jueves, 29 de diciembre de 2016

Portillón de la Osqueta, la barrera climática

IXOS MONS
Portillón de la Osqueta (1.170 m)
Miércoles, 28 de diciembre de 2016












“Es sendero viejo de pastores y ganado,
supervivencia entre piedras con trigo escaso,
abandono de lo cotidiano, causa de la tierra viva,
escultora, y madrastra del
aliento en las rocas.
Camino con sombras cálidas,
y fuentes por agotar,
en la interminable merienda del consumo,
que en silencio cansa a los montes.
Fui feliz allí, en adolescencia inconsciente,
tímida pero severa.
En esta noche os envidio caminantes,
por no olvidar el camino, sonreírle y hacerlo feliz,
casi tanto como cuando fue”.


Instalaciones del Campamento
           Con estas más que emotivas palabras de Ricardo comenzamos esta entrada de hoy. Palabras desnudas, como su alma al dictarlas. Sin pseudónimos. Palabras de empuje, palabras de inquietud, de ilusión, de lucha, pero con la perspectiva que dan cuatro décadas. Palabras que visten sentimientos, sentimientos aún inquebrantables desde aquellos oscuros años en los que las cosas no le eran fáciles, ni en lo familiar, ni en lo social. Sentimientos de clandestinidad, siempre a flor de piel, de una lucha que nunca cesa. Es lo que tiene el estar siempre del lado de los desfavorecidos. Ricardo fue un muchacho destacado de un grupo, también destacado, con el que en su momento tuvimos el enorme privilegio de trabajar, de trabajar duro para tratar de entender, para tratar de explicar lo que sucedía en nuestro entorno, y de que a pesar de todo, había que salir adelante, aunque una y otra vez se volviera con las banderas rotas.

Campamento juvenil d'Os Xuans

Duchas y lavabos
            En ocasiones, las cosas, los acontecimientos, las vivencias, se graban en las runas de la memoria con una persistencia tal que hay que agitarlas un poco para sacudirles el polvo y que te lleguen nítidas a la pantalla del visionado. Y no hay mejor forma de hacerlo que acudir a los escenarios en donde se han originado para remover todo ello, y volver a todo ello, y tener cuidado de no arrancarte de todo ello, porque queremos seguir perteneciendo a todo ello, porque no es una memoria sólo de uno, sino colectiva.

Corrales, cocinas y comedor

Fuen d'Os Xuans
            Hoy, con los amigos Isabel, Sara, Julián y Pepe, que nos han dado la oportunidad de estirarnos en la memoria para alcanzar esas imágenes grabadas hace, nada menos que cuarenta años, hemos visitado esas instalaciones de campamento, en las que se emplazó el de Altabás durante cuatro años (1976 a 1979). Unas instalaciones creadas por el entonces ICONA y que tuvimos el privilegio de estrenar. Unas instalaciones por las que pasaron una cifra, me atrevería a decir que, cercana al millar de chicos y chicas, en turnos independientes, claro, que el mixto no estaba permitido todavía. Unas instalaciones que hemos visto degradadas por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento, pero que nos han permitido, aunque de forma figurada, ver a las personas con las que por ahí compartimos ilusiones, tiempo, esfuerzo y ganas. Las instalaciones del Campamento d'Os Xuans, de Villalangua.

Río Asabón, callado entre los hielos
Comienzo de la ruta
            Y allí que nos vamos. Se entra al pueblo por Casa Ismael, nombre de quien la regentaba en aquella época, junto con Petra su mujer. Tenían una pequeña tienda y bar, amplia sonrisa y paciencia, mucha paciencia con la muchachada. Del costado de la parroquial, que reza a San Miguel, salen los indicadores del PR-HU 97, que señala en dirección a Salinas Viejo y Agüero. La mañana está serena, fresca… bueno -5º, paqué nos vamos a engañar, lo que hace que los campos luzcan sus mejores galas en forma de puntillas blancas.

Blanco enramado
Roble marcescente
            Desde el mismo punto de arranque ya vemos esa Foz de Salinas, o Agujas de Salinas, como las llamábamos entonces, y en último horizonte ese Portillón de la Osqueta, la “W” que dibuja esa enorme ralla caliza que hace de barrera climática. Bajamos, pues, hacia el río, para cruzarlo por un puente de tablas con su correspondiente ración de hielo. La humedad del río mira el termómetro y se queda helada. Un río, el Asabón, que baja de puntillas para no molestar a toda la vida, vida escarchada, que late a sus orillas. Del puente se sale a mano izquierda, y raudo te incorpora a una pista, que pronto se deja para tomar un precioso sendero, con los adornos de un enramado de gala regalado por la escarcha. Las señales blancas y amarillas te meten en ese sendero, bajo un enorme ejemplar de roble marcescente, término empleado en botánica para determinar las especies a las que se les secan las hojas, pero que no caen hasta que les salen las nuevas, permaneciendo todo el otoño e invierno.

Foz de Salinas
Sorprendentes agujas
que rompen el paisaje
            Continuamos por el sendero, que en un lugar ya muy próximo a ese tajo entre las rallas calizas que componen la Foz de Salinas, cruza el barranco Salau para pasar bajo ellas tras pasar por el desvío que lleva a Salinas Nuevo. Es auténticamente impresionante el pasar por entre estas enormes paredes, sobre las que se posan un buen puñado de buitres a la espera de las térmicas que les permitan echarse a volar sin apenas esfuerzo, en busca del pan nuestro de cada día. Mientras tanto, sus inquietantes miradas se nos echan encima haciéndonos contener la respiración. Sin duda, estamos en un lugar sorprendente en el que la naturaleza habla por sí misma. Por nuestra parte, tratamos de no sentirnos intrusos y seguimos por el sendero. Un sendero que nos va abriendo la vista a esos espacios entre ralla y ralla, tan imponentes como ellas.

Buitre leonado, en su privilegiada atalaya

En la fuente la Rata
            Merece la pena también, una breve parada ante la cascada de la fuente La Rata, y en poco está ya el llegar a Salinas Viejo, del que sólo queda en pie parte de la iglesia, bajo la advocación a Santa María Magdalena, a la que le daban culto unos 150 vecinos, repartidos en 25 ó 30 casas. Este pueblo tiene más de mil años de antigüedad, muy apreciado en sus tiempos por los pozos de sal, cuya explotación corrió por cuenta del Monasterio de Ruesta en el siglo XI. Pasó de mano en mano, como fue sucediendo en la tierra reconquistada. Está enclavado en las laderas de un profundo barranco. En la década de los 40 del pasado siglo, unas pertinaces lluvias provocaron que la tierra cediera lo que originó el agrietamiento de algunas de las casas. Se pidió ayuda al Ministerio del Ejército, sucesor tras la Guerra Civil del Ministerio de Guerra, que la desestimó al no considerarlo como zona devastada por la contienda. No obstante, se comenzó a construir el Salinas de Jaca actual, a pie de carretera. Entretanto los habitantes fueron evacuados a Martes.

Imagen obtenida de despobladosenhuesca.com, cedida por Mª Jesús Callau

            “La tarde se hace larga para disfrutar de la vida. Sales a la puerta ¡que frío! Entras, atizas el fuego, miras a través de los cristales; árboles… cielo... Pocos pájaros, algún gato. Justo enfrente del pueblo los montes que nos roban las horas de sol tan codiciadas por todos los habitantes, esas rocas esconden nidos de águilas que también forman parte del paisaje”. En algún lugar de la Red de Redes hemos encontrado estas palabras de María Jesús Callau, que definen a la perfección lo que debió ser la vida en este lugar.

En el interior de la iglesia

Entrada y torre
            La llegada a un pueblo abandonado, de los cientos que hay en el Alto Aragón, y más que abandonado, prácticamente ya inexistente, cuyos restos se los están comiendo las barzas, siempre tiene su puntito de abordarlo con respeto, con la respiración contenida, siempre es algo conmovedor. Y así contemplamos la llegada a éste, del que sólo queda en pie la torre de la iglesia y su nave principal, aunque no sabemos por cuánto tiempo. Suponemos que alguna habría anterior a ésta, ya que su factura gótica, del siglo XVI, es bastante posterior a los orígenes que se le atribuyen a este pueblo.

Interior de la nave
Camino al Portillón de la Osqueta
            Recordamos haber pasado hace décadas por sus calles, por entre sus casas, vestido todo ello ahora de barzas. El tiempo es ávido, y lo engulle todo. Continuamos barranco arriba hasta cruzarlo, para enfilar ya la serpenteante subida rumbo a ese portillón, a la muela suelta de esa larga dentadura, que parece asomarse para ayudarte a subir. Finalmente llegamos a ella, y lo hacemos con un notable cambio de temperatura. Al otro lado el clima cambia radicalmente, venimos del paco y de la humedad, y pasamos a la solana, que contemplamos dejándonos acariciar por ella. En primer plano, a nuestros pies, el barranco de la Rabosera, camino de San Felices y de Agüero, pero que ahí lo dejamos, que echamos bocao y trago y volvemos por donde hemos venido.

Villalangua, desde el Portillón
Calladas carrascas
            A la llegada al viejo Salinas, planteamos el regreso por el barranco d’Os Xuans, para visitar las instalaciones del también viejo campamento. Y es lo que hacemos. Tomamos un sendero que se adivina para subir a la pista, que tras alguna vuelta, y de nuevo entre la humedad del bosque, nos lleva a ese lugar, en el que tantas cosas rescatamos de las runas de nuestra memoria, que locas se vuelven para reportar. Y lo hacen, ya lo creo que lo hacen. Cada piedra, cada palmo de terreno nos llevan a ellas, a unos años de pura siembra, de puro gusto por las montañas y todo lo que representan, incluso en el ser. Por un gusto que nos ha traído hasta aquí.

Vista aérea de la Foz de Salinas

Badinas en el Asabón
            Fuen d’Os Xuans, que hay que adivinar pegada a la tierra. Seguimos por la sombría pista hasta el cruce del Asabón, que bajo unas curiosas rallas, aún conserva esas pozas, que hacían las delicias de la chobentú, una pista cuyo giro hacia el sur la hace soleada ya hasta alcanzar Villalangua, a la que llegamos tras haberle metido 12,5 km, en 4 horas de tiempo total, del que 3 han sido en movimiento, con un desnivel acumulado de 760 metros D+. Una extraordinaria vuelta, con buen tiempo y en buena compañía, por un sorprendente entorno, y con un plus que nos ha transportado a tiempos pretéritos, tiempos en blanco y negro, y en los que cada uno desde su posición intentábamos darle color.






2 comentarios:

  1. Precioso Chema, lástima no pudiéramos atenderos, pero el reportaje muy chulo

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