jueves, 14 de julio de 2016

La Muela de Montalbán, el balcón sobre el joven Martín

IXOS MONS
La Muela de Montalbán (1.294 m)
Miércoles, 13 de julio de 2016



Me gustaría darte el mar
Para llenar de luz tu corazón calizo
Como la tierra quebrada
De noche y soledad precipitada
Me gustaría darte el mar

            Sobrecogedoras estrofas de una de las primeras canciones de Joaquín Carbonell, natural de la no muy alejada Alloza, y que como un grito en el vacío reclama para sí y su tierra ese reconocimiento, esa vida mejor, que un día sus gentes buscaron, dejando por aquí su reseco corazón, junto a su resecas tierras, condenando al olvido esos tiempos en los que el hombre sabía extraer de las entrañas de la sierra sus más preciados tesoros.

Viejos abrigos espaldados
            Sí, hoy estamos por las calladas sierras turolenses, concretamente en la cuenca del río Martín, que media entre Montalbán y su Muela, querida, venerada por sus habitantes, y que, signo de los tiempos, se van tensando los vínculos que históricamente han tenido con ella. Situada al sur de la población, nos sorprende porque con ese nombre, lo primero que esperábamos encontrarnos era un peñasco, grande, significativo, pero un peñasco, y lo que vemos es toda una sierra, con entidad propia, con sus grandes paredones, sus lomas, sus barrancos entre ellas. Todo un sistema de varios kilómetros de largo, y también alguno de ancho, que alberga vida, mucha vida, e historia, mucha historia. Historia de pequeños bancales, corros de tierra robados al inclinado terreno, con sus abrigos espaldados, donde seguro se cobijaban del frío, del calor, de las aguas, de todas las inclemencias, aquellas gentes que cuidaban de sus cuatro espigas, de sus cuatro ovejas, para con gran esfuerzo sacar adelante la casa, la hacienda, la familia.

Cruzando el Martín
            Una sierra que duerme con un ojo cerrado y otro abierto. Con el cerrado se mira por dentro, hacia sus grutas, hacia sus cuevas, queridas por el CE El Farallón, de esta localidad, capital histórica de la comarca de Cuencas Mineras. Y con el abierto, y su lágrima, lo hace hacia la cuenca de Montalbán, y su río Martín, que brioso pasa por su vega para ir a dar lección a otra parte, acompañado del GR 262, acondicionado recientemente como Sendero Turístico de Aragón, y que con sus 86 km se lo recorre de principio a fin. Hoy, con el amigo Vicente, también vamos a patear buena parte de esta sierra. Partiendo andando desde la población misma, con gran respeto nos aproximaremos a ella para entrar en el circuito que la recorre, asomándonos a sus miradores, respirando su aire, bañándonos en su luz, contemplando sus horizontes, y aupándonos, por qué no, a su cumbre.


Junto a la fuente Valdemiguel
            Hoy es una de esas jornadas privilegiadas por una cuña de aire frío entre tórridos días. Partimos, como decimos, de la gasolinera, para cruzar el río Martín, e ir aproximándonos hacia la sierra, que orgullosa nos muestra la Chimila, su avanzadilla. En poco más de media hora llegamos a Valdemiguel, donde comienza el circuito. Dejamos pues la pista y nos metemos en el sendero, que comienza a subir, no con muchas ganas, pero sí decidido a ir mostrándonos los más bellos rincones de los pacos de estos montes. Y el primero en llegar es la fuente, que estanca las aguas que bajan por un estrecho y alto barranco, adornado por vegetación que ama el agua. Si éste primero es para adentro, el segundo lo es para afuera. Hablamos del mirador geológico, que nos cuenta por millones de años la historia de estas tierras.


La peña Chimila
            Un frondoso bosque de pino de repoblación es la solución que dieron hace décadas a estas laderas, plagadas de pequeños corros sustentados por trabajosos bancales, y que poco a poco fueron abandonados por sus gentes en busca de algo mejor. Junto a muchos de ellos, yacen las ruinas de pequeños cobijos de piedra seca, con los que nos gustaría establecer un diálogo que nos permitiera arrancarles sus secretos, olvidados en las penumbras de los nuevos pinos. Seguimos, y nuestros pasos se topan con un cruce, que nos abre un corto itinerario hace otro mirador, el de Montalbán, desde el que conteniendo la respiración te permite empaparte de todo lo que te muestra, esa depresión del Martín, que aboca a sus gentes a buscarse junto a él la vida. Retrocedemos sobre nuestros pasos, y nos acercamos a ver la cueva del Greñicas, temido bandolero del siglo XIX, que algo de bueno tendría, porque no es posible que una persona albergue tanta maldad como se le atribuye.

Juan Espés, "El Greñicas", óleo de Antonio Irisarri (cronicasmontalbinas.blogspot.com)
Mirador del Morrón Royo
            De nuevo a nuestro sendero del circuito para subir más y más a lo alto de estas curiosas lomas que conforman esta llamada Muela de Montalbán. A pesar de que el circuito pasa de ella, hemos hecho propósito de llegarnos hasta su máxima altura, marcada por un vértice geodésico. Todos los indicios nos muestran que la vamos dejando a nuestra derecha, pero el tupido bosque desaconseja tirarse hacia ella de forma directa. Seguiremos el consejo de Vicente, que indica rodear el monte por el este, en busca de mejor camino. Pero antes de eso, nos topamos con el tercer mirador del día, el de Morrón Royo, que también se asoma a los abismos de la sierra, mostrándonos el discurrir del Martín.

Camino de la cima
            De vuelta al circuito, en pocas decenas de metros, encontramos una mal señalada entrada al sendero cimero, bajo enormes cables y torres de luz. Un sendero, aunque a tramos lo disimule, que provisto de hitos, y alguno más que ponemos, nos sube en poco más de un cuarto de hora, hasta lo alto de este monte, que con sus 1.294 metros lo es también del conjunto de la sierra. Se trata de una planicie vegetada, aunque permite la vista a sus 360º. Según cuenta Vicente, muchos del pueblo dicen que han estado aquí, pero que pocos aciertan a saber por dónde se llega.

            Bajamos para retomar de nuevo el sendero, e ir bajando ya decididamente por su cómodo discurrir entre pinos, que nos deja en una pista, y luego en otra mayor, para cerrar el circuito, y volver al pueblo repitiendo recorrido los últimos cientos de metros. Una mañana, en la que 14,1 km han bastado para recorrer un extraordinario circuito por esta sierra, en 4h 10’ de tiempo total, del que 3h 20’ han sido en movimiento, salvando un desnivel acumulado en torno a los 860 m D+ y D-. Buenas tierras. Buena mañana. Buena compañía.




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