sábado, 4 de junio de 2016

X Marcha Nocturna de Zaragoza. "Deus lo vol"

ANDADAS
X Marcha Nocturna de Zaragoza
Viernes, 3 de junio de 2016


            La rutina, siempre considerada como aburrida, tediosa, monótona, algo que nos hastía, en ocasiones, para nuestro sobresalto nos oculta algún acontecimiento que también la sobresalta, cuando no la revienta viva, algún acontecimiento que nos hace volver la vista a ella y echarla de menos. Hay veces que la pura rompida de la calma, como un sórdido aldabonazo, te golpea tan bruscamente que te lleva a decir: bendita rutina. Hoy, la larga sombra del “Deus lo vol” ha teñido de oscuro la noche de Juslibol.



Nos vamos preparando
            Nueve de la ya casi noche en el pabellón. Incluida en el Calendario de Andadas Populares de la FAM, la numerosa legión de voluntarios de Os Andarines d’Aragón se afana en los preparativos para lo que va a ser una edición más de la Marcha Nocturna de Zaragoza… o no. Ya hemos participado en alguna que otra edición, que con salida y llegada en este pabellón, recorre los montes de este barrio rural hasta caer a los galachos, y tras incorporarse a la orilla del Ebro, lo abraza para no dejarlo prácticamente hasta la Torre del Agua, de la Expo, habiéndolo cruzado por el puente de la autopista, al que vuelve, para dirigirse ya de tiro al punto de salida, donde te preparan unos huevos fritos acompañados, para terminar la velada. Eso son los 22 km de la distancia larga, siendo los 13 sin cruzar el río y sin tocar el recinto Expo.


A punto de dar la salida
            Diez de la noche. Ya entre dos luces se da la salida, que se empina, se empina, hasta llegar a las antenas, y unas decenas más de metros de ancho camino hasta que se estrecha en senda. Es donde comienza el descenso por un barranco, tras del cual sigue el sendero que te invita a trotar. La noche está amenazante, ese inquietante “aire de tormenta” comienza a colonizar el espacio por el que transitamos, y nos envuelve hasta hacerse uno con nosotros. Vamos en cabeza, sólo superados por los que han decidido correr.

Comienzo de las escaleras
            La noche luce con sus mejores galas lumínicas y acústicas, y esperamos que no pase de ahí. Al cabo de media hora ya hemos recorrido toda la parte alta de estos montes, dando alcance al tramo de escaleras, que de forma vertiginosa te bajan a pico hasta el Centro de Interpretación de los Galachos del Ebro, un espacio natural protegido integrado en el término municipal de Zaragoza. Desde allí, un precioso sendero, y más de noche, rodeado de vegetación, te saca ya a un lugar próximo a la orilla del río, donde encontramos el primer avituallamiento, con caras conocidas. Tres cuartos de hora hasta aquí.

Desolación en el avituallamiento
            En poco más de una hora se recorre esa gran revuelta que da el río, cuyo tránsito se hace un poco tedioso, pero que está amenizado por la noche, realzada por el aparato eléctrico. A lo lejos, y por lo que adivinamos tiene que ser el tránsito que lleva a los galachos, se abren camino varios vehículos con rotativos luminosos naranjas, seguidos de uno azul. Nos parece excesivo. Llegamos al segundo avituallamiento, el que divide las dos distancias, sirviendo de cuarto a la vuelta de la larga. Pero no, hoy no hay larga. A nuestra llegada acaban de recibir el gran mazazo de la noche. Se suspende la marcha y todos sus actos, por el fallecimiento de uno de los participantes, lo que justifica tanta movida que hemos visto por la zona.


             Bien. No hay mucha información, sólo que hay que ir ya hacia el pabellón. Es lo que hacemos, y al poco de llegar nos enrolamos en labores de apoyo a los que han tenido que acudir al lugar del suceso, dejando lo que sigue al albur de la intimidad de la noche. Una noche con distinto amanecer para unos y otros. Una noche que nos hace pensar que estamos de paso y que no sabemos en qué parada se va a detener nuestro tren. Una noche que nos hace reflexionar sobre el tremendo desequilibrio en nuestra conjugación de los verbos tomar y dar. Una noche que llega al final de nuestras cuatro estaciones, o en mitad de cualquiera de ellas. Pero una noche que creemos no tan oscura como algunos piensan, y que eso nos da luz, por muy oscura que ella sea. Porque siempre hay un nuevo amanecer. Ricardo Clemente-Alloza. In memoriam.


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