viernes, 9 de diciembre de 2016

Larrosa, en la cabecera de la Garcipollera

IXOS MONS
Larrosa - Iguácel
Jueves, 8 de diciembre de 2016


… Era noviembre de 1955 cuando se presentaron don Miguel Navarro Garnica, ingeniero del Patrimonio Forestal, y don Joaquín Ariza, abogado de dicho organismo. Exhibieron un decreto del año 1927, época de la dictadura militar de Primo de Rivera, por el que se declaraba todo el valle de la Garcipollera de utilidad pública para repoblación forestal. Como consecuencia…”.

Imagen de época de Bescós de la Garcipollera
(despobladosdehuesca.com)
            Así se expresaba Pascual Calvo, nacido en Larrosa, pero además secretario, que lo fue desde 1945 de la Agrupación Secretarial de Bescós, Acín y Castiello, hasta 1965, pasando a este último a partir de esa fecha. Esto y mucho más lo dejaba escrito en sus memorias en agosto de 1994. Cerró los ojos en los albores del presente siglo. Mucho es lo que se llevó con él. Hoy, ahí yace su tierra, como la de cientos de pueblos en el Alto Aragón, sin nadie que cierre los suyos, sin nadie que vele por esos montones de piedras que un día cobijaron a hombres y mujeres, a ancianos, a niños, a animales. Piedras con memoria, frágil memoria ya. La Garcipollera, “vallis cepolaria”, o “valle de las cebollas”, estaba configurado por dos municipios: Bescós, con Yosa y Bergosa, y Acín, con Villanovilla y Larrosa. Todo quedó deshabitado, todo quedó abandonado, todo quedó perdido, desde aquel decreto que casi todos de los cerca de 500 habitantes del valle acataron, cuando el San Juan pobre los metió en las ciudades, haciendo crujir el campo de tristeza y soledades, como decía el ilustre Labordeta.



En marcha
            Ni tan siquiera están en pie esas chamineras cuyo hogar servía de nexo de la familia, donde se repasaba la vida diaria, los cuentos y tradiciones, donde se hablaba de las haciendas, que con sus recuerdos yacen ahogadas por las barzas. Pero no todo está perdido, que en la cabecera de ese valle todavía se mantiene esa joya del románico como es Santa María de Iguácel. Y por estas sierras de Larrosa e Iguácel, por estas tierras, hoy de Jaca, pero pegadas al límite de Acumuer, que lo es de Sabiñánigo, nos hemos ido hoy, para pasar de puntillas por su olvido, para solazarnos por su solana, para asomarnos al extraordinario mirador de la divisoria y contemplar los nevados montes de los macizos de Collarada y Somolas, y Peña Retona, Puerto Rico, Punta Blanca, Zarrambucho, Telera, Peña Parda… y tantas otras de la Sierra de la Partacua. Con Sara, Ana, Julián y Santi, allá vamos.

Balsa junto a la pista
            El río Ijuez baña un valle que poco a poco se va desperezando de su letargo nocturno. La ruchada mañanera se va retirando conforme el sol le va calentando el lomo. Lo mismo que a nosotros, que tras dejar el vehículo en el comienzo de la pista a Larrosa, comenzamos rápido andar huyendo del frío y en pos de esos rayos de sol. Pronto cambia la dirección del barranco y nos da ya de lleno. Desde el arranque, vamos por las señales del GR 15 (Senda Prepirenaica), marcada recientemente como Sendero Turístico de Aragón, hasta como kilómetro y medio, que toma un sendero a la derecha para dirigirse al pueblo. Nosotros seguimos por la pista. Pasamos por una balsa que se nos antoja contra incendios. La pista se ve cruzada por los barrancos del Monde y de Forraz, y en cosa de poco más de una hora nos presentamos en la divisoria, tras haber subido casi cuatrocientos metros de desnivel.

Cuenca del Aurín. Sabiñánigo. Al fondo Guara
            Las vistas aquí son impresionantes. El valle de Acumuer a nuestros pies, que lleva las aguas del Aurín y sus barrancos hasta Sabiñánigo, que afogado está bajo esa eterna boina industrial. Mejor echar la vista hacia arriba, donde encontramos la pureza, donde encontramos la luz, donde encontramos las nieves fijadas en el macizo de Collarada y la sierra de la Partacua, y entre ambos un bello tajo con ese pequeño circo bajo la cuenca del ibón de Bucuesa. Otra hora contemplando semejante espectáculo subiendo por esa divisoria, ascendiendo otros cuatrocientos metros más, que merece la pena hacer para estar más cerca de esas montañas que nos roban el alma.
 
Campos en el alto valle del Aurín
            Estamos a 1.910 metros de altitud. Contemplación, fotos, y abandonamos las vistas sobre el profundo valle del Aurín, abandonamos las vistas de este tapiz de grises y blancos, confeccionado por las manos del tiempo, abandonamos esos paisajes, hogar de nuestros sueños, para meternos ya de lleno en el descenso sobre el circo que conforman los montes de Bacún y Letas, y que vierten sobre ese lugar mágico donde se encuentra ese enclave histórico y artístico, religioso y civil, como es Iguácel. Otra hora para llegar hasta sus proximidades, donde sólo nos resta como un kilómetro más para el vehículo.

Solana de la Partacua
            Este anticiclón que por las tierras altas nos aporta muy buen tiempo nos ha permitido disfrutar de una extraordinaria mañana, en buena compañía y con magníficos paisajes. Una mañana en la que le hemos metido 3h 20’ de tiempo total, de los que 3 h han sido en movimiento, para recorrer los 14,1 km de esta bonita y apacible vuelta, salvando como 840 metros de desnivel acumulado D+.





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