domingo, 29 de diciembre de 2024

Cabecera del Vero, un paseo por la luz de la prehistoria

 Año XII. Entrega nº 914


IXOS MONS
Cabecera del Vero
Viernes, 27 de diciembre de 2024

            “La luz es símbolo de vida -por tanto del sol-, del bien, del conocimiento, del Verbo de Dios, de su revelación y su encarnación”. José Miguel Navarro.



            Con este párrafo se inicia la entrada “luz” del Diccionario de signos, símbolos y personajes míticos y legendarios del Pirineo aragonés, del citado José Miguel Navarro y editado por Prames en 2018, rayando en unos momentos que bien pudieran representar el germen del inicio de la última de sus publicaciones, Luz Sagrada (Prames 2024), que recoge este asoleo entre otros muchos de nuestra geografía pirenaica y no sólo de ella.



            Un término, éste de “asoleo”, que ninguna de las tres acepciones del Diccionario de la RAE recoge exactamente con el contenido y significado nuclear de este trabajo. El autor lo define como “la incidencia del sol en espacios sacralizados”, todo ello siguiendo unos patrones temporales determinados. Dicho estudio comprende tanto construcciones efectuadas por la mano del hombre, desde simples ermitas hasta grandes catedrales, como espacios naturales en los que convergen los elementos necesarios sabiamente interpretados.



            En este último supuesto nos quedamos para decir que, no solamente son necesarios esos elementos, es decir, el lugar, sino que también es preciso el otro parámetro clave, que es el tiempo. Un lugar y un tiempo que se conjugan para ofrecer un fenómeno asombroso en la cabecera del Vero, en el solsticio de invierno, donde se dan las circunstancias, sin que parezca que nos venimos arriba, para que sea algo único en el mundo, al menos de lo documentado hasta el momento.


Imagen de Infobae

            Solsticio significa “sol quieto”, es decir que, desde unos 8 o 10 días antes, hasta 8 o 10 después de que el sol entra en la constelación de Capricornio, y en consecuencia en la estación de invierno, se nos ofrece el espectáculo en el lugar y el momento. Capricornio es signo cardinal de tierra, que rige las montañas, pero también las grutas, y que, simbólicamente lo podemos relacionar con el útero materno, de modo que también tenemos a favor ese aspecto zodiacal, como luego veremos.



            Visitamos de nuevo estos lugares de la cabecera del río Vero, con un valor de primer orden en el ámbito de la paleoantropología, y que evocan los tiempos en los que el ser humano, más pegado a la tierra y a sus ciclos vitales, ya tenía grabado en sus genes, como en los de todos los seres vivos del planeta, la máxima de la supervivencia, es decir el culto a la vida, y la perpetuación de la especie, y para ello, en todo momento y lugar es preciso el concurso de los elementos masculino y femenino.



            Una unión fecundante, precisamente, para eso, para el mantenimiento de la especie, algo que tenían muy presente nuestros ancestros que, miles de años antes de las técnicas de fecundación asistida artificialmente de hoy en día, acudían a esa fecundación asistida de forma natural, por los elementos que conocían de la naturaleza, porque el ser humano no inventa, está todo inventado, el ser humano descubre, y lo hace observando esa naturaleza, de la que nos viene todo, aprendiendo del Gran Libro de la Naturaleza Viviente.



            Son los dioses astrales, en este caso el sol, quien fecunda a las diosas telúricas, en este caso la tierra, y para posicionarse con las mejores condiciones tenían sus rituales. Mucho antes de que construyera templos, el ser humano ya los reconocía en el mundo natural, donde practicaba esos rituales, pero siempre con la luz como elemento nuclear. Y eso es lo que se vive aquí, después de que el Hacedor de montañas haya echado el resto, han sido los antiguos moradores los que han descubierto que son los elementos masculino y femenino los indispensables para esa fecundación.



            Desde el aparcamiento de la Portiacha, nos dirigimos hasta el fondo del barranco del Vero, para cruzarlo y llegarnos hasta la zona de los antiguos huertos de Lecina, sobre el barranco de la Choca para subir hasta la ermita rupestre de San Martín, cuya advocación tampoco es casual. 



            Martín era un oficial del ejército romano (siglo IV), y la tradición dice que, tras partir su capa y darle la mitad a un mendigo, a través de un sueño recibió la llamada de Jesús, por lo que se convirtió al cristianismo, habiéndose caracterizado su vida por una férrea persecución del paganismo. No es por eso casualidad tampoco que en los puntos calientes de lo que la nueva corriente, que daría lugar a la primera multinacional, quería anular, se hayan ido construyendo ermitas bajo su advocación, como pueda ser la de San Martín dera Bal d’Onsera*.


San Martín dera bal d'Onsera (Hijo de la Tierra)

            En los días en torno al solsticio de invierno, a partir de las 10 de la mañana (hora solar), el sol, antes de hacer pleno acto de presencia, se asoma a través de una oquedad en un espolón del tozal de Mallata, al otro lado del río, y que entra por un estrecho ventanal incidiendo a los pies de un altar, pero no en el principal, situado en posición canónica, sino en otro lateral, excavado deliberadamente en la roca. Otra prueba más, de las innumerables que hay en templos, igual en grandes catedrales como en humildes ermitas. En el día de hoy, los últimos restos de boira* hacen que se asordine visualmente la luz, produciendo un efecto especial. 








            Bajamos al sendero para continuar hacia arriba, donde nos espera de nuevo el cruce del río en dos ocasiones más, para subir a los abrigos de Gallinero, unos de tantos de los alrededores, en número de más de 60 con pinturas rupestres en un radio de un kilómetro, algo excepcional. En ellos podemos encontrar restos de civilizaciones remotas que nos han dejado su legado de arte rupestre de estilos paleolítico (40 000 a 10 000 años aprox. a.d.C.), levantino (8 000 a 3 000) y esquemático (5 000 a 1 500), considerado el único lugar del mundo en el que se encuentra esta conjunción de estilos en tan poco espacio. Este hecho dio lugar a la creación del Parque Cultural del río Vero en 2001.





Petrocoptis





            De vuelta a Huerto Raso, el lugar donde se cree se asentarían los ancestros para sus andanzas por la redolada, y una vez rellenado el tiempo entre asoleo y asoleo, vamos al verdaderamente trascendente de la jornada. Tras el aperitivo viene el gran festín místico, ancestral, el gran éxtasis, con la visita a la cueva de la Palomera (llamada así en Lecina) o de la Mezquita (en Alquézar), denominada últimamente también como de Lucién Briet, porque anduvo por esos pagos en sus andanzas por la sierra de Guara. Una gran abertura vertical, en la margen izquierda del Vero, y de no muy fácil acceso, da entrada a un enorme habitáculo cuyo ingreso te hace enmudecer, una inmensa sensación de admiración y de respeto te recorre el cuerpo, cuasi, cuasi, paralizante.






            Los elementos anatómicos diferenciales de los dos géneros del ser humano están explícitamente representados al fondo de la cueva. Sobre las dos de la tarde (hora solar), el sol va haciendo su aparición por un gran tragaluz colgado en la parte superior de la entrada de la cueva, enfocando sobre la pared de enfrente, iniciando un recorrido que tarda como una hora en llegar a incidir directamente su luz en el elemento masculino, y unos minutos más tarde, en el femenino, al fondo de la cueva. 






            Por añadir un elemento más a este escenario mágico, y como si también supieran del poder fecundizante del lugar y del momento, los graznidos de la cópula de una pareja de buitres rompen el silencio reinante. Un instante tan fugaz que no nos da tiempo de inmortalizarla digitalmente; casi mejor, porque hubiéramos necesitado su autorización para publicar las imágenes. 






            Una conjunción como la que estamos teniendo de los cuatro elementos de la naturaleza. Por una parte, la tierra, por la que se describen los caminos en horizontal y esos grandes paredones en vertical, que geométricamente nos recuerda a la cruz, en la que confluyen también los dos elementos; el agua, la del río, que hemos tenido que atravesar en seis ocasiones; el aire que respiramos por los cuatro costados; y el fuego, la luz, que pone nuestra mirada en contacto con las montañas, tanto las que predominan en el paisaje, como las que nos acogen en sus entrañas.



            Unas entrañas en las que el recogimiento y la admiración serena de la influencia del astro rey sobre el paisaje, producen un éxtasis como seguramente alcanzarían nuestros antepasados al contemplar esa hierogamia en un lugar verdaderamente excepcional, valiéndose de los elementos del mundo natural, en un momento del año absolutamente propicio para ello.



            De regreso, y ya a media luz, visitamos los abrigos de Mallata II, también esquemáticos, con manifestaciones impresas en cuevas que el tiempo, aliado con la acción del agua y los vientos han ido modelando en las formaciones calizas de la cabecera del Vero. 





Narcissus Asoanus

            De vuelta al aparcamiento, somos testigos de la magia de la luz en sus últimos intentos por alumbrar en ese crepúsculo del ocaso sobre las montañas pirenaicas. Una luz que ha sido la protagonista en esta jornada que, sin excesivo valor montañero, ha movido los resortes del alma.



            Una jornada en la que hemos podido admirar los esplendores de la naturaleza, y mecernos en el tiempo con la intervención de un gran intérprete de los símbolos sagrados, como es José Miguel, que nos ha hecho de hilo conductor, llevándonos hasta nuestros ancestros, en unos tiempos que nos pueden parecer lejanos, pero que no lo son tanto si consideramos los doscientos mil años del hombre sobre la Tierra, según algunas fuentes. 



            Y todo lo hallado, aun siendo mucho, intuimos que no es ni una mínima parte de lo que queda, de modo que, pasión por descubrir e intuición y sensibilidad para interpretar.




Glosario

Dera Bal d’Onsera = del valle del oso

Boira = niebla


Bibliografía:

Historia de Aragón. Varios autores. Guara editorial (1985)

Diccionario de signos, símbolos y personajes míticos y legendarios del Pirineo aragonés. José Miguel Navarro. Prames (2018)

Web:

Parque Cultural del río Vero 

Piedras sagradas  

Wikipedia 

Wikiloc  

RAE 

Tesoros RAE   

Fundeu 

IGN 

Hijo de la Tierra 


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Nota: La publicación de la ruta constituye únicamente la difusión de la actividad, no asumiendo responsabilidad alguna sobre el uso que de ello conlleve.















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