestro próximo hito, la Hourquete d’Alans, sí las zetas que a él llegan. Desprovistos ya de las ropas de agua, vamos alcanzando ya la base de las mismas, sin dejar de admirar este recóndito y verde valle, en cuyo comienzo se acomoda el lago que participa del nombre de todo el entorno, Estaubé. Cansino y esforzado caminar nos aúpa al collado, a éste de Alans, que nos da vista ya al mundo Gavarnie, que contemplamos con la boca abierta y la respiración contenida. Procesar tanta belleza lleva su tiempo. Detrás dejamos el circo de Estaubé y su valle. Los picos de Pailla median entre los Astazus y nosotros, por el sur; y por el norte el cordal de los Pimené. Por delante todo un mundo de sensaciones, colgadas sensaciones sobre un punto distal de este amplio universo de Gavarnie, desde el que podemos apreciar ya la Brecha de Rolando a nuestra izquierda, en lontananza, y desde el que podemos adivinar, que no ver, el gran macizo del Vignemale.


Refugio de Espuguettes
            Bocado, trago, descanso, alegría. Tres cuartos de hora nos quedan para disfrutar del descenso hasta el refugio de Espuguettes, al que llegamos antes de las cinco de la tarde, y con unos cielos que nos persiguen y que tienen muy malas pulgas, algo que queda demostrado al rato de llegar en forma de estrepitosa tormenta de granizo, que todo lo cubre, quedando una apariencia de montes nevados. Los cielos se iluminan, el espacio radioeléctrico se llena de energía de alto voltaje, los truenos rugen y hacen tambalear hasta el mismísimo refugio. La fuerte tormenta hace temblar a todo lo que le es ajeno. El agua cae sin piedad no dejando vivir a los barrancos, que bajan atropellados, sorprendidos, no saben qué hacer con tanto ruido y con tantos materiales que arrastran. Todo ha cambiado en un momento, y somos testigos de ello. La apabullante naturaleza impone su ley, y nosotros, agradecidos bajo techo, la acatamos. Mañana será otro día. Hoy, viene así la tarde, una tarde especial, de un día especial, que trae emociones especiales, mecidas sobre un par de llamas y unos furtivos compases al aire, centrados en un único pensamiento.

Resumen técnico primera etapa: Refugio Pineta – Refugio Espuguettes. 
Distancia: 17 Km. 
Tiempo total: 9h. En movimiento: 6h. 
D+: 1.850 m. D-: 1.095 m. 
Altura Máxima: 2.670 m. (Brecha de Tucarroya). Mínima: 1.240 m.




Chalet Le Pailha
            Domingo, 23 de agosto. Segunda jornada: Refugio Espuguettes – Refugio Serradets. Tras una noche tormentosa, en la que han vibrado hasta los cimientos del refugio, nos ponemos en marcha para emprender la segunda jornada de esta travesía. El tiempo no se ha enterado de las predicciones y sigue a la suya. Está muy a gusto donde está, no se lo podemos reprochar, porque es como nosotros… la única cuestión es saber si a lo largo del día vamos a ser compatibles ou pas.

Bajando por el bosque
            Emprendemos pues la marcheta bajando hasta el fondo de este barranco, que ya se ha quitado de encima las aguas royas de ayer y los materiales que arrastraba, predominando ahora esas aguas limpias fruto del blanco desangrado de los neveros, dejando bien claro que la limpieza siempre debe prevalecer. Cruzando esas aguas, cruzando ese camino de vida, una palanca nos transporta al otro lado, encontrándonos enseguida una pequeña campa que alberga el Chalet Le Pailha, que nos evoca lugares orientales, al pie de enormes montañas. Seguimos descendiendo por sendero de bosque, al pie de murallones de roca que no terminan de ofrecer sus frutos de agua cosechados durante la tarde y noche pasadas.


Mágico bosque
            Conforme avanzamos, se nos va abriendo el valle, profundo valle de Gavarnie, con su población más abajo. Un fondo de valle al que tenemos que llegar irremediablemente, y que lo hacemos, concretamente a la altura del Hotel del Circo y Cascada de Gavarnie, presto para recibir a visitantes, pero sin ellos todavía. Sólo nosotros por aquí. Sólo nosotros somos los privilegiados hoy, a estas horas, en este momento. Sólo para nosotros se nos ofrece el espectáculo de la Gran Cascada, que con sus más de 400 metros de caída está considerada como la mayor de Europa. Ella no está sola, cualquier parte del circo está adornada con esos cortinajes de agua. Entre tanto y cuanto, fotos, risas y bocado.


La Gran Cascada
            El sendero principal sigue en dirección a la base de la cascada, pero pronto hay que tomar el desvío para cruzar el río, y lo hacemos furtivamente por un nuevo puente, que entendemos todavía no abierto al público, pero no tenemos otra opción. El anterior, más abajo, se lo debió de llevar algún enfado de los elementos, que aquí están de lo más susceptibles. Estamos justo en el fondo del circo, un circo de verticales y enormes paredes que quita la respiración. Un circo que parece inexpugnable. Un circo que no da facilidades visuales para que sea tomado. Bien, pero sabemos que con esfuerzo, se puede. Nos vamos aproximando, pues, a la base de las Echelles, o Escaleras, unas casi verticales gradas de la misma roca, formadas en un escondido pliegue, que permiten acceder a una plataforma, en la que el pasto y la roca conviven en harmonía, lo que aprovechamos para echar otro bocado antes de acometer la subida final, ya más tendida al refugio.

En plena ascensión


            Los aproximadamente 400 metros de desnivel nos han llevado como dos horas. Dos horas guapas, de tensión controlada, disfrutonas, de contacto con la piedra, de caricias constantes, de intercambio de sentimientos, de dar y de recibir. De sentir su latir, y ella nuestro impulso. Dos horas, únicas e irrepetibles en toda la travesía, y que ya las habíamos probado en otra ocasión, pero de bajada... y no es lo mismo, no. Hoy, al contrario que en aquella otra ocasión, que el agua y el granizo también quisieron estar presentes, hoy decimos, a pesar de habérnoslo anunciado, finalmente no lo ha hecho, lo que acrecienta enormemente la seguridad.


         
Ástrid con Ramón bajo la Brecha de Roldán
            Bien. Estamos en el seno de un amplio barranco, llevando a nuestra derecha esa tiesota cresta que se da en llamar Serradets, y que amplía el nombre al entorno. Otros más de 400 metros de desnivel, que los hacemos ya en tres cuartos de hora, nos quedan hasta el refugio, que se ve allá en lo alto, y que se nos acerca a cada paso que damos. Un refugio que bulle en actividad, estamos en la época. Hay quien sube, quien baja, quien llega, quien se va. Hay quien está por aquí con la mirada en alto contemplando tan magno espectáculo desde estos 2.580 metros de altitud. Gente de todo pelo, de muchas nacionalidades. Los habrá habituales de estos pagos, los habrá de lugares remotos que no repitan, los habrá ilustres, como Ramón Ferrer, “Monrasín”, ese incombustible corredor por montaña, al que nuestra particular reportera Ástrid ya le ha echado el guante. Muy pispa, sí. Departimos un raté con él, y le dejamos marchar de nuevo a Bujaruelo.


            La Brecha de Roldán se entrevé cuando los vaporosos velos de las caprichosas nieblas se lo permiten. Nos acercamos al collado camino de Bujaruelo, donde se nos abre otro horizonte. De vuelta al refugio, pasamos la tarde entre mapas, humeantes chocolats chauds, y sones, que divierten a propios y extraños. Hoy nos ha respetado el tiempo, que según las predicciones, mañana se tendría que ir a dar lección a otra parte. Veremos.

Resumen técnico segunda etapa: Refugio Espuguettes – Refugio Serradets.
Distancia: 8,6 Km. 
Tiempo total: 5h 30'. En movimiento: 3h 20'. 
D+: 1.130 m. D-: 565 m. 
Altura Máxima: 2.587 m. (Ref Serradets). Mínima: 1.564 m.



Nos ponemos en marcha
            Lunes, 24 de agosto. Tercera jornada: Refugio Serradets – Refugio Góriz. Las noches en los refugios de montaña suelen ser de supervivencia… y algunas, más. Se nos antoja difícil de recuperar la membrana pituitaria, pero habrá que intentarlo. Ahí lo dejamos. Bien. El tiempo ha vuelto a recitar el famoso “no te oigo”, y sigue en sus trece… o más, porque la impresión que tenemos al asomarnos al exterior es que nos han abducido. La visibilidad reducida al máximo, y por si fuera poco, lloviendo. Al mal tiempo, buena cara. Es lo que hacemos, además de esperar a ver si se le va el enfado. Y lo conseguimos. Al cabo de más de una hora deambulando, finalmente tomamos la decisión de salir. Y como la etapa de hoy no es muy larga, lo hacemos con el propósito de llegarnos hasta el Taillon.


Se pone imposible el avanzar
            Dos mermados neveros separan los más de 200 metros de desnivel hasta la brecha. El primero ya no se pisa. Tras la resbaladiza plataforma, acometemos el segundo. La llegada hay que hacerla con las manos por delante. El panorama aquí es peor que abajo. El fuerte y frío viento reinante nos ofrece dudas sobre si ir o no a este objetivo opcional. Sí, vamos. Dibujamos la base del Bacillac y nos asomamos a la Falsa Brecha. Peor todavía. Más dudas. Seguimos. Llegamos hasta el Dedo. Peor todavía. Más dudas. Seguimos. Un poco más, y… ninguna duda, nos volvemos. A una media hora de la cima (3.144 m), y a 70 de llegar a los míticos tres mil, la tozudez del tiempo en forma de vientos huracanados y opacas nieblas nos hace desistir. Vuelta a la Brecha.


Paso de los Sarrios
            Emprendemos ya la incipiente e inestable senda que nos deja en las cadenas del Paso de los Sarrios, bajo los paredones del Casco. Le sigue un tramo de bolos, en el que buscamos acomodo para echar un bocado. Seguimos hasta la Gruta Helada de Casteret, vallada desde hace unos años, protegiéndola de ese modo para restringir su uso al puramente científico. Lugares únicos, con medidas excepcionales. El mal orache ya se ha decidido a emigrar. Desde aquí, la vista de todo el cordal pateado hace tan sólo menos de dos horas se nos hace plena. Es lo que nos ofrece, a cuenta de la visita.


Entrada a la Gruta Helada de Casteret
            Bajamos ya al mundo Millaris, casi hasta su collado, para continuar por sendero colgado y agradable en dirección a Góriz, y como el tiempo nos lo permite, ligeros ya de mochilas, nos subimos al Tobacor, un monte que con sus 2.780 metros es una excelente atalaya sobre el entorno. Un monte, decimos, que hace muga entre lo visible y lo invisible, entre la parte popular de Ordesa y su trastienda. Un monte que levantándose las faldas, deja caer, deja asomarse, esa Cola de Caballo, que alimentada por varios barrancos, principalmente el de Góriz, rompe aguas, dando nacimiento al Arazas, que da frescura, color, vida, a este singular Valle de Ordesa, por cuyos andamios seguimos colgados.


Cena en Góriz
            Refugio. Petao, para variar, pero al ser horas en las que el personal está en el monte, podemos hacer las maniobras de llegada y acomodo sin apreturas. Hasta la ducha fría nos sabe buena, en los dos anteriores ni eso. Subimos con Ástrid en busca del locutorio, que está “en a tomar pol (pitido) de aquí”, casi llegamos al Perdido buscando señal. Pero la encontramos y podemos dar señales de vida. Cena y a dormir. Hoy, esta tarde, sí que parece que, aunque con dos días de retraso, ha cambiado el tiempo. Mañana se prevé bueno, que no está mal para la faja.

Resumen técnico tercera etapa: Refugio Serradets – Refugio Góriz
Distancia: 14,1 Km. 
Tiempo total: 6h 45'. En movimiento: 4h. 
D+: 1.130 m. D-: 1.530 m. 
Altura Máxima: 2.930 m. (Punto retorno Taillon). Mínima: 2.168 m.



Prestos para la última jornada
            Martes, 25 de agosto. Cuarta jornada. Refugio Góriz – Refugio Pineta. A por la última. La mañana sale fresca, radiante, despejada, como prometió anoche, de hecho nos encontramos algún corro helado junto al sendero. Los montes van siendo acariciados por los primeros rayos de sol, con unos colores como él sabe darlos. Unos cielos, adornados por escasas nubes que participan también de esos mágicos colores, pero que no tienen más pretensiones. En una hora, rodeando la base de la Torre de Góriz, o Morrón de Arrablo, nos presentamos en el collado de este mismo nombre, también llamado Superior de Góriz, que es el mundo que abandonamos, pasando de la cuenca de Ordesa a la de Añisclo. Estamos bajo la Punta Custodia a nuestra derecha, en lo más alto de ese barranco de Arrablo, el primero que alimenta el Bellós por su derecha.

Hitos en el camino
            Abandonamos, pues, esos cielos, ese ambiente de Ordesa, para centrarnos ya en el de Añisclo, valle hermano, valle que languideció, valle que corrió peligro, valle que fue recuperado por la fuerza de la razón de las garras de la razón de la fuerza. Valle que se vio a punto de sucumbir bajo las aguas de un pantano, y sus ambiciones hidroeléctricas. Valle que finalmente, y por presión popular, se vio incluido en la ampliación del Parque Nacional. Nos vamos metiendo, pues, en este mundo. Tenemos que ir acercándonos a la Faja de la Punta de las Olas, y ello nos exige alguna subida para pegarnos más a la roca, hasta que en un punto no muy determinado nos vemos ya inmersos en esa travesía aérea que exige nuestra atención, porque los patios son enormes, pero que deteniéndonos somos capaces de contemplar y asimilar. El Cañón de Añisclo a nuestros pies. Casi nada.


Progresando
            Al ir rodeando la Punta de las Olas se nos va abriendo el espacio para dar vista ya al collado de Añisclo, pero aún nos queda para llegar a él. La senda nos lleva a la parte baja de un corto barranco equipado con una cadena para remontarlo, seguido de un paso horizontal ayudados por otra cadena. A continuación hay algún tramo con grandes e inclinadas losas, equipadas también por otra. El camino sigue entretenido, pasando por debajo de una escorrentía de agua, que hay que probar en evitación de males mayores. Finalmente llegamos a un primer collado, llamado del Maquis. Entre uno y otro collado, la Punta del Valle nos acoge en sus faldas para echar un bocado y tomar fuerzas para el salvaje descenso hasta Pineta, cuya vista aérea contemplamos con gran asombro.


Collado de Añisclo
            Duelo nos hace, pero hay que bajar. Más de 1.200 metros de desnivel, que hacemos en casi tres horas. Terreno descompuesto al principio. Senda más asentada después. Y bosque, con algún paso que no se merece. Es el resumen de esta larga bajada, que nos deja en el lecho del río, que no es más que eso, lecho. Es el Cinca, con fuentes, con cascadas que lo alimentan desde su nacimiento, pero su escaso caudal decide hacerse freático antes de llegar por aquí. De nuevo en el refugio de Pineta, del que salimos hace cuatro días. Aseo, refrescos, comida y camino de nuestros valles.

Resumen técnico cuarta etapa: Refugio Góriz – Refugio Pineta
Distancia: 12,6 Km. 
Tiempo total: 7h. En movimiento: 4h 30'. 
D+: 745 m. D-: 1.695 m. 
Altura Máxima: 2.705 m. (Faja de la Punta de las Olas). Mínima: 1.240 m.


            Es difícil resumir en unas líneas tantas sensaciones, tanto visto, tanto vivido, tanto puesto a disposición de nuestros sentidos. Una ruta ésta que si estás a su altura, literal y no, es capaz de hacer tambalear los más mínimos resortes del alma. Se pasa por espacios únicos de inigualable belleza, alrededor del macizo calcáreo más alto de Europa, el del Monte Perdido. Unos espacios incluidos en la figura de máxima protección, la de Parque Nacional, en ambos países, amén de ser Reserva de la Biosfera. A través de dos portentos de la naturaleza, donde los montes se agachan para formar la Brecha de Roldán y la Brecha de Tucarroya, hemos permeabilizado el paso a uno y otro lado de la cordillera, rodeando y dejando siempre a nuestra izquierda el Monte Perdido, el Cilindro, el Marboré, los Astazus, picos de la Cascada, Casco, Espalda, Soum de Ramond, Punta de las Olas, Baudrimons, Esparrets… Individualidades todas que se esfuerzan por lanzar un canto coral a la vida. Individualidades todas que como ramas del mismo tronco, lanzan a los cuatro vientos su belleza, y que forman excepcionales valles y circos como el de Ordesa, Añisclo, Pineta, Estaubé y Gavarnie, que se dan la espalda pero no porque estén enfadados, no, sino para formar, para aupar, estos singulares montes, que han sido nuestro hogar durante estos cuatro días.


            Aquí termina esta aventurilla, con el agradecimiento propio a estos bellos lugares, siempre prestos a nuestra visita. Y por supuesto, a la esforzada troupe que nos ha acompañado. Nuestros registros, finalmente arrojan los siguientes datos: Pineta – Pineta. Refugios: 4. Jornadas: 4. Distancia: 52,3 Km. Tiempo total: 28h 15’. En movimiento: 17h 50'. D+: 4.855 m. D-: 4.885 m. Cota Máxima: 2.930 m. (Punto de retorno del Taillon). Mínima: 1.240 m. (Ref Pineta). Las diferencias en el total de los desniveles está relacionada con la pérdida de fiabilidad de las correcciones manuales de los itinerarios afectados por la proximidad a paredes, en los que las señales satelitales sufren rebotes. En cualquier caso, supone un inapreciable 0,006%.





Los tracks, en:
Et. 2. Espuguettes – Serradets: http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=10630053

6 comentarios:

  1. Fantástico reportaje. Enhorabuena!1

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  2. Qué grande eres chema, contigo hacemos Historia!!!.
    Cómo disfrutamos de la naturaleza y de los amigos con los que compartimos esta pasión nuestra.

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    1. Grande es la gente grande que hace grande este oficio... grande. Sí, disfrutamos mucho. Gracias.

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  3. Que buena Chema!
    Luego me cuentas bien, con una cervecica en la mano...

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    1. Cuando dejes de invitarme al Candy crush, jajajaja...

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